Pienso que no es momento de lanzar soflamas incendiarias, consignas antisistema o de caer en el derrotismo. Pero no estaría de más señalar que las administraciones no están haciendo los deberes en cuanto a educación. Si el sistema cae, caen las personas, los beneficiarios de los servicios, no las autoridades. Esperemos que no llegue el colapso, la desconfianza final. Pero a los políticos y autoridades relacionadas con la educación sí creo que podría realizarles un ruego, un ruego intenso. Algo que sí sería relativamente fácil realizar. Les pediría que se abstuvieran de titulares campanudos, juramentos populistas, promesas de paraíso digital que en las actuales circunstancias son casi un insulto. Les pediría que dijeran la verdad, la pura y simple información de lo que ocurre y de las medidas que se piensa tomar. Cuáles son los planes, no cuáles son nuestros deseos imposibles. Aún somos una sociedad democrática, en la que el acceso a la información veraz es un derecho básico. No estamos en la URSS, no hemos hecho voto de obediencia. El profesorado y las familias están echando de menos un verdadero liderazgo, no un liderazgo carismático o glamuroso basado en fotos y colores y frases campanudas. Hace demasiados meses que vemos a políticos decir cosas dignas de una tertulia carajillera. Estamos echando de menos una mera gestión responsable. En otras palabras, que no se nos traten como a niños tontos.
Los responsables políticos que lanzan opiniones rotundas y frases taxativas, desmoralizan. El populismo se consolida entre nosotros: la gestión se ve desbordada y desplazada por las chapuzas, las improvisaciones y las garantías falsas. El profesorado se ríe de ellas, por no llorar. Se ríe con una risa quevedesca, con una risa goyesca. Todos estamos viendo a compañeras cayendo una tras otra, todos estamos viendo a profesorado que abandona porque no encuentra las condiciones mínimas para ejercer. Los datos oficiales los podemos desmentir con un par de llamadas, con un par de clicks sobre estadísticas reales. No es tan fácil tomarle el pelo a equipos con profesores de ciencias. Vemos las ojeras de los equipos directivos extenuados, obligados desde julio (e incluso antes) a redactar e implantar planes absurdos, desmentidos en horas. Sin vacaciones, sin fines de semana, sin que funcionen los aplicativos institucionales. Y se sienten abandonados.
Así que, perdonen mi osadía, pero creo que esos son los deberes que nos tocan ahora: en primer lugar, no creernos más las fantasías doradas de las autoridades, desprestigiar a los agoreros y apocalípticos, y reclamar planes razonables y realizables, sobre todo de cara a una reanudación de los cursos con criterios científicos, y todo ello con una imagen mucho más ajustada a lo que se espera de un líder auténtico en una democracia del siglo XXI: modestia y sentido común. Informaciones claras, instrucciones coherentes. No queremos disimulos, queremos realidades y programas dinámicos. Hemos de reaccionar como un equipo eficaz, con órdenes claras, no como un proceso de divorcio entre patrones espasmódicos y personal explotado, engañado y vigilado. Apliquen lo mismo, y con más celeridad al sector sanitario. Inviertan en lo que es importante de verdad. Dejen de quedarse en las palabras y actúen. Las falsas promesas se las llevan rápido el viento y el coronavirus.