La experiencia que aquí traemos es la de un club de lectura especializado en literaturas africanas y que se puso en marcha en el curso 2018-2019 en el CPEPA Concepción Arenal de Zaragoza. En estos años, el club se ha ido adaptando a las contingencias sobrevenidas: así pasó a la modalidad online en los momentos más crudos de la pandemia y de ahí a la presencialidad en una nueva ubicación, la Biblioteca Pública Manuel Alvar que, además, suministra los lotes de libros.
El club de lectura se creó en el marco de un curso de Promoción y Extensión Educativa aprobado por el Departamento de Educación del Gobierno de Aragón y llevado a la práctica en el CPEPA Concepción Arenal. Los contenidos que se trabajaron en esa formación fueron estos: desmontando estereotipos y prejuicios sobre África, una aproximación al continente africano, ¿Existe la literatura africana?, panorama de letras africanas y (dis)continuidades en las literaturas africanas.
¿Y por qué un club de lectura centrado en literaturas africanas? Sobran los motivos, pero quizás el más importante sea intentar romper con las imágenes estereotipadas que nos llegan del continente y que lo vinculan o con las catástrofes de diferente naturaleza o con la conmiseración y la lástima. Leer a autores y autoras africanos es la oportunidad de desandar el relato grabado a fuego en el imaginario colectivo por parte de los medios de comunicación, ciertos productos culturales o algunas iniciativas sociales. Quienes ya tienen cierta edad no tendrán muchas dificultades en recordar las múltiples imágenes de guerras y hambrunas, las peripecias de Tintín en el Congo o la hucha del negrito del Domund, por poner solo unos ejemplos.
Las noticias en positivo del continente, por suerte, cada vez se cuelan con más frecuencia en unos medios de comunicación donde la visión occidental del mundo parece ser la única y, por supuesto, la buena. ¿Cómo escamotear, por ejemplo, que el último Premio Pritzker recayó en el arquitecto de origen burkinés, Francis Keré, o el último Premio Nobel de Literatura en el escritor de origen tanzano Abdulrazak Gurnah?
Yendo al terreno educativo (sobre todo, formal), tendríamos mucho que aprender de experiencias como la del club de lectura que aquí recogemos. Así, cada vez son más las voces que claman contra la invisibilización de las mujeres en el currículum. Se ha creado incluso un neologismo para ponerle nombre: criptoginia. Después de recorrer las diferentes materias que componen el currículum, podríamos sacar la conclusión de que los hombres lo han hecho todo, mientras que las mujeres no han hecho nada. El proyecto Women’s Legacy liderado por Ana López-Navajas busca poner fin a todo ello recuperando la aportación de las mujeres al patrimonio científico y cultural. El fin no es dedicar un día a las dramaturgas barrocas, por ejemplo, sino explicar el teatro barroco a partir también de las aportaciones de las mujeres.
De manera similar, el currículum privilegia una visión del mundo occidental, condenando a la oscuridad al resto de tradiciones consideradas periféricas. Para empezar, podríamos preguntarnos cuestiones como en qué proporción está presente lo africano en el currículum o en los libros de texto, cuántos autores ocupan las estanterías de nuestras bibliotecas escolares o cuántos textos literarios de autores africanos han leído nuestros estudiantes al acabar la escolarización obligatoria. Las respuestas a estas cuestiones son de sobra conocidas y ponen de manifiesto cómo estos espacios en sombra nos empobrecen a todos/as.
Para poner remedio a esta amnesia programada, la enseñanza de la literatura debería dar un giro absoluto para tratar de “añadir mundos al mundo”, en palabras de Sonia Fernández Quincoces en su blog literafricas.com, sin lugar a dudas el mejor espacio virtual en español sobre literaturas africanas. Para ello, lo primero que tenemos que hacer es entrar libres de prejuicios y de estereotipos en el luminoso mundo de las literaturas que nos llegan del continente. Después, poner luz ante dudas razonables que nos puedan surgir: ¿Existen las literaturas africanas?, ¿quién es un autor/a africano/a? o ¿en qué lengua deben escribir los autores/as africanos/as? Y por último, leer, sobre todo, leer.
La categoría literatura africana puede ayudarnos a orientarnos y a saber de qué estamos hablando. Sin embargo, no deja de ser un ejercicio de simplificación que poco tiene que ver con la realidad literaria de todo un continente (en el que físicamente cabría toda Europa, Estados Unidos, China, India y Japón). Es preferible hablar de literaturas africanas, aunque el plural tampoco dé cuenta de la riqueza de autores/as, obras, temas, géneros, estilos, etc. que podemos encontrarnos. Además, podemos plantearnos quién entra en la categoría de autor/a africano/a. A este respecto, los vínculos pueden ser también muy variados: el nacimiento, la residencia, el origen de los padres, etc. Y respecto a la lengua en la que escribir, las opciones son también variadas: las lenguas autóctonas, las lenguas coloniales u otras.
¿Por dónde empezar a leer? Estas son solo algunas de las sugerencias de lectura. Por suerte la edición en español de obras africanas vive un momento de expansión que hace que esta lista nazca ya incompleta. Estos son algunas personas a las que seguir la pista: Boubacar Boris Diop, Fatou Diome, Emmanuel Dongala, Tahar Ben Jelloun, Faïza Guène, Maryse Condé, Gaël Faye, Ken Bugul, Mariama Bâ, Mahi Binebine, Kopano Matlwa, NoViolet Bulawayo, Ama Ata Aidoo, Chimamanda Ngozi Adichie, Taiye Selasi, Yaa Gyasi, Ngũgĩ wa Thiong’o, Abdulrazak Gurnah, J. M. Coetzee, Chinua Achebe, Teju Cole, Hisham Matar, Chigozie Obioma, Maaza Mengiste, Naguib Mahfud, Mia Couto, José Eduardo Agualusa, Donato Ndongo, Trifonia Melibea Obono…
¿Y dónde encontrar más información sobre literaturas y culturas africanas? Además del blog literafricas.com, son interesantes estos sitios virtuales: Radio África Magazine, Casa África, Wiriko y África no es un país.
Volviendo al club de lectura especializado en literaturas africanas, damos paso a las aportaciones de dos de las personas que forman parte de él: Manuel Martín Navarro y Olga Neri.
Literaturas africanas, lecciones de vida
Manuel Martín Navarro
Parece que a medida que la jubilación se acerca nuestro interés por adquirir nuevos conocimientos disminuye. Es como si no hubiera nada nuevo que aprender o lo que pudiéramos aprender careciera de relevancia.
En esas estaba yo cuando cayó en mis manos la novela de Chinua Achebe, Todo se desmorona. Fue para mí toda una revelación. El descubrimiento de una cosmovisión, de un estar en el mundo que me acercaba a personas que se movían por motivaciones distintas a las que había conocido hasta entonces. Este libro me abrió el apetito por el conocimiento de África y los africanos desde ellos mismos. Y, para ello, nada mejor que sumergirme en sus literaturas.
Al poco de leer Todo se desmorona pude seguir la charla Ted de Chimamanda Ngozi Adichie, El peligro de la historia única. Una charla imprescindible, que invita a romper con el eurocentrismo y ahondar en otras realidades. Poner en cuestión el método científico como forma de explicar el mundo, acercarnos a otras vivencias religiosas, comprender nuevos sentimientos que dan sentido a la realidad.
Todo ello atravesado por unas experiencias traumáticas, principalmente la trata trasatlántica o el colonialismo que explican cuál es su manera de estar en el mundo en la actualidad. La pérdida de su cultura, la enajenación de su historia, el menosprecio de sus lenguas, el desdén por su sistema de valores son realidades que descubrimos en las literaturas africanas y nos permiten empatizar con la población de un continente expoliado.
El duelo migratorio, la situación de la mujer, la poligamia, la corrupción de sus gobernantes, nos culpabilizan por nuestra inacción y por una cierta complicidad con todo ello que las novelas africanas reflejan a la perfección. Leer es conocer, abrirnos a otras realidades, entender otras formas de estar en el mundo.
África se puede conocer de muchas maneras. La lectura, por la variedad de experiencias que nos ofrece, es una forma accesible de enfrentarnos a otras culturas y a esas otras formas de estar en el mundo de las que hablábamos antes. Recomendar la lectura de obras literarias de autores y autoras africanas es una invitación a un viaje iniciático a una cultura ancestral alejada de nuestros parámetros.
Si leer es siempre una actividad recomendable, leer literaturas africanas es algo imprescindible para conocer y comprender la realidad de ese inmenso continente y sus habitantes.
Literatura africana, ¿eso existe?
Olga Neri
El autodidactismo debería ser una disciplina que se enseñara desde el parvulario. Vengo de una familia donde se ha dado esto sin grandes alardes. Recuerdo a mi abuela cuando repetía sin cesar que daba igual dónde se estudiara y cómo. Ella lo hizo llevando a su hija, mi madre, en el regazo mientras un vencido profesor republicano enseñaba gratis a la gente por las noches los conocimientos que no tenían. Lo importante era hacerlo y vencer la pereza. Ir más allá de lo superficial. Por cierto, el profesor republicano, al que conocí de mayor, era el señor Joaquín, así lo llamábamos los críos. El señor Joaquín, que era catalán, estaba casado con una aragonesa y era tal el amor por Aragón que repetía sin cesar que quería ser enterrado en tierras aragonesas. Luego no cumplieron sus deseos; cosas que pasan. Pero no se puede negar que él representa la labor de esos profesores desinteresados que veían en la educación una manera de hacer mejor una sociedad. Hay muchos profesores anónimos que han enriquecido muchas mentes y es de justicia recordarlos.
Toda esta introducción viene porque, cuando profundicé en la literatura africana de la que era una gran desconocedora, me sentí como mi abuela. Debía ir más allá de las ideas básicas y primitivas que se tienen de África: sociedad primitiva, guerra, hambruna, subdesarrollo. Quien no haya pensado esto sobre el continente africano, miente. Cuando comentaba a algunas personas que estaba haciendo un curso sobre literatura africana, veía sus caras que oscilaban entre la guasa y el escepticismo. ¿Existe esto en África?, parecían decirme con su mirada. No niego que me cabreaba y me contenía cuando intentaba explicarles que había que superar la imagen tribal de África. Requiere un esfuerzo, lo sé; pero, si se hace, obtienes las vivencias, los deseos, las inquietudes de los escritores africanos que navegan desde un dolor por el pasado colonial hasta la reivindicación de una sociedad africana que, aunque cueste creerlo, no difiere de nuestra vida occidental. Ya lo dijo el escritor mexicano, Juan Rulfo, que no existían más que tres temas básicos a la hora de contar una historia: el amor, la vida y la muerte. África no iba a ser menos.
Abordar un continente como África, que si por algo se caracteriza es por su ausencia de homogeneidad, puede que dé en un primer momento cierto vértigo o imposibilidad de conocer toda la variedad de su literatura. Es evidente que cada país africano ha tenido un pasado pre y postcolonial diferente y que, por tanto, no es lo mismo leer a Coetzee, representante de una Sudáfrica blanca que intenta lidiar con la superación del apartheid, que a un escritor joven como Gaël Faye que reflejó la matanza de Ruanda en su novela Pequeño país. Pongo estos dos ejemplos para que se entienda la variedad de temáticas, perspectivas, historias que puede haber según la latitud de donde proceda el escritor o escritora. A mí, personalmente, su heterogeneidad me atrae porque, en estos tiempos de literatura encorsetada por campañas de marketing que desdeñan lo literario a costa de lo comercial, aún se encuentra en la literatura africana una espontaneidad que, con mayor o menor influencia de la cultura europea, lucha por tener una voz propia.
Mi humilde consejo para empezar a leer literatura africana, que haberla la hay, aunque haya gente ignorante que la desdeñe, sería primero borrar prejuicios sobre África. Lo segundo, indagar por encima de las circunstancias históricas, sociales, políticas del país de donde sea el escritor. No se puede leer una novela sobre la guerra de Biafra sin saber qué ocurrió y por qué. Si el escritor tiene talento literario se descubre en las primeras páginas. ¿No ocurre lo mismo con la literatura europea? Lo tercero, ser autodidacta; mirar en páginas web específicas sobre literatura africana, acercarse a editoriales que hacen una excelente labor para publicar a los escritores africanos. Lo cuarto, tener curiosidad y no dejarse vencer por un continente tan inmenso como África que parece inabarcable.
En definitiva, ser como nuestros abuelos, que a pesar de las dificultades se esforzaban por saber más y tener anhelo por librarse de la ignorancia. África no se debe ignorar, su literatura menos. Luego habrá libros que te gustarán más o menos, que tendrán más o menos calidad literaria; pero lo que desde luego no te dejará será indiferente.