Los cómics se caracterizan por su capacidad narrativa, al asociar la imagen con el texto, la elipsis con el paso del tiempo y el diseño con la intencionalidad deseada. Es innegable su uso como instrumento pedagógico, con cuatro usos diferentes: como lectura recomendada, como recurso visual seleccionado, como trampolín a otras disciplinas artísticas o materias y como medio de comunicación. El dibujo tiene un gran potencial para expresar tus emociones, sentimientos, opiniones… o vivencias. Y, justo este uso pedagógico es muy adecuado para las novelas gráficas, a menudo caracterizadas por estar impregnadas de experiencias vitales de sus autores.
Esto es lo que debería pensar Elisabeth Karin Pavón Rymer-Rythén (nacida en Suecia y afincada en España) cuando se embarcó en la producción de la novela gráfica Comiendo con miedo (2022), publicada por el sello Astronave de Norma Editorial. Elisabeth Karin (que es su nombre artístico y como la encontraréis en sus redes sociales sociales), narra a través de más de 170 páginas su experiencia con lo que ella llama “su monstruo”, esa voz interior que le va diciendo que no coma tanto, que haga más deporte o que evite las relaciones sociales que puedan estorbarle en la consecución de su plan, que no es otro que verse más guapa.
Han pasado ya diez años y asegura que se considera curada, pero reconoce que debe estar siempre alerta. Su formación artística, en general, y de ilustradora, en particular, le ha permitido plasmar en las diferentes viñetas de la obra todo el proceso vivido desde la percepción de los cambios en su cuerpo nada más llegada la pubertad, hasta las consecuencias que provocaron que alterara su comportamiento, especialmente en los hábitos de comida y en la relación con los demás. Reconoce que, observando las ilustraciones de su adolescencia, ya se podía percibir que algo no iba bien y, después de utilizar justamente el potencial de la novela gráfica para mostrar a sus amigos lo que le había estado pasando, se decidió a convertirlo en un proyecto artístico que, finalmente, tenemos la suerte de leer.
Y decimos la suerte porque no es habitual acceder a la experiencia narrada en primera persona con tanta generosidad y claridad, con lo que facilita que los lectores puedan sentirse identificados o que comprendan más fácilmente lo que hay detrás de un trastorno de estas características: al mostrar visualmente un caso real. En sus páginas podemos contemplar perfectamente los síntomas de la anorexia, cómo se alteran la ingesta de alimentos y los pensamientos relacionados con la dieta, el peso o la figura corporal. También podemos observar cómo el entorno social no ayuda, especialmente a las chicas, con un bombardeo continuo de mensajes asociados a la belleza de la delgadez, de modelos de mujeres excesivamente flacas y los impactos de personas influyentes: «Qué guapa estás, ¿has adelgazado?». «Mi propósito este año es adelgazar», «Si quieres estar guapa tienes que pasar hambre», «Ahora que viene el verano tenemos que hacer la operación bikini». «Esta influencer dice que con esta dieta adelgazas en dos semanas»…
El trastorno de la conducta alimentaria puede acarrear graves problemas físicos, además de alterar el funcionamiento psicológico y social de la persona. Karin explica detalladamente estos cambios tal y como los vivió ella: la aparición de la amenorrea, las consecuencias en su cuerpo con las transformaciones provocadas por las alteraciones hormonales, las mentiras a los médicos, las renuncias a las amistades por el peligro de tener que estar pendiente de la comida, los conflictos familiares, la negación a la deriva de todo ello…
La autora emplea una tonalidad oscura en esta parte de declive (a partir de los 15 años), colores vivos para la actualidad (diez años después) y blanco para su etapa en el hospital, en concreto en la Unidad de psiquiatría donde estuvo ingresada durante varios meses, hasta recuperar un peso que le permitió volver con su madre, sin olvidar que, a pesar de estar fuera, no estaba curada por completo y debía continuar con un seguimiento en firme por parte de los expertos.
La intención de la autora en su obra es claramente pedagógica: es realista en los síntomas y experiencias; orientadora cuando explica lo que tienes que hacer o lo que debe hacer la familia cuando aparecen los primeros síntomas. Y es honesta cuando reconoce que la victoria no es inmediata, que hay recaídas y que el camino no es corto, y que es necesario estar siempre alerta a los altibajos. Recuerda la necesidad de tener presente el apoyo de especialistas: no es un problema con la comida, sino que es un problema que se refleja en la comida, y que puede tener una raíz subyacente en nuestras inseguridades, angustias o baja autoestima. En este sentido, la novela gráfica incorpora en sus últimas páginas una lista de entidades en España que se dedican en cada provincia a apoyar a los interesados, indica el nombre de la entidad y los datos de contacto.
La autora insiste en la necesidad de pedir ayuda, salir de tu burbuja, alejarte en lo posible de tu monstruo y hacer caso a las indicaciones de los especialistas. Su contribución, además, ha sido la de crear una cuenta específica de Instagram con el mismo nombre de la novela gráfica con la que es posible interactuar y que va más allá de la misma obra. La cuenta pretende ser contrapeso a las numerosas páginas que voluntaria o involuntariamente están haciendo apología de la anorexia, por ejemplo.
Si es difícil explicar qué es lo que te está pasando, ahora tienes un recurso para utilizar como medio, para que entiendas el proceso pero, sobre todo, para que tu entorno más cercano lo entienda también. Las enfermedades mentales tienen el estigma de que son muy difíciles de comprender por parte de los demás.
La publicación de la novela gráfica Comiendo con miedo ha sido posible gracias a la confianza y apuesta de su editor, Astronave, pero el proyecto artístico se desarrolló gracias a que la autora ganó uno de los premios Nadiners en su primera convocatoria, impulsados por la Fundación Nadine, que se creó con el objetivo de impulsar el talento joven a través de ayudas, residencias y programas formativos. Que podamos disfrutar de esta novela gráfica gracias a este premio da idea de la problemática del sector del cómic, cuyas remuneraciones no están en consonancia con el esfuerzo y dedicación del autor, y donde las barreras de entrada en el sector son muy elevadas.
Nuestra modesta contribución es la de divulgar las obras y sus autores y fomentar, en la medida de lo posible, la lectura, impulsando los hábitos de consumo de cultura, comprando y regalando… novelas gráficas, por ejemplo. Es la mejor manera de dar las gracias a Elisabeth Karin por su generosidad y de felicitarla por su talento.