Como cada verano leemos y escuchamos noticias de sequía, incendios y restricciones de agua. La emergencia climática existe, no cabe la menor duda. El agua es ahora un tema de actualidad, pero que debería preocuparnos durante todo el año. Por eso, hoy hablamos con Maria Adzerias, coordinadora de Còdol Educación y educadora del Museo de la Vida Rural sobre la importancia de educar en la sostenibilidad desde la cultura.
¿Por qué es necesario ligar la cultura y el arte con la sostenibilidad?
Para mí tiene todo el sentido del mundo hacer ese vínculo. Como dice Marc Castellnou, inspector de los Bomberos de la Generalitat, y jefe del Grupo de Actuaciones Forestales (GRAF), es muy importante crear y estimular a generaciones creativas. Porque la creatividad de los niños de ahora será primordial para abordar los retos de sostenibilidad en el futuro.
Así pues, sí la creatividad es imprescindible, en la educación y en la vida en general hay que dar más peso a las artes ya la cultura porque generan otras vertientes de razonar que no son el pensamiento lógico y razonado, sino que van más relacionados con las emociones y sentimientos, que son los que nos cambiará por dentro para después poder actuar. Nos animan a imaginar futuros posibles, estimulan la creatividad necesaria para abordar temas de sostenibilidad. Por eso, el Museo de la Vida Rural trabaja mucho en esta línea.
¿Desde el Museo de la Vida Rural cómo se posiciona para poder hacer pedagogía de la sostenibilidad? ¿Y qué papel juega la cultura aquí?
Pienso que las artes y la cultura tienen un papel principal y primordial, porque tienen una fuerza muy grande a la hora de despertar emociones e inquietudes, impulsan el espíritu crítico y nos hacen conversar sobre la vida. A través del arte y la cultura, podemos tratar temas como la sostenibilidad, el reciclaje, etc. pero desde una vertiente totalmente sensorial, que nos hace sentir y nos mueve por dentro y eso es lo que nos permite realizar este cambio de chip tan necesario.
Además las artes y la cultura tienen la capacidad de inclusión, todo el mundo tiene cabida, todos pueden participar y meter baza. La cultura es uno de los lenguajes que nos permite transmitir ese mensaje de esperanza. Por eso, debemos cuidarlo y protegerlo de los grandes poderes económicos que no quieren que pensemos o ponemos la vida en el centro.
El cambio debe ser cultural en este sentido, porque quien cambia la mente, los preconceptos de cómo afrontamos las cosas siempre se puede conseguir desde la educación y la cultura. Y tener claro que para hacer frente a retos globales es necesario hacerlo, siempre de forma comunitaria.
El Museo de la Vida Rural es un espacio de transformación, implicación e influencia en la comunidad. Para nosotros todas las actividades que hacemos son como ir poniendo granitos de arena para que se produzca este cambio de chip.
El programa educativo del Museo de la Vida Rural tiene diferentes objetivos para educar en la sostenibilidad, uno de ellos es el planeta y, dentro de éste, el tema del agua. Las actividades que propone son El agua en juego y Latiendo agua. ¿Qué se trabaja en cada una de ellas?
En el programa educativo del Museo existe este objetivo de educación en la sostenibilidad porque vamos muy ligados con los ODS de la Agenda 2030. Si hace unos años hacíamos educación ambiental ahora ya hemos dado el salto hacia la educación en la sostenibilidad, para nosotros es una visión mucho más global y puede tener mucha más relación con la cultura.
Queremos trabajar el agua, por eso nos atamos al dicho «El agua es vida», es un elemento que nos liga a muchos saberes y que nos permite hablar de sostenibilidad. El objetivo principal de nuestras actividades sobre agua es que entiendan que eéste es un bien común y un derecho. Queremos que tomen conciencia de este elemento y su vinculación con la vida diaria y, por tanto, con cómo hacer uso sostenible, y a la vez que se fascinen por la naturaleza y que se sientan ligados con su entorno.
El objetivo principal de nuestras actividades sobre agua es que entiendan que éste es un bien común y un derecho
La propuesta de El agua en juego está dirigida a niños y niñas de educación infantil, ciclos inicial y medio de educación primaria. A través de imágenes y música se construye un relato para explicar el ciclo del agua, un ciclo cerrado y que es necesario preservar. A continuación, se recorren las salas del museo para descubrir elementos del mundo rural relacionados con el agua y así entender todos sus usos, siempre comparando el pasado con el presente. Y, por último, se propone a los participantes un juego de pintar con agua.
Para los que ya son mayores, a partir del último ciclo, ofrecemos la actividad de Latiendo Agua. Aquí también hablamos del ciclo del agua, pero centrándonos en que es un bien escaso y que no somos capaces de fabricar, el agua que hay desde los inicios de los tiempos en el planeta es la que existe. También se tratan los usos del agua y se les pregunta sobre cuánta agua se necesita para hacer la ropa, los alimentos, o cuánta hay en nuestro cuerpo.
Como todas las actividades que sugerimos, tiene un enfoque socioafectivo, les hacemos ver cómo nuestra realidad no tiene por qué ser la que viven otras personas, entienden que si ahora vivimos de una forma, pero que en el pasado fue de otra quiere decir que en un futuro todo puede cambiar. Y es aquí cuando planteamos el papel que la crisis climática puede jugar en el próximo futuro, y el reto prioritario que significa para la humanidad. Y por último, se propone a los participantes realizar una coreografía conjunta, para implicarse como grupo y sentir el cuerpo a través de la danza.
Después de participar en estas actividades, ¿qué respuesta tiene de los niños y niñas?
Los niños se llevan la idea de que antes era mucho más sostenible que ahora, comprenden que con los recursos naturales que se tenía se podía vivir, más o menos bien, pero se podía vivir. Y ven que el sistema actual comporta una sociedad de consumo que nos lleva a no ser sostenible.
Con la propuesta educativa del Museo de la Vida Rural podemos trabajar muy bien cómo se vivía antes de la revolución industrial y, por tanto, hacer la comparativa de las ventajas y desventajas que ha aportado. Así, damos mucha importancia a que ahora más que nunca necesitamos repensar nuestra relación con la tierra para seguir siendo sostenibles.
Los niños también reflexionan sobre el pasado de sus familias, la mayoría tienen abuelos y abuelas, o antepasados que trabajaban en el campo. Así, entre todos analizamos cómo en el mundo rural la sociedad adaptaba su vida a las leyes de la naturaleza y a sus ciclos.
¿Es necesario concienciar más a la población sobre el valor del agua? ¿Realmente quien la desperdicia son los niños?
Está claro que quien desperdicia el agua no son los niños, pero es cierto que hay que hacer pedagogía especialmente a las familias y a las escuelas. A veces parece que les dibujamos un futuro catastrófico y encima les pasamos la responsabilidad de que ellos tendrán que arreglarlo. Pero es cierto, que ellos pueden cerrar el grifo y promover el cambio, y presionar para que también lo hagan las industrias y gobiernos responsables de este mundo insostenible en el que vivimos ahora.
Es necesario que todos entendamos que el cambio y la solución de esta emergencia climática no vendrá de la misma estructura o patrón mental que la ha creado, sino que las nuevas generaciones son claves. Estas, concienciadas, son las que provocarán un cambio de chip cultural.
El cambio y la solución de esta emergencia climática no vendrá de la misma estructura o patrón mental que la ha creado, sino que las nuevas generaciones son claves
Por eso es importante la labor educativa que se hace desde los museos; a través de las propuestas expositivas y actividades se quiere concienciar a toda la ciudadanía, no sólo a los niños. Desde el Museo de la Vida Rural queremos provocar esta reflexión, alimentar el espíritu crítico de todos, especialmente de los niños y niñas, para poder darnos cuenta de lo que ocurre y de que es necesario exigir y repensar las cosas, porque el cambio es posible.
Vivimos en un estado de emergencia por sequía debido al cambio climático en gran medida. ¿Cómo educar a los niños sin que vivan en un estado de angustia permanente?
Hay que hablar de sequía durante todo el año, debe concienciarse durante todo el año y de hecho esto es lo que pretenden todas las propuestas educativas del Museo de la Vida Rural. Tanto de la sequía, como de los incendios, etc.
Es importante que cuando trabajemos estos temas en la educación seamos muy conscientes desde qué discurso lo hacemos. La mirada catastrofista no ayuda, y es normal que acabe provocando una actitud de derrota e incluso de apatía.
En parte va bien que la gente tenga miedo, porque es una emoción paralizante y en ocasiones hace reaccionar a la población. Pero desde el proyecto educativo del Museo intentamos plantearlo y hacerlo siempre desde la esperanza activa.
Debemos entender que para los niños la emergencia climática es una oportunidad civilizatoria, nos encontramos ante un reto y podemos ser capaces de darle un giro.
Para los niños la emergencia climática es una oportunidad civilizatoria
Podemos encauzar las emociones de miedo, rabia e impotencia que nos hacen sentir esta crisis para proteger nuestro mundo. Y también intentamos trabajar el vínculo, los niños y niñas de ahora podrán explicar a las generaciones futuras cómo salimos adelante.
¿Y cuál debe ser el rol de la familia, escuela y sociedad para concienciar pero sin caer en la alarma constante?
Hay que tener presente que desde todos estos ámbitos podemos concienciar, pero siempre dando un mensaje esperanzador. En cada uno de estos ámbitos se pueden realizar pequeñas acciones que ya suponen un cambio.
De hecho, en el mundo se realizan muchas iniciativas interesantes y sorprendentes, proyectos realmente creativos. Pero que no se les da suficiente visibilidad y, por tanto, importancia. Es muy importante dar a conocer estas iniciativas porque también dan esperanza. Es necesario poner la vida en el centro y hacerla dominante.