Tradicionalmente las plazas de los pueblos eran el lugar de encuentro de vecinos y vecinas, un lugar público de reunión donde no era necesario el consumo, simplemente la compañía. En muchas localidades de España se sacaban sillas a la calle y se compartían conversaciones mientras se esperaba a que bajasen las temperaturas en noches de verano.
Los espacios públicos, bien sean lugares de encuentro como plazas o parques, o espacios de tránsito como aceras o calles, han pérdido en el imaginario general esa concepción de público, ese espacio de todas las personas que nos iguala independientemente de la situación individual.
Las aceras, espacios destinados a las personas son, en ocasiones, auténticas gynkanas en las que hay que pasar pruebas de obstáculos para poder avanzar, por no hablar de su difícil accesibilidad para sillas de ruedas, carritos y similares. Aunque, en los últimos años, en algunos ayuntamientos con un urbanismo eficiente y comprometido, las aceras han ido recuperando espacio para las personas. Algunos pueblos atrevidos, asociaciones de vecindad o colectivos han ido haciendo sus apuestas por peatonalizaciones o recuperación del espacio para las personas ganando así en calidad de vida, cohesión social y ciudadanía.
Pero ¿cómo creamos y cuidamos esa ciudadanía? La Lomloe establece como uno de sus fines: “La preparación para el ejercicio de la ciudadanía, para la inserción en la sociedad que le rodea y para la participación activa en la vida económica, social y cultural, con actitud crítica y responsable y con capacidad de adaptación a las situaciones cambiantes de la sociedad del conocimiento”. Los docentes tenemos la labor de garantizar que en cada escuela se promuevan valores democráticos, pensamiento crítico, inclusión social, ciudadanía activa, cultura política y, por supuesto, participación democrática pero, ¿ofrecemos esas situaciones de participación real?
La participación infanto-juvenil es una realidad en muchos centros aunque a diferentes niveles de participación, y esta no puede ser anecdótica o puntual sino que debería ser holística y transversal influyendo desde el aula , a la vida en el centro y de la comunidad. Pero para desarrollar esta competencia cívica el aprendizaje no puede ser una cuestión exclusiva de procesos cognitivos. El aprendizaje para la participación requiere procesos que involucren a toda la persona: el intelecto, sus emociones y experiencias. Y favorecer esas experiencias, creando las situaciones y oportunidades reales de participación es un cometido que queda en tierra de nadie. Precisamente para la participación en la comunidad hacen falta espacios y oportunidades de participación social que deberían venir ofrecidas también por las autoridades municipales, lugares donde la infancia y juventud puedan participar en decisiones que le conciernen, como la disposición y gestión del espacio público.
La Lomloe incluye la competencia ciudadana que contribuye a que alumnos y alumnas puedan ejercer una ciudadanía responsable y participar plenamente en la vida social y cívica, basándose en la comprensión de los conceptos y las estructuras sociales, económicas, jurídicas y políticas, así como en el conocimiento de los acontecimientos mundiales y el compromiso activo con la sostenibilidad y el logro de una ciudadanía mundial. Incluye la alfabetización cívica, la adopción consciente de los valores propios de una cultura democrática fundada en el respeto a los derechos humanos, la reflexión crítica acerca de los grandes problemas éticos de nuestro tiempo y el desarrollo de un estilo de vida sostenible acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados en la Agenda 2030. Esta competencia ciudadana no es un invento legislativo, sino que tiene varios referentes y contextos.
En 2007 se establecían en el documento Competencias clave para el aprendizaje permantente. Un Marco de Referencia Europeo (Bélgica, 2007) las competencias sociales y cívicas en las que se resaltan los objetivos de buscar ciudadanía activa y cohesión social y se hacía referencia expresa a una Competencia Cívica que preparase a las personas para la participación activa y democrática. Las capacidades de competencia cívica están relacionadas con la habilidad para interactuar eficazmente en el ámbito público y para manifestar solidaridad e interés por resolver los problemas que afecten a la comunidad, ya sea local o más amplia. La participación constructiva incluye también las actividades cívicas y el apoyo a la diversidad y la cohesión sociales y al desarrollo sostenible, así como la voluntad de respetar los valores y la intimidad de los demás.
Sabemos que la infancia pasa mucho tiempo en los parques, pero desde que cumplen 12 años aproximadamente esos lugares dejan de ser atractivos, pasan en este momento a ocupar espacios residuales del barrio dado que no tienen lugar de encuentro al uso o edad para entrar en ciertos locales de ocio. Conozco intentos municipalistas de dar cabida a opciones de ocio a adolescentes y jóvenes, pero que han sido un fracaso. ¿Alguien les ha preguntado qué espacio necesitan o les gustaría tener? ¿Cuáles son sus inquietudes o necesidades? ¿Está atendida esta sección de la población o nos basta con acusarlos y generalizar cada vez que se ven desperdicios tras un botellón?
La participación significativa implica una transferencia de poder de los adultos a la infancia y juventud
Si queremos espacios públicos eficientes, que respondan a las necesidades de las personas que los habitan y que generen ciudadanía implicada es necesario contar con ella, es la forma de educar en democracia y participación, de generar viveros de sociedades implicadas. La participación significativa implica una transferencia de poder de los adultos a la infancia y juventud, lo que transforma su estatus de receptores pasivos a los agentes activos, informados y capaces de influir en decisiones que afectan a sus vidas. Por lo tanto, la participación requiere intercambio de información y diálogo entre la población infantojuvenil y los adultos basado en el respeto mutuo, y exige la plena consideración de su opinión teniendo en cuenta su edad y madurez.
En la Convención de Derechos del Niño de Naciones Unidas, de 20 de noviembre de 1989, (CDN) reconocía a todas las personas menores de 18 años como sujetos de pleno derecho. Por primera vez y de forma global se reconoce la plena ciudadanía de la infancia, así que tienen derecho no solo a ser escuchados sino a la participación activa. Pero si queremos construir una ciudadanía activa y comprometida con sus barrios necesitamos ofrecer esas oportunidades reales en la gobernanza local . Esto es lo que propone el programa Schools For Change -Escuelas por el cambio: que cada municipio cree una asamblea participativa de infancia y adolescencia donde se puedan escuchar problemas evidentes o latentes y establecer un proceso deliberativo.
Una plaza que no tiene sombra y ya no es un lugar óptimo para el encuentro ante la creciente subida de temperaturas; un parque infantil que no tiene plantas o arenero; la carencia de un lugar de encuentro para la juventud que desde que abandona los parques va buscando lugares residuales donde encontrarse con amistades; la falta de aceras seguras para el tránsito peatonal, la ausencia de un carril bici que facilite desplazamientos sostenibles, etc. Todos estos pudieran ser problemas llevados a debate a la infancia y adolescencia para que se involucre en la búsqueda de soluciones con propuestas de forma colaborativa. Esto conllevaría la puesta en marcha de procesos deliberativos, de diálogo y escucha activa, de tolerancia, respeto por las propuestas de la otra persona, de contemplar puntos de vista distintos al propio, de expresarse con respeto y empatía, así como la responsabilidad de aportar al grupo en la búsqueda de una opción viable, buscar consenso, apreciar los talentos y fortalezas de los otros miembros, cooperar, compartir conocimientos. Todos estos no son más que valores, actitudes y prácticas; y habilidades de cooperación que, además de despertar el compromiso de las personas, dotan de las habilidades y saberes necesarios para alcanzar la mencionada competencia ciudadana.
Dar la potestad de participación a la infancia y adolescencia en la gobernanza local, en la búsqueda de soluciones a sus problemas o inquietudes del presente o del futuro puede sonar utópico, pero y a en 2016, el Consejo de Europa publicó un pequeño libro con el título Competencias para cultura democrática: vivir juntos como iguales en sociedades democráticas culturalmente diversas. Este libro describe un modelo conceptual de las competencias que los estudiantes necesitan adquirir a través del proceso educativo si van a participar tan efectivamente ciudadanos democráticos en sociedades culturalmente diversas. Por último, señalar que la participación es un aspecto clave del desarrollo sostenible y la buena gobernanza. El objetivo 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible enfatiza el papel de la gobernabilidad, la inclusión, la participación, los derechos y la seguridad en desarrollo sostenible. En particular, el objetivo 16.7 es “garantizar toma de decisiones incluyente, participativa y representativa en todos los niveles” y , recordemos, los O.D.S son metas a alcanzar antes de 2030.