He oído esta mañana en la radio que uno de los puntos que tratarán el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en el encuentro del día 22 será el de ‘cambiar’ el término de disminuido por discapacitado (Constitución Española, art. 49).
Ya en diciembre de 2018 el Gobierno aprobó un anteproyecto para eliminar la palabra ‘disminuido’ de la Constitución. El artículo 49 de la Carta Magna pasará a hablar de personas con discapacidad. Entonces ya escribí, y hoy vuelvo a hacerlo, que era ¡una nueva oportunidad perdida! ¿Discapacidad? No. Personas con peculiaridades o capacidades diferentes. Con sustituir en la Constitución el término ‘disminuido’ (persona que tiene rebajadas sus capacidades) por el de ‘discapacitado’ (persona con ninguna capacidad) no se recupera la dignidad perdida de las personas con peculiaridades diferentes. Es puro eufemismo. No cambia nada. Puede que en la actualidad el concepto de discapacidad no sea ya tan peyorativo como en épocas pasadas, porque ha ido evolucionando y hoy se entiende como la resultante de ‘ciertas’ oportunidades que las personas de capacidades diferentes tienen para participar en la sociedad, muy a pesar de todas las barreras y actitudes negativas que les suele imponer el entorno. Sin embargo, a mí me gusta hablar mejor de personas con capacidades diferentes que de discapacidad. O de personas con peculiaridades diferentes.
Una sociedad será éticamente madura cuando dejemos de hablar de discapacidades y hablemos de personas con capacidades diferentes. ¡El lenguaje configura pensamiento, señores Sánchez y Feijóo! Y ya de paso podríamos hacer desaparecer la MI del acrónimo CERMI (Comité Español de Representantes de Personas Discapacitadas, organismo que, al parecer, ha asesorado al Gobierno en este anteproyecto), porque puede recordarnos el término Minusválido.
En este sentido me parece oportuno aclarar dos cuestiones. Una es el concepto de diversidad y la otra, el de ‘discapacidad’. Entiendo la diversidad como la peculiaridad más humana de las personas y tiene que ver con un concepto amplio relacionado con la etnia, el género, el hándicap, la religión, la procedencia, etc. En cuanto al concepto de ‘discapacidad’ en la literatura más específica, suele relacionarse con ‘deficiencia’, ‘discapacidad’ y ‘minusvalía. Entendiendo por deficiencia la pérdida de una función corporal normal en una persona; por discapacidad, cuando esa persona no puede hacer algo en su entorno a causa de la deficiencia, y minusvalía, la desventaja que se produce en alguien o sobre alguien a causa de la discapacidad.
Una sociedad será éticamente madura cuando dejemos de hablar de discapacidades y hablemos de personas con capacidades diferentes
Aclarados estos conceptos deseo subrayar que cuando yo hablo de diversidad no me refiero a ‘discapacidad’, sería un reduccionismo y, sobre todo, una contradicción en mi pensamiento. Hablo de las diferencias humanas como valor y no como defecto ni lacra social y, por tanto, se han de contemplar las diferencias de género, de etnia, de religión, de procedencia, de hándicap, etc., como algo que nos enriquece y nos humaniza. Desde este punto de vista el respeto a la diferencia, en la búsqueda de la equidad, debe ser algo de gran valor en nuestra sociedad. Entendida aquella no sólo como igualdad de oportunidades, sino como igualdad de desarrollo de las capacidades cognitivas y culturales.
Igualdad en la diversidad es la expresión más acorde con mi pensamiento de equidad dado que cada persona debe recibir en función de lo que necesita y no recibir todo el mundo lo mismo. El concepto de equidad añade precisión al concepto de igualdad al atender a la singularidad y a la diversidad humana en su diferencia.
Es bien sabido que en los sistemas educativos de las democracias neoliberales se instauró el principio de igualdad de oportunidades como la fórmula mágica para hacer justicia y para dar a cada cual lo que necesitaba. Sin embargo, considero que hablar de oportunidades equivalentes es más democrático que hablar de igualdad de oportunidades. Más democrático, más justo y más humano porque lo que debe garantizar un sistema educativo de calidad son oportunidades equivalentes para obtener el máximo de sus posibilidades, precisamente porque sus peculiaridades así lo requieren.
Por lo expresado anteriormente me atrevo a decirles al señor Sánchez y al señor Feijóo que NO perdamos la oportunidad que se nos brinda para cambiar el término disminuido por el de peculiaridad o capacidad diferente, con la supresión de ‘disminuido’ por el de ‘discapacidad’, una oportunidad histórica de reconocer y valorar a las personas con alguna peculiaridad como ciudadanía de pleno derecho, sobre todo, para que los medios de comunicación y la sociedad en general dejen de nominarlos a diario como personas discapacitadas y cuando se refieran a ellas lo hagan como personas con capacidades diferentes. ¿Por qué es tan difícil explicar lo evidente?
1 comentario
Este artículo es éticamente humano y, en mi opinión, idealista. Mi hermano tiene una discapacidad intelectual y una enfermedad mental, es peculiar?, sí, por supuesto, y dependiente? también. Los términos en sí para mí son irrelevantes. Lo importante es la sanidad, el entorno ( centros de día, trabajos protegidos…). Una característica es el color de pelo, ojos etc. nada más. Algo superficial.
Un saludo