Los gobiernos de todo el mundo están subestimando dos de las herramientas más poderosas en la lucha contra el cambio climático y la creación de sociedades justas y sostenibles: el profesorado y el alumnado.
Si la humanidad pretende desde hoy evitar las peores consecuencias del calentamiento global y hacer progresar rápidamente las economías verdes, limpias y sostenibles del mañana, tiene que empezar por la escuela.
Ya en 1992, cuando las naciones se unieron para firmar el primer acuerdo climático de la ONU, los líderes mundiales pusieron de relieve que la educación debía ser parte de la respuesta.
Actualmente demasiadas escuelas en todo el mundo siguen estando casi al margen de ese plan audaz y visionario, a pesar de los esfuerzos de muchos docentes y organizaciones para cubrir las lagunas provocadas por los gobiernos.
Un informe reciente, elaborado por el grupo de jóvenes Teach the Future, reveló que el 70 % de las y los docentes en el Reino Unido, país anfitrión de la próxima conferencia climática de la ONU, sentía que no había recibido la formación adecuada para enseñar sobre el cambio climático.
Se trata de hallazgos que podrían haberse producido en casi cualquier país del mundo: las y los jóvenes explican que, si acaso el cambio climático se aborda, suele ser de manera superficial o aislada en una clase de Ciencia o de Geografía.
Dado que la amenaza climática se ha transformado ahora en una emergencia climática que afecta a todos los aspectos de la vida y que el margen para revertir los daños se acorta rápidamente, la importancia de la educación climática es un tema de urgencia y responsabilidad nacional e internacional.
De hecho, los científicos han concluido recientemente que, sin una educación climática de calidad, las posibilidades de cumplir los límites de seguridad del Acuerdo Climático de París de 2015 seguirán siendo una esperanza lejana en lugar de una realidad certera.
Mientras tanto, la esperanza de crear economías verdes y sostenibles y nuevos empleos con salarios dignos se verá frustrada, puesto que estos dependen de las competencias, del conocimiento y del entusiasmo que fomenta la educación de calidad.
En vísperas de la Cumbre de Líderes sobre el Clima del 22 de abril –Día de la Tierra–, liderada por Joe Biden, presidente de Estados Unidos, la IE ha convocado a más de 32,5 millones de docentes provenientes de 178 países para celebrar su propia Cumbre Mundial de la Educación (Educar por el planeta con el fin de decir ¡ya basta!) y dirigir el cambio hacia el futuro sostenible que todos y todas necesitamos para sobrevivir.
La Internacional de la Educación, FECCOO y EARTHDAY.ORG apoyamos plenamente la idea de que la lucha contra el cambio climático debe tener rostro educativo y voz docente en todos los rincones del planeta.
Las y los docentes de todo el mundo no solo cuentan con el apoyo de los demás educadores, sino también con el de millones de jóvenes que se están movilizando para el cambio. La sociedad también respalda una mayor ambición en la educación climática.
La educación de calidad sobre el cambio climático debe incluir conocimientos sobre el clima, educación técnica y profesional, e ir acompañada de un sólido compromiso cívico.
En la Asamblea del Clima de Reino Unido celebrada el año pasado se citaron medidas importantes como gravar los vuelos de corta distancia y el reciclaje, pero la reivindicación general fue intensificar la acción a través de la educación climática y la conciencia pública.
Una encuesta en unos 80 países llevada a cabo en 2015 por el WorldWideViews reveló que la mayoría ciudadana de una diversidad de países sitúa la educación climática como su urgencia número uno a la hora de abordar el cambio climático, seguida de la protección de los bosques tropicales.
Docentes y jóvenes también forman parte de una iniciativa internacional sobre educación climática, encabezada por EARTHDAY.ORG, y que ahora engloba a más de 450 organizaciones de seis continentes.
Es hora de que los gobiernos, desde ya, y con antelación a la conferencia climática de la ONU, que se celebrará en Glasgow en noviembre, cumplan la promesa de 1992.
Es hora de que la educación climática de calidad sea una asignatura básica y obligatoria para todos y todas, y forme parte integral de los planes climáticos nacionales y de los planes de estudios de todo el mundo.
La educación de calidad sobre el cambio climático debe incluir conocimientos sobre el clima, educación técnica y profesional, e ir acompañada de un sólido compromiso cívico.
Esa es la razón por la que las organizaciones firmantes instamos a los gobiernos a que den prioridad a la educación de calidad sobre el cambio climático para todos y todas, entablen un diálogo político con los y las docentes y sus representantes sobre la política de educación climática, y se aseguren de que el personal educativo reciba el apoyo que necesita para impartir esta asignatura esencial.
El cambio climático representa el mayor desafío al que se enfrenta la juventud de hoy. Es hora de respaldar los sistemas educativos y a los y las docentes para que desarrollen su trabajo en un mundo en constante cambio.
Al hacerlo, podemos dotar a los y las jóvenes de todo el mundo de los conocimientos necesarios para prosperar, participar plenamente y convertirse en emprendedores de soluciones climáticas. Y, a su vez, lograr que sus dirigentes asuman responsabilidades para construir un futuro mejor.