En el sexto informe regional sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, titulado “América Latina y el Caribe en la mitad del camino hacia 2030. Avances y propuestas de aceleración”, publicado con el sello de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, se evalúa el avance global en el cumplimiento de todos los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), con énfasis en cinco: agua limpia y saneamiento (ODS 6); energía asequible y no contaminante (ODS 7); industria, innovación e infraestructuras (ODS 9); ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11) y alianzas para lograr los Objetivos (ODS 17).
De acuerdo con el documento, presentado en Santiago de Chile en abril pasado, la región fue la más afectada por la pandemia y retrasó los progresos, luego impactados por otras circunstancias globales, como la invasión de Ucrania, tensiones comerciales y conflictos geopolíticos, migraciones forzadas y fenómenos inflacionarios.
El resultado es “una verdadera crisis de desarrollo en la región”: durante 10 años el crecimiento promedio anual ha sido apenas de 0.8 %, inferior a la llamada “década pérdida” (1980), de 2.0 %.
La CEPAL estima que sólo una cuarta parte de las metas podrían cumplirse en el tiempo fijado. Después de reconocer esfuerzos y el valor que han tenido los ODS afirma: “Algunos indicadores y metas muestran preocupantes trayectorias de retroceso, por lo que se precisarán acciones inmediatas para desplegar inversiones, mejorar la institucionalidad y la gobernanza relacionada y convocar esfuerzos y compromisos compartidos, con participación de los sectores público y privado y de la sociedad civil”.
Reorientar y acelerar es complicado. Se requieren dos transformaciones poco habituales en esta zona planetaria: mayor inversión financiera y otra manera de hacer política pública.
Concluye el documento con propuestas de “cómos”, agrupadas en tres áreas: a) seguimiento de la evolución de indicadores y metas hacia 2030 y fortalecimiento de las capacidades de gestión, ejecución y seguimiento; b) usar la prospectiva aprovechando experiencias internacionales; c) promover siete iniciativas transformadoras de alto impacto y efectos multiplicadores que aceleren y corrijan el rumbo. Aunque los “cómos” están orientados a los ODS analizados, su experiencia puede ser transferible a otras esferas de la gobernanza, como la educativa.
La educación (ODS 4) no escapa a la parálisis en el cumplimiento de los ODS. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia, a pesar de las mejoras “durante el pasado decenio en cobertura educativa, el progreso hacia la consecución y universalización de la educación primaria y secundaria se ha estancado. En 2020, antes de la pandemia, a nivel global, 260 millones de niños, niñas y adolescentes estaban fuera de la escuela”.
Citando a la CEPAL reconoce que en esta zona: “El acceso a la educación seguía los patrones de estancamiento global, resaltando desigualdades sistémicas. Antes de la pandemia, en América Latina se registraba 16,5 millones de niñas, niños y adolescentes en edad escolar que estaban fuera de la escuela: 6,1 millones estaban fuera de la educación preescolar, 1,6 millones fuera de la primaria y 2,3 millones fuera de la secundaria (Banco Mundial, 2022)”. La situación se agravó por la pandemia de COVID-19, prolongada en América Latina y el Caribe en promedio durante 70 semanas, más que en el resto del mundo.
La conclusión de la CEPAL es perogrullesca: “Esta crisis tendrá impactos en el corto, mediano y largo plazo, y dejará una cicatriz en el bienestar emocional y de oportunidades de aprendizajes para toda una generación de estudiantes, así como en las trayectorias y niveles de conclusión educativa”.
Desafíos para la educación latinoamericana
La universalización de la educación en América Latina es vital para garantizar un futuro más igualitario y próspero, pero la ralentización de avances amenaza el ODS 4: “Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida para todos”. Repasemos algunos desafíos de manera breve.
1. Acceso y equidad
Las brechas de acceso persisten. Hay avances, aunque prevalecen áreas rurales y comunidades marginadas sin infraestructura y servicios educativos adecuados. Las desigualdades económicas y sociales son obstáculo para el acceso equitativo. Los niños de familias más pobres tienen menos probabilidades de completar su escolarización. En algunas regiones las niñas enfrentan barreras para ingresar y completar su recorrido escolar.
La pandemia explotó las disparidades en el acceso tecnológico. La brecha digital complica la acción pedagógica. Entre las acciones urgentes encontramos la ampliación de la infraestructura, con inversiones sin precedentes y criterios de racionalidad económica distintos. Aunque ningún gobierno en el subcontinente desestime la educación en los discursos y documentos, en los hechos, la realidad es distinta; como ejemplo, México, cuyo gobierno ha sostenido que emprende la más grande transformación en décadas, sin embargo, el presupuesto proyectado para 2024 lo desmiente.
2. Calidad educativa
La calidad varía en la región, entre países y al interior de cada uno. Coexisten instituciones de calidades asimétricas, con circuitos diferenciales para los distintos estamentos sociales.
Los planes y programas de enseñanza deben ser actualizados y renovados, con base en los desarrollos más avanzados en neuroeducación, inteligencia artificial y enfoques pedagógicos alternativos, entre otros campos.
La capacitación docente es crucial. Muchos no están adecuadamente preparados para enseñar con las nuevas exigencias, especialmente en áreas rurales. Su condición laboral en general es precaria y los estímulos, insuficientes e inequitativos.
La pandemia obligó a una rápida transición hacia la educación en línea, exponiendo brechas tecnológicas y de infraestructura. A medida que las instituciones y los docentes se adaptaron a esta nueva realidad, emergieron necesidades: docentes y profesionales de la educación se vieron a obligados a adquirir habilidades tecnológicas para diseñar y ofrecer clases a distancia, lo que aumentó la demanda de capacitación en tecnología y programas de desarrollo profesional específicos.
Finalmente, es preciso establecer (donde no existen) y consolidar sistemas de información y seguimiento para monitorear avances, aprendiendo de las buenas y malas prácticas.
3. Financiamiento sostenible
La mayor parte de los países de América Latina enfrenta limitaciones financieras para fortalecer sus sistemas educativos. Es un problema de recursos, pero sobre todo de prioridades políticas y proyectos nacionales.
La inversión pública es a menudo insuficiente para garantizar la universalización de la educación, porque no es una prioridad real; con frecuencia, sólo demagógica.
Reflexiones finales
La universalización de la educación primaria, secundaria y el bachillerato enfrenta desafíos relacionados con el acceso, la calidad y el financiamiento. Estos retos son fundamentales para garantizar que todos los niños y jóvenes tengan igualdad de oportunidades en la adquisición de conocimientos y habilidades para su desarrollo y el progreso de sus países. Superar estos desafíos requerirá un esfuerzo conjunto de gobiernos, instituciones educativas, sociedad civil y la comunidad internacional.
La pandemia desafió a los sistemas educativos en América Latina, pero también alentó cambios que pueden ser trascendentes. Las tendencias emergentes, como la adaptación a la educación en línea, la atención a la brecha digital y la reinvención de los enfoques pedagógicos, son pasos en dirección hacia una educación más inclusiva y efectiva en la era postpandemia. Sin embargo, es importante recordar que la equidad y accesibilidad deben ser pilares en la reforma educativa. Es imperativo: debe mejorarse la educación, pero no sólo para unos cuantos.
Las lecciones aprendidas en los años de confinamiento deberían orientar a los líderes políticos y a las políticas gubernamentales para garantizar que ningún estudiante quede rezagado debido a las desigualdades tecnológicas o culturales. La educación en América Latina debe impulsarse por la innovación y la equidad. Es eso o un futuro sombrío.