No somos conscientes del impacto que tienen nuestras palabras en la vida de otras personas. Esto fue lo que pensé cuando escuché por primera vez las experiencias del grupo de Estudiantes por la inclusión. Cada uno de estos chicos y chicas narraban sus experiencias en el sistema educativo. Cada una diferente, pero con puntos en común, el maltrato institucional, y la injusticia.
El primer impacto en el oyente siempre es el sentimiento de tristeza e impotencia, por una escuela que se caracteriza por su falta de empatía, compasión y solidaridad. Sin embargo, son todos estos valores los que nos hacen humanos. Una institución cuya finalidad es formar ciudadanos, si desde el inicio no tiene, ni fomenta, los valores que nos hacen humanos, ¿qué tipo de ciudadanía está formando?
Es por eso, que el siguiente sentimiento que se genera al escuchar a este grupo de estudiantes es esperanza. Esperanza para que el sistema cambie, para que estas injusticias no vuelvan a ocurrir. Si queremos conseguirlo, hay que ser conscientes de que ocurren, identificarlas, y ser capaces de establecer mecanismos y estrategias para eliminarlas.
Aquí es donde toma relevancia el papel del alumnado. Si como adultos no somos conscientes de una situación, no podremos cambiar nada. Sin embargo, necesitamos diferentes puntos de vista, y diferentes voces que nos den una visión más completa de esta situación de injusticia que ocurre. Que nos ayuden a crear conciencia.
Aunque este sería un buen punto de partida, hay que seguir avanzando hacia una reflexión conjunta sobre cómo podemos cambiar la situación. Cuando pienso en un centro educativo como institución, siempre recuerdo el lema de “Todo por el pueblo, pero sin el pueblo”. Es decir, en una escuela todas las acciones que se realizan y las decisiones que se toman están orientadas al bien del alumnado, pero nunca se le tiene en cuenta, no se le pregunta opinión ni preferencias.
En un entorno tan adultocentrista, se hace necesario contar con las opiniones y voces del alumnado. Son los niños y niñas que forman parte de una escuela los que tienen la capacidad de mejorarla a partir de sus propias experiencias.
Como adulta, y además directora de un centro educativo, es mi responsabilidad establecer espacios de reflexión con el alumnado y toma de decisiones conjunta, favoreciendo los procesos de innovación y mejora de la escuela.
Gracias a las narraciones de Estudiantes por la inclusión, fui capaz de ver el potencial del alumnado para mejorar una escuela. Me pareció un recurso tan potente, que decidí establecerlo como uno de los objetivos de mi Proyecto de Dirección. Uno de los referentes que tuve presente para el diseño de este proyecto, fue el desarrollo de diferentes estrategias que favorecieran la democratización del centro. Buscaba crear mecanismos para que todos los sectores de la comunidad pudieran expresar su voz, y particularmente el alumnado.
Es por esto que, desde este curso, contamos en mi centro con un Parlamento de Jóvenes. Este Parlamento está constituido por un representante de cada aula, que ha sido elegido de forma democrática por sus compañeros y compañeras. En nuestro centro hay representantes desde los 3 a los 12 años. Las funciones del Parlamento están recogidas en el Proyecto Educativo, y para poder desarrollarlas, una vez al mes se reúnen conmigo para exponer diversos aspectos que consideren relevantes en relación a la vida en el centro. En la primera reunión de constitución del Parlamento, además del funcionamiento, les expliqué las funciones que se detallan:
- Ayudar al equipo directivo a analizar y favorecer el desarrollo del centro, para que todo el alumnado se sienta aceptado y apoyado en su aprendizaje.
- Fomentar la participación del alumnado, animándolos a involucrarse en temas que les afectan, expresando sus opiniones de manera constructiva.
- Desarrollar habilidades de comunicación, ayudándolos a hablar en público, argumentando y escuchando a los demás.
- Estimular el pensamiento crítico analizando diferentes puntos de vista.
- Crear conciencia y construir un sentido de comunidad, fortaleciendo las relaciones entre alumnado y docentes, fomentando el respeto y empatía hacia los demás.
Como directora, es muy importante que se deje constancia de las reuniones, así como de los temas que se han abordado. Por eso, en cada reunión se levanta acta, donde se recogen los puntos tratados, y los acuerdos adoptados. Además, cada cierto tiempo, Dirección hace una Rendición de Cuentas ante el Parlamento. Es decir, una vez al trimestre la reunión del Parlamento se utiliza para ver las demandas o peticiones realizadas, y se establece qué se ha hecho para cumplirlas. Esta es una forma de empoderar al alumnado, haciéndole ver que su voz es importante, que se tiene en cuenta, y que son responsables de la mejora de la escuela.
Al ser una nueva experiencia en el centro, pensé desde mi mentalidad de adulta con prejuicios que probablemente muchas de las peticiones serían irreales o difíciles de cumplir. Pero, como suele ocurrir, el alumnado me sorprendió. En cada reunión el alumnado ha hecho peticiones razonables, sensatas y factibles. Por ejemplo, poner cortinas en un aula, o cambiar los juegos del recreo cada trimestre. Este hecho, junto al proceso que hemos emprendido de Investigación Acción Participativa en la escuela, que refuerza la participación directa de todo el alumnado y la comunidad en su conjunto, seguro que va haciéndonos avanzar para ir construyendo propuestas cada vez más valiosas para generar una mejora.
Creo que estas reuniones son muy enriquecedoras, no solo porque cada representante sea portavoz de lo que ocurre en su aula y en el centro, sino también porque es una forma de desarrollar competencias, como las comunicativas o ciudadanas, en el alumnado.
No se trata de exponer peticiones sin ton ni son; se trata de argumentar, y reflexionar los pros y contras de las demandas que se hacen. De pensar juntos los problemas e ir articulando soluciones. Entre todos, ante una petición, vamos exponiendo dudas, dificultades que podemos encontrar y establecemos, por consenso, la solución más razonable. Un ejemplo claro de esto es la solicitud de espejos en los baños. El alumnado más mayor tenía esta petición, pero yo les expliqué los riesgos de poner espejos de cristal en el baño del alumnado. Descartado el cristal, pasamos a reflexionar sobre otras opciones. Al final llegamos a la conclusión que la mejor opción podría ser poner vinilos que simularan espejos. La siguiente duda fue la ubicación. Desde mi mentalidad de adulta pensé que podríamos poner el espejo arriba del lavabo, pero en ese caso el alumnado más pequeño no podría usarlo. Una vez más, fue el alumnado con su creatividad el que resolvió la situación, colocando vinilos de cuerpo entero junto a la puerta para que todo el alumnado, independientemente de su altura, tuviera acceso.
El Parlamento de Jóvenes permite desarrollar en el alumnado una serie de valores positivos, que darán lugar a ciudadanos comprometidos y responsables con el bienestar social, ciudadanos y ciudadanas empáticas y respetuosas con la diversidad de opiniones, y van, en el camino, generando un hermoso sentimiento de pertenencia a una comunidad, al sentir que sus opiniones son valoradas y que tienen un impacto real en su entorno.