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Esta pieza ha sido publicada en el blog Imatges per interrogar al mon de diarieduca.cat
No es de extrañar que los jóvenes busquen identificarse con sus protagonistas, como lo hace cada generación con series desde Física o Química o Rebelde Way en Merlí y Espías de Verdad, como modelos de éxito y reconocimiento social .
¿Pero qué ocurre cuando las ficciones tienden a narrar las historias desde el mismo punto de vista? ¿Cuándo las ficciones obvian representar ciertas vivencias, olvidando mostrar las dudas, el diálogo, los límites, el consenso, el gusto compartido o la diversidad en el deseo cuando hablamos de sexualidades? ¿Qué implicaciones tiene esto en la construcción de nuestras sexualidades?
Élite es una de las series con mayor éxito entre la población juvenil. Aparentemente, es un thriller en el contexto de un instituto, pero viendo las cinco temporadas estrenadas alguien podría llegar a pensar que se trata de una telenovela juvenil, de argumento flaco, pero con un mensaje claro: sexo, drogas y rock&roll (música electrónica, para llevarlo al contexto) como sinónimos de adolescencia. Y es que en el vídeo promocionando la sexta temporada de la serie, este lema de los sesenta sigue vigente como un ideal.
La propuesta audiovisual que Carlos Montero y Darío Madrona hicieron pública para la primera promoción de la sexta temporada de la serie es un grito al público, un desafío. Desde las primeras imágenes en las que vemos cómo la protagonista pone en marcha la webcam, se nos interpela situándonos como voyeurs únicos, como receptoras de esta grabación donde parece que no habrá censura y podremos encontrar todo lo que nos apetezca encontrar. Se despierta un imaginario prohibido que se refuerza con la pregunta “¿Tú, tú qué?” que escuchamos por parte de la protagonista en la pantalla.
A continuación, un compendio de vídeos amateurs podrían recordarnos a alguna plataforma de pornografía. Las sugerencias de prácticas sexuales que vemos en pantalla declaran que el sexo sólo puede ser pasional, destructor y desenfrenado. Además, en rojo, vemos proyecciones de fórmulas de física y leemos ¿Cuánto me odias? ¿Cuánto te excito? sobre los cuerpos seminutos de los y las jóvenes.
Con este inicio, es interesante preguntarnos por qué la sexualidad se enmarca dentro de un imaginario prohibido en el que se accede individualmente, online y a escondidas.
Es normal que los jóvenes tengan curiosidad por saber más, ya que, mayoritariamente, es en la adolescencia cuando se revelan los primeros deseos sexuales. Ahora bien, es problemático admitir que a este campo por descubrir sólo se puede llegar individualmente, porque supone asumir que los jóvenes irán a encontrar respuesta en las imágenes de fácil acceso, es decir, series y películas comerciales, o en el entorno digital. Y en ambos casos, las narrativas que imperan son machistas, autoritarias y agresivas. Cómo vemos en estos primeros segundos del vídeo en el que las frases ¿Cuánto me odias? ¿Cuánto te excito? apelan a la competición ya la desconfianza.
Es problemático admitir que al descubrimiento de la sexualidad sólo se puede llegar individualmente, porque supone asumir que los jóvenes irán a encontrar respuesta en las imágenes de fácil acceso, donde las narrativas que imperan son machistas, autoritarias y agresivas
Si seguimos analizando este anuncio del estreno, el escenario cambia de los vestuarios de la escuela a un fondo negro. Como si estuviéramos en la nada, vemos una ráfaga de imágenes con cuerpos fragmentados que se rozan entre ellos y se mojan bajo la lluvia. También aumenta el ritmo de la música, el techno toma protagonismo y en su compás escuchamos unas voces que se alternan anunciando “Soy lo puto mejor”, “Soy lo puto peor”. Todo ello, va a un ritmo acelerado, las voces se sobreponen como pensamientos aglomerados mientras que la expresión de los personajes pasa de la excitación a la preocupación e, incluso, al sufrimiento.
Echamos de menos complicidad, alguna sonrisa, un par de abrazos, y unas cuantas palabras; sobran empujones, miradas desafiantes, y gritos que no suenan, pero sentimos fuerte.
Seguramente no es la primera representación que vemos dónde se vinculan las vivencias afectivosexuales con el dolor, pero no por eso hay que pasarlo por alto. De hecho, en el trailer escuchamos cómo se alinean las voces para dejar paso a un flojo y sutil “No lo hagas”. Pero en la pantalla nada cambia. Y la pregunta aquí es, ¿qué es lo que no debemos hacer? ¿Cómo podemos vivir una sexualidad compartida y placentera si las representaciones que vemos de ésta tienden a mostrar violencia?
Hablar de sexualidades en aulas de secundaria suele ser una necesidad y una caja de sorpresas. Últimamente, en intervenciones en las aulas vemos que las primeras palabras que les vienen a la cabeza han pasado de ser “pene, vagina, semen” acompañadas de varias risas, a “placer, descubrimiento, deseo” y también “violencia, contracepción, consentimiento”.
Parece que los y las adolescentes de secundaria tienen un imaginario más amplio en lo que se refiere a las sexualidades que los creadores de Élite, aunque también tienen muchas dudas y curiosidades. Se preguntan por cómo son las relaciones sexuales entre mujeres, discuten sobre el concepto de virginidad, desconocen qué son las infecciones de transmisión sexual y vemos cómo se perpetúan los tabúes en relación con la menstruación.
Nos parece tan peligrosa como aburrida la idea de seguir con las narrativas de siempre, donde la sexualidad es un pozo de tentación en el que caer supone sufrimiento, engaño y desesperación. Donde los personajes que aparecen también son los de siempre, cánones de belleza omnipresentes y nuevas incorporaciones para cumplir cuotas y que no se diga que falta diversidad.
Lo de siempre ya está visto, repetido y aprendido, y quizás, si las series protagonizadas por adolescentes incidieran en el “placer, descubrimiento, deseo” mirando estas vivencias de forma positiva y tranquila, las formas de vivir las sexualidades en el adolescencia serían otras. Nos gusta imaginar estas producciones como un espacio donde la diversidad es real: de experiencias, cuerpos, orientaciones e identidades sexuales, espacios, puntos de vista. Nos gusta imaginar que los y las adolescentes se pueden identificar, y por tanto, aprender de un personaje que no reproduzca violencias ni conductas tóxicas, sobre todo, en lo que se refiere a las sexualidades, así en plural.
Clara Pelegrin y Cristina Almirall pertenecen al equipo de contenidos de la cooperativa Drac Màgic, especializada en educación cinematográfica y cultura audiovisual con perspectiva feminista.