Nacida y educada en Canadá, Karen Edge ha desarrollado la mayor parte de su carrera en el ámbito educativo anglosajón, donde observa —contra esa imagen de homogeneidad pedagógica— grandes diferencias de enfoque. Sobre todo, entre su región (Ontario, muy equitativa) e Inglaterra (más elitista). Actualmente enseña e investiga en el Instituto de Educación de la University College London.
Tras haber asesorado a sistemas escolares de todo el mundo (Chile, Kenia, Malasia…), Edge posee una amplia perspectiva sobre tendencias educativas a nivel global. En especial, en cuanto a liderazgo (cuestión sobre la que ha escrito abundantemente) y el concepto reciente de sostenibilidad educativa, que para ella se construye sobre cuatro pilares: igualdad, justicia, equidad e inclusión. Edge estuvo en Madrid la semana pasada para hablar sobre sistemas y escuelas sostenibles. Su conferencia se enmarcó en un simposio sobre liderazgo educativo organizado por la Fundación La Caixa y la Fundación Europea Sociedad y Educación.
Dice que, en cuanto a sostenibilidad, los profesores de un sistema educativo serían como los recursos naturales. ¿Qué tal se les trata? Siguiendo con la metáfora, ¿abundan los enfoques extractivos?
Los mejores sistemas tratan por lo general a sus profesores con mucho respeto. También suele haber una relación entre mayor igualdad social en el país o región y mejor trato a los profesores. En los países con altas tasas de desigualdad, aumenta la probabilidad de que se trate mal a los profesores.
¿Dónde se trata mejor a los docentes?
Diría que en los países escandinavos y en algunas provincias de Canadá como Ontario. Allí existe el convencimiento de que contar con buenos adultos ayudará a crear buenos niños. Por ello han implantado modelos tendentes a la igualdad y a la equidad, y el sistema educativo es parte integral de ese modelo. Por el contrario, en países altamente jerarquizados resulta mucho más difícil que el trabajo en el aula funcione bien. Esto se refleja, por ejemplo, en el énfasis por el rendimiento académico que conlleva la existencia de universidades de élite, las Yale, Harvard, Cambridge, Oxford…
Empiezo a ver un reconocimiento de que algunos sistemas han evolucionado de forma perniciosa para la salud de los niños, sobre todo para su salud mental
Para usted, otro aspecto básico en la creación de sistemas educativos sostenibles es que sean capaces de proporcionar bienestar. Algunos países asiáticos como Japón o Corea del Sur puntúan muy alto en las evaluaciones internacionales, pero con frecuencia a costa del bienestar de sus alumnos.
Algunas cosas están cambiando. Singapur está reformando su sistema para rebajar esa presión y que el bienestar empiece a ocupar un lugar central en el currículum. Curiosamente, buena parte de la oposición a la reforma viene de las familias, que piensan que la escuela no debería tener nada que ver con el bienestar de sus hijos, sino con su mero rendimiento. En China, también hay intentos para reducir el enorme peso que tienen las clases particulares y las academias en la competición por acceder a las mejores universidades. Empiezo a ver un reconocimiento de que algunos sistemas han evolucionado de forma perniciosa para la salud de los niños, sobre todo para su salud mental.
De forma inversa, preocuparse por el bienestar de los alumnos no pasa, supongo, por que se sientan siempre bien. Habrá momentos en que haya que hacerlos dudar, retarlos, lograr que se pregunten cosas sobre sí mismos.
La semana pasada estuve en India trabajando con un grupo de alumnos de diferente origen, la mayoría de entornos altamente vulnerables. Se trataba de desarrollar las competencias necesarias para que pudieran convertirse en adultos saludables. A veces hubo que pasar por conversaciones o dinámicas duras. También hay que enseñar a los alumnos que no siempre hay que sentirse bien, que la vida no va de estar siempre feliz.
Volvamos a la metáfora del profesor como recurso natural. Usted señala que, en varios países, ese recurso escasea cuando se trata de centros especialmente vulnerables. Pocos profesores quieren ir allí y otros deciden abandonar tras un tiempo. ¿Hay que incentivar, mimar a esos docentes que más desafíos encuentran?
Por alguna razón, el término incentivo tiene una connotación negativa en educación. Una buena opción es permitir, como ocurre en Ontario, que los docentes de escuelas difíciles puedan rotar durante un tiempo y pasar algún curso en otro centro, por ejemplo en una escuela rural donde el nivel de intensidad sea menor. Esto les permite, por así decirlo, recuperarse y atender mejor a sus necesidades emocionales. En Inglaterra, sin embargo, se destina con frecuencia a centros complicados a jóvenes profesores recién graduados. Llegan muy motivados, deseosos de enseñar en entornos vulnerables, pero pasados unos años muchos se queman y abandonan la profesión.
En cualquier caso, me gustaría remarcar que las dificultades para enseñar existen en todo tipo de centros. En los colegios a los que acuden los hijos de familias ricas, a veces los padres están demasiado encima de la educación de sus hijos. O, por el contrario, no tienen tiempo para ellos porque están volcados en su trabajo. Y esto genera problemáticas que dificultan la docencia.
También hay que enseñar a los alumnos que no siempre hay que sentirse bien, que la vida no va de estar siempre feliz
La idea de un sistema educativo sostenible tiene mucha fuerza como horizonte. En los muchos sistemas que usted conoce bien, ¿se avanza en esa dirección?
Me gustaría pensar que sí, sobre todo en términos de inclusión, pero no tengo mucha confianza en que sea el caso. Cuanto más trabajo y conozco, cuanto más avanzo en la educación de mi propio hijo, más convencida estoy de que la única forma de hacer que nuestros sistemas sean más inclusivos y equitativos pasa por poner el foco en las relaciones. Entre profesor y alumnos. Entre los propios alumnos. Hemos de aprender a detectar patrones de comportamiento que promueven o no la inclusión. Hay tantas interacciones que ocurren un día cualquiera en un aula… Sutiles, incluso invisibles, pero a veces altamente destructivas. No es fácil que un profesor encuentre el equilibrio para tratar siempre bien a todos sus alumnos, pero un sistema sostenible ha de ayudarle a conocer mejor cómo funcionan esas interacciones. Y qué puede hacer él o ella para mejorar. Para generar en clase una cultura inclusiva y basada en la equidad.
Durante el simposio, ha contado la experiencia por la que pasó su propio hijo [el padre, londinense, tiene orígenes de Sri Lanka y la Isla de Antigua]. Alguien decidió que nunca podría ser un estudiante excelente. No sé si he entendido bien. O quizá me cueste creer que sufriera un caso de racismo tan evidente.
Levantaba la mano para intervenir y el profesor [o profesora, Edge no especifica si era hombre o mujer] le ignoraba completamente. Veía cómo en clase se favorecía a los alumnos blancos. Y cómo se trataba bastante mal a sus compañeros negros. Se suponía que era un buen colegio, comprometido con la diversidad etc. Me da miedo pensar qué puede ocurrir en otro tipo de centros. Es muy importante que los profesores comprendan por qué actúan de determinada manera, aunque lo hagan de forma inconsciente. Que estén dispuestos a cuestionar sus propias creencias y asunciones.
Es muy importante que los profesores comprendan por qué actúan de determinada manera,que estén dispuestos a cuestionar sus propias creencia
Habrá docentes que piensen que, para cultivar la dimensión emocional del aula, han de bajar las ratios, tener menos burocracia…
Hay cosas muy fáciles de llevar a la práctica. Solo pasan por reflexionar sobre ciertos asuntos. ¿Cómo formulas las preguntas en clase? ¿Procuras equilibrar a quién preguntas? Entre chicas y chicos, entre alumnos de diferente origen. Es un primer paso muy sencillo.
Aunque a nivel sistémico la sostenibilidad educativa perfecta se antoje difícil, supongo que sí nos podemos acercar bastante a ella a nivel de centro.
En cualquier país puedes encontrar escuelas que se preocupan mucho por que todos los alumnos se sientan incluidos. Y se ven los resultados. Un sistema puede observar qué se hace en esos centros de referencia en cuanto a sostenibilidad. Pero no a través de informes u observación indirecta, sino yendo allí, conviviendo durante un tiempo con profesores, alumnos y familias. Y buscando formas para compartir esa sabiduría con otras escuelas para que vean que es posible.
¿Sirve mejor un ejemplo de escuela sostenible cuando existe mucha diversidad por perfil de alumnado? Quizá en un centro homogéneo y favorecido —digamos con todos los alumnos blancos y de origen socioeconómico medio-alto— no tenga mucho mérito.
No estoy segura. Diría más bien que tiene tanto (o incluso más) valor ayudar a los alumnos de ese hipotético centro homogéneo a entender sus privilegios, sus acciones y sus emociones. Y a procurar que sean capaces de entender cómo otras personas pueden experimentar el mundo de forma diferente. En ese tipo de centros, puede ser un gran reto promover un conjunto de valores que, como sociedad, nos permitan convivir mejor.
Sin perder de vista que un sistema totalmente sostenible es un ideal, ¿cuál de los que usted conoce se acerca más a esa utopía?
Reconozco que no soy objetiva con Ontario. Pero lo cierto es que allí el hecho de ir o no la universidad tienen muy poco que ver con la renta de tus padres. La mayoría de mis compañeros en la universidad eran la primera generación con estudios superiores de sus familias. Uno de mis mejores amigos vivía en un barrio de Toronto infestado de droga, con altas tasas de criminalidad. Hoy es un médico muy respetado. No es una historia única, aunque desde luego resulte excepcional. Ontario es un sistema altamente equitativo. El actual gobierno conservador está intentado destruir muchos de los increíbles logros que se han alcanzado. Pero la estructura que se ha ido construyendo con los años —apoyada por el trabajo de los sindicatos, por la estrecha colaboración entre funcionarios, agencias de apoyo a docentes etc— no se lo está poniendo fácil.
Siempre es mejor trabajar en un lugar donde el equipo directivo confía en ti, donde puedes explorar tus propias ideas, donde se te respeta lo suficiente
En esa aspiración de sostenibilidad educativa, ¿necesitamos comprender mejor cómo interactúan los distintos elementos de un sistema?
Uno de los principales problemas es que se financian pocas investigaciones a largo plazo. Lo habitual son periodos de uno a tres años, muy raramente llegan a los 10 años. Se priorizan los efectos a corto plazo y se ignoran los efectos inintencionados, sean buenos o malos. Y los sistemas educativos son como los ecosistemas naturales: muchas veces, cambias algo y ocurren cosas que no habías previsto.
Durante la mesa redonda en la que ha participado, una directora de Cataluña ha señalado que su estilo de liderazgo pasa por hacer sentir líderes a todos los miembros del claustro. ¿Le gusta?
Siempre es mejor trabajar en un lugar donde el equipo directivo confía en ti, donde puedes explorar tus propias ideas, donde se te respeta lo suficiente como para darte responsabilidades. Al dar al docente la posibilidad de crecer y desarrollarse, pocos dirán “no, gracias”.
1 comentario
Me ha encantado esta reflexión entera y me gustaría destacar que en España hay también muchos profesores, directores, orientadores, gestores de colegios… que realizan bullying/mobbing a alumnos, compañeros… que humillan y se ríen de sus compañeros como si nadie les escuchara… Y algunos de ellos se atreven a dar charlas sobre educación (con minúscula y mayúscula) y se consideran líderes, parecen jefes de una secta, no autoreflexionan y se creen de los grandes…
I have loved this entire reflection and I would like to highlight that in Spain there are also many teachers, directors, counselors, school managers… who bully/mobbing students, classmates… who humiliate and laugh at their classmates as if no one will listen to them… And some of them dare to give talks on education (with small and capital letters) and consider themselves leaders, they seem to be heads of a sect, they do not reflect on themselves and they think they are great…