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El dos de mayo se conmemora, como cada año, el día mundial contra el acoso escolar. Una lacra que afecta, solo en la etapa de educación primaria, a uno de cada 10 alumnos, según las cifras presentadas recientemente por Macmillan Education. La realidad de los centros de educación secundaria y bachillerato es aún más cruenta y las víctimas de bullying se cuentan por miles cada curso. Una tendencia que tiende a acrecentarse con el paso del tiempo, sin que desde las instituciones educativas ni desde los poderes públicos se haga lo suficiente para ponerle freno. Para más inri, las consecuencias psicológicas de haber sufrido este tipo de acoso durante la infancia y la adolescencia pueden resultar irreversibles y lastrar a la víctima durante toda su vida, por ejemplo, en materia de relaciones sociales.
Pelayo Rodríguez tiene 21 años, es asturiano y cursa un Grado Superior de Sonido en CISLAN. Además, es un ferviente aficionado al fútbol y a la danza. Su testimonio es el de una de las muchas víctimas de acoso escolar en nuestro país. Seis años después, aún no es capaz de comprender por qué sus compañeros de clase en el IES Río Nora de Pola de Siero, los que hasta entonces eran sus amigos y amigas, decidieron hacerle la vida imposible durante tres cursos, de segundo a cuarto de la ESO. Tres años en los que apenas salía de su casa, víctima del miedo. Pelayo se acostumbró a vivir (o sobrevivir) entre golpes, insultos y amenazas. Por fortuna, su propia entereza y el apoyo de sus seres queridos le permitieron dejar atrás esta difícil situación y seguir adelante. Aunque, como él mismo reconoce, no todo el mundo cuenta con la ayuda necesaria para superarlo… Hoy cuenta su historia en su primer libro, Una sentencia llamada bullying.
¿Cuándo tiene lugar el acoso?
Todo empezó en segundo de la ESO y se mantuvo hasta cuarto. Eso sí, no siempre fue el mismo tipo de acoso… Al principio era una especie de pre-acoso: empezaron a dejarme de lado, a distanciarse, a hacerme ver que ya no tenía cabida en el grupo y que no querían tener ninguna relación conmigo. En tercero empieza el acoso en sí: agresiones físicas y psicológicas. Esto incluye persecuciones por la calle, pequeñas amenazas por WhatsApp, llamadas con número oculto y también a través de las redes sociales.
Ya en cuarto me apunté a una escuela de baile moderno y, a raíz de eso, fruto de los prejuicios de la sociedad en la que vivimos, empecé a recibir todo tipo de insultos. Además, las agresiones físicas se intensificaron, también el cyberbullying… Incluso venían hasta mi casa, llamaban al telefonillo y, cuando les ignoraba, llamaban a otro vecino para que, inocentemente, les abriese. Llegaban hasta la misma puerta para molestarme e intimidarme. Siempre coincidiendo con que mis padres no estaban.
En total, tres largos años sin salir apenas para pisar la calle porque amenazaban con darme una paliza o partirme las piernas.
¿Quiénes lo ejercían?
El acoso lo ejercían tanto chicas como chicos. Las chicas tenían el poder, “movían el cotarro” y ejercían el daño psicológico. Por otro lado, estaban los chicos, que hacían lo que las chicas les decían. No obstante, todos tenían potestad para atacar. Si uno decía “vamos a por él”, los otros iban detrás.
Lo más triste es que era mi grupo de amigos. Con los que jugaba al fútbol antes de coincidir en el instituto. Luego me empecé a integrar en la pandilla. Todo iba bien. Todo el mundo quería verme y quedar conmigo. Esa misma gente, no se sabe muy bien por qué, fue la que decidió darme la espalda, clavarme la daga y hacerme una herida que nunca se terminará de cerrar.
¿A qué se debía el acoso? ¿Era gratuito?
No tengo una respuesta al porqué. Realmente yo nunca llegué a saber el porqué. Pedí explicaciones al respecto. Traté de comprender por qué a mí, por qué me había tocado pasar por esto y por qué quienes había considerado mis amigos me dieron esta puñalada por la espalda. Nunca obtuve respuesta.
Dices que nunca obtuviste una respuesta. ¿Has vuelto a ver o a hablar con sus acosadores?
No exactamente… A raíz de la publicación del libro, hubo quien me escribió para pedirme perdón. Sobre todo, algunos testigos que, a pesar de estar presentes en muchas ocasiones, no hacían nada por evitar el acoso. Años después me dijeron que no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo ni de lo que yo estaba sufriendo. Les creo. Pero estoy seguro de que no era así en todos los casos…
Parece que, socialmente, se trata de transmitir la idea de que ante las injusticias no hay que callarse pero, por desgracia, esto no siempre es así. Creo que mucha gente sí era consciente, pero no hacían nada por temor al efecto búmeran, a convertirse también ellos en víctimas del acoso.
¿Llegaste a contárselo a tu familia mientras tenía lugar el acoso?
Durante los tres años que duró el acoso no le conté nada a nadie. Era todo para mí. Era muy avaricioso… (Ríe). Por desgracia, todas las víctimas de bullying estamos cortados por el mismo patrón. Todos tardamos años en contarlo y en pedir ayuda…
Mis padres no son tontos. Sabían, obviamente, que algo no iba del todo bien porque de repente dejé de salir de casa y de verme con mis amigos. Pero hasta el día que me desperté llorando y suplicando que no quería ir a clase no saltaron las alarmas. Ahí fue cuando se dieron cuenta de que lo que estaba ocurriendo en el centro era mucho más grave de lo que pensaban.
Por suerte, puedo decir que, a raíz de que todo estallase, mi familia me ha apoyado sin reservas. Este apoyo es imprescindible. No se puede salir solo del agujero.
¿Y desde el centro? ¿Hacían algo desde la dirección o el profesorado por remediar la situación?
Con respecto a los profesores, había de todo. Había quien sí se interesaba por el asunto y trataba de hacer lo posible por ayudarme y defenderme ante los agresores. A estos les debo mucho. Pero también había quien prefería no “meterse en jardines”. Incluso alguno me culpaba a mí…
Sobre el papel que jugaron los profesores tengo una anécdota bastante representativa: un día mis compañeros comenzaron a agredirme en clase. Yo grité que, por favor, parasen y comencé a llorar. Entonces la profesora que estaba a nuestro cargo amenazó con expulsarme. En ese momento te quedas en shock. Pronto me di cuenta de que el profesorado no siempre iba a estar de mi lado.
Por supuesto, la dirección del centro siguió sin tomar ninguna medida. Incluso cuando todo salió a la luz…
Es duro…
Es muy duro, pero es lo que hay. Cada uno tiene su historia y a mí me tocó vivir esta. Por fortuna, hoy saco una lectura positiva de todo aquello y es que, a través del libro, puedo ayudar a quien esté atravesando en la actualidad o haya atravesado en el pasado una situación similar.
El suicidio es algo que llega a pasarte por la cabeza. Una forma de acabar, de una vez por todas, con el dolor y el sufrimiento
¿Qué es lo peor del bullying?
Lo peor es todo, el conjunto. No hay nada que sea bueno. Eso sí, lo más duro es el aspecto psicológico. Es lo que te machaca por dentro. Si te pegan una paliza o te parten un brazo, te puedes recuperar. Pero si te dejan tocado psicológicamente es muy complicado salir de ese estado mental. Lo más común es desarrollar ansiedad u otros trastornos. Es de lo peor que puede haber en este mundo. Muchas veces irreparable. No se lo deseo ni siquiera a mis propios acosadores. Es muy grave y en España, por desgracia, no se le da la importancia que debiera a la salud mental.
Dices que, por suerte, contaste con el apoyo incondicional de tu familia. Además, hablando de salud mental, ¿recibió tratamiento psicológico para superar el acoso?
Antes de todo esto yo ya recibía soporte psicológico y psiquiátrico. Empecé a ir a raíz de que me diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y, afortunadamente, también pudieron ayudarme con el tema del acoso. Ya lo he dicho antes, sin ayuda es imposible superarlo del todo.
¿Qué fue lo más grave que se te pasó por la cabeza durante los tres años que duró el acoso?
Fugarte, dejarlo todo atrás y no volver nunca o, incluso, el suicidio son medidas que te llegas a plantear realmente. El tema del suicidio es algo muy delicado y que la gente suele tomarse a la ligera. Está presente en tu subconsciente y, poco a poco, casi sin darte cuenta, esa idea va haciéndose más grande hasta que realmente existe un riesgo real. En todo el proceso que viví fue, sin duda, la peor etapa. Algo que nunca debería ocurrir, ni siquiera debería pasar por la cabeza de nadie, pero que en la práctica ocurre. Sobre todo, y por desgracia, en casos de acoso escolar. Te lo planteas como una vía para acabar con el dolor y el sufrimiento. Y seguirá ocurriendo si desde las instituciones educativas y desde el profesorado, que son quienes realmente pueden tomar medidas para evitar o al menos paliar este tipo de situaciones, continúe sin implementarse medidas realmente efectivas.
¿Cómo lograste superarlo?
El proceso que me permitió dejar el bullying atrás fue muy complejo. Extremadamente complicado. Cuesta mucho. No sabes cuándo vas a poder superarlo de todo y volver a vivir sin miedo. Tienes que hacer un esfuerzo enorme y, además, es necesario recibir ayuda. Yo, por suerte, recibí muchísima ayuda, tanto profesional como de mi familia. Pero no todo el mundo cuenta con estos apoyos…
Cuando me dicen que soy un héroe o un valiente por haberme podido reponer de esta situación, les digo que no soy nada de eso. Solo soy una persona que pone voz a las historias de tantos y tantos alumnos. Solo trato de ayudar. Por fortuna, como te decía, pude contar con el apoyo de mis seres queridos y eso fue clave. No todo el mundo goza de esta posibilidad. Por eso es tan importante tratar de concienciar a la sociedad de la problemática del acoso escolar.
También contribuyen otros aspectos: mantener tus aficiones, no perder de vista tus metas, aquello que quieres lograr y que te da fuerzas para luchar… Por supuesto, aunque parezca una obviedad decirlo, el cambio de centro fue primordial. Cuando me alejé de allí, todo empezó a mejorar. A raíz de eso pude ganar la batalla, seguir adelante y rehacer mi vida.
Si pudieses hablar con el Pelayo del pasado, aquel que era víctima de acoso, o con cualquier otra persona que esté atravesando una situación similar, ¿qué les dirías?
Si tuviera que decirle algo al Pelayo de aquel entonces o cualquier otra persona que esté atravesando la misma situación, le diría que luche. ¡Qué no deje de luchar! Que no se deje intimidar porque no van a poder con él. Que todos, con la ayuda necesaria, somos capaces de superarlo y reconducir nuestra vida. Que va a poder seguir adelante. En ese momento lo ves imposible, pero se puede. ¡Claro que se puede!
Del mismo modo, si algún testigo de acoso escolar está leyendo esto, ¿qué le dirías?
Si tuviera esa oportunidad le diría que denuncie, que no se calle. Si una persona, siendo consciente de ello, permite el acoso, permite que otra persona sufra, está siendo cómplice de una grave injusticia. En sus manos está denunciarlo que, al final, es la única vía para ponerle freno. Además, le diría que apoye al compañero que está siendo acosado. Que no le deje solo. Es fundamental ese apoyo y que la otra persona comprenda que puede contar contigo y confiar en ti.
¿Está concienciada la sociedad con respecto al bullying?
Desde mi punto de vista, todavía queda mucho para que la gente se conciencie de la gravedad que entraña el bullying. Es, todavía hoy, un camino muy largo por recorrer. Por desgracia…
Cierto es que se está trabajando en ello, tanto personas individuales como desde las asociaciones, pero también es cierto que no se trata de algo sencillo de erradicar. No va a desaparecer de buenas a primeras. Si quien tiene la potestad no se opone frontalmente a ello, no le brinda su apoyo a la persona acosada, no hay nada que hacer…
¿Y quién tiene esa potestad? ¿Se hace lo suficiente para erradicar el acoso escolar desde las instituciones educativas y los poderes públicos?
Está claro que desde las instituciones educativas y los poderes públicos no se hace lo suficiente. Pienso que se podría hacer mucho más…
A raíz de la publicación del libro, pude reunirme con Adrián Barbón, el presidente del Principado de Asturias. Me trasladó todo su apoyo y me dijo que iba a hacer lo posible para combatir el acoso escolar. Sobre el papel son todo buenas intenciones y todo el mundo está muy concienciado. De hecho, existe un protocolo de actuación para hacer frente al bullying. Otra cosa es que se aplique. En la práctica, la realidad no es tan bonita como la pintan. Hay mucho desinterés por parte de todo el mundo. Si desde la Administración no se muestra interés y, además, la gestión no es todo lo buena que debiera, es comprensible que el problema siga existiendo.
Cuando me dicen que soy un héroe o un valiente por haberme podido reponer de esta situación, les digo que no soy nada de eso. Solo soy una persona que pone voz a las historias de tantos y tantos alumnos
Hablemos ahora del libro. ¿Cuándo y por qué surge la idea de escribirlo?
Dejé de sufrir el acoso en cuarto de la ESO, cuando me cambié de instituto, de ambiente, de amigos y de lugar de ocio y tiempo libre. Fue un punto y aparte en mi vida. Sin embargo, la idea de escribir el libro surge cuando yo tenía ya 19 años. La pérdida de una persona muy importante en mi vida provocó que lo dejase a los pocos meses de empezar. El año pasado, en cuarentena, aprovechando los meses que estuvimos encerrados en casa, decidí enfrentarme de nuevo a los fantasmas de mi pasado, de la época en la que estaba encerrado, sin querer salir siquiera a la calle, y retomarlo en homenaje a esa persona, para que pudiese verlo desde allá donde esté. Fue un proceso muy largo. Me quemó mucho anímicamente, la verdad. Volver a enfrentarme a aquello que me atormentaba y no me dejaba dormir por las noches fue muy duro. Pero fue un sacrificio del que estoy disfrutando ahora, puesto que mi experiencia puede ayudar a los demás.
Al respecto, una curiosidad acerca del libro es que en todos los capítulos hay extractos de letras de canciones que me han ido marcando con el paso de los años, incluido, por supuesto, el periodo en el que sufrí el acoso. Una de ellas es de El Canto del Loco: “Por mí y por todos mis compañeros”. Yo gané la batalla y pude salir adelante por mí y por todos mis compañeros. Este libro es por todos ellos. Por los que aún no han alzado la voz para denunciar su situación, por lo que sí lo han hecho y, como yo, han salido adelante y por todos aquellos que jamás podrán hacerlo porque ya no están entre nosotros.
Además, el hecho de que me cuesta mucho expresar mis sentimientos a través de la voz, pues no me siento cómodo hablando de ello, hizo que me plantease la opción de escribir. La escritura me permite abrirme, mostrarme tal y como soy. Entonces tomé la decisión de escribirlo y que así la gente pudiese leerlo sin necesidad de que fuese yo quien contase la historia de viva voz.
¿Está teniendo buena acogida?
La verdad es que el libro va muy bien. Ha tenido muy buena acogida y actualmente sigue funcionando a las mil maravillas. La crítica está siendo buena y, lo más importante, está sirviendo para ayudar a otras personas que atraviesan o atravesaron una situación de acoso similar a la mía. Me llegan un montón de mensajes tanto de alumnos y alumnas como de familias felicitándome y contándome sus propias experiencias en torno al bullying. Resulta muy satisfactorio porque, gracias al libro, estoy construyendo lazos de amistad y confianza con muchísima gente.
Y ojo, no solamente está sirviendo para ayudar a víctimas de acoso escolar Al final, se trata de un ejercicio de conciencia para tratar de superar cualquier adversidad. Me gusta quedarme con la idea de que, si el libro logra ayudar, aunque sea a una sola persona, el objetivo está cumplido con creces.
¿Dónde se puede conseguir?
¡Pensaba que no me lo ibas a preguntar! (Ríe). En Asturias se puede conseguir en casi cualquier librería. También en otras ciudades de España y, por supuesto, a través de la distribuidora, El Círculo Rojo. También en Internet, claro.
Han pasado ya varios años desde el acoso. ¿Cómo ha cambiado Pelayo en todo este tiempo?
Antes del acoso, yo era una persona muy abierta, muy sociable, con muchísima capacidad de relacionarme y hacer amigos. Una persona alegre y muy dinámica. Que siempre trataba de divertir y hacer reír a los suyos. Siempre estaba hablando, contando chistes malos… Siempre sonriendo.
Una vez que la situación me supera y el acoso empieza a hacerme daño, paso a ser una persona totalmente diferente: muy introvertida, muy tímida, muy reservada, muy insegura, con dificultades para relacionarse y mostrar sus sentimientos, sus miedos, sus preocupaciones…
Actualmente continúo teniendo dificultades en cuanto a las relaciones sociales. Me cuesta conocer a gente nueva. Muchas veces ni siquiera me atrevo a presentarme. Generé, además, muchísimos complejos a nivel físico. Intento mostrarme siempre feliz, pero la realidad es otra. Quien de verdad me conoce sabe que a veces estoy mejor, pero otras lo paso realmente mal…