Numerosos son los casos que los medios de comunicación empiezan a relatar en todo el mundo acerca de víctimas del #MomoChallenge. Al parecer, este personaje suele irrumpir en medio de videos populares que consumen los más jóvenes (Peppa Pig, Baby Shark, etc.). Entonces, cabe preguntarse: ¿Es cierto que los niños y las niñas están viendo este tipo de videos? ¿O es acaso un hoax -engaño o bulo- diseñado para alarmar y generar pánico entre los adultos? Lo que sí sabemos que sucedió es la viralización de estos videos a través de grupos de servicios de mensajería instantánea, como WhatsApp. Esto hizo que se encendieran las alarmas de padres y madres y que sea un tema recurrente de conversación en reuniones escolares y en los mismos grupos de WhatsApp.
Para poder construir puentes entre jóvenes y adultos, y que estos últimos puedan cuidar y guiar a los más chicos en internet, el foco no debe estar puesto solamente en la existencia de este personaje, o de otro que incite a los jóvenes a realizar retos y en suma a asustarse, sino principalmente en el cuidado y acompañamiento de chicos y chicas en el mundo digital. Pareciera que Momo es un caso sensacionalista y simbólico que muestra la importancia del rol del adulto en el ecosistema digital. Es decir, nos alarmamos ante un caso extremo, pero suponiendo que Momo no existiera, ¿nos preocupa lo que sucede con nuestros niños y niñas en la web? ¿Acaso nos cuestionamos acerca de la cantidad de horas que pasan expuestos a pantallas a diario? ¿Conocemos los contenidos que miran nuestros hijos e hijas? ¿Sabemos a qué publicidad están expuestos y cómo condicionan sus conductas?
Un diagnóstico inicial que podemos realizar, de acuerdo a nuestro trabajo de campo en escuelas con jóvenes y adultos, es la gran distancia que existe entre padres/madres e hijos/hijas. Observamos una falta generalizada, salvo excepciones, de diálogo en el interior de los hogares respecto a Internet y al uso que realizan los menores. De hecho, las tabletas o los celulares funcionan muchas veces como “chupete electrónico”. Esto es, elementos que los adultos utilizan para poder distraer por un rato, a veces excesivamente largo, a los niños y niñas. Entonces, deberíamos dejar de analizar el árbol en lugar del bosque y ocuparnos, en lugar de preocuparnos, por lo que pasa en Internet cada día y no cuando aparece un supuesto caso extremo, una amenaza.
En ese sentido es importante que los adultos cuiden los contenidos que ven y consumen los niños y niñas a diario, ya que mucho de lo que sucede en Internet requiere de la presencia adulta para poder resignificarlo y comprenderlo desde una mirada crítica o reflexiva. Un punto clave es el rol que ocupa el adulto en la relación niño/tecnología desde el minuto uno. Si, como norma general, se lo deja solo, será difícil cuidar, compartir y dar una opinión sobre lo que ven, juegan o hacen. Es necesario entonces pautar momentos de uso compartido, donde se debata sobre lo que se ve, se pregunte al niño o niña sobre sus gustos y su interpretación de lo que observa y hace, y se vuelva tema de diálogo fluido y cotidiano su tránsito por espacios digitales.
Es por eso, que nos parece conveniente utilizar la excusa de Momo o #MomoChallenge para resaltar la responsabilidad que tenemos como cuidadores y guías de los más chicos en internet. Podemos no utilizar las plataformas digitales, podemos no estar de acuerdo con ellas, pero en tanto ellos se encuentren inmersos en el ecosistema digital, debemos hacernos cargo de su acompañamiento y cuidado. No existen excusas válidas, hoy lo digital se encuentra mediando cada vez más la vida de nuestros niños y niñas (y también de los adultos). Por eso, es fundamental sacar las manos de los bolsillos y meterlas en el barro. Nos guste o no. Nuestros hijos y nuestras hijas también nos necesitan en los espacios digitales.