Leer
Dos palabras es uno de los Cuentos de Eva Luna de Isabel Allende. En él asistimos a la apropiación de la lengua escrita por parte de Belisa Crepusculario, su protagonista. Este hecho transformará su vida por completo:
Ese día Belisa Crepusculario se enteró de que las palabras andan sueltas sin dueño y cualquiera con un poco de maña puede apoderárselas para comerciar con ellas. Consideró su situación y concluyó que aparte de prostituirse o emplearse como sirvienta en las cocinas de los ricos, eran pocas las ocupaciones que podía desempeñar. Vender palabras le pareció una alternativa decente. A partir de ese momento ejerció esa profesión y nunca le interesó otra. Al principio ofrecía su mercancía sin sospechar que las palabras podían también escribirse fuera de los periódicos. Cuando lo supo calculó las infinitas proyecciones de su negocio, con sus ahorros le pagó veinte pesos a un cura para que le enseñara a leer y escribir y con los tres que le sobraron se compró un diccionario. Lo revisó desde la A hasta la Z y luego lo lanzó al mar, porque no era su intención estafar a los clientes con palabras envasadas.
Más recientemente, Irene Vallejo en su Manifiesto por la lectura nos recuerda cómo “somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar”. Está claro que se puede vivir sin leer, pero ¿por qué renunciar a “observar con el ojo de la mente la amplitud del mundo”? Para Irene Vallejo no hay duda: leer nos ayuda a vivir. Así, “a veces encontramos en una página prodigiosamente transparentes ideas y sentimientos que en nosotros eran confusos, y así el oficio de vivir nos resulta menos caótico”.
Por caminos diferentes, Isabel Allende e Irene Vallejo hablan del poder de la palabra escrita para transformarnos y para transformar nuestro mundo –y, por extensión, el Mundo–. Por ello, en pleno siglo XXI poseer una competencia suficiente en comunicación lingüística se nos revela imprescindible. Saber leer y saber escribir con propiedad son destrezas que aportan una alfabetización básica, ya que ayudan al crecimiento personal, a la mejora de las condiciones de vida, al ejercicio de los derechos asociados a la ciudadanía y a la construcción de sociedades más justas y sostenibles.
Por si todo esto fuera poco, la alfabetización básica contribuye además a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el relacionado con una educación de calidad (ODS 4). Si queremos que las personas adultas actúen de manera responsable en su entorno, es evidente que deben comprender cómo funcionan los mecanismos que perpetúan las desigualdades o las causas y las consecuencias del cambio climático, por poner solo un par de ejemplos. La comprensión es, por tanto, una condición previa a la acción.
En la sociedad del conocimiento y la información, junto a la alfabetización básica, la alfabetización digital ocupa un lugar estratégico. Buena parte de las experiencias lectoras a las que nos enfrentamos a diario provienen ya de entornos digitales. Por ello, debería ser una prioridad trabajar para superar las brechas digitales que dificultan las oportunidades de alfabetización de una parte de la población y que se traducen en falta de dispositivos, conexiones precarias y bajas competencias para su uso. Junto a la alfabetización básica y la digital, la ciudadanía del siglo XXI apunta a otras: la cultural, la mediática o la informacional, por ejemplo.
En definitiva, la lectura tiene un valor incalculable, puesto que es la llave para la adquisición del conocimiento, es el vehículo para la expresión de las emociones y es la palanca para la acción transformadora de la realidad. Leemos para saber, pero también para pensar, para seguir aprendiendo y, por supuesto, en ciertas ocasiones, para disfrutar.
Leer y comprender
Saber leer no implica necesariamente entender lo leído. Cuando eso ocurre, la lectura se deja por el camino su bien más preciado: el significado. Se pierden entonces todas las finalidades aparejadas al hecho de leer. Poder leer un texto es un ejercicio de descodificación por el que se procesan los signos que forman un mensaje. Poder comprenderlo va más allá, supone recuperar su significado, conectarlo con nuestros conocimientos y, en definitiva, dotarlo de sentido. Esta debe ser la aspiración de cualquiera que lea.
La comprensión es una parte de la actividad lectora junto a la fluidez, la fonética, la conciencia fonológica, el vocabulario, la morfología, etc. Ahora bien, es una de las destrezas clave a la hora de procesar la información, de ahí su importancia. No en vano, el PIAAC (Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de la Población Adulta) evalúa la comprensión lectora de las personas adultas de 16 a 65 años junto a otras dos destrezas clave –la matemática y la resolución de problemas de entornos informatizados– tanto en la vida diaria como en el trabajo.
El acto de leer se ha visto modificado radicalmente en los últimos tiempos. Entre los factores que han influido en ello, Daniel Cassany apunta al desarrollo de las democracias contemporáneas, precisadas de una ciudadanía crítica; a fenómenos como la globalización y el aprendizaje de lenguas, que amplían nuestros horizontes culturales; a la eclosión de Internet, que ha generado la creación de nuevas comunidades discursivas, nuevos roles de autor y lector, y nuevos géneros electrónicos; y a la extensión de la divulgación científica.
En este contexto, leer hoy es una actividad múltiple, versátil y dinámica –como dice Daniel Cassany– y que requiere de nuevas destrezas para la comprensión. Leer hoy significa muchas veces estar saltando constantemente de casa al trabajo, de un soporte a otro, de una aplicación a otra, del correo electrónico a una web, del idioma materno a la lengua franca, de un registro a otro, de un tema profesional a otro de ocio, etc. Las formas de comunicación escritas tradicionales han sido sustituidas en muchos casos por los nuevos formatos electrónicos, cambiando por completo el propio acto de leer y nuestro rol como lectores y lectoras.
Pero, ¿qué implica comprender un texto? Para Daniel Cassany existen tres planos de lectura, resumidos gráficamente en la lectura de las líneas, entre líneas y detrás de las líneas. La lectura de las líneas remite al significado literal; la lectura entre líneas, a lo que se deduce, a las inferencias y presuposiciones, a la ironía, a los dobles sentidos…; y la lectura tras las líneas, a la ideología, al punto de vista, a la intención, a la argumentación…
Leer y comprender críticamente
Para Paulo Freire, la comprensión que se alcanza a través de la lectura crítica implica percibir la relación que existe entre el texto y el contexto. Leer y escribir son prácticas socioculturales, puesto que la comprensión deriva en buena medida de la comunidad de hablantes y de la cultura compartida por el autor/a y el lector/a.
La comprensión crítica de los textos está indisolublemente unida al ejercicio pleno de la ciudadanía. A través de la lectura crítica de textos de diferente naturaleza, la ciudadanía debería estar capacitada para comprender los diferentes puntos de vista y los intereses a los que responden, pero también para detectar los bulos, las tergiversaciones y los engaños. Sin una ciudadanía formada, informada y crítica, es muy difícil que esta se convierta en agente de cambio y transformación social.
En verdad estaríamos hablando de una nueva alfabetización, superpuesta a la básica, y que bien podríamos llamar alfabetización crítica. Esta alfabetización, según Cassany, se desplegaría en competencias tales como: la capacidad para situar el texto en el contexto sociocultural, el reconocimiento y participación en la práctica discursiva concreta que propone el texto y el cálculo de los efectos que provoca el discurso en los diferentes contextos de llegada.
Así las cosas, comprender críticamente implicaría descubrir los implícitos de las palabras enunciadas (ideología del autor/a, referentes culturales, procedimientos de razonamiento y construcción del conocimiento) y la propia estructura y organización del texto.
A modo de coda
Daniel Pennac en Mal de escuela alude a la importancia de la comprensión y su repercusión en el aprendizaje. Recordando a aquel mal estudiante que fue, el Daniel Pennac profesor y escritor escribe lo siguiente:
– ¿Comprendes? ¿”Comprendes” al menos lo que te estoy explicando?
Y yo no comprendía. Aquella incapacidad para comprender se remontaba tan lejos en mi infancia que la familia había imaginado una leyenda para poner fecha a sus orígenes: mi aprendizaje del alfabeto. Siempre he oído decir que yo había necesitado todo un año para aprender la letra “a”. La letra “a”, en un año. El desierto de mi ignorancia comenzaba a partir de la infranqueable “b”.
– Que no cunda el pánico, dentro de veintiséis años dominará perfectamente el alfabeto.
Así ironizaba mi padre para disipar sus propios temores.