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La crítica persigue al diseño universal de aprendizaje (DUA) desde hace años, aunque tras la promulgación de la Lomloe, en España, se ha recrudecido. ¿Se trata de una metodología o de un marco conceptual? ¿hay evidencia de que funciona o no la hay? ¿Es un negocio lucrativo para unos cuantos? ¿Deja al docente a los pies de los caballos, tendrá que dedicar mil horas más para diseñar materiales y estrategias para su alumnado?
Coral Elizondo es una de las mayores expertas en el DUA. Es maestra y licenciada en Psicología en la especialidad de Psicología Educativa, además de haber pasado por la formación de CAST, la entidad detrás del diseño universal para el aprendizaje. Ha escrito varios libros sobre el tema (https://www.coralelizondo.com/mis-libros/), además de impartir formación sobre la implementación de este “marco conceptual”, como ella misma lo llama. Conoce, además, las críticas tanto o más que el propio modelo.
Para ella, no es una metodología porque “el DUA no te dice un método”, sino que se basa en tres principios que se apoyan a su vez en nueve pautas que pueden evaluarse mediante 31 puntos de verificación, explica. “Lo entendemos como un marco que nos guía, con sugerencias organizadas en pautas que permite diseñar de manera más accesible y desafiante”.
Pero, ¿qué es el DUA?
Esta es la primera y seguramente la más complicada pregunta. Juan Fernández, docente de secundaria y dedicado casi en cuerpo y alma a la lectura de evidencia científica con la que mejorar las prácticas educativas, señala que el diseño universal para el aprendizaje nace en 1984 de la mano de una empresa, CAST, centrada, en un principio, en la utilización de la tecnología para acercar el currículo escolar al alumnado con diversidad.
Sale de los postulados arquitectónicos de los años 60-70 que abogan por la eliminación de las barreras arquitectónicas en el urbanismo y la construcción. La idea llega a la educación con la misma filosofía, que todas las personas tengan acceso al aprendizaje independientemente de su situación o condición de partida.
Para él, hay elementos que pueden y deben ser criticados del sistema de difusión de CAST. El primero de ellos estriba en el grupo que impulsó el DUA hace 40 años, el CAST, “una empresa que parece pretender el monopolio con los derechos de uso y certificación”, explica este docente al teléfono.
Como explica Elizondo, CAST crea la marca DUA (UDL. Universal Design for Learning, en su nombre en inglés) y bajo él engloba sus principios, pautas y puntos de verificación. Insiste, eso sí, que no es obligatorio formarse con la empresa para hacer prácticas DUA en el aula.
Asegura que es complicado, aunque hay elementos sencillos que pueden ponerse en marcha y son DUA. Por ejemplo, si se pretende trabajar un contenido, pero tienes un estudiante con dislexia, tal vez sea mejor no trabajar con texto escrito y buscar una alternativa para todo el mundo. “Pero ¿no va a leer nunca? Sí, cuando ese sea el objetivo”, ejemplifica la autora.
En cualquier caso, la polémica le persigue por la base teórica que utiliza CAST para darle empaque. En ella se mezclan cuestiones relacionadas con la psicología evolutiva y de la educación, así como con la neuroeducación, explica Elizondo, al mismo tiempo que se acerca a planteamientos abiertamente erróneos, como las inteligencias múltiples.
Para Elizondo, de lo que se trata es de facilitar al alumnado cuantas más modalidades de aprendizaje, mejor. Con “propuestas sensoriales diferentes, dice, más vínculos podrán hacer los estudiantes con sus conocimientos previos, independientemente del DUA”.
Fátima García Doval es maestra, licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, así como doctora en Didáctica e innovación escolar. Se muestra prudente y señala la necesidad de distinguir entre las prácticas de diseño universal en educación, enfoque que ella defiende, y el DUA tal y como lo propone CAST. En muchas ocasiones ambas aproximaciones se confunden en el debate. Además, resalta la importancia basar las prácticas del diseño universal en la “buena ciencia” para evitar “costes de oportunidad” cuando el docente fundamenta sus decisiones en “psico-edu-neuro-mitos”. Es decir, que esté realizando actividades sin fundamento que no consigan ningún impacto reseñable en los aprendizajes.
Para esta docente, aunque el diseño universal no funcione todas las veces para el 100 % de las personas en el aula, está claro que “es inclusión para muchos, muchísimos, una buena parte de su escolaridad o a lo largo de toda ella” y, en cualquier caso, se trata de una decisión “moral”, y también de obligado cumplimiento, la de la inclusión de todas las personas y la utilización del diseño universal para conseguirlo. Todo esto puede hacerse al margen de la marca DUA pero manteniendo el enfoque del diseño universal en la educación.
¿Un acercamiento por alumno?
La personalización del aprendizaje, su individualización, es una de las ideas que más circula en el discurso educativo de los últimos años. Conseguir que cada chica y chico adquieran la mayor cantidad de conocimiento parece una obsesión que puede hacer como el sueño de la razón de Goya, producir monstruos.
Según Paula Bloom, el DUA se basa en tres puntos clave: la manera en la que se accede a la información en la escuela; las formas de participación de niñas y niños y, finalmente, las estrategias de compromiso con le aprendizaje. Sobre esta base, critica el que haya que programar para cada chaval y sus gustos y particularidades concretas. “Es insostenible con una maestra”, dice, además de que “no está basado en ninguna evidencia que demuestre que mejora los resultados”.
Para esta maestra, aunque se encuentra en las antípodas del discurso de la cultura del esfuerzo, sí ve necesario que niñas y niños se vean expuestos a diferentes estímulos, aunque no sean los de su mayor agrado.
“¿Qué pasa con un niño que solo quiere participar por la vía digital mediante juegos interactivos?”, se pregunta esta maestra. “Tendrás que hablar, debatir, proponer, escribir, pintar…, continúa. No puedes restringir a una única vía de participación” en el aula, dice. “Hay que exponerles a todo lo posible para que experimenten. La escuela ha de ser un espacio de experimentación. Si ella, habría cosas que niñas y niños no experimentarían”.
Para ella, “pensar que solo abriendo vías a que cada uno haga lo que le plazca es la forma de democratizar la escuela es caer en la dictadura del individualismo”. Esta maestra cree que con esta mirada lo que se consigue es que quien vaya bien, mejorará, pero quienes tengan problemas tanto educativos como sociales, se quedarán atrás.
Quienes defienden el uso de herramientas como el DUA para la personalización de la educación lo ven de otra manera. No se trata de programar múltiples actividades o materiales para que un mismo aprendizaje llegue a todo el alumnado. Si uno quiere enseñar algo concreto a su alumnado (los 25-30 de clase), no tiene que preparar mil opciones para la misma sesión de clase. La idea es que con un solo material se tenga en cuenta al mayor número posible.
Fátima García lo explica de la siguiente manera. “Personalizar el aprendizaje, desde un enfoque generalista del diseño universal en la educación, se entenderá como, por ejemplo, no generar PDF por escaneo porque no son accesibles, usar tipos de letra que faciliten la lectura, poner a disposición del alumnado el archivo en formatos accesibles en el aula virtual, aceptar trabajos más gráficos que textuales cuando la persona tiene serias dificultades de expresión escrita, etc. Otra persona que crea firmemente en las IM puede creer que es hacer 8 versiones de la misma actividad, una para los lógico-matemáticos, otra para los cinestésicos, otra para los intrapersonales. Por supuesto esta aplicación del DUA no es adecuada y va contra el consenso científico”.
Mitos y evidencias
En los últimos años, la polarización en educación cada vez es mayor y el uso de las evidencias de la investigación para reafirmar la posición o atacar la contraria cada vez es más común. Y el DUA no está libre de polémica en este sentido.
En los primeros años basó parte de su argumentación en la necesidad de ofrecer al alumnado diferentes formas de acceder a la información que estuvieran en consonancia a sus estilos o gustos a la hora de acceder a la información (más visual, cinestésico…). Con ello, acercaba sus argumentos a las inteligencias múltiples y a los estilos de aprendizaje.
Con los años, esta fundamentación ha perdido fuerza, pero la ha ganado otra que tampoco ayuda a quienes defienden su uso en las aulas. Se trata de las tres redes neuronales que operan en el cerebro alrededor del aprendizaje. “Tienen más de neuromito que de verdadera ciencia, se aproximan peligrosamente a los cerebros triunos o divididos…”, asegura García Doval.
Coral Elizondo, como defensora del diseño universal para el aprendizaje, este tema de las redes neuronales es criticable. “Yo lo quitaría”, asegura, puesto que el cerebro no funciona de la forma en la que suele representarse estas redes, desconectadas unas de otras, sino todo lo contrario.
Entonces, ¿la cuestión está en saber si el modelo ofrece ventajas medibles en cuanto al rendimiento de todo el alumnado? García Doval se sale de ese marco de interpretación para asegurar. “Cuando hablamos de diseño universal en la educación (no necesariamente del DUA tal y como CAST lo propone a día de hoy), lo primero que hay que decir es que las evidencias tienen poco que aportar aquí. Es una decisión moral y, por tanto, social”.
Y compara esta situación con la eliminación de la segregación racial en las aulas de Estados Unidos en los 60. “Las preguntas eran las mismas y las dificultades para recoger evidencias similares. Las escuelas segregadas eran, a decir de muchos, ‘mejores para el alumnado de color’. Era por su bien”.
García Doval cree que acciones como redactar de forma clara y sencilla las preguntas de un examen, usar modelos 3D, o ciertas tipografías, etc. ayuda a todo el alumnado. “No tiene sentido preguntarse si estos enfoques funcionan. Obvio que sí. Y podemos demostrarlo empíricamente”. Para ella el problema está en intentar demostrar si un enfoque del diseño universal, basado en inteligencias múltiples, como podría parecer el DUA de CAST, funciona. En este caso, podrán aparecer datos que establezcan correlaciones, pero no causalidades entre eventos.
Esta docente asegura que “en lugar de esperar a que surjan dificultades no deseables, de las que no son un reto sino una barrera, que frustran al alumnado y minan su sentido de la autoeficacia, el diseño universal en la educación desde una visión genérica propone diseñar de modo accesible y para todos desde el origen”.
Juan Fernández, lo explica de otra manera, pero viene a decir lo mismo. Los estudios que se realizan son demasiado amplios en cuanto a lo que quieren medir, de manera que no es posible saber qué elementos han causado qué efectos. Pero defiende que hay que rescatar del DUA aquellas medidas que sean aplicables y que mejoren la accesibilidad.
“Falta más investigación de calidad”, asegura. Como explica, cuando se pone en marcha el DUA pueden entrar en juego muchas actuaciones al mismo tiempo, desde cambiar el mobiliario, la decoración, la creación de materiales o actividades, la modificación de espacios, etc. De esta manera es imposible saber qué ha causado qué”.
Recursos
Juan Fernández apunta otra de las claves que enfrentan a no pocas personas con el DUA. “Cuando todo lo anterior se junta con un sistema educativo empobrecido de recursos, hay gente que se enfada porque la realidad no da para más”. Sobre todo, si se piensa que se trata de programar y crear materiales diferentes para la misma actividad en cada aula. No parece haber tiempo en la agenda para tanto trabajo de una sola persona.
García Doval completa su análisis . “Es que no es un método cerrado, así que no se pueden establecer unas condiciones mínimas. El diseño universal en la educación es una propuesta contextual. Hay intervenciones que pueden ser masivas, rápidas y para las que importe poco la ratio de aula o de centro”, asegura.
Entre estas medidas entiende la maquetación accesible de textos, el uso de colores adecuados para evitar problemas a las personas daltónicas (azul y naranja preferiblemente, frente al rojo y verde habitual), modelos 3D que el alumnado pueda manipular, tipografías claras y limpias. Eso sí, “hace falta formación de calidad que se centre en lo importante en lugar de en elementos cosméticos y probablemente accesorios. Por ejemplo, la visión del DUA de CAST incorpora interminables listas de verificación para valorar si una actividad es accesible y eso es lo que no puede ser”.
Elizondo cree que esta lista de criterios de verificación que se utilizan para saber si la actuación o el material diseñado responde a las necesidades del alumnado debe utilizarse como una guía, no hay que pensarla como una comprobación sistemática de todo lo que se hace. No todas las acciones deben responder positivamente a esta lista.
Tanto para Bloom como para Fernández, uno de los problemas que se encuentran en lo relacionado con el DUA es que, en ocasiones, mostrarse escéptico con su uso o con su impacto parece equivaler con negar la posibilidad de la inclusión educativa. O estás con el DUA o estás en contra de la inclusión.
En este sentido, la maestra señala que más allá de la discapacidad, hay otras diversidades en el aula que pueden ser más complicadas de manejar desde el DUA como las relacionadas con el género, la raza, la clase social. “Y requieren de una reflexión política”. “Tenemos que entender y visibilizar todas las realidades que hay en un aula”, continúa.
¿Qué es CAST?
Lo que busca este marco, afirma, es mejorar la experiencia de aprendizaje de todo el alumnado. Y para ello, pone el foco en las barreras de aprendizaje, y no en las personas que las encarnan. Es decir, como en su origen arquitectónico, cuando diseño la entrada de un edificio si puedo poner una rampa, mejor que una escalera. Si puede estar a la altura de la calle, mejor que tener una rampa.
Fernández, crítico informado, señala que, además, “la fundamentación teórica detrás del DUA es peculiar: hablan de las tres redes neuronales del aprendizaje o de modos de representación diferentes (visual, auditivo, etc.), lo que pone el foco en los estilos de aprendizaje de cada uno, en vez de la mejor manera de aprender un material; es mala idea”.
Para Fernández, CAST debería ganar en transparencia en relación a sus estudios y resultados, y a la información que manejan. Además, debería tener más cuidado porque “su fundamentación teórica puede llevar a errores graves que pueden perjudicar precisamente a los más vulnerables”. Aboga, por último, a una mayor implicación de las instituciones públicas para comprobar los beneficios de cualquier medida educativa. “Lo ideal sería que hubiese más grupos de investigación dedicados a proponer medidas que mejoren la inclusión e implicados en la realidad del aula, como sucede, por ejemplo, con la evaluación formativa”.
Para García Doval, CAST, además de ser la entidad que acuñó en su momento el acrónimo DUA, tiene una “versión restrictiva” del diseño universal en la educación. La entidad ha pasado con el tiempo, explica, de tener una visión más genérica del DUA a ir cerrando el foco hacia “un protocolo mucho más controlado y cuya fundamentación científica ha ido haciendo aguas progresivamente”.