ATENCIÓN: todo el artículo es un spoiler
La miniserie ‘Adolescencia’, producida por Netflix y que se emite en la plataforma desde el 13 de marzo, ha suscitado infinidad de comentarios y artículos en los medios. Muchos tratando directamente su forma y fondo; otros entrevistando a sus creadores y dando claves para su interpretación1; y bastantes también hablando de la adolescencia al hilo de la serie.
Su indudable impacto se debe, en primer lugar, a su envoltorio cinematográfico: su impecable producción, realización e interpretaciones. El plano-secuencia en que se presentan cada uno de sus cuatro capítulos adquiere especial relevancia en este sentido, incrementando su dramatismo.
Un segundo factor para la huella que está dejando en la conversación pública es que estamos ante un efecto buscado. Así lo han declarado sus creadores y guionistas, entre ellos el siempre creíble actor Stephen Graham2, quien aquí hace además del atribulado y desconcertado padre del adolescente agresor. Intencionadamente, la serie no nos cuenta con detalle los sucesos, ni la narración sigue un mismo ritmo cronológico ni un desarrollo lineal. Por el contrario, nos insta a ir descubriendo los hechos y sus causas a saltos, en momentos determinados y de forma fragmentada; a que seamos nosotros quienes vayamos encajando las piezas del puzle de acontecimientos y conmociones. En todo este entramado, que obliga al espectador a poner tanto de su parte y a implicarse en lo que ve, radica también el éxito de Adolescencia.
Sin embargo, la ausencia de otras perspectivas y protagonistas ha generado críticas, destacadamente la de una pieza básica del puzle: la víctima3, quien solo aparece de refilón (un par de fotos y un vídeo). La representa una joven actriz que además pone voz a la música de la serie. Aunque la sargento de policía hable explícitamente del olvido que se cierne sobre la víctima frente a la popularidad del atacante, es apropiado señalar esta insuficiencia, porque incluso percibimos de ella connotaciones negativas que sólo salva su rebelde amiga. Supone el vacío más llamativo dentro del recurso narrativo y objetivo deliberado de segmentación y focalización en otros ámbitos y personajes4.
En medio de las críticas, virtudes o hallazgos de esta serie, nuestro interés, desde el punto de vista de la convivencia escolar positiva, se centra en el mensaje que lanza, constitutivo también del éxito alcanzado. En sí, la crudeza con la que plantea el fracaso generalizado de la sociedad adulta -porque no es solo el de la escuela- respecto a la adolescencia actual, peca de un alarmismo desmesurado que trasciende fronteras. Un importante sector de quienes han comentado la serie en los medios lo han hecho desde el susto y el miedo. Y si son padres o madres de adolescentes, se preguntan con grave inquietud y hasta angustia si están cumpliendo bien su labor de progenitores5.
Desconociendo los protocolos de actuación de la policía británica y aunque en la propia serie se justifique, resulta extraño que para detener a un menor de trece años intervenga un cuerpo de operaciones especiales rompiendo la puerta de la casa familiar y entrando en ella como si fueran a capturar a un peligroso terrorista. Tal es el inicio efectista del primer capítulo. Supongo que pretende impresionarnos desde el principio, porque no veo a nuestros grupos policiales de menores actuando con esa violencia en un caso semejante. (Tampoco con la ignorancia que la policía evidencia después sobre las redes y sus símbolos).
La espectacularidad y los sesgos de la ficción se imponen en situaciones como esta y, más acusadamente en el segundo episodio, el que más nos atañe a docentes y más nos cuestiona al desarrollarse en el colegio. En él se lleva al extremo la desvirtuación de la que a menudo se ha hablado respecto a productos audiovisuales cuando abordan la realidad escolar. Una realidad más aburrida y difícil de trasladar con atractivo y éxito a las pantallas.
Así, el centro educativo se escenifica como un caos donde el acoso escolar campa a sus anchas, la dirección no existe, el profesorado está desaparecido, superado o ejerce una autoridad meramente disciplinaria, y el alumnado, malvado o anodino, deambula entre la indisciplina absoluta. Un “puto corral de borregos”, “un puto infierno”, según la policía. La foto da escalofríos, pero no reproduce la generalidad de nuestros centros educativos6. Ni los adolescentes en su inmensísima mayoría acuchillan a sus colegas o a personal de los centros. Aquí solo interesa lo que se sale de la norma.
Ahora bien, aunque siempre ha habido asesinos jóvenes y hasta muy jóvenes, y esa no sea la cotidianeidad pubescente (el riesgo y error de la serie puede estar en dar pie a pensarlo), lo cierto es que, dentro de una casuística millonaria y solo mirando nuestra proximidad europea, sí aparecen casos, a su vez muy diversos.
En abril, José Antonio Luengo nos recordaba la muerte de un profesor a manos de un alumno en Barcelona hace diez años7. Mucho más recientes tenemos los homicidios de una educadora social en Badajoz o el mortal ataque con cuchillo de un alumno en un colegio de Nantes. En enero, un alumno del instituto de Gerena era asesinado en los alrededores del centro. La mecha de esta miniserie la prendieron varios asesinatos de chicas adolescentes por chicos adolescentes en poco tiempo dentro del Reino Unido. Eso han contado sus creadores, impactados por estos hechos e interrogándose -con oportunidad, pero sin ofrecer respuestas- sobre la oleada de ira misógina masculina que levanta el movimiento incel8. Así nos inquieta Adolescencia que, seguro que no representa al todo social, pero sí nos interpela desde una situación extrema (anomalía absoluta ha dicho alguien) que vemos surgir más allá de los púberes británicos.
Como escribe Luengo, la adolescencia no es lo que nos muestra la serie. Incluso algún especialista ha incidido en lo erróneo del título al tomar la parte por el todo a modo de sinécdoque tramposa9. Y es que el terreno entre la sensibilización y la alarma resulta especialmente resbaladizo. En nuestro país, las encuestas más serias y los datos disponibles no avalan una imagen tan desastrosa de la adolescencia10, aunque haya vectores preocupantes como la salud mental y el aumento de los delitos sexuales cometidos por menores.
Por eso conviene seguir tomando con asiduidad el pulso a una realidad que evoluciona vertiginosamente, en especial, el universo digital. Es imprescindible que cobremos conciencia de sus peligros para infantes y adolescentes. Estamos ante un espacio etéreo y cambiante que, si con frecuencia queda alejado de la mayoría de los adultos, deriva hacia sus formas más nocivas (como el sexting y el acoso, motores trágicos en Adolescencia) a través de las redes sociales. Esos nidos tan útiles para tantas cosas, pero donde prosperan el anonimato más abyecto, la popularidad más superficial o la manipulación más deleznable.
Además, dicha deriva afecta cada vez a edades más tempranas (acertada la casi preadolescencia del protagonista) y acelera incesantemente sus códigos y, por tanto, acentúa la incomprensión y ajenidad entre el ecosistema adolescente y el mundo adulto. Se podría decir que este es el tema principal que late en la serie y la recorre. A veces aflora de forma más evidente, como cuando ha de ser el hijo del policía quien le explique a su padre el significado de lo que han visto en las redes de los implicados: – “vergonzoso cómo andas metiendo la pata (…) No te enteras”. Aunque también se vislumbra una presentación tácita del abismo intergeneracional abierto, con especial énfasis en las relaciones padre-hijo. En este aspecto encontramos asimismo serias objeciones desde la realidad más habitual11.
Junto a elementos simbólicos e incluso crípticos (el rasgado papel con forma de cuchillo de la pared del cuarto de Jamie, el sándwich que la psicóloga le ofrece…)12, hay en Adolescencia, pese a lo dicho, palmarias aportaciones válidas. Subrayamos el asfixiante tercer episodio, donde, en un tenso diálogo y magnífico duelo interpretativo entre la psicóloga y el joven asesino, queda constancia de la naturaleza del personaje: un psicópata dentro de un adolescente acosado e inseguro, incapaz de exteriorizar sentimientos y emociones, quien, bajo el influjo de una corriente misógina global, explota repetidamente: “¡Era una zorra abusona!”.
En general, la aproximación a los rasgos de la adolescencia es acertada, aunque más desde sus excesos. Visualizamos su impulsividad, su incompleto desarrollo del pensamiento consecuencial, su uso de la negación y la mentira, su imprescindible reconocimiento por los iguales o la necesidad ahora de ser popular13. Sabemos que la adolescencia nunca ha sido fácil, que es una fase vital conflictiva, de descubrimiento y de frustraciones. La serie la convierte en una pesadilla, o al menos así parecen vivirla los y las adolescentes que se retratan.
Pero criticando el alarmismo que daña la confianza en la sociedad y en las instituciones, aprovechemos el aldabonazo de Adolescencia para refrendar una vez más la indispensable apuesta educativa por los valores éticos y de ciudadanía, por la convivencia positiva en todos sus sentidos y ámbitos. Muy urgentemente en el digital que debería obligar -aunque convengan limitaciones de edad y dispositivo- a no excluir las pantallas de la escuela, sino a incorporarlas con acierto, progresión, conocimiento y conciencia moral de su uso14.
Y también, contra reticencias y tabúes hacer de la igualdad y de la educación sexual adecuada con contenidos integrales y normalizados en nuestros centros educativos. Existen programas en todas estas temáticas, algunos desde hace ya bastante tiempo. También hay renovados contenidos al respecto y nuevas figuras como la coordinación de bienestar. Todo ello no resulta suficiente si no se implantan y dotan correctamente, si no se extiende por doquier la formación en la resolución de conflictos y su incorporación efectiva en los centros, y si no se cuenta con personal y medios convenientes, como trabajadores sociales o mayores recursos en salud mental; sobre todo donde más se necesitan.
Porque como dice Mª José Díaz-Aguado, la escuela no inventa el modelo social de dominio/sumisión, sino que lo reproduce y precisa medios para transformarlo. Esa es la manera de afrontar el acoso y la violencia en el medio escolar. Cundiría luego socialmente, aunque nunca impediría del todo sucesos de agresión en sus distintas gradaciones. Sabemos que muchísimos colegios e institutos desarrollan preciosas buenas prácticas de convivencia, por eso procuramos difundirlas en CONVIVES. Difícilmente serán fuente de producciones audiovisuales como ‘Adolescencia’.
En conclusión y en contradicción con su título, estamos ante una serie “adulta” en el sentido de que no te da la historia mascada como muchas otras. También ante una ficción con todo lo que ello supone, técnica y artísticamente magnífica, sí, pero falaz y desproporcionada en buena parte de sus espectaculares secuencias que la escoran hacia el alarmismo. Al mismo tiempo, es una oportunidad15 que destapa dramáticamente las consecuencias de la cada vez más prematura exposición de los menores al acoso, a la pornografía y a la toxicidad de las redes y, en concreto, a los peligros de la “manosfera”. Que nos obliga a reflexionar, conversar y actuar sobre ello, alertando al conjunto de la sociedad y más específicamente a las familias y al profesorado sobre el imprescindible acompañamiento, escucha y empatía con nuestros adolescentes. Y reafirmando, por si quedaba alguien que no lo supiera, que en su habitación no están a salvo.
Notas al pie
1* Por ejemplo, Philip Barantini, director de ‘Adolescencia’: «Puedes creer que tu hijo está bien solo en su habitación, pero es ahí donde suceden los daños», El Periódico, 13-03-2025. O, El creador de ‘Adolescencia’ explica qué es lo que pasó con el cuchillo de Jamie: “Lo arruinaría todo”, Infobae, 08-04-2025.
2Entrevista con él en: El verdadero drama es la incapacidad de los padres para conectar con sus hijos adolescentes, XLSemanal, 16-04-2025.
3Paloma Rando: ‘Adolescencia’: ¿Dónde queda Katie? Y Eva Güimil: ‘Léo Mattéï’: ‘Adolescencia’ en minúsculas, El País, 18 y 27-03-2025 respectivamente.
4Más información sobre la miniserie en: What Happens in ‘Adolescence’ Episode 1? Go Inside the First Episode of the Limited Series – Netflix Tudum . Y una opinión muy favorable sobre su calidad audiovisual en: R.A. Raga: ‘Adolescencia’, ¿un nuevo paradigma?, Valenciaplaza, 17-04-2025.
5Por ejemplo, La desgarradora reflexión de dos padres al ver ‘Adolescencia’ en Netflix: «En mi casa ya no dejamos las puertas cerradas», Fotogramas, 27-03-2025; pero hay más artículos en esa línea.
6Una aproximación a la opinión de estudiantes en: Ferrán Bono, Lo que opinan alumnos de Bachillerato de la serie ‘Adolescencia’: “Exagerada” y pensada para los padres, El País, C. Valenciana, 14-04-2025.
7José Antonio Luengo: Algo no estamos haciendo bien, El Mundo-Cataluña, 20-04-2025
8Sobre el movimiento incel, ver, por ejemplo: Héctor Juanatey: El problema no es Jamie, el protagonista de ‘Adolescencia’, sino quienes se aprovechan de él y de la soledad de los jóvenes, huffingtonpost.es, 06-04-2025.
9César de la Hoz: Adolescencia’: ¿No podrían haber titulado la serie de Netflix de otra forma?, Mamas&Papas, El País, 20-04-2025.
10Ver diversos artículos como el de J.A. Luengo o el de Ignacio Zafra: ¿Es la adolescencia como la pinta Netflix? “Nos produce vértigo su manera de afrontar la vida”, El País, 06-04-2025. Ambos aluden a las Memorias de la Fiscalía general del Estado como fuente fiable de violencia infanto-juvenil. También se mencionan otros informes y estudios.
11El artículo de I. Zafra mencionado recoge las palabras de Carmen Moreno, catedrática de Psicología en Sevilla e investigadora principal del estudio HBSC en España: “La serie está muy bien hecha, plantea bien un tema, pero no refleja la situación media de los adolescentes (…). Los datos dicen que nuestros adolescentes, hoy día, en promedio, ojalá fuera en todos los casos, se sienten a gusto en sus hogares. Y que gran parte de ellos tienen una comunicación buena o muy buena con sus padres”.
12En ¿Cuál es el significado oculto del sándwich en la serie Adolescencia de Netflix?, Prensa Libre, 27-03-2025, Esdras Laz ha considerado el sándwich como una estrategia para sacar el yo profundo del agresor (hasta esto tendría más miga de lo que parece).
13Ver por ejemplo y entre otros muchos artículos y web: Sara Desirée Ruiz | Adolescencia acompañada (@adolescencia.sara.desiree.ruiz) • Fotos y videos de Instagram
14Una buena aproximación a este debate en: ¿Prohibir la tecnología en la escuela? | Lo que revela la serie “Adolescencia” de Netflix O en la interesante entrevista de J.A. Aunión a Mariano Fernández Enguita en No nos podemos empeñar en hacer de la escuela un santuario que proteja a los alumnos, El País Semanal, 24-04-2025.
15Así lo ha entendido el gobierno británico que ha decidido difundir la serie gratuitamente en los centros educativos. Muchos artículos lo han recogido. Sobre esto y la necesidad de debatir sobre ella, ver, por ejemplo: David Mathieson: Sobre la serie ‘Adolescencia’, Diario de Navarra, 05-05-2025