Solemos proponer el cuento clásico de El patito feo para reflexionar con el alumnado de educación infantil sobre la distinción conducta vs. identidad [1] del Programa de Implantación de la Inteligencia Emocional en el ámbito educativo (PIIE). El objetivo es que el alumnado, más allá de las conductas y resultados que esté obteniendo ahora, sea capaz de identificarse con maneras de ser empoderantes, que le permitan avanzar y prosperar en su vida. De esta manera el alumnado de entre 3 y 5 años se puede identificar con el cisne, un animal bello y majestuoso. Los objetivos que no estén logrando ahora, así como cualquier actitud que no les sea favorable, la pueden asociar al patito feo, que puede convertirse en cisne, sobre todo si se esfuerzan y piensan que es posible. Con esta metáfora, favorecemos que los más peques del cole puedan iniciarse en el uso del área prefrontal de su cerebro e ir más allá de lo que ven y sienten ahora (recordemos que nuestro sistema educativo hace coincidir el inicio de esta etapa educativa con la edad en que se inicia el desarrollo de dicha zona de nuestro sistema nervioso que nos permite “viajar en el tiempo” -3 años- [2]). Es este viaje en el tiempo, por ejemplo, lo que pudo salvar emocionalmente a nuestros escolares al inicio de la pandemia, en el que no podían salir de casa y, en algunos casos, podrían sentirse asustados, cuando les propusimos dibujar un arco iris con la siguiente frase: “Todo saldrá bien”. Esa habilidad de personas emocionalmente inteligentes es una de las que necesitamos si queremos ser felices y efectivos y también convivir con otras personas.
En una ocasión, en un centro educativo, donde estaban implantando el PIIE, se dio una situación que me hizo reflexionar bastante. Una de las “seños” de infantil había declinado realizar la formación que vemos completamente necesaria para la implantación del programa. Sin embargo, bien por la inercia del resto del claustro o, en muchas ocasiones ocurre, por la exigencia del equipo directivo, había decidido trabajar también ese mismo cuento con sus niños y niñas de 4 años. En una de las visitas que pude realizar al colegio tuve la oportunidad de entrar en su aula y ella me mostró orgullosa la adaptación que había hecho de la actividad: había elaborado una tabla con los nombres de todo el alumnado en una de sus columnas y, en las otras dos, las dos posibilidades: el patito feo y el cisne. Que el alumno se portaba bien, ella dibujaba un tick en la celda del cisne; que el alumno se portaba mal, lo señalaba en la celda correspondiente al patito feo…
¿Dónde queda el propósito de empoderar el alumnado? ¿Para qué hacía esa «seño» este señalamiento? ¿Qué posibilidades tenía el alumnado de rescatarse a sí mismo del presente desfavorable, al verse en la columna de los patitos feos? ¿Acaso la maestra estaba siendo ejemplo de persona emocionalmente inteligente, capaz de viajar ella misma y hacer viajar a su alumnado en el tiempo hacia un desarrollo favorable como alumnos y seres humanos?
Debo reconocer que, después de más de una década dedicado a la formación del profesorado (trans-formación en realidad es mi intención), siento cierto cansancio y hartazgo cuando veo la dis-capacidad de moverse de algunos de ellos.
Queremos que los alumnos sean respetuosos pero les faltamos al respeto continuamente riéndonos, por ejemplo, de sus equivocaciones en los exámenes junto al resto de profesores. Reprochamos que el alumnado no se esfuerce y se esconda en excusas, pero vemos una oportunidad en la ratio y el tiempo que nos quita la burocracia para acomodarnos en una metodología que es incapaz de despertar la emoción en ningún ser humano [3]. Pedimos respeto y civismo al alumnado y que sean capaces de mirar lo que los demás tienen de bueno, pero aprovechamos cualquier publicación de la Consejería en redes para poner a caer de un burro al consejero y lo lapidamos con palabras hirientes. Exigimos al alumnado que escuche, que sea empático y que tenga una actitud de mejora, pero los empapelamos a partes de disciplina cuando las cosas no son como nosotros queremos. No solemos formarnos y actualizarnos como docentes o, si lo hacemos, algunos vamos a la formación obligados o más comprometidos con demostrar lo que sabemos y minimizar al ponente, que con el ánimo de integrar nuevas posibilidades como ser humano y docente.
Difícilmente lograremos educar a nuestros niños y niñas si no elegimos educarnos a nosotros mismos primero. Mi propuesta es que lo hagamos sin culpa, pues ninguna tenemos de las conductas que el alumnado trae de casa, de la cantidad de papeles inútiles que, sin empatía ni propósito humano ninguno, se nos exige cumplimentar por parte de la administración o de la ratio inasumible que se trata de normalizar. Podemos elegir hacerlo como el que se hace un favor a sí mismo: mirar hacia adentro y hacer el camino hacia la felicidad [4].
Sólo desde ahí (y digo “felicidad” y no “alegría” o “comodidad”) podremos activar las neuronas espejo del alumnado y lograr lo que a base de gritos y malas caras y, por tanto, sin éxito ninguno a veces tratamos de conseguir.
Las nuevas generaciones están atiborradas de estímulos que les lleven a tener o de interpelaciones y órdenes que les lleven a hacer millones de cosas, pero andan bastante carentes de referentes que, simplemente por quienes son ellos, les inviten a ser. Puedo elegir quejarme del seguimiento borreguil que nuestros jóvenes hacen de los influencers y señalarlos en la columna de los patitos feos. Sin embargo, también puedo tomar las riendas del resultado que me gustaría obtener, viajar en el tiempo, convertirme en cisne, ser ejemplo y ser su máximo influen-SER.
Referencias
[1]Ortega, A. (2017): Vivir en inteligencia Emocional, Editorial Alegoría
[2]Siegel D.J. y Payne T. (2012): El cerebro del niño: 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo, Alba Editorial.
[3]Mora F. (2017): Neuroeducación: Solo se puede aprender aquello que se ama, Alianza Ensayo.
[4]Rojas M. (2018): Cómo hacer que te pasen cosas buenas: Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida, Editorial Espasa