Estudié Magisterio en Sevilla y me tocó hacer las prácticas en una escuela de adultos. Yo quería hacerlas en un colegio con niños pequeños, pero no pudo ser así. Estuve a gusto durante el mes y medio que estuve, pero no fue una experiencia que marcara mi vida.
Pasados los años conseguí ser maestra de Educación Infantil y después de Educación Primaria. Siempre me gustó la didáctica de las matemáticas y también aplicar nuevos métodos como el método ABN. Utilizaba regletas de Cuisenaire en todos los cursos. Nunca me gustó la frase de “aquí siempre se ha hecho así” y estaba reciclándome continuamente. Entiendo que los alumnos del 2000 nada tienen que ver con los del 2023 y por tanto no podemos seguir haciendo las mismas cosas ni aplicando la misma metodología en las clases. Por este motivo se necesita formación continua por parte de los docentes.
Siempre me gustó cambiar y no estar mucho tiempo en el mismo sitio. Se aprende más saliendo de la zona de confort. Me gusta renovarme y en cuanto surgió la oportunidad de dar el salto a la Educación de Adultos no lo dudé.
Esto sí que fue un gran salto. Recordaba mis prácticas, pero esto era diferente, quizá porque aquí ya era tutora, yo organizaba la clase y además ya contaba con una experiencia que antes no tenía.
El principal problema con el que me encontré es la falta de materiales para alumnos adultos cuando se trata de aprender a leer y escribir. Se utilizan fichas y cartillas de lectura con ilustraciones infantiles con las que ellos no se sienten identificados. Hay mucho material para trabajar la memoria, pero poco para enseñar a leer y a escribir. Por ello los maestros tenemos un gran reto por delante, elaborar materiales de lectoescritura para personas adultas y para los que no hablan español y tampoco saben escribir en su idioma.
En una clase de adultos, como en cualquier otra etapa, hay distintos niveles. El reto está en atender la individualidad de cada uno. Por ello se impone la fabricación de materiales adaptados.
A los alumnos adultos mayores (más de 60 años) les cuesta cambiar de metodología y prefieren seguir aprendiendo como lo hacían cuando eran niños, pero se emocionan cuando se introducen las tablets en la dinámica de la clase y los monitores interactivos. Ellos se ven más integrados en el mundo actual.
Después accedí al equipo directivo y si lo de cambiar de una escuela de niños a una de adultos era un reto, ahora el desafío era mayor porque esto sí era algo desconocido y diferente a lo que yo había hecho hasta entonces.
La dirección de un CEPA (Centro de enseñanza para adultos) implica atender un abanico más amplio de sectores. Por un lado el sector alumnos, por otro el de profesores y en tercer lugar el sector de la Administración. Es necesario rodearse de un buen equipo para superar las dificultades del día a día.
Respecto a los alumnos, el absentismo es el principal escollo al que nos enfrentamos. La gran particularidad del alumnado en esta etapa educativa es que tiene una familia a la que atender, un trabajo que no puede rechazar y temporalmente muchos tienen que dejar de venir a las clases, por lo que la asistencia al CEPA pasa a un segundo plano en sus vidas. El profesorado ha de estar atento para que en los momentos de debilidad se sientan acompañados y logren terminar con éxito la ESO y continúen con sus estudios más adelante.
Los profesores son otro foco de atención por parte de la dirección del centro. Los docentes tienen que tener la formación y la motivación necesarias para atender este tipo de alumnado que tiene unas necesidades muy diferentes a los alumnos de un instituto o de un colegio, aunque el objetivo sea que aprendan materias curriculares y pasen un examen. Hay que preocuparse del bienestar emocional de los alumnos, crear un ambiente de afecto y confianza que les permita participar en diferentes actividades dentro del grupo y en las que se organicen en el CEPA. Además, muchos profesores llegan de los colegios e institutos sin saber lo que es la Educación de Adultos, lo que hace imprescindible la formación en esta etapa.
En septiembre se oferta un curso de una semana, pero esto no es suficiente. Se necesita una oferta más amplia de cursos para modernizar las técnicas y metodologías nuevas y así atender de una manera satisfactoria las demandas de estos alumnos. Desde la dirección del centro se debe facilitar al profesorado lo que precise para que se sienta motivado y pueda ejercer su trabajo de la mejor forma posible.
El otro gran foco de atención por parte de la dirección del CEPA es la Administración. Gran parte del tiempo está dedicado a la burocracia, a rellenar papeles. Esto hace que el tiempo que habría que dedicar a programar, a crear materiales, a interesarse por los alumnos, se dedique a labores administrativas. Debería agilizarse de alguna manera este trabajo.
Si me preguntaran cómo sería un CEPA ideal, diría que uno en el que las clases no estuvieran masificadas para poder atender las individualidades de cada alumno. Con alumnos de muchas nacionalidades, de todas las edades y géneros. Donde tuvieran cabida todas las ideologías tanto políticas como religiosas. También tendría todas las enseñanzas desde Iniciales hasta acceso a la Universidad, con ESO y FP Básica, pasando por enseñanzas abiertas como inglés o informática desde nivel cero.
Un CEPA ideal también tendría profesores motivados organizando actividades dentro y fuera del centro, utilizando las tecnologías en sus clases y haciendo actividades lúdicas para que los alumnos se sientan motivados y con ganas de aprender y participarían en cuantas actividades se les propusiesen y aportarían ideas para mejorar el centro.
Según mi reflexión, creo que mi CEPA Cultural Moratalaz es un CEPA ideal. Tenemos que mejorar “alguna cosa” pero entre todos vamos consiguiendo que sea el sitio perfecto para tener una segunda oportunidad en los estudios y ser el lugar donde tener una buena educación a lo largo de la vida.
1 comentario
Enhorabuena Isabel por tu compromiso con la educación en sus diferentes niveles. Logras contagiar tu entusiasmo por el trabajo bien hecho.