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Este reportaje forma parte de una serie de artículos sobre la situación de las personas refugiadas palestinas en el Líbano y la falta de derechos en aspectos como la vivienda, la salud, la educación, el trabajo o la infancia.
Más de 1.275 estudiantes refugiadas palestinas abandonaron la escuela durante el curso 2020-2021 en el Líbano, según el informe ‘Luchando para sobrevivir en el Líbano’, elaborado por la UNRWA, que señala que, durante el confinamiento motivado por la pandemia de la Covid-19, el alumnado experimentó “pérdidas de aprendizaje” a causa del cierre de las escuelas y de la infraestructura de comunicaciones poco desarrollada al país, hecho que dificultó el seguimiento de las clases en línea.
Gran parte del alumnado se desvinculó de la escuela por la carencia de conexión estable a Internet, de dispositivos inteligentes y de apoyo académico de la familia. Una vez reabiertos los centros, los cortes de electricidad continúan afectando las horas y la calidad del estudio, y el encarecimiento del precio del transporte hace muy complicado poder asistir a clase si la escuela se encuentra lejos de casa.
Otro informe de UNICEF de 2021, ‘Sobrevivir sin lo básico’, remarca que 3 de cada 10 hogares encuestados recortaron el gasto en la educación para hacer frente a las pérdidas de ingresos, y un 12% de las casas enviaron niños y adolescentes a trabajar.
“No tenemos datos de abandono escolar, pero hemos notado un incremento”, confiesa Huda Samra, responsable de la oficina de comunicación e información pública de la UNRWA en el Líbano. “Hay varios motivos, la mayoría son motivos económicos. Los padres los sacan de la escuela para hacerles trabajar y generar ingresos porque muchas familias no tienen dinero para comprar pan”.
“La educación es gratuita e incentivamos a los padres y las madres, a través de sesiones de concienciación, para que los hijos y las hijas continúen yendo a la escuela. Si las trabajadoras sociales notan que alguna familia permite que no vayan a la escuela, hablamos con ella y recomendamos firmemente que vuelva, intervenimos para que vuelva”.
Además de las razones económicas para dejar los estudios, hay personas que dudan de qué sentido tiene ir a la escuela y la universidad en un país en el que después no pueden trabajar de la profesión que desean sólo por el hecho de ser palestinas. “Se preguntan ‘¿por qué tengo que estudiar si después no puedo encontrar trabajo?’. Hay esta falta de esperanza porque piensan que viviendo en el Líbano hay muchas restricciones al derecho de trabajar y que cuando finalicen los estudios no encontrarán trabajo”.
La UNRWA cuenta con 65 escuelas en el Líbano, dentro y fuera de los campos, que atienden a 39.000 estudiantes palestinas, ya sea procedentes de Palestina, del Líbano o de Siria. “Nuestro mandato cubre solo palestinas. A veces, te puedes encontrar a una o dos alumnas que no son palestinas por razones muy excepcionales, quizás porque viven dentro del campo y, si no las atendemos, estarán completamente fuera del sistema escolar, y excepcionalmente podemos aceptarlas en nuestras escuelas, pero el 99,9% son palestinas”.
Mientras las necesidades y los gastos de las refugiadas aumentan, la financiación de la UNRWA no crece al mismo ritmo, y esto quedó muy patente durante el coronavirus. “No pudimos dar a todo el alumnado dispositivos para estudiar en línea. Tampoco habría sido posible sin conexión a Internet. Teníamos que dar tarjetas recargables y no había para todo el mundo”, lamenta Huda Samra. La responsable de Naciones Unidas reconoce que “la situación es realmente mala en cuanto a proporcionar una educación de calidad y la ratio de estudiantes por clase es muy alta, y esto no es bueno, ni para el alumnado ni para el profesorado. Hay clases con 45 estudiantes”.
No hay espacio en las escuelas públicas para estudiantes palestinas
El transporte para ir a la escuela se ha convertido en otro de los grandes inconvenientes, puesto que a muchas familias les es imposible pagar el bus escolar o ir en coche. “En algunas ciudades hemos dado ayudas para el transporte escolar, pero no hemos llegado a todo el mundo, hemos procurado priorizar a grupos de alumnos que viven lejos de la escuela, pero no es suficiente, y hemos intentado buscar socios locales y asociarnos con alguna ONG”.
En Burj el Shemali sufren estas dificultades del transporte. El responsable del centro de BAS, Abu Wassim Mahmoud El Joumaa, critica que en el campo no hay escuela de secundaria y que el alumnado tiene que ir hasta Rashidieh o hasta Al Buss, que están a 5 y 3 kilómetros, respectivamente. En un país donde el salario mínimo es de 675.000 libras libanesas (450 dólares), para muchas familias es inviable pagar las 85.000 o 50.000 libras en el día que cuesta ir a la escuela de los campos próximos. “Hemos pedido ayuda a la UNRWA para el transporte, pero no hay respuesta”, remarca.
Para Abu Wassim Mahmoud El Joumaa, “los problemas en los campos están aumentando, sobre todo en Burj el Shemali, donde la mayoría de las familias trabajan en la agricultura y sus ingresos son de menos de 3 dólares al día. Un pollo cuesta el doble. No tienen ni para comprar un pollo. Hay pobreza dentro y fuera de los campos, esto quiere decir que ganan menos de 100 dólares en el mes, y no hay bastante para comer, transporte, ropa, tratamientos médicos y necesidades para los niños. Es una situación nefasta”.
Desde BAS, cuentan con financiación de ONG internacionales y de personas a título individual que colaboran en la educación de las refugiadas. “Tenemos un grupo de amigos que nos ayudan, que viven en los Emiratos, y hemos conseguido que unas cien personas vayan a la universidad o cursen formación profesional. Estos amigos originalmente eran de los campos de refugiadas palestinas y ahora están en los Emiratos. Uno de ellos iba conmigo en la escuela”.
Los centros de BAS tienen también guarderías para las familias de los campos y alrededores y se encargan de su educación antes de que vayan a las escuelas de la UNRWA a hacer primaria. Este año, por ejemplo, en la guardería de Chatila han dedicado las últimas semanas a la importancia del agua y la fiesta de fin de curso ha ido destinada a juegos, dibujos y actividades para concienciar sobre cómo es de preciado este bien natural.
Alentamos a los niños y las niñas desde pequeñas para que tengan una buena educación
Las pequeñas han expuesto dibujos sobre el recorrido del agua desde un depósito hasta el grifo y sobre la riqueza del fondo marino para mostrar cómo es de importante tener cura de la natura y del planeta. El último día de clase han organizado un festival con música y danza en el que el alumnado ha representado a la lluvia, el sol y la agricultura con sencillos disfraces para mostrar como llega la comida a mesa.
“Estamos muy orgullosas de todo lo que han trabajado. Alentamos a los niños y las niñas desde pequeñas para que tengan una buena educación. Es indispensable para las refugiadas”, ilustra su profesora Jamile Shehadé. “Queremos que esta generación estudie. Alumnos que quieren estudiar y tienen un buen nivel pueden continuar su formación e ir a la universidad, pueden tener algún patrocinador que lo financie”. Ella misma estudió en la UNRWA y, a pesar de que ha tardado años porque el trabajo no se lo permitía, a los 58 se ha sacado el título de maestra.
“En casa siempre me animaron a estudiar. Hice primaria y secundaria y hasta ahora no he podido acabar la universidad, que era mi sueño. Yo intento contagiar estas ganas”, destaca la Jamile Shehadé. “En nuestros centros, la educación supone dar esperanza a los niños y a los jóvenes. Para que los adolescentes no abandonen los estudios, proponemos diferentes cursos de formación profesional, como construcción o pintura, y tenemos muchos proyectos, gracias a diferentes financiaciones de amigos de Europa, del Japón, de Malasia y otros lugares”.
Texto extraído del informe ‘Sobreviure als camps de refugiades. La població palestina al Líban pateix una manca crònica de drets‘ editado por la Associació Catalana per la Pau, l’Associació Catalunya-Líban y la Fundació ACSAR.