José María Avilés ha pasado por todas las etapas del sistema educativo. Ha sido maestro, profesor de secundaria y ahora está en la Universidad de Valladolid, aunque no ha perdido el contacto con la etapa obligatoria: sigue ejerciendo de orientador en un instituto. “No perder la realidad de las aulas me da una ventaja para plantear los trabajos y las propuestas que hago a los centros”, explica. Psicólogo de formación y experto en convivencia, bullying, ciberacoso, etc. —hizo una de las primeras tesis sobre el tema, leída en 2002, antes de que el suicido del adolescente Jokin pusiera el tema sobre la palestra—, es autor de varios libros sobre la materia, el último de ellos, Educar en las redes sociales (Editorial Desclee de Brouwer), es un manual donde explica su programa PRIRES para educar a los jóvenes en el uso de las (no tan) nuevas tecnologías.
¿Está la cosa tan mal con el acoso y ciberacoso como parece a veces leyendo la prensa?
Los medios ponen la lupa, y cuando se pone la lupa se ven las cosas agrandadas. No es lo mismo el acoso que el ciberacoso, se dan aspectos en el ámbito virtual que lo agrandan. La investigación los trata de manera diferente. Hay más ciberacoso. Estar en la red significa que tienes disponibilidad de hacer cosas sin que te vea la gente, con cierta sensación de anonimato que te hace actuar como realmente eres. Desde un punto de vista moral actúas como piensas porque crees que nadie te ve, es distinto a pensar que te ven. Las cifras de bullying y ciberbullying son diferentes, más grandes estas últimas. Pero son poco fiables. Hay verdaderos retos a la hora de medir esto, no es fácil. Hay investigaciones con respaldo supuestamente científico que preguntan si alguna vez te han intimidado en la escuela. ¿A quién no? La pregunta está mal plantada. Hay que preguntar correctamente. Por ejemplo, establecer un tiempo de recuerdo. ¿Me han intimidado cuándo? ¿Alguna vez? También establecer la intensidad. ¿Una vez a la semana? ¿Dos? Hay que acotar aquello que queremos medir y cuando hagamos la pregunta estar seguro de que quien va a responder sabe de qué hablamos. Eso es fácil en el bullying. En el ciberbullying hay problemas de medidas aparte de por la herramienta por otras cuestiones como qué lo es y qué no. Una de las cuestiones es la repetición. Hay un indicador que dice que tiene que suceder durante bastante tiempo para pensar que se está dando un componente de acoso. Con el ciberbullying esto no está tan claro. Hay investigadores que no diferencian entre ciberagresión y ciberbullying. Si es mantenido en el tiempo es acoso. Una vez…
Suena extraño que todavía no nos hayamos puesto de acuerdo para definir el problema y por tanto conocer su magnitud. Supongo que será más difícil atacarlo si no tenemos clara la prevalencia.
En el caso del maltrato el mensaje es que hay que abordarlo cada vez que pase, aunque sea una vez. Pero sí me parece importante, hablando de nuevas tecnologías, que ha habido una cierta suposición de que todo el mundo las sabe manejar, y lo sabe hacer con criterio, especialmente los menores. Hemos accedido a su uso con demasiada confianza de que cualquiera las puede utilizar con criterio. Y en esa falta de criterio —a veces porque no se tiene y a veces porque no se ha sido educado adecuadamente— hago yo hincapié. Falta mucho acompañamiento por parte de los adultos, sean familiares o del ámbito educativo. Un acompañamiento para dar criterio, orientar y establecer de manera sana esa relación. Hoy en las escuelas nos encontramos con chicos que no se pueden despegar del móvil, no pueden prescindir de él. O la vídeoconsola. La manera en cómo los menores establecen la relación con los dispositivos es algo que se ha dado por supuesto. Se han dado decisiones de compra o uso o de contenidos de uso por parte de quien está más cerca de los menores en las que no ha habido suficiente acompañamiento. El acompañamiento conlleva ayuda, ofrecimiento de modelos de conducta, de aplicación. Esto ha provocado que muchas familias carguen las tintas en el control o la prohibición. Para mí es un error porque se demoniza el uso de los dispositivos o de la red y no se dan pautas de uso adecuado porque no se sabe o no se cae en qué es importante. Hay distintos factores que influyen en que el acceso a las nuevas tecnologías sea inmediato e imprescindible, pero luego aparece sin pauta y el menor, que no tiene modelo u orientación, hace un uso que no es sano y que les puede provocar perjuicios. A ellos y a quienes conviven o ciberconviven con ellos.
¿Quién debe ser ese modelo?
Para mí lo más importante es que haya propuestas educativas. El profesorado no puede plantear esto desde el punto de vista de que depende de las familias. No, depende de todos. Y los agentes en los que se ha puesto esto no son siempre agentes educativos. A veces es la familia o los profesores, pero también los iguales. Y esos tres agentes han quedado un poco fuera de la dotación de responsabilidad cuando se han buscado soluciones a estos problemas. Dejarlos fuera es un error. Todo lo que es criminalizar, trasladar a fuerzas de seguridad o a gente de fuera del sistema educativo como ONG (por buena intención que tengan) es desviar el foco de los tres ámbitos que deben asumirlo: profesorado, familias y alumnado. Y para hacer eso tenemos que construir proyectos que unifiquen esos tres ámbitos. El proyecto PRIRES se inserta en el que ya existe en los centros para que puedan realizarse propuestas para que los menores, primero individualmente y luego en grupo, puedan reflexionar sobre las decisiones que toman. Que no siempre tienen que ser sobre los riesgos, también sobre cómo disfrutar y hacer que la gestión de las redes me beneficie a mí o a otros. Por ejemplo, el carácter colaborativo o cómo montar una campaña. Las redes tienen un potencial tremendo y es algo que hay que hacer. Si no damos la visión de que todo es negativo: el bullying, el sexting, etc. Pero no, hay montones de causas solidarias y positivas.
¿Las escuelas no tienen programas propios como para que tengan que recurrir a elementos más o menos externos al sistema?
Esa es la demanda y la denuncia que hacemos. A la escuela le ha pillado a contrapié esta necesidad que se plantea. No hablamos sobre cómo formar las competencias digitales del alumnado o el profesorado. Hablamos de convivencia. De la toma de decisiones adecuada, de cómo se establece en el seno del sistema (no en una asignatura), cómo favorece que se trabaje desde el propio sistema. Cómo hacemos que se integren propuestas y sistemas donde se haga trabajar de forma preventiva esto. Al sistema le ha cogido esto a contrapié porque funciona contra el que incumple la norma, y para mí eso es un enfoque erróneo. Hay que dar recursos. ¿Cuándo vamos a hacer esta formación? ¿En clase de Lengua? ¿En Matemáticas? El tema del trabajo en valores tiene que tener lugar y cabida en los centros educativos. En determinados aspectos y situaciones me parece que el sistema está reaccionando más que haciendo cosas proactivas. Sería necesario hacer cosas más preventivas, ir adelantándonos a la situación en vez de ir reaccionando a los problemas que surgen y nos falta cierto recorrido de implantación de programas preventivos que ayuden a que un menor, cuando va a subir una foto a una red, tenga criterio y haya sido trabajado anteriormente para saber si es adecuada o no y cuánto se expone. Hablamos de autoestima. ¿Cualquier cosa vale para recibir un like? Esto tiene mucho que ver con a quién me quiero parecer, a quién quiero gustar… Estas preguntas, que planteamos en nuestro programa, hacen pensar a los alumnos.
¿En qué consiste el programa PRIRES?
Por un parte, una propuesta organizativa y por otra curricular. Ofrece actividades e intenta integrar la educación en los centros a través del profesorado, que desde nuestro puento de vista es quien tiene más potencial de hacer la propuesta a la hora de establecer un programa de acompañamiento para los menores trabajando una serie de temas importantes cuando hablamos de prevención de riesgos en la red. Para que profesorado, alumnado y familias trabajen juntos tiene que haber espacios, momentos y funciones. El programa plantea la configuración de equipos de profesorado que trabajen esto a través de la figura del tutor de convivencia, una figura nueva de un profesor que trabaja convivencia sin necesidad de que sean orientadores. Por otra parte, hay familias mentoras, que quieren trabajar con sus hijos cuestiones de valores a través de acuerdos, seguimientos, pautas educativas concretas. Y, por último, entre el alumnado hay una figura que son los cibermentores, chicos de edades avanzadas (4º de la ESO-2º Bachillerato) que ayudan a los más pequeños con la prevención en las redes. Hacen no solo el trabajo informativo, también de mentoría en la que los más pequeños les hacen consultas, etc.
¿Podemos concretar?
Se plantea primero una estructura organizativa con estos tres pilares y luego un currículum de trabajo de casi 60 sesiones. El centro elige las actividades que crea que necesita elaborar. Es una propuesta abierta de contenido, de sesiones, todas con la misma estructura. La dinámica se abre con un elemento motivador (un vídeo, un relato, una experiencia contada) sobre el que se reflexiona individualmente, para que todos hagan una reflexión. Los adultos tienen que asegurarse de que cada alumno hace su reflexión individual. Un segundo momento es un debate, trabajo colaborativo donde se contrastan situaciones y se ven maneras de afrontar el debate, se corrige lo que se piensa a veces. Y luego la sesión concluye con un trabajo plenario en asamblea, donde quien conduce la sesión resume las posibilidades que el problema analizado plantea al grupo. Todas las actividades terminan con dos cuestiones: conclusiones (qué hemos aprendido) y compromiso (todo esto que hemos aprendido, ¿para qué nos sirve? ¿Cómo me afecta en mi vida personal y a qué me comprometo?). Esta parte del compromiso se marca en todas las sesiones.
Estas sesiones las conduce el profesorado a veces, otras se puede hacer en casa con las familias o en ocasiones los cibermentores del centro se meten en la clase de los pequeños para colaborar con el profesorado. Por esto digo que el sistema todavía no está muy preparado para hacer estas combinaciones de roles porque, por ejemplo, el alumno mayor puede estar en su clase. Los centros tienen que desarrollar planes para poder llevar a cabo estas sesiones.
¿Qué temas trabajan?
Privacidad, diferencias entre espacio público y privado. Qué información manejo que pueda afectar a mi privacidad. Qué capacidad tengo de controlar la información que subo a la red. Otro aspecto es la identidad digital. Cómo configuro mi yo digital a través de lo que subo a la red, si me gusta mi yo digital, cúanto coincide con mi yo real. Cómo me muestro, cómo quiero que otros me vean. A quién admiro, a quién no. A quién influencia, quién me influencia a mí.
La comunicación es otro bloque de contenidos. Qué comunico, a quién. Familiares, pareja, amigos. Qué debo comunicar, qué puedo comunicar. Qué comunico a un conocido o a un desconocido. Esto relaciona mucho con la identidad y la privacidad. También las formas.
Empatía. Cómo vemos a los otros, sus sentimientos, cómo los comunicamos. Trabajamos con los emotis, saber comunicarlas, traducirlas en imágenes. El trabajo en las redes no es fácil en relación a la comunicación de emociones. Pensamiento consecuencial. Pensar antes de actuar. El pensamiento hacia delante y hacia detrás. Analizamos las causas, preveemos consecuencias. La toma de decisiones y asunción de responsabilidades cuando tomo una decisión. Autorregulación. Resiliencia, qué cosas me molestan, qué cosas aguanto, qué controlo. La relación con los dispositivos, si domino al dispositivo o me domina a mí.
Riesgos específicos. Comercio online, virus, virales, malware, phising, aspectos específicos del sexting, que también se toca en el bloque de las empatía. Cómo se ve a la mujer, también es importante.
Es un glosario muy amplio de contenidos que sirve para muchos cursos y que con los mimbres o estructuras de que se disponga o con las que quiera contar pueda ir organizando esta propuesta adaptada a cada centro. Es una propuesta abierta, no es necesario empezar por el principio y acabar por el final. Las cosas deben surgir de abajo arriba, no de arriba hacia abajo. No en todos los centros hay el mismo tiempo o recursos. Tomarse esto en serio desde el punto de vista de políticas educativas es importante. Es una asignatura pendiente a la hora de plantearla de manera central en las comunidades educativas y muchas familias o profesorado incluso agradecen.
¿A qué edad recomienda dar a un hijo el primer móvil con internet?
No recomiendo que haya una edad. El acompañamiento tiene que ser cuando pensemos que va a hacer un uso adecuado de él, que tiene necesidad de hacerlo y que esa necesidad no puede ser suplantada de otra manera. No debemos centrarnos en el móvil, también en el uso que hacemos de los dispositivos con nuestros hijos. No hay una edad establecida, pero sí debemos adecuar el manejo de esos dispositivos a las herramientas psicológicas que tienen. Recomiendo que no se establezca la compra de un dispositivo a una especie de rito por haber llegado a determinada edad o haber logrado tal hito. Los pequeños ven pantallas desde que nacen casi, pero deben estar acompañado. Tampoco entiendo el uso que de los menores hacen los propios padres en el uso de los dispositivos o cómo se comparten sus imágenes. Creo que hay una sobreexposición de la imagen de los menores que en muchas ocasiones es innecesaria. Hay que plantear sentido común: cuándo el dispositivo es necesario, qué uso se va a hacer, qué tiempo de uso, a qué contenidos va a tener acceso. Todo lo que sea tener criterio en ese sentido, no solo supervisión del adulto sino que el menor interiorice y entienda esas situaciones, será positivo. Lo contrario será perjudicial.