La situación actual provocada por la pandemia del Covid-19 que sufrimos es tan nueva que resulta más fácil criticar que adoptar decisiones urgentes (difíciles y arriesgadas), sean médicas, sociales, económicas, educativas, de orden público o de cualquier otro ámbito. Los datos, las informaciones, los conocimientos y los desconocimientos de todo tipo se siguen acumulando a medida que pasan los días. Las actuaciones preventivas (que se han dictado o no), las investigaciones que se impulsan para encontrar vacunas y para curar a las personas enfermas, las medidas profilácticas, las repercusiones físicas, psicológicas y sociales de tantos días de confinamiento (a menudo en espacios reducidos), las crisis del mundo económico, laboral y empresaria, todo el conjunto nos transmiten informaciones que se han de convertir en aprendizajes. Información, comunicación, conocimiento y desconocimiento: cuatro escalones que hemos de ir subiendo para continuar adelante en la llamada Sociedad del Conocimiento.
Estados
Las nuevas realidades obligan a dar respuestas, nuevas o antiguas, pero necesarias para superarlas y aprender. En todos los ámbitos de las organizaciones existen muchos conocimientos que se han de saber gestionar cada día. Hay de muchos tipos y uno ahora es muy necesario: el conocimiento y la comunicación en situaciones de crisis.
En el mundo educativo es muy importante pararse y, a partir de ahora, pensar en cómo comunicar y gestionar los hechos educativos cuando no hay presencia física debido al cierre de los centros. Hemos buscado soluciones rápidas y hemos pasado de las clases presenciales a las virtuales en muy pocas horas. Las respuestas han cubierto un vacío educativo destacado a una necesidad básica que funciona con un ritmo y rutinas concretes, donde el contacto presenciales es más que importante. Ahora podemos reafirmar muchos aspectos, uno de los cuales es la importancia del contacto físico entre la comunidad educativa (docentes, alumnado, familias y resto de personal y entidades), con las interacciones imprescindibles que no pueden cubrir las herramientas digitales. Todos nos echamos de menos.
Realidades
La gestión del conocimiento en educación a menudo pasa desapercibida, cuando la actividad docente diaria trabaja con datos, informaciones y conocimientos en organizaciones con una imagen de marca, una tradición, una comunidad de personas y de prácticas, unos retos, un público y una presencia en los entornos digitales.
Durante estos días de confinamiento los centros educativos, en general, y las direcciones, en particular, siguen inmersos en realidades cambiantes, con informaciones que se actualizan periódicamente y a veces son confusas, con autoridades políticas a veces desorientadas debido a las circunstancias y a las luchas de poder, con consignas educativas abstractas y sin las concreciones prácticas que se esperan. Y con las soluciones de urgencia que se encuentran y estas provienen del mundo digital, cuando a menudo este casi es ajeno a muchos centros educativos en su día a día. Educar en tiempos de incertidumbre es difícil pero hemos de acostumbrarnos. Las consecuencias también afectan al alumnado y a las familias. Aumentan las preguntas sin respuesta y, en una sociedad digital donde la queja es fácil y viral, la sensación de desconcierto puede desvirtuar el gran trabajo que muchas personas se esfuerzan en llevar a cabo.
Ante una crisis como esta hemos de aprender desde la reflexión, con un sentido positivo, analizando las realidades y acudiendo a expertos que saben cómo afrontar situaciones que le son próximas, sea en el ámbito que sea. Por otro lado, la experiencia de cada uno, compartida, ayudará a buscar las mejores soluciones. Tenemos la gran oportunidad de construir temas educativos a partir de hechos de la actualidad. Son enseñanzas competenciales, en este caso, desde la más trágica actualidad. ¿Qué mejor aula?
Aportaciones
Desde la humildad de quien investiga el tema desde hace años, observa desde la práctica de un centro educativo y aprende de quien enseña, aportamos algunas sugerencias por si pueden servirnos de pauta para gestionar tantos conocimientos en los actuales momentos de crisis:
- Las personas: son momentos de dudas, de miedos, de enfrentarse a situaciones de muerte, enfermedades o síntomas en el confinamiento (a menudo en espacios reducidos), con amenazas laborales y económicas para el futuro. La empatía y la resilencia son conocimientos y actitudes que hemos de aprender, practicar y transmitir; más que los aprendizajes online curriculares. Si no nos encontramos bien es difícil aprender. Y si hay alumnado que no puede comer, aún peor.
- Las informaciones: en momentos de crisis se prioriza la claridad, la rapidez y la transparencia. Hay que evitar la confusión, las noticias falsas y la sobrecarga. La comunidad educativa quiere saber cómo actuar. La información ha de ser fiable, ha de partir de fuentes que lo sean y no de la viralización de las redes sociales ni tampoco de los rumores o fuentes no siempre bien informadas. Su credibilidad la aportan las autoridades y quien tiene responsabilidades, no los comentarios de cualquiera.
- Los canales: han de ser unos concretos, conocidos y de fácil acceso. Vehiculan las informaciones. Profesorado, alumnado y familias deben saber a dónde dirigirse: para recibir información, para interactuar en clases virtuales, para saber dónde son las actividades. La dispersión genera dificultades ante tantas webs, plataformas, apps, recomendaciones desde todos los sectores. Todo no se puede utilizar a la vez para aprender. De entrada, quien gestiona el conocimiento es el profesorado. En todo caso, hoy hay conocimientos disponibles en todas partes y ampliarlos está al alcance de todos.
- La comunicación: profesorado y alumnado siguen avanzando en clases que han adoptado otro formato. Pueden ser un conjunto de actividades, a menudo con explicaciones previas o sin ellas. ¿Y si no se entienden, no se saben responder o no llegan a todos según sus ritmos de aprendizaje? Se buscan soluciones con muchos esfuerzos y dedicación de tiempo. Hay docentes y alumnos que nunca habían trabajado tantas horas al día. Echan en falta las clases presenciales. Pero se atreven con los encuentros por videoconferencia, un nuevo formato para comunicarse y aprender, con reglas concretas e interactivas: Meet, Jitsi, Skype, Hangaout, Zoom, FaceTime, Houseparty han triunfado y sin tener que consultar tutoriales. Según algunas reflexiones desde la práctica, implican más puntualidad en las reuniones, se ve mejor la necesidad de hablar una persona cada vez (sin interrupciones), la figura de quien coordina juega un gran papel y también se concreta más en cada intervención, con un ahorro de tiempo global. El conocimiento, por tanto, es más eficaz. En algún momento deberíamos socializar todo lo que hemos aprendido con el uso y abuso de tantas herramientas y qué efectos nos han provocado. ¿El mundo digital puede suplir al mundo presencial? ¿Cómo complementarlo en la educación obligatoria?
- El teletrabajo: no es lo mismo que el trabajo presencial. Ahora no se combinan los dos, uno intenta suplir al otro. Lo hemos descubierto con intensidad y con muchas horas ante las pantallas. Por otro lado, el horario habitual de la clase no hay que trasladarlo a los dispositivos. Tampoco el formato. Quizá ahora está siendo una buena oportunidad para romper franjas horarias, para estimular el trabajo colaborativo vía Google Drive u otras herramientas, para entusiasmarse con investigaciones y proyectos, para poner en practica o descubrir la importancia del grupo, desde las decisiones consensuadas y del potencial de una metodología que pide la sociedad.
- Las respuestas: profesorado y familias quieren interactividad, que se les explique y se les respondan las dudas. Es cierto que el acto reflejo, impulsivo y rápido (al alcance de todos gracias a las herramientas digitales) de preguntar sin leer o sin pensar genera muchos mensajes y pérdida de tiempo. Con informaciones claras y cortas se ayuda mucho a disminuirlo o evitarlo. Si bien el tiempo es limitado, siempre se debería responder. Es de mala educación no hacerlo, aunque sea tarde.
- El liderazgo: en situaciones de crisis, quien tiene la responsabilidad ha de ejercer de líder, con proximidad, seguridad y buen ejemplo. Líder para adoptar decisiones, para coordinar las actuaciones de los centros educativos en formato online, para acercarse a compañeros, compañeras, alumnado y familias creando un clima de apoyo mutuo. Se le acumularán más preguntas que posibles respuestas ante tantas incertidumbres, su horario se prolongará pero su satisfacción se centrará en ponerse en el lugar del otro y ayudarle.
- La excepcionalidad: ¿podemos enseñar todos los conocimientos pendientes del curriculum como si no pasara nada? El momento presente es más que una asignatura vital. Jamás hasta ahora habíamos estado confinados, nunca habíamos buscado tanta salvación educativa en Internet (con una importante brecha digital, enemiga de la equidad), o visto tan cerca la importancia de la colectividad en contra del aislamiento, la fuerza de la comunidad educativa, el valor del profesorado presencial y su interactuación con el alumnado, la repercusión en nosotros de la anulación de un derecho como es la libertad de salir a la calle, el miedo a un virus invisible, la demostración de nuestra vulnerabilidad y debilidad, la importancia de los actos cotidianos muy restringidos ahora. O la mejora de la calidad del aire que respiramos, los animales más libres en su medio natural, la limpieza de las calles por la disminución de viandantes y el sonido de los balcones cada día a las 20 horas. ¿No nos parecen bastantes conocimientos y muy competenciales en tan poco tiempo? Quizá a partir de ahora aparecerá una nueva ciudadanía, o bien será la antigua pero con el refuerzo de los valores humanos de siempre. Que no se nos olvide todo transcurrido cierto tiempo.
Crisis como esta son difíciles de gestionar, hemos de aprender de situaciones desgraciadas, con el sufrimiento de familiares que tiene personas enfermas o que han perdido a sus seres queridos sin poder despedirse de ellos. Todas y todos estamos de duelo, es necesario buscar estrategias que nos ayuden a manifestarlo, a entenderlo y a superarlo. El acompañamiento y la educación emocional nunca han sido tan fundamentales. Son conocimientos que deberemos tener muy presentes, más allá de cualquier crisis.