Las cifras que desde hace seis años recoge FAD Juventud en su barómetro Juventud y Género dejan poco margen para la duda. Hay indicadores que están empeorando, sobre todo, en los últimos años. Aunque en estas encuestas se recoge que dos tercios de la población joven (entre los 15 y los 29 años) cree que la violencia de género es un problema social grave (más del 70 % en el caso de las chicas y algo más del 50 % en el de los chicos), y esto se mantiene casi inalterado después de cuatro oleadas del informe.
Este porcentaje es una de las mejores noticia (y de las pocas) que contiene este barómetro que se realiza cada dos años desde 2017. Lo que puede encontrarse en esta última edición es un reflejo de cómo las corrientes más reaccionarias están influyendo en gran medida en la juventud española. Cómo las teorías que banalizan o niegan la importancia, e incluso la existencia, de la violencia de género van ganando espacio por culpa de ciertas discursos de partidos de extrema derecha, de medios de comunicación y de influencers.
Stribor Kuric es uno de los sociólogos del Centro Reina Sofía responsables del estudio. Da fe de «cierto retroceso en la conciencia de la importancia de la violencia de género». Aclara que otro de los hechos positivos y relevantes que muestra el barómetro, realizado en entre personas de entre 15 y 28 años, es que «la mayor parte de la juventud es consciente de que la violencia de género (VG) existe en su entorno». Esto supone que cuestiones que hace algún tiempo no se consideraban como VG ya sí lo sean, como el control del móvil o que la pareja quiera saber dónde vas y con quién… «Esto es positivo». Aunque, lo cierto es que hay una enorme diferencia de percepción entre las chicas u los chicos.
En el gráfico superior pueden verse las diferencias en la percepción de la violencia de género que tienen chicas y chicos en las situaciones a su alrededor. Como puede comprobarse al pasar el ratón por encima, mientras que las mujeres han sido testigo en un 54,4 % de las respuestas de control sobre los teléfonos móviles, este porcentaje es prácticamente 20 puntos interior en el caso de los hombres. Una distancia que se repite, prácticamente invariable, a lo largo de todos los supuestos.
Señala Kuric que esta mayor percepción de según qué situaciones es una «buena» noticia, en el sentido de que el conocimiento de las y los jóvenes sobre lo que es la violencia es mayor. Algo parecido a lo que ocurre cuando se visitan los datos del INE relativos a las menores de edad que tienen órdenes de protección y las medidas cautelares tras haber interpuesto denuncias ante la policía o los juzgados.
La curva, a pesar de la bajada en 2020 (seguramente provocada por el confinamiento de la pandemia), no ha dejado de crecer desde 2011. Dilucidar si es porque hay más casos o porque las denuncias y las medidas de protección han crecido es complicado. «No hay forma metodológica fácil para solucionar el dilema», confiesa Stribor Kuric.
La lista de datos preocupantes de este nuevo barómetro, el cuarto desde 2017, no es pequeña. Por ejemplo, el 46 % de las personas que han participado cree que la violencia que ejercen las mujeres contra los hombres es igual de problemática; el 44 %, que los hombres, en los últimos años, han quedado desprotegidos ante las denuncias falsas. Otro 37 % cree que la presunción de inocencia ha desaparecido y el 30 % opina que la violencia de género está mal, «pero es inevitable, siempre ha existido».
Estas cifras vienen a sumarse a otros porcentajes menores, pero que no dejan de ser preocupantes. Por ejemplo, el 17 % de las personas cree que la VG es habitual en la pareja, otro 16,5 que si la «violencia es de poca intensidad no es un problema» o, más preocupante, el 18 % cree es que es «un invento ideológico».
Los argumentos que quitan peso a la importancia de la violencia de género según su intensidad o como algo que se produce de manera más o menos común «minimizan y suponen que no se busque una solución», explica Kuric, quien insiste en que cuando han realizado estudios sobre otros tipos de violencia, entre iguales, por ejemplo, «nunca se usan argumentos como que es invento ideológico, o que no es para tanto, o que siempre ha existido». Estos argumentos, insiste el investigador son «argumentos construidos y diseñados en contextos que tienen que ver con la manosfera, así como con posiciones políticas antifeministas que han permeado».
«Los datos son preocupantes. Y lo siguen siendo, como la evolución», dice Kuric quien asegura que los hombres tienen un problema con la conceptualización de la violencia de género de manera que siguen manejando «argumentos que culpabilizan a las víctimas o atribuyen a la VG como algo circunstancial o entre personas de cierto perfil: consumos, no denunciar, ser migrante…». «Pero está claro que la violencia existe y se dirige, estructuralmente, hacia las mujeres», afirma.
La polarización incrementa las actitudes antifeministas de los jóvenes, aunque hay esperanzas
En los últimos años, ha crecido el porcentaje de hombres que, además, se sienten víctimas (del feminismo), «ha aumentado el posicionamiento que enfatiza el sufrimiento del hombre o su sufrimiento», algo que se explica gracias a esa polarización, no solo en la política, que también. Se trata de un fenómeno complejo, explica el sociólogo, que, alimentado por la globalización de la información y de las redes consigue que ciertos argumentos lleguen a más gente más rápido.
A esta manosfera en la que se transmiten determinados discursos se le añade que se han roto ciertos consensos sociales que parecían firmes gracias a la consolidación de determinadas opciones políticas alentadas por algunos medios de comunicación. Se pone en tela de juicio la propia existencia de la VG
Más pruebas sobre cómo las reacciones de muchos hombres ante los avances del feminismos están siendo igual y opuestas. Y cómo los discursos ultras están calando en amplias capas de la sociedad. El hecho de que, en algún modo, el feminismo haya llegado a ciertas cuotas de poder institucional hacer que muchos hombres lo vean como parte del establishment «y esto genera una serie de rechazos, principalmente por la pérdida de privilegios» que supone.
Por delante queda el consuelo de que tanto hombres como mujeres consideran que la situación actual, principalmente se debe a la falta de educación. Kuric sostiene que es necesario que es una tarea pendiente, la de que haya una educación transversal y a lo largo de la vida «que sitúe y explique la violencia de género como un problema de la cultura patriarcal y machista que fomenta la masculinidad tradicional que ejerce violencia para mantener el poder».