Soy de los que piensa que la formación profesional no solo es un reto pendiente sino que ha sido tratada injustamente durante demasiado tiempo. Venimos de un pasado en el que la idea de que por esa vía transitaban “los que no valían para estudiar” estaba muy presente en nuestra sociedad. Aún hoy perdura. La LOMCE insistió también en ese negativo enfoque. Y todavía recuerdo a Esperanza Aguirre inaugurando hace unos años el curso escolar de FP en el IES Virgen de la Paloma y decir expresamente en su discurso que “todos sabemos que a la FP van quienes no quieren estudiar”. Reconozco que en aquel momento me costó quedarme sentado en la silla, por dos motivos: por lo injusto y equivocado de esas palabras, y por haber sido estudiante de FP precisamente en ese IES, el más grande dedicado a esas enseñanzas que existe en nuestro país.
Recuerdo también a mi tutor de 8º de EGB, que habló con mis padres para que me quitaran la idea de estudiar química por la vía de la FP porque pensaba que un alumno suyo que había superado esa etapa, y estaba en condiciones de hacer el BUP de entonces, cometía un error apostando por la vía profesional. Le recuerdo con mucho cariño, con nombre y apellidos, ya que siempre le he considerado mi maestro de referencia, precisamente porque se preocupaba por su alumnado y porque trataba de enseñarnos, no de que memorizáramos para vomitar en los exámenes. Su intento de cambiar mi decisión era la demostración de esa preocupación, no de otra cosa, aunque no le hice caso -mis padres tampoco- y no me arrepiento. Pero su idea de la segunda vía que desperdiciaba alumnado con posibilidades no era una manía suya ni algo poco extendido.
Alumnado que no quiere estudiar -según se pretende en las escuelas que se haga- lo encuentras tanto en la ESO y el Bachillerato como en la FP. Y personas brillantes están presentes también en ambas vías. Entonces era así y ahora lo es más si cabe. Por tanto, deberíamos enterrar definitivamente esa visión. Pero es que, además, este país podría prescindir de muchos titulados -graduados ahora-, pero no podría hacer lo mismo de sus profesionales formados. Al contrario, necesitamos muchos más de los que tenemos y de forma urgente.
Aunque yo siempre he considerado que la FP es educación, que el Ministerio de Educación añada “y de Formación Profesional”, como si fuera otra cosa, me generaba sentimientos encontrados cuando se anunció su nueva denominación. Pero la apuesta decidida que ello ha significado para estas enseñanzas, hace que esa aparente disyuntiva en el nombre se muestre para mí como una inteligente mención expresa. De hecho, durante este tiempo se ha podido visualizar un enfoque absolutamente educativo en los cambios ya realizados en la FP y también en los que se avecinan, incluyendo estos una nueva ley específica. Necesitamos acertar con la nueva configuración que se plasme en ella. En mi opinión, tenemos una buena formación profesional, mejorable como todo en el vida, y de ello se trata.
Apunto varias cosas -quedan más para otra ocasión- que pienso que deben abordarse:
- La Formación Profesional Básica ha sido un nuevo mensaje de desprestigio de la FP, ya que la nefasta LOMCE la configuró como una vía para expulsar a quienes “no valían para estudiar la ESO”, y por eso inicialmente les impedía conseguir dicha titulación. Si bien se puede entender que para no perder fondos europeos su denominación no cambie, se le debe dar una seria vuelta a lo que aún es en este momento. Que hay alumnado que se encuentra mejor en enseñanzas de tipo profesional es un hecho, pero no debemos potenciar una salida temprana de las enseñanzas básicas y obligatorias. Inclusión en lugar de expulsión.
- Repetiré mi propuesta de que se podrían configurar materias optativas para la ESO basadas en el conocimiento elemental de ramas de la formación profesional, de manera que el alumnado que las elija pueda ir tomando contacto con un área que le pueda resultar atractiva sin necesidad de salir de dicha etapa para ir a la FP antes de lo que desee -o sin desearlo- y para que pueda valorar si ese camino le gustaría tomarlo o no después de conocerlo mínimamente. Esto permitiría que un alumno o alumna pudiera contactar durante la ESO de forma muy elemental con varias áreas de la FP. Y si las materias opcionales pudieran cursarse en horarios distintos -por ejemplo en la tarde- y en otros centros -incluso específicos de FP cuando proceda-, se abrirían nuevas posibilidades organizativas y podría mejorar la optatividad real del alumnado, además de ser una vía de captación de alumnado para la formación profesional.
- Debería abandonarse el planteamiento de que el alumnado que ha obtenido el título de Bachillerato tenga prioridad para ocupar las plazas de la FP del grado superior por encima de aquel que viene del grado medio de la misma rama. Este planteamiento, que algunos actores educativos volverán a defender cada vez que tengan oportunidad, es injusto y vuelve a pisar en el prestigio de la FP. Sé que parte del argumento -excusa desde mi punto de vista- de que al alumnado proveniente del grado medio le pueden faltar conocimientos comunes para poder enfrentar con posibilidades de éxito el superior, pero al de Bachillerato le pasa lo mismo con relación a los conocimientos específicos y ello no le penaliza en el acceso. Este último tiene un título que le permite continuar estudios superiores, pero el de grado medio tiene, además, ya una profesión y merece tener la prioridad para seguir avanzando por ella.
- En un contexto de alto desempleo juvenil, los titulados de grado medio y superior tienen porcentajes de desempleo seis y siete veces menores que el resto de los jóvenes. Siempre fue una vía de gran inserción laboral, que ha resistido mucho mejor en los momentos de destrucción de empleo. Ahora bien, que esto siga siendo así también depende de que la FP sea capaz de adaptarse rápidamente a los cambios y necesidades sociales en su demanda de profesionales cualificados de los diferentes sectores. Y es especialmente importante que lidere la formación de profesionales en los nuevos sectores emergentes, muchos de ellos de gran demanda empresarial y bien remunerados. Dicho liderazgo debe ser asumido y desarrollado plenamente desde el ámbito público, poniendo en marcha los ciclos necesarios en la red de centros públicos. No se puede permitir por más tiempo que estos ciclos de alta inserción laboral queden en manos casi exclusivas de centros privados que, además, en muchos casos están unidos a redes de contratación vinculadas con empresas cercanas desde un punto de vista empresarial.
- Continuar formándose una vez alcanzada la titulación de un grado superior de FP no debería tener como única vía la realización de un grado universitario. En mi opinión, se debería poder optar a la realización de máster oficiales, específicos para la vía de FP si se prefiere o se considera más adecuado. Además, mantener que esa es la única vía para continuar la formación es insistir en la idea de que, aunque la FP pueda tener ciclos que se consideren enseñanzas superiores, siempre serán inferiores en valor a una titulación universitaria. Y eso aunque cada vez más los graduados universitarios acudan a la FP superior para mejorar su formación y aumentar su empleabilidad.
- Otro cambio que me parece importante debería estar vinculado a los requisitos que cumplir en las ofertas de empleo, aunque esto no depende solo del Ministerio con competencias en educación y formación profesional. Hay que buscar la forma de que, al igual que se plantean niveles formativos mínimos para optar a un puesto de trabajo, se establezcan máximos. Seguramente no hace falta prohibir, sino incentivar. Son muchas las personas que ven cómo los puestos de trabajo que deberían cubrirse por personas con su nivel formativo son ocupados por otras con titulaciones superiores por el simple hecho de que las tengan. Deberíamos meditar sobre cómo conseguir que ello deje de producirse de forma habitual, ya que genera frustración entre quienes ocupan puestos inferiores y distintos a su formación inicial y también en quienes los observan así ocupados.
Muchos cambios que se están produciendo o se producirán en la FP -por la LOMLOE algunos de ellos- abren expectativas ilusionantes. Y con la nueva ley de FP se podrán abrir muchas más. Solo hace falta sentido común y valentía para enfrentar las resistencias que siempre están dispuestos a realizar los amigos de dejar todo como está para no verse obligados a salir de su zona de confort. Y también atar en corto al sector empresarial para eliminar los abusos con las prácticas, a la vez que motivar -no necesariamente económicamente- a quien haga un uso adecuado y responsable de ellas, para dar un salto cualitativo a la hora de realizar acuerdos de formación en centros de trabajo del alumnado de FP.