Primer viaje, linda ilusión y lindo miedo
Septiembre de 2019, inicio de las clases en la universidad y del seminario que nos va a permitir empezar a conocernos, acercarnos a Medellín, e ir organizando las prácticas. En la primera actividad escuchamos la invitación al viaje que nos realizan diferentes personas, nos presentamos y cada estudiante elige, de un listado, tres palabras que expresan sus expectativas. Hablan de aventurarse, pues se viaja a un lugar desconocido para descubrir diferentes visiones y maneras de vivir; de intercambiar para vivir experiencias enriquecedoras; de conversar, compartir y poder vivir prácticas que ayuden a aprender y transformar mediante el diálogo y la reflexión. Lindas ilusiones que no ocultan la expresión de los miedos, como así lo expresa una estudiante: “Ese miedo que sientes cuando miras para adelante y algo te dice que esa estancia en Medellín va a significar un antes y un después en tu vida personal, formativa y profesional, así que dale color a esas inseguridades porque van a ser lindas una vez las conviertas en empuje que te haga confiar en ti y sentir que vas a enseñar pero sobre todo vas a aprender.”
Compartimos deseos y, junto a ellos, los temores que suscita lo que se observa de Colombia y de Medellín. Los medios emiten imágenes muy focalizadas en las violencias generadas por el conflicto armado y el narcotráfico. Como contrapunto a la negatividad, buscamos ejemplos de proyectos que muestran la pluralidad de resistencias creativas, algunos de ellos los conoceremos durante la estancia de prácticas.
Aprovechamos también para indagar y compartir información sobre las comunas e instituciones que recibirán al grupo de estudiantes. Este año nos han acogido la Institución Educativa Eduardo Santos en San Javier, y la Institución Educativa Fe y Alegría en Moravia. Ambas instituciones reconocen que forman parte de territorios complejos, de diversidades y vulnerabilidades; pero, en ambas, se articulan procesos educativos esperanzadoramente restaurativos desde la infancia a la formación de personas adultas.
Estos primeros contactos con una realidad que aún no se conoce, pero se quiere conocer, dibujan el primer viaje, ese que en palabras de Carlos Martín Beristain comienza con el corazón, con el latido que mueve los pasos.
El segundo viaje, derivas para ver y ser parte de las instituciones
A la llegada, durante la primera semana y las siguientes, se unen al grupo un educador de la Fundación para el Desarrollo Proantioquia y una profesora de la Universidad de Antioquia. De manera conjunta articulamos el seminario en vivo, derivas por la ciudad que estimulan el aprender a ver y a comprender una realidad compleja. La lectura del entorno es proceso necesario para la lectura de las instituciones. En el caminar se requieren paradas para las tutorías individuales y grupales, revisar las agitaciones que las derivas provocan, resituar y resignificar, para que las prácticas permitan crecer en saberes llenos de valores.
Entendemos como pasado, presente y futuro toman forma en la misión de la Comisión de la Verdad que busca “el esclarecimiento” y “el reconocimiento de lo sucedido” a través de “un proceso de participación amplio y plural para la construcción de una paz estable y duradera.” La visita guiada al Museo Casa de la Memoria nos descubre un proyecto político, pedagógico y social que promueve la democratización de “procesos de construcción y circulación de las memorias del conflicto armado.” Caminamos por la ciudad acompañadas por un trabajador social que nos muestra bajo la piel de Medellín, los escenarios del centro, y nos enseña a ver lo que nuestros ojos no saben ver, algunas de sus problemáticas más hirientes, como lo son las prostituciones adultas e infantiles y las drogadicciones. En el centro conocemos el proyecto Putamente Poderosas. De la mano de líderes comunitarios recorremos las comunas de prácticas, el Cementerio de las Américas, el Proyecto Agroaerte, el Centro de Desarrollo Cultural Moravia…
En los recorridos, nos hablan de escombreras, de desaparecidos, de sueños rotos, de fronteras invisibles; pero también de semillas que se siembran para que crezcan espacios de humanidad. El posicionamiento crítico de las personas líderes que nos acompañan, nos invitan a denunciar el “turismo de porno-miseria” a que se ven sometidas estas comunas. En movimiento se va descubriendo que en Medellín coexisten diferentes ciudades en la ciudad. Observamos los contrastes sociales y económicos, los privilegios y la negación de derechos. En poco tiempo el metro nos traslada de un lugar a otro, como si no existieran líneas divisorias, pero las hay.
Aprender a ser parte de las instituciones educativas es cometido que preocupa desde la llegada. Psicólogas, coordinadoras pedagógicas, trabajadoras sociales, maestras de apoyo, acogen y orientan. Las estudiantes observan, escuchan, se relacionan y descubren las biografías de niñas y niños y sus infancias perdidas. Al mismo tiempo que descubren el compromiso político y ético de instituciones que creen en la educación.
En sus prácticas diarias colaboran, planifican y realizan actividades diversas como son la organización de documentación, revisión de diagnósticos e informes, llamadas telefónicas y visitas a familias, talleres de convivencia, liderazgo, género, etc. Estas y otras acciones son piezas de un hacer profesional que va exigiendo a cada estudiante descubrir sus fortalezas, así como las actitudes y formas de hacer que dificultan la expresión de su saber ser y su saber estar en las instituciones.
En el transcurrir de las semanas, estos procesos de formación práctica se enriquecen con otras visitas que permiten tener una visión del dinamismo pedagógico dentro y fuera de la ciudad. El programa gubernamental Escuela Entorno Protector; El programa pedagogía vivencial de la Corporación educativa Combos; escuelas infantiles para niñas y niños trabajadores; el Centro de Diagnóstico y remisión, y sus unidades de niñez; Parque Explora; la escuela Nueva Jerusalén, una de las caras del proyecto En Plural, que atiende la Diversidad Sexual en la ciudad y un grupo de estudiantes de práctica de la Universidad de Antioquia, muestran el latir de proyectos que se articulan para promover la equidad inclusiva.
El conocer estos proyectos no es un complemento anecdótico de las prácticas que se realizan en las instituciones, sino que forma parte de un proceso de formación que quiere suceder en territorios diversos, que dialogan entre sí y muestran el tejido pedagógico de la ciudad.
El tercer viaje, de la tristeza del regreso a escribir la memoria
La tristeza es compañera en momentos del viaje, también en la última semana. El cálido texto de Elvira Sastre ayuda a pensar la despedida y el regreso: “A la tristeza hay que dejarla entrar cuando llama a la puerta, preguntarle los motivos y dejarla que los cuente, sin prisa, sin urgencia, sin interrumpirla ni un momento. Entonces es cuando termina, se marchará. Así funciona. La tristeza es un sentimiento solitario y también es un consuelo”.
Tristeza en la despedida y alegría de los abrazos que te reciben al volver a casa y al cotidiano de la universidad que se ve alterado por la pandemia coronavirus y el estado de alarma que exige el aislamiento social. Pero es momento del tercer viaje, el que pide escribir la memoria, un acto que provoca ciertas resistencias. Cuesta volver la vista atrás, leer y resignificar lo vivido. Se siente que la memoria pone punto y final al viaje.
Al cierre de este artículo nos encontramos en este bello momento pedagógico que permite reflexionar sobre el viaje como experiencia de valor que genera cambios, como así lo expresa una estudiante: “definiría mi proceso de aprendizaje personal y profesional como una deconstrucción para volver a construirme.” En sus memorias, las estudiantes desvelan que han aprendido a:
• preguntar, reflexionar, establecer vínculos y compartir con actitud abierta y paciente para observar y escuchar distintas voces;
• convivir respetando y amando, abriéndote a las personas que te rodean, dejándote empapar por ellas;
• apreciar a profesionales que crean pequeñas revoluciones a diario para que niñas y niños se reconozcan como agentes responsables;
• trabajar atendiendo a las necesidades sociales, comprendiendo el contexto y adoptando un enfoque multidimensional;
• confiar en sí mismas, perder el miedo a equivocarse y querer aprender cada día más y más.