Describir en qué consiste Proeducar-Hezigarri es uno de esos trabajos ímprobos poco agradecidos. Lo mejor que podría hacer cualquiera es conseguir el contacto de tres, cuatro o cinco centros que pertenezcan a la red y que le cuenten sus impresiones. Terminará esas conversaciones bastante impresionado por la energía que desprenden todas las personas con las que hable. También por cómo han vivido y viven la transformación de sus centros y de sus modos de trabajo.
El proyecto pretende conseguir, así nació en el curso 2016-2017, una transformación de los centros educativos. Transformación de las prácticas, de la organización, de sus relaciones profesionales, con el entorno. Transformación hacia metodologías más activas como el aprendizaje cooperativo, o basado en proyectos, a grupos interactivos y tertulias dialógicas. A la promoción de la codocencia y a una apuesta grande por la formación en centros de trabajo.
Todo ello con el objetivo de que la inclusión sea lo más efectiva y real posible, al tiempo que se lucha contra elementos como el absentismo o el abandono y el fracaso escolares.
En principio, cualquier sistema educativo trabaja para hacer esto posible. Tal vez la diferencia de Navarra venga del hecho de que la administración esté haciendo una apuesta decidida, con la financiación necesaria, y ofreciendo a sus centros tiempos y espacios para llevarla a cabo. Hasta ahora, tras cinco cursos de funcionamiento, el programa ha atraído al 40% de los centros públicos navarros (para los que está ideado inicialmente). La participación es voluntaria. Y aunque “te exige mucho, también te da mucho”, al menos así lo ve Blanca Rodríguez, directora del CP Doña Álvara Álvarez, del pueblo de Falces, uno de los veteranos en el proyecto.
Es verdad que los centros educativos de Navarra no son macro centros con muchos cientos de alumnos y decenas y decenas de docentes, que la organización de toda esta revolución parece más sencilla que cuando uno piensa en esos colegios o institutos de grandes ciudades con 120 profesores y 1.300 alumnos.
En cualquier caso, llevan cinco cursos acumulando éxitos. Unos logros que se han basado, en buena medida, en la relación entre iguales y en la formación de los equipos docentes. El proyecto ha generado siete redes de centros que se reúnen mensualmente para hablar de sus experiencias y vivencias. En estas reuniones participan dos personas por centro: alguien de dirección y la coordinadora del proyecto en el centro. Vuelven con las pilas cargadas para poder transmitir lo vivido e intentar poner en marcha aquello que les haya parecido interesante.
Resumir todo esto es, como decíamos, un trabajo ingrato, deslucido, en comparación con lo que transmiten quienes están viviéndolo.
“Necesitábamos poner un poco de cabeza y cerebro, acompañando al corazón”, comenta Ane Arribillaga, directora del CP Mendigoiti. Esta frase resume su vivencia, pero también la del resto. Centros que tenían claro que había que realizar transformaciones en sus modos de hacer, que querían tirarse a la piscina de prácticas más activas, que querían conseguir lo mejor para sus estudiantes pero que, tal vez, no sabían bien cómo estructurar todo eso.
Es lo que les ha dado la pertenencia a la red. Una idea más sistemática de lo que pueden hacer. Durante el primer año los centros sueñan con lo que quieren hacer, hacen un estudio de sus necesidades, de sus intereses y planifican lo que harán a partir del segundo. Ya reciben formación en el centro sobre diferentes cuestiones que eligen ellos mismos: cooperativo, ABP, evaluación formativa, codocencia…
A partir del segundo año ya se ponen en marcha “en serio”, con la opción que hayan elegido. Proeducar-Hezigarri propone a los centros dos vías: convertirse en comunidad de aprendizaje (con la realización de las llamadas actuaciones educativas de éxito: modelo de convivencia, grupos interactivos, tertulias dialógicas…) o bien, hacer una transformación autodirigida. La mayor parte de los centros están en esta categoría, seguramente porque muchos ya estaban inmersos en procesos de cambio cuando el programa ha llegado a su puerta.
Todo el mundo parece encantado de participar en el proyecto. Entre otras cosas porque han visto en este tiempo cómo trabajan los compañeros en otros lugares. Miren Rico, directora del CP Patxi Larrainzar de Pamplona nos comenta cómo el personal de infantil y primer ciclo de primaria ha visitado otros centros para conocer, en su caso, los cambios en los espacios que han realizado, en vistas a hacer ellos alguna modificación también.
O el colegio de Falces, como recuerda Blanca Rodríguez, cuyo claustro al completo, acudió en días diferentes al colegio público Amara Berri, de Donosti, para conocer cómo trabajaba. Un viaje que supuso la apuesta por “copiar” muchas de las actuaciones que aquel centro lleva a cabo: organización por ámbitos, que no haya aula de referencia, trabajo dentro de los ámbitos por pequeños proyectos y de forma lo más autónoma posible…
La conformación de las redes, así como la gestión que realizan las personas que hacen de enlace dentro del proyecto Proeducar-Hezigarri, es muy importante. “Para nosotras ha sido de mucha ayuda, cuenta Rico. Necesitábamos a alguien externo para guiarnos”. Arribillaga utiliza palabras como “redes alentadoras”, “refugio”, “acompañamiento” para referirse a los tiempos y espacios que se garantizan en la red. Un “apoyo fundamental”, asegura.
Begoña Quintano es la coordinadora del proyecto en el IESO Ochoa de Olza, en Pamplona. Describe cómo, casi por casualidad, en último claustro del curso 2017-2018 una compañera comentó que quería hacer alguna actividad el curso siguiente alrededor del aprendizaje cooperativo. El comentario derivó en una conversación en el claustro en relación a enseñar de otras maneras que acabó llevando al centro a participar de Proeducar-Hezigarri. Para ella, la conformación de la red “nos ha dado sostén. Es muy potente lo que hemos recibido”.
“Es un punto de unión, de colaboración”. Un lugar, el de las reuniones mensuales de la red, del que “te vas con ideas y habiendo aprendido”. Es la experiencia de Cristina Garraza, coordinadora en el IESO Reyno de Navarra, de Azagra. «Es muy enriquecedor». “Reflexionas sobre el centro, sobre la relación con las familias. Es una gozada”. Es lo que cuenta José Alcalde, director del CP Raimundo Lamas.
El proyecto ha seguido su camino en estos años pasando de ser un contrato-programa al principio, a la conformación de la red. En los últimos tiempos, tras solicitar un proyecto Erasmus+, han dado un paso más. Las personas que conforman el núcleo del proyecto han podido visitar centros de Italia y Portugal de los que han sacado nuevos conocimientos que llevar a la red. También ha podido poner en valor el trabajo realizado hastas el momento en Navarra, y compartirlo con otros profesionales. Pero, además de esto, han escrito una guía descargable en la que se ha resumido todo el proceso de transformación de un centro.
Se trata de un documento de unas 500 páginas que pretende ser un paso a paso del camino. Da igual el momento en el que uno se encuentre porque puede encontrar qué debe hacer prácticamente cada día de esos tres años de transformación en los que se plantea Proeducar-Hezigarri. Marivi López, perteneciente a la red, tiene claro que el conocimiento que se ha desarrollado en estos años de proyecto no puede quedarse en las fronteras de Navarra. Es necesario que cualquier personas que tenga interés en una transformación de su centro educativo pueda tener una hoja de ruta. Un documento basado en la experiencia de maestras y maestros que han ido sumándose al proyecto en estos años.
La extensión del conocimiento es una de las bases fundamentales de todo el proyecto. Más allá de la edición de la guía gracias al Erasmus+, Proeducar-Hezigarri ha promovido desde el primer momento procesos de formación en los centros de trabajo en diferentes líneas. Según cuentan algunas de sus protagonistas, les han dado la formación que han solicitado siempre y en el propio centro. Formaciones sobre los temas que les han interesado dentro del propio proyecto. También estancias en otros centros educativos. Unas más cortas y otras más largas. Es verdad que la pandemia llegó para modificar muchas de las actuaciones que se estaban llevando a cabo. Marivi López recuerda que se había creado un sistema de residencias docentes de una semana completa para hacer cierto grado de inmersión en la realidad de otros centros. Se contemplaba, en este sentido, la contratación de una persona que supliera el tiempo de estancia de una docente en otro centro, para que no fuera nadie de su claustro quien tuviera que asumir la sobrecarga de trabajo de semejante estancia. La Covid vino a arruinar este proyecto que había comenzado a andar poco antes de marco de 2020. Ahora andan estudiando la manera de retomarlo.
Además de poder conocer de primera y segunda mano las prácticas de otras compañeras y compañeros, de tu centro, de la red o incluso de otros colegios o institutos, está el hecho de que se genere formaci´en el centro de trabajo a medida de las necesidades que detecte cada claustro. Lógicamente dentro de los parámetros del programa: evaluación formativa, codocencia, cooperativo, ABP, teritulias dialógicas, grupos interactivos…
La coordinación es también uno de los puntos fuertes del proyecto. En muchos territorios se crean estas figura de coordinación para múltiples actividades. Una coordinación que, en la mayor parte de los casos es voluntaria y no lleva aparejada ninguna «ventaja», ya sea esta salarial, de reconocimiento o de liberación de horas. En el caso de Proeducar-Hezigarri se optó en su momento por liberar a estas personas de algunas horas lectivas para que pudieran dedicarlas a gestionar el proyecto en sus centros. Por un lado, para tener el tiempo de asistir a las reuniones mensuales de la red y, por otra, para gestionar lo que ocurría en sus propios centros de trabajo. Esto ha sido posible, en buena medida, por la financiación extra que Navarra ha querido poner aquí, al igual que por el hecho de que se redujesen las horas lectivas del profesorado a las previas al famoso Decreto 14/2012 que instauró los grandes recortes sobre el profesorado con la crisis anterior.
La coordinación, eso sí, está contemplada para los tres primeros cursos en los que el centro participe del programa. No hay dinero para que la admininstración lo sostenga más tiempo. Desde centros como el de Falces comentan que para conseguir que haya tiempo para esta coordinación, en su claustro se ha optado porque la persona que coordina forme parte del equipo directivo también, de manera que pueda «desviar» parte de las horas de dirección hacia la coordinación del proyecto.
Cada una de las patas del proyecto, seguramente, necesitaría de una pieza a parte para ser explicada en su totalidad y complejidad. No hay espacio suficiente para hacer esta labor, pero en la web existen recursos suficientes para hacerse una idea, siquiera aproximada, del funcionamiento de la red.
El pionero
El colegio de Falces, dirigido ahora por Blanca Rodríguez, es uno de esos centros que deberían estudiarse en todas las facultades de magisterio. Después de una conversación con Rodríguez sobre los motivos para sumarse a Proeducar-Hezigarri uno se lleva la impresión de que llevan 40 años remando a contracorriente.
Allá por 1987, comenta la directora, ya comenzaron a prescindir en algunos de los cursos de los libros de texto como materiales fundamentales en las clases. Iniciaron sus pinitos en el aprendizaje basado en proyectos. Entre otras cosas, cuenta, porque en los libros no estaba todo el currículo que había que dar al alumnado.
Unos años después, en 1993, cuando la Logse estaba implantándose en todo el territorio e imponía la salida de los alumnos de los colegios a los centros de secundaria dos años antes de lo que hablaba la LGE de 1970, el centro se reveló. No querían prescindir de su alumnado de primer ciclo de ESO; querían que permaneciese en el colegio ese tiempo para que cuando fueran al instituto lo hicieran con un mayor grado de maduración. Tuvieron que protagonizar encierros en el colegio, pero finalmente consiguieron que las administraciones educativas dejaran las cosas como estaban. Hoy por hoy conserva todavía ese primer ciclo de secundaria.
El centro siempre ha estado muy pendiente de metodologías activas, de aprendizaje cooperativo y colaborativo. Por eso entrar en Proeducar-Hezigarri casi fue una cosa natural, sin mucha discusión. De hecho hubo unanimidad en el claustro para entrar. Y esto les permitió conocer Amara Berri y adoptar buena parte de sus actuaciones educativas. Amara Berri lleva funcionando, no como centro sino como red y sistema de enseñanza, desde ls años 70 del pasado siglo. El colegio de Falces, además de “copiar” algunas de sus prácticas, también ha puesto en marcha otras actuaciones, como los grupos interactivos o las tertulias dialógicas clásicas de las comunidades de aprendizaje.
Tiene un claustro de una treintena de docentes. Solo un tercio tiene destino definitivo en el centro. Otro tercio es interino bien situado en la lista que puede solicitar el centro más de un curso seguido y, tercer tercio, es profesorado de nueva incorporación. Este año todos los profesores de secundaria son nuevos. Todo un reto para que el proyecto Proeducar pueda funcionar. También para el el PEC tenga continuidad. Para Rodríguez, la clave está en las jornadas de acogida que hacen, de cohesión de grupo en el claustro. También en el acompañamiento que los docentes más veteranos hacen de las nuevas incorporaciones. Y, no duda tampoco en esto, en la obligatoriedad que tienen los nuevos de llevar a cabo el proyecto que el centro viene trabajando desde hace más de un lustro. Y aunque hay un cierto grado de imposición, asegura que este mismo año se ha puesto un proyecto de aprendizaje-servicio con los de 2º de ESO en relación a la residencia de mayores del pueblo. Vaya, que el profesorado de secundaria es lo suficientemente activo y flexible como para amoldarse.