“No queremos ser alarmantes, pero la situación es preocupante”, asegura Alejando Gómez al teléfono. Es investigador y uno de los firmantes del último informe elaborado por FAD Juventud sobre la relación que las personas jóvenes, de 15 a 29 años, tienen con internet y las redes sociales.
Según explica, “los datos indican, sobre todo entre menores de edad, que normalizan situaciones, preocupaciones y experiencias que tienen en Internet y que son preocupantes y graves”. Se trata de posibles estafas, de acoso por parte de iguales o de personas adultas o de la difusión de imágenes que les perjudican. “Perciben riesgos y saben que está mal, pero lo normalizan”, asegura.
A este problema se viene a sumar el hecho de que casi la mitad de estas personas, y sobre todo el grupo entre los 15 y los 19 años, no hablan con nadie de lo que hacen o les ocurre en Internet. El problema de no decirle a nadie cuál es la experiencia general en el mundo digital es que “si normalizas lo que ocurre y no lo compartes con nadie, no lo dimensionas, no lo sitúas ni le pones límites”.
En el caso de las personas más jóvenes, además, la despreocupación parece mayor. “No sabemos de dónde viene”, confirma Gómez, aunque aventura dos posibilidades relacionadas. Por una parte, que son personas que han tenido menos experiencias vitales y, por lo tanto, no dimensionan bien la realidad y las consecuencias de según qué situaciones. La otra, muy relacionada, es que se preocupan más por aquellas cuestiones que ya les han ocurrido y, por ello, sus miedos tienen que ver con cuestiones diferentes a las de otras personas mayores.
Esto relaciona también con el género. A las chicas les preocupan cuestiones como sufrir acoso sexual, recibir mensajes de odio o contenido de índole sexual que no han solicitado.
“A un chico de 16 no le importa que le estafen, pero otras cosas que sí las ve en el instituto”, como pueda ser que se comparta contenido íntimo sin consentimiento, por ejemplo.
Además, no saben en muchos casos que las cosas que les pasa, o que incluso hacen, son ilegales y están penadas.
Dónde están el mundo adulto
Uno de los datos que revela el estudio de la FAD es que chicas y chicos tienen, como no podía ser de otra manera, a sus amistades como fuente principal de información. Estas personas cercanas, iguales, son quienes más preguntar por lo que han hecho en internet y, al mismo tiempo, quienes más consejos dan sobre qué hacer.
Por detrás, y a una importante distancia porcentual, se encuentran las familias. Menos del 25 % de las chicas y chicos dicen sentir que sus padres y madres les preocupan por su vida digital y menos aún les ofrecen consejo.
El caso del profesorado todavía es mayor la diferencia. El 17,5 % de las y los jóvenes dicen recibir alguna recomendación de sus docentes. El porcentaje de estos que se interesa por sus vidas en internet y las redes sociales es todavía menor.
“Hay que hacer un mea culpa desde las familias y el profesorado”, opina Alejandro Gómez. Y hay que hacerlo porque el mundo adulto suele pensar que las y los jóvenes aman el riesgo, pero en realidad se les pregunta poco por lo que hacen en internet. “Si decimos que hay que preocuparse pero nadie muestra interés, resulta inquietante”, sostiene el investigador.
Y estos resultados llegan en el momento en el que las administraciones educativas se han lanzado a la carrera de la regulación de los móviles en los centros educativos. Una suerte de respuesta rápida ante el miedo generado a nivel social por lo que ocurre en Internet, pero del que nadie parece preguntar lo suficiente.
Para Gómez la digitalización es una realidad que, más allá de la prohibición en centros educativos, sigue en su exterior. “La separación (de jóvenes y móviles) a nivel social no es posible”. Aunque dentro de las cuatro paredes del instituto no haya acceso a estos dispositivos ni a ciertas plataformas, “las relaciones que se establecen en ellas se van a seguir dando: acoso, compartir contenido íntimo sin consentimiento, recibir mensajes de odio…”.
Según este investigador, es importante que los institutos sean sitios de acompañamiento, al igual que las familias, para que estas conductas se reduzcan lo máximo posible. Máxime cuando estas situaciones de que nadie pregunte y el chaval o chavala no cuente, vienen mediadas en una medida importante por la clase socioeconómica de las familias. A menores ingresos, menor es el acompañamiento desde la familia.
Qué les preocupa
Que Internet esconde problemas y que chicas y chicos están expuestos a ellos todo el mundo lo sabe. Empezando por ellas y ellos. A pesar de todo, el modo de enfrentarse a la situación es poco consistente. Según Gómez, entre otras cosas, las personas más jóvenes no son conscientes de los riesgos a medio y largo plazo.
En cualquier caso, entre las chicas y chicos de 15 a 19 años, la muestra más joven del estudio elaborado por FAD Juventud, lo que más les preocupa sin duda es que se difundan imágenes personales o íntimas sin su consentimiento. Casi el 40 % de las y los jóvenes lo dicen así. Le sige el ser objeto de estafas con casi un 33 %. Por debajo está la posibilidad de que la información que esté en la red les perjudique a futuro (27 %) o sufrir acoso sexual (una de cada cuatro).
Como siempre, los datos gruesos muestran una realidad que después hay que confrontar desagregando las cifras, porque no igual la percepción que tienen chicos y chicas de esos riesgos.
Las jóvenes (en general, entre los 15 y los 29 años) tienen más preocupación por temas como que se difundan imágenes suyas íntimas sin permiso, ser objeto de estafas (igual que los chicos), sufrir acoso sexual digital o recibir mensajes de odio.
En el caso de los chicos, aunque coinciden con ellas en el miedo a que les estafen o difundas sus imágenes sin consentimiento (en menos proporción que ellas, eso sí), destacan en la preocupación en que les suplanten la identidad o que la información que hay en Internet les pueda perjudicar en el futuro.
El informe también repasa el efecto que tiene la clase social, además del género, en las diferentes ideas que intenta esclarecer. Entre ellas, además de cuáles son las situaciones de peligro o que les preocupan o afectan, también se mete en qué redes sociales utilizan y de qué manera y sobre cómo se enfrentan a la desinformación. Más bien cómo no se enfrentan a ella.