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La importancia de incorporar los contenidos ecosociales
Estamos inmersas/os en un gran cambio civilizatorio. Todo parece indicar que el futuro va a ser radicalmente distinto al presente y no se va a parecer al pasado. En el origen de esta mutación está la crisis multidimensional actual: económica, cultural, política y, de forma determinante, ambiental.
Todo esto ya está presente en los centros educativos. Pero la cuestión va más allá. El objetivo fundamental de la escuela es ayudar al alumnado a comprender el mundo en el que viven y a desenvolverse satisfactoriamente en él. Si afrontamos esta gran competencia como si nada estuviese cambiando, no estaríamos cumpliendo esa función primordial de la educación.
Y podríamos aspirar a más. No solo dotar de herramientas al alumnado para comprender y estar en el mundo, sino para que se convierta en agente de cambio activo, capaz de ayudar a que la sociedad se articule de forma democrática para satisfacer universalmente sus necesidades sin depredar el entorno.
De este modo, si los contenidos ecosociales son centrales, tan centrales como matemáticas o lengua, los centros escolares se deben transformar, pues estas temáticas están lejos de tener actualmente este espacio.
La identidad ecosocial, como cualquier otra opción docente, proyecta una forma de entender el mundo y de cómo debe ser. Esto no implica manipular, sino abordar estos aspectos desde una perspectiva de diálogo con las distintas visiones presentes en la comunidad educativa. La opción dialógica, democrática, implica que caben muchas opiniones y planteamientos, pero no todas. No serían válidas las posturas que persiguen la exclusión de otras personas (presentes y futuras), de la posibilidad de tener una existencia digna, de participar del diálogo social. Dentro de ese marco, todo debe estar sujeto a la discusión.
Avances y límites de lo realizado
La educación para la paz, con perspectiva de género, para la sostenibilidad, solidaria, etc. tienen un recorrido de décadas, que ha dejado aprendizajes que merecen ser valorados.
El primero es que estos temas se han abordado prioritariamente en la educación no formal. Los resultados no han sido pequeños, sin embargo resulta obvio que este esfuerzo se ha quedado muy corto. Hace falta ampliar el marco a todas las personas e incluir estas temáticas en los espacios educativos formales.
Lo ecosocial ha encontrado también lugares en los espacios formales: el Día de la Paz o de la Mujer, un taller de reciclaje o la visita de un/a migrante que nos cuenta su experiencia. Pero sabemos que el proceso de aprendizaje requiere un abordaje continuado y repetido de los problemas profundizando de forma continuada en ellos. Lo que no quita la importancia de los actos puntuales.
En muchas ocasiones, los problemas socioambientales se han ido introduciendo en el currículo formal. Sin embargo, aunque en las escuelas se estudian problemas como el cambio climático, es difícil conectar estos con el modelo de producción, distribución y consumo. Es frecuente que en una asignatura de naturales se incluya el calentamiento global. Sin embargo, cuando en sociales se estudie la ciudad nos encontraremos adjetivos que exaltarán el coche o el avión, sin relacionarlos con el cambio climático. Sin un enfoque transversal e interdisciplinar es difícil trabajar la interconexión de los múltiples factores ecosociales.
Pero el enfoque transversal e interdisciplinar también responde a que las implicaciones sociales, económicas, políticas y ambientales de nuestros actos se entrelazan. No es posible entender la geografía sin el conocimiento del medio, ni la historia sin la tecnología. En la fragmentación reside otro de los límites de los enfoques habituales de la educación transformadora.
Otra de las carencias históricas ha sido considerar que quienes deben aprender sobre estos temas son únicamente los/as niños/as y adolescentes. Pero, ¿quién va a educar a las nuevas generaciones sino las adultas? No habrá proceso de transformación si el profesorado no se ha transformado previamente o, mejor dicho, no tiene una actitud de transformarse aprendiendo al tiempo que enseña. Y la cuestión no es solo del profesorado, sino también del PAS y las familias.
Finalmente, el abordaje de estos temas, cuando se ha hecho, en muchas ocasiones se ha limitado a un enfoque racional, a una exposición de datos. Indudablemente esto es necesario, pero no suficiente. Para cambiar los valores, la forma de ver y de estar en el mundo, hace falta sentirlo. Para ello, el enfoque socioafectivo ofrece herramientas muy útiles.
La imprescindible incorporación transversal de lo ecosocial al currículo
Hay tres razones por las que un abordaje transversal de los contenidos ecosociales es probablemente el más adecuado: primero, no existe una asignatura Ecosocial; segundo, estos contenidos atraviesan todo el currículo; y, por último, para darles una importancia central, deberán estar insertos en él.
Una de las actuaciones que se pueden llevar a cabo es transformar el entorno para que sea coherente con este mensaje. Pero el entorno no es solo el centro, sino también sus alrededores. Otra sería la incorporación de actividades extraescolares durante todo el curso. Las actividades puntuales también sirven. Su principal virtud es que son un elemento motivador por su excepcionalidad y pueden encajar bien al principio o como culminación de procesos más amplios.
Sin embargo, estos tres aspectos, aun siendo importantes y sumando, no son los que realizan los cambios cualitativos. Para ello tenemos que entrar en el corazón de la práctica docente: los contenidos trabajados en las aulas y el método. Si no se abordan estos aspectos, el mensaje que se estará transmitiendo es que, en realidad, estos temas no son los centrales. Además, no se podrán abordar con la profundidad que requieren.
La inclusión transversal es un trabajo costoso que implica un importante esfuerzo de reprogramación. Para llevarlo a cabo habrá que recurrir a la comunidad: familiares que nos puedan brindar su experiencia, compañeros/as con los que compartamos recursos, personal externo que nos haga parte de las actividades, etc. Un objetivo clave en este horizonte sería la elaboración de materiales para todas las asignaturas y niveles que tengan incorporados los contenidos ecosociales transversalmente. Sobre todo, entendiendo que una parte sustancial del profesorado no va a poder o querer hacer este trabajo, pero sí lo va a usar si está disponible.
La forma en la que se realizaría esta inclusión transversal de contenidos es múltiple: enfoque de todas las disciplinas, preguntas que guíen proyectos de aula, introducción en ejercicios, experiencias como la gestión colectiva de bienes o la regulación de conflictos de la vida cotidiana. Además, habría que atender al currículo oculto (los/as autores/as que se presentan, los soportes que usamos, las fotos y los mapas, el tipo y la cantidad de materiales).
Tan importante como los contenidos es la forma de llevarlos a cabo: el método también educa. Si lo que queremos trabajar es la profundización democrática, la cooperación, la igualdad en las diferencias o la responsabilidad sobre nuestros actos, necesitamos un método acorde. Un método que no se base únicamente en la transmisión de conocimientos por parte del profesorado, sino que contemple su elaboración conjunta con la comunidad educativa. Un método que asuma una gestión democrática del aula y del centro. El aprendizaje dialógico o el cooperativo avanzan en este sentido.
Esta es la apuesta que estamos haciendo en FUHEM y que, afortunadamente, también están llevando a cabo otros centros educativos.
Foto: FUHEM