Empezamos una serie de relatos dialogados que repasan la historia personal y los recuerdos de la andadura por la escuela de nuestro alumnado, desde el principio de su tiempo hasta hoy mismo.
Hoy hablamos con Miguel, un asturiano de Salas, un pueblecito con mucha historia no muy lejos de la capital; tiene un castillo y desde sus dominios Miguel empezó su mirada al mundo.
Para empezar, queríamos que nos compartiera cómo se sentía hoy en día, cómo quería que lo identificáramos los lectores y las lectoras de nuestro Diario de la Educación; no tardó nada en describirse como una persona entusiasta, optimista y feliz; empezaba muy bien nuestro encuentro.
Actualmente Miguel es alumno en la Universidad de Oviedo, en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación y nos interesaba saber sus motivaciones para escoger esta carrera. Nos confesó que no fue su primera opción, que siempre había estado indeciso sobre qué estudios universitarios seguir; cuando cursaba segundo de bachillerato se inclinó por el Grado en Trabajo Social, sus intereses de contribuir a hacer de esta sociedad un mundo mejor estaban claros. Sin embargo, las barreras de accesibilidad ante su condición de persona con diversidad funcional que se desplaza en silla de ruedas limitaron las posibilidades.
A pesar de todo, Miguel no desistió de su interés por formarse como profesional que contribuye con su especialidad y su generosidad a facilitar contextos de mejora, en este caso en el mundo de la infancia y la adolescencia; nos dice que siempre le había gustado ayudar a los demás y que entonces pensó que ese era su camino .
Desde CONVIVES y nuestro interés por el bienestar emocional no podíamos dejar pasar la oportunidad de que Miguel nos definiera su paso por las instituciones escolares con tres sentimientos. Esta fue una de las sorpresas que nos deparaba esta conversación, no dudó en decir, muy seguro de sí mismo, tres imágenes vividas y sentidas por él: apoyo, optimismo y superación. Esta respuesta dice mucho de la actitud de Miguel ante la vida y ante los retos que se le van planteando pero a nosotras, como docentes y desde una interpretación egoísta, nos anima y nos hace pensar que sí, que la educación tiene superpoderes y que a veces lo hacemos bien. Gracias Miguel.
Seguíamos muy cómodas y expectantes en este diálogo y ahora queríamos dar un salto en el tiempo y acercarnos a su infancia, a los primeros recuerdos que le evoca pensar en su familia y en los primeros pasos en la Escuela.
La memoria de Miguel camina con su andador hacia la máquina expendedora en las dependencias de Atención Temprana. Es muy significativo que el recuerdo de situaciones críticas quede confundido con una imagen satisfactoria, como la de ir a por una chocolatina en una sala de espera.
Estos detalles y pinceladas de su historia nos describen una actitud positiva y de mirar hacia la consecución de los logros desde bien pequeño, acompañado en estos primeros pasos por la misma disponibilidad y optimismo de su familia más cercana, sus primeros modelos de referencia.
Familia que ha sido y sigue siendo un testimonio y modelo de apoyo emocional para sus hijos y para otras familias en situaciones similares. Como Miguel nos cuenta, siempre trataron el tema de la discapacidad de los dos hermanos con naturalidad, quitándole hierro al asunto. Nos reconforta y nos reafirma a nosotras mismas en nuestra situación ante la discapacidad en nuestras casas. A nosotras, como profesoras y como madres siempre nos “ocupó” el mostrar y poner en práctica una actitud realista, optimista y de dar visibilidad de la forma más natural a la diversidad funcional de nuestros hijos, poniendo siempre delante de las debilidades las fortalezas. De esta forma se abren más las posibilidades de éxito en el desarrollo personal de nuestros hijos e hijas y, con esa mochila de partida, se inicia un camino esperanzador del desarrollo personal inmerso, desde muy temprano, también en el entorno escolar.
En las ocasiones en que Miguel no era capaz de relacionarse con sus compañeros y compañeras, llegaba a casa y su familia, en sus propias palabras, “en vez de lamentarse o engrandecer el problema, intentaban calmarme” y mostrar la cara de apoyo y seguridad que todos los niños necesitan. Esa dificultad de abrir las relaciones a sus iguales es la sombra que nuestro protagonista siempre alude a la hora de cerrar el círculo de una inclusión plenamente significativa en las instituciones escolares; debería hacernos reflexionar qué pasa en nuestras aulas, en nuestros patios escolares, son retos y oportunidades de actuación que no podemos dejar escapar.
A lo largo de la conversación que mantuvimos nos fue desgranando pistas que describen y diagnostican las necesidades que debemos atender en nuestro quehacer diario como profesionales de la educación. Nos sentimos muy identificadas con cada una de las variables que Miguel nos ponía encima de la mesa.
Miguel recuerda sus inicios escolares en la modalidad de educación combinada entre un centro de educación especial y un centro ordinario como de aprendizaje y de avance. Entre ellos destaca la coordinación que existió entre ambos centros. Especialmente reconoce la importancia de estos primeros aprendizajes con los apoyos necesarios que el centro de educación especial pudo aportar y que, en el centro rural de su entorno, la Administración no tenía aún contemplados; la falta de un ascensor retrasó su entrada en la escuela ordinaria.
De nuevo nos sorprende Miguel con su actitud de vaso medio lleno, no lanza reproches ante unas instituciones que no arbitraron los recursos necesarios en sus primeros momentos en la escolaridad ordinaria; sino que resalta la importancia de haberlos tenido, aun siendo en centros de educación especial. Centros especiales y extraordinarios que abren sus puertas para que el alumnado también vaya a entornos institucionales ordinarios en contextos naturales de convivencia con sus iguales, en modalidad combinada.
Cuando tenía cuatro años empieza en la escuela de su pueblo; recuerda, sobre todo, el desconcierto y la sensación de no saber muy bien porqué estaba allí. Todo era novedoso y se le planteaba el reto de entender y adaptarse a la nueva realidad. En muchas ocasiones estos primeros momentos producen una sensación de inseguridad y de necesidad de protección que las instituciones escolares tenemos la responsabilidad de cubrir.
Cuando le preguntamos por los factores personales y materiales que desde los inicios de su escolaridad fueron protectores y le hicieron sentir bien, señala el apoyo del profesorado como primer punto significativo de ayuda. Nos llama la atención que Miguel destaque la importancia de la coordinación de los recursos, especialmente los personales que trabajan directamente con nuestro alumnado: profesorado y auxiliares educadores. Este último es un perfil profesional fundamental en la atención a la diversidad funcional y, sin embargo, muchas veces no cuenta con el horario suficiente para asegurar la inclusión educativa; volvemos a enfrentarnos al reparto desequilibrado de recursos para la atención significativa y real del alumnado con diversidad funcional.
La otra cara de la moneda fueron los factores limitantes que supusieron barreras en su aprendizaje y desarrollo personal. Miguel subraya la existencia de barreras arquitectónicas que le impidieron incorporarse antes a la enseñanza ordinaria, teniendo que permanecer un curso más en la educación infantil, hasta que la Administración y su lentitud dotaron del ascensor necesario al centro rural de Salas. Muchas veces se trata de los condicionantes de la gestión burocrática los que ralentizan y frenan las decisiones para dar respuesta a las necesidades de nuestro alumnado diverso, son necesarios voluntad política y cambios en los protocolos administrativos de gestión.
Miguel matiza que no encuentra diferencias significativas entre primara y secundaria en relación a la atención a las necesidades de apoyo a la diversidad funcional. Generoso en sus valoraciones, achaca a las limitaciones de recursos de la Administración los retrasos y los inconvenientes en su proceso de escolarización y aprendizaje. Mucho que aprender de una visión y un recordatorio optimistas y positivos de las experiencias personales.
Profesorado y currículo
Como docentes, nos interesa mucho conocer al profesorado que ha dejado un recuerdo especial en Miguel. Nos habla de Pilar, que con su cariño y apoyo continuados supo facilitar su camino; también de la auxiliar educadora, Olivia, que le ayudó a ser más independiente y autónomo y, ya en el instituto, su profesora Ana, de Latín (¡para que luego hablen de las lenguas muertas!). Ana estaba muy viva y atenta a las necesidades de Miguel; la describe como una madre cercana, confidente y que, sobre todo, siempre creyó en él. Las expectativas altas nos acercan a los éxitos poco a poco, pero de forma segura.
Queríamos saber también su visión del currículum y cuáles fueron para él las materias más atractivas y que realmente aún hoy cobran significado. Siempre le ha gustado escribir y contar historias, así que la Lengua es el número uno de sus preferencias y, la lectura, un refugio siempre presente en sus días. Enseguida se aficionó al estudio de los idiomas, y como ya dijimos, su primer amor fue el Latín, muy relacionado con el entusiasmo y el cuidado que la profesora transmitía, no se cansa de decir que era maravillosa.
Ya en la madurez del bachillerato descubre la Filosofía y la Economía. Para él ha sido un punto de inflexión el desarrollo del espíritu crítico que practicó en las clases de Filosofía; a través de los debates que les dejaban exponer y contrastar ideas y opiniones. La materia de Economía es otro factor motivador que va unido inexcusablemente a la figura de su profesora Noelia, hoy amiga y apoyo en su andadura personal y académica.
Seguimos avanzando por la institución escolar, con sus oportunidades y sus limitaciones. Ahora nos interesaba identificar los momentos que le resultaron más difíciles en el día a día y aquellos en los que el contexto escolar no le daba una respuesta satisfactoria y de protección. Resulta revelador para nosotros como docentes que las materias que más momentos conflictivos le produjeron fueran: plástica, música y educación física; creemos que debería hacernos reflexionar sobre la práctica de aquellos momentos curriculares que tradicionalmente se han considerado más livianos y de menos estructuración. Miguel recuerda la clase de plástica como totalmente desmotivadora y con episodios discriminatorios que le producían desánimo y frustración, hasta llegar a sus lágrimas sanadoras. En el caso de la educación física, no responsabiliza al profesorado, sino a la falta de formación y a la escasez de recursos; pero la imagen que evoca es la de dar vueltas y vueltas por el patio con la silla eléctrica, siguiendo a sus compañeros y compañeras, sin ningún fin concreto y menos aún, satisfactorio para él.
En palabras de Miguel, “esos episodios de discriminación fueron tremendos, nunca se me van a olvidar ¡Ojalá para las nuevas generaciones no haya docentes así!
Ahora queremos transcribir los momentos que Miguel tiene guardados en su retina como experiencias especialmente positivas y que recuerda con especial cariño. Ello son los famosos desfiles de Carnaval en su instituto de Salas, momentos extracurriculares de encuentro y participación de la Comunidad Educativa.
A veces no les damos la importancia que realmente tienen a estos espacios no lectivos, en sentido estricto, son oportunidades de construir relaciones saludables en contextos escolares más flexibles, así es como lo rememora nuestro amigo. No sin antes señalar que el hecho de que su grupo ganara en varias ocasiones pudo ser cuestionado como favoritismo y resultado parcial. Aquí nos interesa compartir una reflexión que se repite en todos los cursos académicos a la hora de señalar los trabajos, en distintas disciplinas, que llevan premios en los concursos clásicos de nuestras instituciones; siempre genera polémica y muchas dudas el espíritu exquisito que se nos pone a veces a la hora de calificar las obras premiadas, creo que no se tienen en cuenta siempre, todas las variables condicionantes y se nos olvida que tratar igual lo diferente no es justo, es un error.
En referencia al contexto de las relaciones con los iguales, sus compañeros y compañeras, nos dice que fue una “relación cordial”, esta frase tan políticamente correcta, nos hace pensar que la construcción de relaciones significativas, cómplices y saludables no es tan fácil para nuestro alumnado con diversidad funcional. Insiste en que nunca sintió las consecuencias tan indeseadas del maltrato escolar o acoso, pero, sin embargo, la palabra amistad no la utiliza con todo su poder y significado hasta su llegada a la Universidad. De nuevo esta vivencia prolongada durante tantos cursos por nuestro protagonista nos tiene que hacer reflexionar. Si las relaciones entre iguales dependen y son promovidas en contextos escolares emocionalmente saludables, nos tenemos que poner a ello, promoviéndolos con todo nuestro empeño.
Llegados ya a nuestra querida Universidad de Oviedo, le preguntamos cuál fue el apoyo y acompañamiento más significativo a la hora de la toma de decisión para escoger su carrera universitaria. Aquí, nos congratula compartir su experiencia, nos relata como decisivo el apoyo de las profesionales de orientación, en particular nos habla de Avelina y Patricia con especial respeto, cariño y agradecimiento. Y, además, aprovecha para reivindicar el papel tan importante de la orientación escolar, tantas veces maltratada, según sus propias palabras. Quizás esta experiencia positiva explique, en parte, su elección por las Ciencias de la Educación como su opción de estudios.
Ya en la universidad, comenta que los apoyos y respuesta institucional a las necesidades del alumnado diverso están muy bien planteados; se cuenta con la ONEO (Oficina de Atención a Personas con Necesidades Específicas), una apuesta por garantizar la igualdad de oportunidades de todos los miembros de la Comunidad Universitaria, especialmente del alumnado con diversidad funcional. Señala como una de las medidas que le han ayudado, la de contar con la figura del becario acompañante, perfil bastante desconocido, pero que Miguel quiere destacar expresamente. También la mayor dinámica participativa del mundo universitario le ha facilitado estructuras de presencia y de relaciones nuevas, es el caso del Consejo de Estudiantes, aquí recuerda de una manera especial a Jesús Vera y Javier Suárez, por su apoyo y constantes atenciones.
Ahora, ya está en la Facultad que quería, en la que se estudia la enseñanza y los procesos de aprendizaje, su intrahistoria, su presente y su proyección de futuro hacia la mejora educativa. Es una oportunidad para contribuir a esa mejoría y queríamos saber qué le pide Miguel a una ley educativa para que realmente respete los derechos de todos y todas, en especial los de las personas con diversidad funcional. Lo tiene claro desde el principio, le pediría que fuese menos tecnicista, que apostara más por el desarrollo personal y afectivo, por una educación de las emociones; en sus palabras “esto ayudaría a quitarnos todos esos prejuicios que son el cáncer de la inclusión y crearíamos cabezas pensantes, empáticas y críticas”.
Ya vamos llegando al final de este recorrido temprano por las instituciones escolares, queremos que Miguel nos ayude con sus aportaciones y propuestas para que futuras escuelas sean entornos ambles y de aprecio diario de nuestro alumnado diverso.
Compartimos el sueño de Miguel: que las instituciones apuesten más por las posibilidades de los niños y las niñas, que su mirada sea la de las altas expectativas y que las limitaciones y las barreras vayan desapareciendo paulatinamente, no sólo los materiales, sino las personales y mentales. Y, especialmente, nos recuerda al profesorado y también a las familias que no nos atrapen los prejuicios, que nos contagiemos de ilusión y que seamos valientes. Miguel es todo un ejemplo por seguir, para cumplir este sueño.
Y cuando le planteamos la posibilidad de retroceder en el tiempo y de cambiar una sola cosa en su periplo por la institución escolar, su respuesta es rápida, lo tiene muy claro: no haber sufrido tanto por el tema de las relaciones sociales. El Miguel de 15 años no se creería ni por un momento, nos dice él, la de amistades con las que ahora cuenta. A veces, tarda en llegar la recompensa, pero la actitud de Miguel ha sido siempre la de facilitar la recepción de una realidad mejor y la de contribuir con sus pasos a que se hiciera realidad.
Por último, le pedimos que nos dé respuesta a la pregunta que no le hicimos, y fíjense ustedes, resulta ser la principal, la más importante, la que nunca deberíamos haber olvidado:
“La inclusión no es una utopía, puede parecerlo, pero no lo es. Eso sí necesitaríamos tres cosas en orden de prioridad: cambio de mentalidad y cero prejuicios, más apoyo institucional y recursos y; por último, más apoyo social, porque somos los grandes olvidados”.
Y llegamos hasta aquí, no queremos terminar estas líneas sin una última reflexión desde su sabiduría y vivencias, le preguntamos a Miguel que les diría a futuros alumnos y alumnas con diversidad funcional, aun sabiendo la limitación de poderes de los consejos; pero queremos un cierre de columna que nos anime a todos y todas, especialmente al alumnado diverso en aquellos momentos en los que los renglones de la vida se tuercen un poco. Y Miguel os dice: “Vosotros podéis, antes que discapacitados sois personas y podéis lograr, de una manera o de otra, cualquier cosa”.