Hace ya unos meses saltaron las alarmas en Cataluña. Los niveles de comprensión lectora del alumnado de primaria cayeron hasta quedar a la cola del resto de territorios en España. Aunque los datos no fueron buenos para nadie, en el caso de esta comunidad pillaron a mucha gente por sorpresa.
El Departamento de Educación se puso manos a la obra para intentar darle la vuelta a esta situación. Entre las muchas iniciativas que han puesto en marcha, destaca un proyecto piloto en 50 centros de las cuatro provincias, en donde quieren relanzar estos espacios. Para ello, han decidido contratar a seis bibliotecarios, uno hará las veces de coordinador del grupo, mientras los otros cinco se repartirán la tarea de gestionar 10 bibliotecas cada uno.
El sistema de bibliotecas escolares en Cataluña tiene algunas peculiaridades importantes si se compara con el resto de España. Por una parte, la mitad de los centros, aproximadamente, no cuentan con una biblioteca. A esto se suma que en muchos casos, además, estos espacios pasaron a descentralizarse y se convirtieron en bibliotecas de aula. Junto a esto, en esta comunidad autónoma, se contrata a personal con estudios de biblioteconomía para que se hagan cargo de la gestión de estos espacios.
Además de estos 50 centros, el Departamento también anunció que apoyaría a otros 200 centros con sesiones de trabajo, nuevos programas informáticos y con materiales de acompañamiento. En su caso, eso sí, no estaría presente el personal bibliotecario. Según la nota de prensa publicada en su día por Educación, estos colegios «carecen de necesidades tan identificables a la hora de potenciar la lectura entre su alumnado».
El plan, que durará dos años en este caso, tiene previsto alcanzar a otros 200 centros educativos cada año que pase.
Unos meses después de presentar este plan, la Fundació Bofill presentó su granito de arena en este esfuerzo por mejorar las competencias de chicas y chicos. En su caso, han montado un proyecto piloto con 15 centros educativos, también repartidos por las cuatro provincias catalanas, aunque con unos objetivos algo diferentes.
El proyecto de la Bofill, enmarcado en su rama de Equidad Digital, se llama BiblioTech y pretende reconvertir las bibliotecas escolares en espacios en los que se trabaje con la lectura, pero con herramientas diferentes y complementarias al libro. Se divide en dos acciones diferentes, explica Marta Alfonsea, su responsable. Una está más centrado en cuestiones relacionadas con la alfabetización mediática, y lleva aparejada una inversión más o menos importante en equipamiento para hacer proyectos de radio y vídeo. La otra rama está enfocada más hacia las competencias STEM, las acciones maker y en equipamiento para realizar talleres de robótica y programación.
Las bibliotecas de aula a lo mejor han jugado en contra de la biblioteca escolar
Origen
«Este año iniciamos un piloto con 15 centros públicos de Cataluña. Se trata de acompañarlos, en contacto con colaboradores de diferentes ámbitos; les daremos recursos y materiales para transformar la biblioteca escolar», explica Alfonsea.
La directora del proyecto explica que en los últimos años estos espacios, al menos en Cataluña, ha sufrido una importante descentralización con la apuesta por las bibliotecas de aula. Para ella, esto, «a lo mejor ha jugado en contra de la biblioteca escolar». A esto se ha sumado que con la pandemia, muchas de ellas desaparecieron para convertirse en aulas durante los primeros compases de la vuelta a las aulas. Todavía algunas no han recuperado su ser.
Esta situación, así como los resultados de PIRLS, que supusieron un importante golpe colectivo, movieron a la Fundació Bofill a estudiar casos de éxito en el uso de las bibliotecas. El primero, Galicia, auténtico referente desde hace años para todo el país. Pero también visitaron otros en Castilla-La Mancha, en Extremadura, en Andalucía…
Todos los centros que participan en el proyecto tienen, «en teoría», dice Alfonsea, su propia biblioteca «pero el punto de partida no es el mismo para todo el mundo», comenta. Las hay que tienen «catálogos actualizados y vibrantes y otros que la tienen repartida por el centro», en las aulas. Desde la Fundació no se impusieron condiciones mínimas para la entrada al proyecto. De hecho, uno de los objetivos es que esa heterogeneidad de los centros participantes ayude a otros centros a comenzar su camino de transformación al verse identificados.
En cualquier caso, todos los centros son de educación primaria y están repartidos por toda la geografía de la Comunidad, no solo en las capitales de las cuatro provincias.
Organización
Para poner en marcha el proyecto, financiado por los fondos Next Generation de la UE, la Fundació contará con varias entidades colaboradoras.
Escola 21 será una de ellas; en este caso, se encargará de ofrecer la formación sobre competencia digital en los centros con la vista puesta en la transformación de la biblioteca. Estos cursos los recibirán los miembros del grupo motor que se ha organizado en cada colegio. Se trata de un grupo de entre tres y cinco personas.
Desde la Fundació creen que la responsabilidad de la biblioteca ha de ser más compartida. En Cataluña, la figura de la bibliotecaria es independiente del claustro y esto tiene sus pros y sus contras. Entre los primeros, su alto conocimiento en los temas relacionados con la gestión de este tipo de espacios, así como en las actividades que pueden hacerse desde la biblioteca. Entre los segundos, el que la comunicación con el claustro a veces se complica, a pesar de que hay una coordinadora dentro del claustro para hacer esta conexión.
Por esto, se decidieron por un modelo en el que hubiera un grupo motor de algunas personas del claustro, que todas recibieran la formación necesaria para poder trabajar estos temas de una manera más colegiada.
La Fundació hará durante el tiempo que dura el proyecto (hasta final de curso) el acompañamiento a los centros, con visitas, con la puesta en contacto con otras entidades o redes. Por ejemplo, explica Alfonsea, puede darse el caso de que algún centro quiera hacer una reunión con algún centro de Galicia para conocer de primera mano el trabajo que se realiza allí, ellos serían los encargados de hacerlo.
Como el proyecto se divide en dos tipos de intervenciones, hay otras dos entidades especializadas en cada una de ellas. Para los materiales relacionados con alfabetización mediática e informacional, cuentan con el apoyo de Verificat que, además, ha elaborado materiales como situaciones de aprendizaje. Por otro lado está Make and Learn, que es la entidad encargada de los proyectos STEM, de robótica y programación.
Los centros contarán con una guía para la transformación que será pública para quien quiera consultarla
Otra de las entidades colaboradoras es la asociación de docentes, Vull Aprendre (Quiero aprender, en castellano), que ha preparado también situaciones de aprendizaje y cápsulas formativas para el profesorado sobre el ámbito mediático. Junto a esta asociación está la cooperativa Tándem, formada por personas expertas en literatura infantil y juvenil y cuyo papel será el de asesorar a las personas encargadas de la biblioteca en su catálogo.
Finalmente, para dentro de un mes, aproximadamente, los centros contarán con una guía con la que puedan conducirse en el proceso de transformación de sus bibliotecas. Se trata de un material que estará en abierto, para que cualquier centro, más allá de los 15 del piloto, tenga acceso.
Abrir el espacio
Para Marta Alfonsea, una de las necesidades de las bibliotecas y a la que en algunos puntos intentan responder, tiene que ver con «abrir el imaginario de la biblioteca, como lo han hecho las bibliotecas públicas, que ya no son solo con libros».
Que no sean solo un espacio de silencio y libros en papel, sino de creación, de alfabetización informacional y mediática. Un espacio en el que puedan hacerse actividades diversas «como han hecho las bibliotecas públicas», comenta, en las que entran acciones sociales, estudios de grabación, con espacio para los videojuegos.
Alfonsea defiende este tipo de acciones para que las bibliotecas se conviertan en «centro de conocimiento y cultura, y eso significa muchas cosas, más allá de libros y lectura, como la alfabetizaciones múltiples, espacios de creación, «espacios donde los docentes puedan crear también».
Abrir también significa que la gestión de este espacio no quede solo en manos de una persona que, además, depende de un presupuesto que es el que paga el salario y las horas de permanencia en la biblioteca. Defiende Alfonsea que esa recaiga en más hombros, de ahí la puesta en marcha del grupo motor. Entre otras cosas porque no es habitual, siquiera, que la persona del claustro que se encarga de estos espacios tenga horas suficientes de dedicación para hacerlo.