La historia actual de Palestina está ligada a la identidad.
Para los palestinos, nuestra existencia ya es resistencia. No salimos de Palestina si no es muy urgente. Si tienes un pasaporte extranjero, casi lo tienes solucionado, lo tienes más fácil para entrar y salir, pero si eres de origen palestino, no.
¿De dónde eres de Palestina?
Para un palestino, la respuesta a ‘de dónde eres’ es diferente. Mi familia es de un pueblo junto a Jaffa, a unos cinco kilómetros al este de Tel Aviv. Después de 1948, llegaron a un campo de refugiados de la UNRWA, que es la agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en el Próximo Oriente.
Es el campo más grande de todo Cisjordania en número de población, pero con el espacio más pequeño. Se llama Balata. Cuando se creó el campo, había cerca de 5.000 personas en un cuarto de kilómetro cuadrado, y ahora hay alrededor de 40.000.
¿Y tú naciste en el campo de personas refugiadas?
Sí. Soy la tercera generación de mi familia en el campo de refugiados. Al principio, era un campamento temporal, como dijo Naciones Unidas, pero ya hace 75 años que está y el contrato de alquiler de la tierra del campo es de 99 años. La antigua ley otomana dice que si estás en una tierra durante 100 años, será tuya.
¿Cómo recuerdas tu niñez en un campo de refugiadas?
Muy difícil, pero también tengo que decir que Palestina es como una comunidad de familias y eso me gusta mucho. La familia permanece junta toda la vida. Si formas una familia nueva, normalmente te quedas con la familia, en la misma casa, o en el mismo pueblo o en la misma ciudad. O como máximo, a una hora de viaje.
Soy la tercera generación de mi familia en el campo de refugiados
Un campo de refugiados no tiene muchos recursos. La escuela del campo es de la UNRWA, que tampoco tiene suficientes recursos para atender a todo el mundo. Después, si quieres continuar, tienes que salir de la ciudad e ir a una escuela pública.
¿Cómo entráis y salís del campo?
Tienes que salir del campo a la ciudad. Desde los Acuerdos de Oslo de 1993, es más fácil. Antes era: no puedes estudiar fuera del campo, no puedes trabajar fuera del campo, no puedes casarte fuera del campo porque no tienes documentos, y si sales del campo ya no estás bajo el paraguas de refugiado de Naciones Unidas. Después del 93, con un tipo de DNI palestino, más o menos ya puedes hacer cosas.
Pero si sales durante cierto tiempo del campo, la mitad de la familia tiene que quedarse en casa porque, si sales, no tienes el derecho a volver a tu tierra. Y eso que Naciones Unidas reconoce el derecho al retorno o a recibir una indemnización. Tenemos el derecho a volver a nuestras casas de antes del 48, pero no podemos porque Israel no lo permite. Pero este derecho de volver es nuestro derecho reconocido por Naciones Unidas. Todos los palestinos, dentro o fuera de Palestina, tienen derecho a volver a sus tierras. Hay como cinco millones de palestinos entre Cisjordania y Gaza y siete millones están fuera repartidos por todo el mundo.
Crecer en un campo es duro. Hay pobreza. La UNRWA distribuye alimentos y se encarga de temas de salud y educación básica. También hay la invasión porque después de las 11 de la noche los soldados israelíes vienen al campo.
¿Los soldados israelíes entraban dentro del campo de Balata?
Hay un acuerdo entre ellos y el gobierno palestino. Ellos pueden actuar como quieran porque tienen el ejército, tienen la fuerza y nadie les puede decir nada porque están protegidos por los Estados Unidos.
De tu infancia, además de los pocos recursos, ¿recuerdas también las armas?
Sí. Los soldados vienen cada día hacia medianoche y se quedan hasta la mañana.
Y cuando vienen, ¿qué hacen?
Pueden arrestar o buscar a alguien. La situación no es segura para nosotros. Para un palestino, salir de casa por la mañana significa que tienes un 50% de posibilidades de volver. Es un 50-50. Y este 50-50 significa que disfrutamos de la vida, ayudamos a la gente… Si volvemos a casa, ya está. Si no volvemos, ya está. Es la vida.
Si no podéis volver, quiere decir que…
No tenemos miedo de la muerte, la muerte está cada día con nosotros. Y hacemos cosas por la vida.
Dices que hay un 50% de posibilidades de volver y un 50% de no volver. ¿La situación a los checkpoints (puntos de control) es muy intensa?
La mayor parte del tiempo estás tranquilo porque ya sabes cómo va. La vida en el campo está relacionada con la frecuencia con que venden los soldados. Vienen cada dos o tres días, y si tardan cuatro o cinco días, hay una broma en el campo, que es que si tardan más tendremos que ir nosotros y comprobar si están bien o no. Incluso hacemos humor, es una forma más de expresar la situación.
¿El sentido del humor es también una forma de resistencia?
Sí, claro. Necesitas pensar de una manera positiva. Si no lo haces, no ves la vida.
La muerte está cada día con nosotros
En el campo de refugiados hay un montón de gente y no hay espacio, pero las construcciones continúan porque las familias crecen. Tenemos solo dos calles, el resto son como calles de un metro o un metro y medio. Muy estrechas. No hay privacidad. Otra broma que hacemos es que si una pareja está hablando de qué hacer para comer o de algún tema, el vecino puede dar su opinión, puede intervenir, porque las casas están muy cerca. Y también existe el espíritu de la comunidad. Todas las personas se conocen. Generación tras generación la vida transcurre en el campo de refugiados.
¿Sobrevivir ya es resistir?
Sí, para un palestino existir es resistir. La educación es resistencia. Hay gente que resiste con armas y hay gente que resiste con ideas. Para los palestinos, la educación es lo más importante, después de la familia. Dentro del mundo árabe, los palestinos somos los que más estudiamos. Y la mayoría de profesores en el mundo árabe son palestinos.
La educación es muy importante por nosotros. Necesitamos conocer y dar a conocer Palestina. Y tienes que conocer otras culturas para explicar la tuya. Hay muchos puntos en común entre diferentes culturas y diferentes luchas, se pueden establecer paralelismos.
El año 2001, en plena segunda intifada, viví una situación muy peligrosa. Lo recuerdo perfectamente.
¿Cuántos años tenías?
Siete u ocho años. La situación estaba fatal. No podías salir de casa ni hacer nada. Era como un ‘lock down’, como el confinamiento de la covid, pero no por tres meses o seis, mucho más. Si sales de casa te pueden matar y si sacas la cabeza por la ventana, también. Y, de repente, los soldados entraban en tu casa. Recuerdo los camiones, las furgonetas de Naciones Unidas dando vueltas por el campo de refugiados lanzando pan a la gente. No había comida, no podías salir, no podías hacer nada.
En cuanto a la educación, había un profesor en cada barrio o zona, y pasábamos de una casa a la otra por la ventana, y más o menos dábamos clase. Es una manera de resistencia. Mientras tanto, los soldados entraban en las casas. Las calles son estrechas. Hacían un agujero en la pared, o entraban por la ventana de la cocina si estaba abierta o por el tejado.
¿Hacían un agujero en la pared entre una casa y otra para acceder?
Sí, porque para ellos era un peligro pasar por la calle porque también había resistencia armada. Cuando entraban en las casas, lo registraban todo. Buscaban armas, buscaban a personas… Por ejemplo, tengo un tío que es jefe de la policía palestina, es ingeniero y tiene conocimientos de explosivos. Por su cargo, tiene herramientas que sirven para desactivar bombas. Los primeros días de la intifada, los soldados israelíes lo primero que atacaron fue a la policía palestina, a aquellas personas que tenían armas.
¿Qué le pasó a tu tío?
Escondió una mochila llena de utensilios en un tubo de alcantarillado. No solo buscaban a personas con armas, si eras agente de la policía palestina, también te buscaban. Así, entraron en casa y buscaron a personas armadas y lo dejaron todo hecho una mierda.
Yo tenía 7 años y estaba jugando en casa. Empezaron a entrar por la ventana, primero una persona, después otra… Yo estaba en un sofá junto a la pared. Primero, parecía una broma, después empezó a ser más serio. Pusieron a toda la familia en una habitación y empezaron a buscar.
¿Las familias explican a los pequeños qué hacen los israelíes? ¿Tú, con 7 años, sabías que había un enemigo que podía entrar por la ventana?
No, no lo explican mucho. Sabemos que hay un peligro y que no sales de casa por la noche. Si sales de casa y a las nueve y media de la noche no has llegado, tu abuela te llama por teléfono, te llama tu madre, que están pendientes de que vuelvas. Fuera de casa, es como un patriarcado; pero dentro de casa, la abuela es la única matriarca. Ante la gente, la abuela es la jefa.
¿Qué pasó cuando entraron en tu casa cuando tenías 7 años?
Ataron las manos a mi padre detrás de la espalda con bridas y le taparon los ojos con una tela. Si no encuentran a alguien, necesitan coger a alguien… Pero no lo cogieron. La abuela no lo permitió. Su generación no tenía miedo de los soldados. Ella gritaba y decía que él no tenía ninguna relación con ningún grupo de la resistencia, que era una persona que vendía verduras. Mi tío intentaba calmarla.
Un niño pequeño, como era yo, la única resistencia que puede ofrecer para parar a los soldados en un momento así es coger a tu padre de la pierna y gritar a los soldados. Es un trauma que arrastramos muchos niños. Hay niños que hasta los 12 o los 13 años todavía se orinan en la cama.
A mí, la educación me sirvió para estar concentrado. Es como un mecanismo de defensa. Cuando vine aquí, fui al psicólogo porque no sabía si tenía un trauma. Me sorprendió, me dijeron que la capacidad de concentración me había ayudado en momentos dramáticos.
Cuando ataron a tu padre delante de ti, no tenías claro qué quería decir Israel. ¿Cuándo empezaste a ser consciente?
Tu madre y tu abuela te advierten de los soldados israelíes, te dicen que andes junto a la pared y que no entres en ningún conflicto. De casa a la escuela y de la escuela a casa. Y ya está.
¿Los niños teníais parques infantiles para jugar, con columpios, toboganes…?
Los juegos que teníamos eran el fútbol y la charranca en la calle. Yo era muy buen estudiante, estaba entre los mejores de mi clase, y mi padre me hizo un regalo, una bicicleta. Yo estaba contentísimo. Un día, en tiempos de la intifada, hicimos un pícnic en un trozo de tierra que había delante del campo. Mi madre se había olvidado algo en casa y envió a mi hermano a buscarlo con mi bicicleta. Por la calle donde estaba mi hermano, venía un tanque. No era normal que pasara eso, y él se desmayó de miedo. Entonces, un vecino cogió a mi hermano rápidamente y lo sacó de allí, pero no cogió la bicicleta, y el tanque pasó por encima de la bicicleta y se destruyó. Ahora, que han pasado muchos años, tengo una bicicleta aquí, en Valls, y me hace feliz.
Decías que te concentrabas mucho en la escuela y sacabas buenas notas. La educación siempre ha sido importante para ti.
El profesor le dijo a mi padre que yo tenía posibilidades y que me enviara a una escuela privada. Para eso, necesitas más recursos. El profesor insistió y, gracias a eso y al esfuerzo de mi padre, tengo una educación mejor. Cada trimestre tenía que estar entre los mejores de la clase para poder obtener un descuento del 50% de la matrícula porque mi familia no tenía dinero.
¿Recibías alguna ayuda económica para estudiar en la escuela privada?
No. Si estás entre las tres primeras personas de la clase, te hacen un descuento, para motivar la educación. Después de la escuela, quería ir a la universidad, pero, viviendo en un campo de refugiados, eso es un problema porque los soldados vienen cada día, más o menos.
¿Qué estudiaste?
Informática. Es una carrera de cuatro años, pero tardé diez. Trabajé, por ejemplo, en una empresa de comunicación, o de lo que encontrara, y a la vez estudiaba, así que cogía el mínimo de horas cada semestre.
Otra complicación en la universidad es que, por ejemplo, si hay un examen, no sabes si llegarás. Si el examen es a las ocho o las nueve, y los soldados salen del campo a las siete y media, entre que viene el transporte y llegas a la universidad, no sabes si llegas a la hora o en medio del examen.
El profesorado, ¿era consciente de esta situación?
Sí, pero si es un tema individual, no hacen nada. No lo consideran lo más importante. Yo iba a la universidad de Nablus, tardaba una media hora. No había puntos de control en la ciudad de Nablus, pero palestinos que venían de otras ciudades sí que los tenían. En medio de los exámenes, los soldados podían entrar y lanzar gases lacrimógenos.
¿Los soldados podían entrar en clase y lanzar gases lacrimógenos?
Sí, si buscan a algún alumno o algo. Pero nosotros sabemos qué hacer para neutralizarlo: van bien limones o cebollas. A lo mejor se paraba el examen y, después, se continuaba el examen. O los profesores decían a los alumnos que tenían que salir de la universidad e ir a casa. Es una situación peligrosa porque no puedes respirar, y ahora inventan más tipos de gases más tóxicos.
Con todo esto, tardé diez años en acabar la carrera. Además, algunos semestres estuve en el extranjero porque la universidad me envió como representante y trabajé en un campo de trabajo.
La primera vez que vine a Catalunya estuve un año en Barcelona con el Servei Civil Internacional (SCI). Para una persona que viene de un campo de refugiados, estar un año en Barcelona es… ¡Guau! Tenía un choque por el tema del espacio más que un choque por la cultura.
¿Qué hiciste en Barcelona?
Organicé campos de trabajo y organicé diferentes actividades con esta organización, gracias al programa de voluntariado Erasmus Plus, con el que puedes estar dos meses, seis, ocho… El máximo son 12 meses y a mí ya me iba bien estar todo el tiempo que pudiera; no es fácil salir de Palestina, así que una vez que tengo la oportunidad, la tengo que aprovechar.
Por norma, los palestinos no podemos usar el aeropuerto de Ben Gurión en Tel Aviv, y nosotros no tenemos aeropuerto porque Israel lo destruyó. Necesitamos salir vía Jordania y coger allí el avión. Es más caro, y hay tres puntos de control para cruzar. Y tasas, tasas, tasas. Tres tasas. Es terrible. Es muy difícil, y después tienes que hacer lo mismo para volver.
Los primeros dos meses en Barcelona, no me sentía cómodo. Todo el rato pensaba “de aquí a 100 metros me encuentro un punto de control”, pero después no había soldados. ¿Sabes?
El derecho de movimiento.
Si durante toda la vida no lo tienes y, de golpe, lo tienes, necesitas procesarlo. Llegué a Barcelona el año del referéndum, en septiembre de 2017. Y el 1 de octubre, el referéndum. Una parte de mí pensaba “es como si no hubiera salido de Palestina”. Yo estaba en Gracia y había un punto de votación. Vi a la policía atacando a las personas. Era extraño para mí, la policía tendría que proteger a las personas. También viví una manifestación multitudinaria el 3 de octubre. Estaba cómodo con eso porque es mi vida natural. Los palestinos, podemos entender el tema de la libertad y de la independencia.
¿Cuándo diste el paso para pedir el asilo?
Después de vivir aquí seis meses, lo pensé, pero, para los palestinos, Palestina es nuestra sangre, y cuando acabó el programa volví a casa. Pasaron cosas muy horribles… Un primo mío murió en un punto de control, a otro primo le arrestaron cuando solo tenía 13 años… Después, empezaron a abrir fichas de la familia y a hacer interrogatorios a mi abuela, mi padre, mi madre, el padre de mi primo… Y a mí también.
Una noche vinieron a mi casa, me cogieron y me esposaron
Mi situación también estaba fatal porque yo soy activista de los derechos de la infancia; en concreto, del derecho de la educación bajo la ocupación israelí para estos niños que viven en campos de refugiados… Después del interrogatorio, una noche vinieron a mi casa, me cogieron y me esposaron. En un momento así, no sabes dónde vas ni por cuánto tiempo. Me llevaron a un campo militar, no sé muy bien donde era. Estuve dos días, creo, de interrogatorios, intimidaciones y torturas.
A veces, no es una tortura directamente pero sí indirectamente. Por ejemplo, te dicen “no quiero hacer esto, pero puedo utilizarlo” y te enseñan cables de electricidad y te hacen una demostración de lo que te podría pasar si te pasa la corriente. Si necesitas ir al lavabo, que es un derecho que tú tienes, no puedes, y te lo tienes que hacer encima. O te dicen: “tienes dos opciones, o dejas de hacer activismo o vas a prisión”, con lo que se denomina detención administrativa. La detención administrativa es un procedimiento que permite al ejército israelí detener a prisioneros de manera indefinida sin cargos ni juicio. Según el derecho internacional de derecho humanitario, es ilegal lo que hace Israel, pero te envían a la cárcel seis meses y van renovando la prisión cada seis meses, y no tienes ningún juicio, no vas a ninguna parte.
¿Tenías algún abogado?
Durante tres meses no tienes abogado, y para los abogados es muy difícil acceder. En el 99% de los casos, se renueva la misma situación cada seis meses, sin una sentencia, sin nada. Hay mucho secretismo sobre estos casos y dicen que es por la seguridad de Israel. Hay gente que se queda en la cárcel dos años, cuatro años, sin ninguna garantía de respetar tus derechos. Actualmente, hay gente que hace 30 o 40 años que está en prisión bajo detención administrativa. No es una prisión civil, es una prisión militar para los palestinos, es como un campo de concentración en el cual tú no sabes cuánto tiempo estarás.
Estuviste dos días en esta prisión militar. ¿Qué pasó?
Al final, me dieron una hoja escrita en hebreo. Yo no sé hebreo.
¿Querían que firmaras unos papeles sin saber qué decían?
Sí, pero no los firmé. Al final, me dieron estas dos opciones, dejar el activismo o ir a prisión, y me dejaron en un punto de control en Nablus. Llamé a mi familia para que vinieran a recogerme. Llegados a este punto, era urgente que saliera, porque no puedo dejar el activismo o el voluntariado, con los niños especialmente, y no puedo ir a una prisión militar porque la vida se para en la cárcel y no puedes hacer nada y nadie en el mundo puede hacer nada por ti.
Estuve dos días, creo, de interrogatorios, intimidaciones y torturas
¿Estabas en contacto con alguna entidad de defensa de la educación de la infancia?
Yo he hecho más de 50 campos de trabajos con organizaciones en Palestina y también con el SCI en Catalunya. He formado parte de Project Hope Palestine (Proyecto Esperanza Palestina), una ONG británica que ofrece programas educativos y recreativos gratuitos a niños de Nablus y alrededores, y también de Tomorrow’s Youth Organisation (TYO, Organización Juvenil del Mañana), una organización norteamericana que ofrece programas psicosociales educativos y recreativos informales gratuitos para niños que viven en campos de refugiados en Nablus y en los alrededores. Fui a los Estados Unidos con un programa que se llamaba Rignt to education (Derecho a la educación) de la UNESCO, a través de la universidad de Birzeit, que está en Ramala, y fue entonces cuando me sensibilicé más por los derechos de la infancia y el acceso a la educación.
Creo que es bueno que una persona, como yo, que vive o vivía en un campo de refugiados, que es una situación muy especial, tenga la oportunidad de ir a otra ciudad y hacer presentaciones en otras universidades durante veintiún días.
¿Cómo funcionaban estas presentaciones?
Había varios equipos y sus socios de los Estados Unidos. Yo estaba con Students for Justice in Palestina, que es un grupo de alumnos.
¿Dónde fuiste, de Estados Unidos?
Estaba en el este. Fui a Harvard, al MIT… Me impresionó mucho conocer a la activista Angela Davis y escuchar como defendía los derechos de las personas y el derecho universal a la educación. Era en 2015.
El activismo es peligroso para los israelíes porque las ideas pueden ser más peligrosas que las armas. Si ahora, por ejemplo, hay un ataque en Gaza, pueden matar a las personas, pero las ideas no las pueden matar.
Fue muy importante para mí salir de Palestina. Necesitaba pensar en opciones. El continente más famoso en cuanto a derechos y poder empezar una vida de nuevo era Europa. Estaban los países escandinavos, como Noruega y Suecia, y Alemania. Mi profesor de alemán me dijo que había como un acuerdo entre Alemania e Israel según el cual si pedías el asilo y no iba bien te podían deportar a Tel Aviv, y eso no era una opción, como tampoco lo acababa de ser ir ilegalmente o morir por el camino, y también cuesta mucho dinero. Mi familia no tiene esta capacidad económica.
El activismo es peligroso para los israelíes porque las ideas pueden ser más peligrosas que las armas
Otra manera es ir legalmente, con un visado. Para mí, era más fácil solicitar un visado en España, yo ya había estado aquí durante un año como estudiante. Una vez acabada la universidad y habiendo vuelto a Palestina, necesitaba documentos. Me quedaban tres semestres para acabar la carrera, siempre pasaba algo, o no podía ir a un examen, o pasaba algo.
Solicité el visado a España como turista para ir, por ejemplo, a los campos de trabajo. Necesitas una invitación y una justificación del banco que diga que tienes suficiente dinero para subsistir durante tu estancia. Como estudiante, es más fácil, porque tienen la seguridad de que tienes fecha de vuelta. La necesidad es la madre de la invención, y conseguí los documentos necesarios, aprovechando algunos que ya tenía. Personas que conozco me dejaron el dinero para poder presentar el documento del banco, pero una vez obtenido el papel devolví el dinero. Fui a Barcelona por un mes, en 2019. Y envié los documentos necesarios para pedir el asilo. Como vino la covid, mi solicitud quedó parada.
En marzo del 2020, cuando se declaró la pandemia, ¿estabas en Palestina?
Sí. No se podía hacer nada, no se podía viajar, era como un confinamiento en todo el mundo. Aquel año fue un infierno para mí. No podía hacer nada y no sabía si me vendrían a buscar los soldados israelíes. Ahora, estoy como voluntario en Cáritas, voy al menos dos horas en la semana. Es una cosa que llevas en la sangre, en Palestina ayudamos mucho y, de repente, estar un año sin poder hacer nada y sin poder colaborar es muy incómodo. Con el confinamiento, no puedes salir, no puedes hacer las cosas que estás acostumbrado a hacer, es un infierno. Y con el añadido de que te pueden coger los soldados israelíes.
¿Estabas en peligro?
Sí. Después de ese año, recuperé el pasaporte, que estaba en el consulado, y tuve que volver a solicitar el visado y actualizar todo el papeleo para venir. Con la ayuda de amigos de Francia y Catalunya, pagué el billete de avión y conseguí salir. Como soy informático, me pude mover por Internet. Finalmente, en septiembre de 2021 aterricé en el aeropuerto del Prat.
¿Te esperaba alguien?
Con la invitación que me habían hecho anteriormente en el SCI para el campo de trabajo, que hace muchos, y como yo sabía que en septiembre hacían, estuve como voluntario los primeros 15 días de septiembre.
Cuando hice el programa Erasmus, como ya he dicho, había pensado en pedir el asilo, pero no puedo expresar por qué finalmente volví a Palestina. Porque soy palestino. Si no hay ninguna otra opción, si no es urgente, no nos vamos.
Nos quedamos hasta que ya no podemos, hasta que no hay ninguna otra opción. Anteriormente, yo había hablado con una abogada del SAIER (Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados) porque me había informado de como pedir el asilo. Ella me conocía y yo tenía su correo, así que le escribí un email antes de llegar a Barcelona y el 15 de septiembre de 2021 solicitamos el asilo y en la Oficina de Asilo y Refugio me dieron la tarjeta blanca, que es el documento que acredita que han aceptado la solicitud de protección internacional en España y que se está tramitando. Si te dicen que sí, te cambian la tarjeta por una roja. También puede ser que te renueven la tarjeta blanca.
La tarjeta blanca caducaba el 15 de junio del 2022. Así, después de solicitar asilo el 15 de septiembre de 2021, yo estaba en la calle. ¿Qué podía hacer? Estoy acostumbrado a sobrevivir, soy palestino, soy flexible. Busqué opciones. Primero pensé en un campo de trabajo, que ya te proporciona alimentos y alojamiento. Así estuve hasta el 3 de octubre. Después, me trasladé a Manresa a casa de una amiga durante un mes. Tuve que buscar otro lugar y vi que había un campo de trabajo del SCI en Valls para ayudar a renovar lo que denominan la Casa Azul, junto a la iglesia de Sant Joan. Ya tenía cama y comida. Era noviembre. Fui al Ayuntamiento para empadronarme y a la asistenta social para informarme, pero no tenían nada, una ducha a la semana y ya está.
Vi la opción de ir a Cáritas por si me podían ayudar con los alimentos. Hablé con el director, con la asistenta, con la profesora de catalán, y les expliqué mi situación. Cuando salí de Palestina, cogí muy pocas cosas y tenía muy poca ropa. Dejé mis libros y todo el material de idiomas, no podía coger nada de eso. Por cierto, lo primero que hice al llegar a Manresa fue hacerme el carné de la biblioteca, para ir a leer. Y aquí, en Valls, hice lo mismo.
Soy voluntario de Cáritas porque aunque no recibas suficientes ayudas, puedes ayudar la gente. La pregunta que te hacen es “¿qué habilidad tienes?”. Yo tengo muchas habilidades, como la informática, y estoy aprendiendo catalán. Con Cáritas, encontré una familia de apoyo, empecé a hacer clases de catalán y ayudé con traducciones.
Y continuabas en la Casa Azul.
Sí, yo intentaba contribuir cocinando o haciendo tareas manuales y de construcción, pero tenía la sensación de que no hacía suficientes cosas y de que era una situación temporal. Me puse en contacto con la Comunidad Palestina de Reus, ya que a partir de noviembre no tenía donde quedarme, y también se lo dije a la asistenta y a Cáritas. Después de dos casas temporales, finalmente, desde Cáritas encontraron una pequeña habitación junto a la iglesia Sant Antoni de Valls.
¿Es una casa compartida?
Es una casa de Cáritas donde estamos tres chicos en tres habitaciones. Empecé a arreglar la casa y continué haciendo cursos de catalán y de gestión administrativa mientras esperaba la resolución del asilo. Me habían dicho que podía tardar de tres a siete años, según la experiencia otras personas palestinas. Yo no tenía más opción que pedir el visado en España y hacer aquí la solicitud. Cada país tiene su funcionamiento, los hay que son más ágiles o que aceptan a más personas. Este no es de los mejores, pero yo ya había estado en Barcelona y tenía conocimientos de aquí.
Vine para empezar una nueva vida y, mientras esperaba la resolución del asilo, no tenía permiso de trabajo, hacía cursos, hacía muchas gestiones, hablaba con la asistenta para obtener alimentos de Cáritas y Cruz Roja…
¿Qué haces en Cáritas como voluntario?
Desde colaborar en mantenimiento e informática hasta ayudar en el proyecto de alimentos proporcionando leche, pañales y cereales para los niños. Me gusta porque hago cosas dinámicas, no rutinarias. También ayudo a otras personas en traducción de árabe e inglés a catalán y castellano.
Antes has hablado de los aspectos psicológicos de la ocupación israelí. ¿Has ido al psicólogo?
Una cosa que me gusta mucho de aquí es que la asistencia sanitaria está garantizada. Fui al CAP (Centro de Atención Primaria) por una infección en los ojos y me derivaron al Hospital de Tarragona. Si tuviera que ir por la vía privada, no habría podido porque no tenía recursos. Necesitaba cambiar las gafas y Cáritas me ayudó.
Fui también al CAP porque quería saber si tenía un trauma o no. En Palestina, prácticamente, no tenemos psicólogos. Existe la idea de que, si vas al psicólogo, estás loco. Es la cultura, no acaba de entenderse que ir al psicólogo es una necesidad de salud mental. Pedí a la doctora de cabecera si podía ir a la psicóloga e hice una sesión con la psicóloga.
La psicóloga me dijo que tenía un pequeño trauma, pero que no era preocupante en el sentido de que tenía un buen nivel de concentración para hacer otras cosas y tener proyectos, que es una manera de defensa. Estaba contento por lo que me dijo.
Mientras tanto, yo seguía sin permiso de trabajo y estaba esperando al 15 de junio de 2022 para conocer la resolución, porque la tarjeta blanca caducaba aquel día. Además, con la tarjeta blanca no puedes abrir una cuenta bancaria, y necesitas tener DNI/NIE físicos. Y el pasaporte me caducaba el 21 de junio.
¿Estabas angustiado?
Si me caducaba todo, estaba sin documentación, pero la administración no me daba respuesta. También pregunté al SAIER qué podía hacer. Como solicitante de asilo, tienes derechos a ayudas, a dinero y a un lugar donde quedarte. Pero si estás en un país europeo seis meses antes y no has solicitado el asilo al menos seis meses antes, después no tienes este derecho a ayuda económica. Yo estuve un año en Barcelona y no pedí el asilo, así que no tenía ese derecho. Pedí ayuda a Cruz Roja porque no tengo recursos. El alojamiento y los alimentos de Cáritas los tengo gratis, sí, pero si hay una urgencia, por ejemplo, comprarme unas gafas nuevas porque no veo, me quedaría sin gafas y sin ver.
Cruz Roja me ayudó a hacer varias peticiones de nuevo alojamiento. El informe clínico que me hizo la psicóloga, porque continuaba yendo a sus sesiones, fue bien porque explicaba que necesitaba un lugar para quedarme aquí. Hablaba de trastorno por estrés postraumático, reviviscencias del pasado, ansiedad de alerta y sentimiento de peligro. Y hablaba de la necesidad de acceso a una vida normalizada para la recuperación.
Me ofrecieron un piso compartido en Tarragona y 50 euros en el mes, pero yo estudiaba aquí, en Valls, hacía cursos de catalán y de gestión administrativa. Ir y volver cada día de Tarragona a Valls con 50 euros al mes no era viable. En Valls siento que tengo un apoyo, un acompañamiento. Cuando me ofrecieron ir a Tarragona, yo tenía unas raíces aquí, en Valls, más o menos, porque había empezado varias cosas, así que decidí quedarme, buscar trabajo en Valls, porque no podía desplazarme y solo esperar al 15 de junio. Fui varias veces a la Policía, con cita previa, para conocer mi proceso. Es de infarto.
Y cuando llegó el 15 de junio…
El 15 de junio fui a la comisaría de Policía de Tarragona para renovar la tarjeta blanca. Pero me dijeron que ya me habían concedido el asilo y el permiso de residencia. Yo pensaba que eso necesitaba de tres a siete años. Y lo conseguí en cuestión de meses. Pensé que tenía una suerte inmensa. Desde conocer Cáritas hasta esta resolución. Yo tenía miedo, porque había ido muchas veces a Tarragona a buscar cita, a pedir información… Y suerte del Banco de Alimentos. Tenía miedo porque no estoy acostumbrado a este tipo de suerte. No sé si es ayuda divina o el karma. Creo que, cuando ayudas a la gente, esta ayuda te vuelve.
Un palestino no quiere perder la nacionalidad palestina
Y, ¿qué podía hacer? Tenía la petición de asilo aprobada y en dos meses tenía que formalizar el permiso de residencia. Otra cosa negativa del sistema es que no te dan información para saber donde tienes que ir cuando te pasa esto. No explican nada. ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Con qué persona tienes que hablar? Te dicen que necesitas solicitar una cita para información. Lo hago. Y otra vez. Diez citas a Tarragona. Tarda un mes. Si pierdo esta oportunidad, necesito empezar todos los trámites del asilo. De acuerdo, ya tienes la resolución, pero no sabes qué tienes que hacer. Me remitieron a la Subdelegación del Gobierno español, allí me dijeron que era un asunto de Extranjería. Pedí cita a Extranjería. Todas estas veces que iba a Tarragona, suponían tiempo y dinero que perdía, y no iba a clase, donde también me advirtieron que tenía que seguir los cursos. Fue de infarto.
¿De dónde conseguías el dinero?
Ayudaba a limpiar la iglesia, por ejemplo, recibía dinero de donaciones o ayuda de amigos. En Extranjería me preguntaron por qué daba tantas vueltas si donde tenía que ir era a la Policía. Al final, el director de Cáritas, Joaquim, me facilitó el teléfono de una abogada. Fui a comisaría, rellené los papeles para el permiso de residencia y se quedaron con mi pasaporte palestino.
¿Hay pasaporte palestino?
Tener un pasaporte en Palestina es complicado. La Autoridad Nacional Palestina lo empezó a emitir el 1995. La gente de Cisjordania y de Gaza lo pueden tener, y la gente de Jerusalén Este tiene un documento para viajar, pero no es un pasaporte.
La UNRWA también tiene un documento para las personas refugiadas palestinas.
También tengo una tarjeta de la UNRWA con la cual, casi en todos los países del mundo, acredito que soy refugiado. Tengo el estatus de refugiado. Al final, siempre tengo problemas en los aeropuertos, por ser palestino. Habitualmente observo que, en los controles, la gente enseña el pasaporte a la policía y pasa, pero siempre te hacen parar cuando es un pasaporte palestino.
Decíamos que habías ido a comisaría para formalizar el permiso de residencia y se quedaron con el pasaporte.
Si se quedan con tu pasaporte, te tienen que dar un documento que lo acredite, para que si te pasa algo puedas justificarlo. Cuando volví el día que tocaba, mi sorpresa fue que me dijeron que tenía la solicitud de asilo aprobada de forma completa, cosa que quiere decir que no necesitas más papeles para sacar a tu familia de Palestina. Otras personas sí que necesitan más documentación de la policía para este trámite, yo no, pero estoy esperando a tener una situación mejor.
La mala noticia fue que habían perdido mi pasaporte. Me preguntaban “¿estás seguro de que está aquí?”, y yo tenía el documento de la Policía que lo acreditaba y les decía “mire, aquí lo dice”. Al final, el pasaporte había caducado y tramité otro con la embajada palestina en Madrid.
Ahora tengo asilo y residencia durante cinco años. Tengo protección internacional, pero he pedido protección contra Israel, no contra Palestina. Pero no puedo volver a Palestina porque, si vuelvo, pierdo el asilo. Pero Palestina está ocupada por Israel. Es una situación muy compleja.
¿Estarías dispuesto a volver a Palestina?
Un palestino no quiere perder la nacionalidad palestina. Ahora empiezo una vida aquí, pero no abandono el derecho a volver. Tengo el TIE (Tarjeta de Identidad de Extranjero) y un contrato laboral con Cáritas, donde a la vez continúo como voluntario. En cinco años tendré la nacionalidad española. El objetivo es tener una vida aquí y traer a mi familia.
Aquesta entrevista forma part d’Històries de refugi editat per la Fundació Acsar i l’Associació Catalunya Líban