La forma en que se plantea en los medios la relación entre TIC y pandemia por Covid 19, donde las primeras se conforman como espacio de soluciones para los problemas que genera la segunda, reduce estas relaciones a gestión de la escuela en tiempos de crisis. La solución parece sencilla, invertir más para solventar la brecha digital y la desconexión del alumnado.
Tal enfoque nos parece reduccionista, erróneo y posiblemente interesado en ocultar el problema de fondo de la escuela española: un currículo despiadado, unas ratios imposibles, una escuela infradotada y un profesorado con un déficit de formación importante en el uso de las TIC en su ámbito curricular.
La pregunta que planteamos es otra. ¿Forman parte del currículo las TIC? ¿Se trabaja en el aula con las competencias a ellas asociadas? A nivel formal, basta con repasar los estándares de evaluación para concluir que sí, que las TIC, forman parte del currículo. A nivel material, en la práctica educativa cotidiana, ello ya no está tan claro, o al menos no es generalizable. ¿Motivo? Los materiales curriculares, el siempre eterno libro de texto, y una evaluación centrada en pruebas de lápiz y papel.
A pesar de lo que se ha afirmado en los últimos meses, las TIC por sí solas, ni son solución ni conforman el problema. En esta materia, no es la presencialidad, la semipresencialidad, o la educación a distancia, lo que define el uso de las TIC, estas se requieren en cualquiera de las modalidades de enseñanza.
Las TIC son currículo, son contenidos que permiten desarrollar competencias. Son los métodos con los que se enseña y se aprende, la selección del contenido, su organización y secuencia y sobre todo su evaluación, lo que determina la funcionalidad de las TIC en el conjunto de la formación del individuo. Las TIC no vetan al papel, ni viceversa. Un ejemplo, un manual de papel puede tener su versión digital, para facilitar las búsquedas y la lectura hipertextual o las retroalimentaciones en las actividades que este traiga consigo. Además, las actividades e incluso los recursos pueden organizarse por grupos, relacionando intereses y nivel de desempeño de las competencias implicadas, lo que facilitaría el tratamiento de la diversidad.
De la distinción entre nativos o inmigrantes digitales, o la consideración de la cantidad de tiempo de uso de las TIC en la vida diaria, parece plausible afirmar que las personas con competencia digital son más rápidas procesando información, y más dadas a trabajar en formatos de multitarea. Tal observación, si fuera cierta, entraría en contradicción con los apuntes alarmistas sobre la pérdida de calidad de una escuela menos presencial, con más recursos en línea y apoyo a los proyectos de trabajo tutorizados. Creemos que ese no es el debate, y que además es un falso dilema interesado en ocultar la necesidad de otra escuela. Las TIC posibilitan otra escuela, más flexible, más inclusiva, y más diversa.
En esa línea de confundir el debate se ha afirmado, que las TIC, aíslan al alumnado, que se requiere de la presencialidad para socializar. Dijo la ministra Celaá “La educación presencial es insustituible. Así de rotundo” No, la educación en cualquiera de sus modalidades es insustituible. La presencialidad es un atributo, del que se derivan consecuencias, que serán unas u otras a tenor de los sujetos individuales y sus contextos.
Situémonos en los años 80, y traslademos nuestra experiencia de confinamiento a ese mundo analógico. ¿Hubiese sido más soportable? ¿Más creativa? ¿Menos estresante? La respuesta es obvia, no. Las TIC han ayudado, a solventar las consecuencias de la pandemia. No tiene sentido especular, como hubiese sido la experiencia desde estas páginas, pero en tiempos de big data, sería esclarecedor que algún centro de cálculo realizara la simulación. También podemos abonarnos a las teorías de la conspiración, al debate sobre seguridad y libertad, la proliferación de bulos, …etc. La desinformación es el reverso de la información, y cumple con una función sintomática, señala aspectos o aristas de las TIC relacionadas directamente con el malestar de la cultura, como es el caso del ruido informativo, o el falseamiento de la realidad, fenómenos por otra parte presentes en el mundo analógico.
La replicación del aula presencial en un aula digital no implica introducir las TIC del siglo XXI en el currículo, si acaso las propias de finales del siglo XX. En realidad, se traslada el aula presencial a un espacio digital reducido. El profesorado en un ejercicio de urgencia, voluntarismo y responsabilidad individual hizo de las redes sociales su herramienta de comunicación y del correo electrónico y la videoconferencia el manual y la pizarra. Las administraciones llegaron tarde, cuando llegaron, y con recursos escasos, siendo incapaces de poner herramientas más potentes como por ejemplo Moodle, pues los sistemas se colapsaban denegando el servicio.
En positivo la pandemia de COVID 19 ha puesto sobre la mesa a los ojos de toda la sociedad, dos grandes problemas la sanidad, y la educación y la necesidad de apostar por sistemas públicos potentes y universales. Y en ambos, un denominador común, ha sido la política, y concretamente las reglas de austeridad aplicadas desde 2008, las causas principales de las limitaciones de la respuesta. Ahora no cabe mirar para otro lado, o afirmar que “hay que hacer con menos más”. La propaganda no resuelve problemas, los causa. Las tecnologías de la información y la comunicación, o mejor las tecnologías del aprendizaje y el conocimiento (TAC), incluye a las TIC y no son la solución por sí solas, pero si el mejor remedio posible para paliar los efectos de una enseñanza tradicional, que ni siquiera puede desempeñarse como tal, pues sus propias limitaciones se ven incrementadas por el “distanciamiento social” y los efectos previsibles de las distintas cuarentenas parciales que probablemente habrá a lo largo del curso 2020/2021.
La referencia para pasar de la escuela existente en cualquiera de sus modalidades, presencial, semipresencial y a distancia, —estas dos últimas en la educación de personas adultas y por tanto una fuente de recursos y experiencias—, pasa por la apuesta por lo híbrido, que permita transitar de una realidad a otra sin grandes sobresaltos y sin más cargas añadidas que las propias del aprendizaje del uso de nuevas herramientas y su articulación en el currículo. Situación que debe paliarse desde las administraciones educativas, al menos poniendo a disposición de todo el profesorado de Enseñanza Secundaria y Bachillerato los recursos ya disponibles procedentes de la educación de personas adultas y el CIDEAD (Centro para la Innovación y Desarrollo de la Educación a Distancia), amén de conformar un gran banco de uso interterritorial de recursos y actividades señalando su compatibilidad con las plataformas más habituales.
No hay voluntad política ni económica, para ampliar los espacios y las plantillas conforme a ratios de “distanciamiento social” y no se dice, o al menos no de forma clara y distinta, pues posiblemente no se pueda abordar ese gasto conforme a todas las necesidades. No lo han explicado. Normalidad, se torna en sinónimo de presencialidad, aunque esta sea un imposible espacial. No se reforzarán los recursos humanos en materia de TIC en los centros educativos. No se conocen planes para reforzar los servicios centrales en materia de TIC de cada territorio. Tampoco se aclara si se mejorará el acceso a la banda ancha de todos los centros educativos. Nada se dice de generalizar la voz IP. Las primeras pautas sugeridas para elaborar el proyecto educativo y los planes de contingencia apuntan a la apertura de los centros en dobles turnos y a la semipresencialidad, solo como solución de emergencia. Se pasa de puntillas sobre las ratios y el “distanciamiento social”. En resumen, las administraciones no contemplan el recurso a las TIC en relación con la semipresencialidad, formula que permitiría solventar el “distanciamiento social” ante las limitaciones de espacios y plantillas, y que permitiría dar pasos en esa apuesta por integrar las TIC en el currículo.
La estrategia contenida en las instrucciones para organizar el “curso Covid 19” es a nuestro juicio una palanca directa para incrementar el malestar docente por la vía de la sobrecarga de trabajo a tenor de horarios imposibles. Y por segunda vez en este proceso se deriva la solución en los equipos directivos.
No sabemos en qué grado de detalle, la experiencia vivida en el tercer trimestre del curso ha sido descrita en toda su amplitud en las memorias al uso para esos menesteres, en cualquier caso, esa experiencia debe conformar el punto de partida para adaptar el proyecto educativo y elaborar los planes de contingencia, conforme a las competencias profesionales que nos definen. Nuestra duda es si la estrategia puesta sobre la mesa, la de siempre, doblando turnos, ignorando el potencial de las TIC, y apostando por sesiones más cortas de docencia, es el punto de partida adecuado.
En cualquier caso, hay algunas cuestiones, que deben resolverse, unas antes de octubre, y otras a lo largo del curso. La brecha digital, y la desconexión deberán ser cuestiones acometidas y resueltas con urgencia, así como la dotación de equipos portátiles con acceso a la voz IP, a fin de garantizar el uso de la videoconferencia. También deberá dotarse a los centros con acceso a plataformas de teleformación como por ejemplo Moodle, donde el alumnado esté matriculado por defecto desde las secretarías de los centros educativos. La competencia digital del profesorado no puede resolverse solo a través la vía de la autoformación, se requiere de una apuesta decidida por la formación en centros y por pares, que vaya más allá de las TIC, y que aborde el desarrollo del currículo a tenor de las evaluaciones iniciales, pero tampoco parece que se potencie esa vía en las instrucciones de organización, más allá de declaraciones retóricas.
Las TIC son un negocio de alto valor añadido, presentes en la vida de los estudiantes desde tempranas edades con fines de ocio y en la enseñanza secundaria, como herramientas de socialización, pero también como proveedor de información alternativo a los manuales tradicionales, y a veces, al propio profesorado, parece razonable en consecuencia implicar al sector privado en el desarrollo tecnológico aplicado a la educación, pero liderado desde lo público.
La estructuración territorial de la educación en España requiere de la creación de una Agencia Estatal o Centro de Tecnología Educativa, con carácter de fundación independiente, donde los patronos sean las administraciones educativas, las universidades, y aquellas empresas colaboradoras por la vía de los proyectos de investigación. Su funcionamiento debe ser a medio plazo, con plena independencia funcional y programática. Uno de sus principios constitutivos debe ser potenciar la escuela y las universidades públicas, así como contar con el trabajo del profesorado, y poner sus recursos a su disposición. Este centro debe ser el producto, que no la suma de los entes existentes, promoviendo sinergias entre lo público y lo privado.
Una de las grandes cuestiones que los actuales desarrollos tecnológicos permiten, es el estudio de las relaciones entre educación y socialización. Hoy se puede medir casi todo, si hacemos las oportunas preguntas. Y no son los exámenes, sus resultados, ni la mejor herramienta, ni siquiera la información relevante para juzgar el desempeño predictivo del alumnado. No todo está en los metadatos de PISA. Lo que realmente nos informa de nuestro desempeño, en el papel o funciones desempeñadas, en cuanto alumnado, profesorado, familias, administraciones y medios de comunicación, es nuestro espacio, posición y rastro digital.
La información que necesitamos está en el big data del proceso educativo. La herramienta para explotarlo en la minería de datos pues no es posible su explotación manual. Su aprovechamiento es una cuestión de algoritmos. La clave, el uso público de los datos y la puesta de los mismos y sus herramientas a disposición de profesorado, investigadores y medios de comunicación. Los datos están ahí, en el uso instrumental de las herramientas TIC en los ámbitos de socialización primaria, y su retorno a través de la socialización secundaria, y la transformación personal y social consiguiente, así como los estados emocionales asociados a estos usos. La minería de datos y el big data será usado más pronto que tarde en la educación privada ampliando así la distancia entre los ciudadanos que asisten a unas escuelas u otras.
Por ahora de cara al próximo curso, las Universidades deben acometer el análisis de la información de la praxis educativa en el confinamiento en cuanto tarea esencial y urgente, aunque solo sea con centros de muestra, a fin de diseñar un programa de investigación centrado en ofertar soluciones prácticas pegadas al contexto en materia de hibridación de los contenidos tradicionales y básicos de la escuela, con sus potenciales desarrollos a través de las TIC.