La importancia del profesorado es grande, entre otras cosas por su capacidad de influencia en el alumnado. Esta es una de las ideas fuerza que pueden extraerse del informe de la investigación realizado COTEC y su Laboratorio de Economía del Comportamiento y en el que han colaborado investigadoras varias universidades.
Henar Rodríguez es profesora titular de la Universidad de Valladolid, en donde dirige el Centro Transdisciplinar de Investigación en Educación. Es, además, una de las responsables de la investigación. En su opinión, trabajos como este pueden ayudar al profesorado a tomar conciencia de la manera en la que en ocasiones tomamos decisiones y, así, poder evitar ciertos automatismos que en el día a día no nos cuestionamos.
Con los años se ha desarrollado un cierto corpus relativo a los sesgos cognitivos del alumnado y qué puede hacerse para que el docente los evite. Pero, como explica Rodríguez, son pocas las investigaciones que se han realizado sobre los sesgos y cómo actúan en los docentes a la hora de tomar decisiones o actuar en clase. Esta es una de ellas. Para la investigadora, no se trata de hacer crítica al profesorado por funcionar como un humano, mediante sesgos, sino destacar el poder que tienen. «Creemos en su poder», asegura para afirmar que el estudio pretende «ayudar a que sean conscientes» de ello y puedan actuar en consecuencia.
En el estudio han participado algo más de 300 docentes de primaria y secundaria, entre los 23 y los 64 años. Han tenido que contestar a un cuestionario en el que se les planteaban situaciones hipotéticas y se les pedía su opinión sobre cómo creían que se comportaría el equipo de su claustro formado por 10 personas. El objetivo de este método es, como se explica en el informe, que quienes respondan lo hagan anticipando para la finalidad del estudio o que respondan aquello que consideran como correcto; el conocido como efecto demanda o deseabilidad social.
Las preguntas que se le pusieron sobre la mesa a las y los docentes tenían que ver con decisiones que habían de tomar sobre métodos de evaluación, modificación de metodologías, uso de materiales, uso de nuevas tecnologías e inclusión educativa. Además de estos test, se formaron grupos de discusión con más docentes para limar y matizar algunas de las cuestiones que aparecieron en el primer bloque.
Por qué estos temas y no otros es una decisión de las investigadoras, en relación a los temas que han considerado más pertinentes en este momento según su experiencia tanto en la escuela como desde la investigación.
Ejemplo de pregunta
En el curso 5º EP/2º ESO hay dos clases. La Clase A con un mayor número de alumnos y
formada por estudiantes buenos en cuanto a notas y comportamiento; y la Clase B, compuesta
por 15 alumnos, estudiantes heterogéneos en cuanto a notas y comportamiento y que cuenta
además con 1/2/3 estudiantes con necesidades educativas especiales diagnosticadas.
B. El centro educativo es seleccionado para formar parte de un proyecto internacional
de educación digital, pero sólo una de las dos clases puede participar en el piloto. En un
claustro de 10 profesores, ¿cuántos elegirían?
Las cuestiones, hasta seis, plantean situaciones que, a su vez, se relacionan con sesgos que se han identificado desde la investigación. Sesgos de representatividad, de anclaje, de disponibilidad… Una de las dos respuestas posibles está sesgada. Bucear en la investigación educativa para encontrar, a su vez, las teorías que tuvieran conexión con los sesgos descritos por la disciplina de la Economía del Comportamiento.
Una de las primeras conclusiones es que no existe un patrón identificable, cuantificable en la toma de decisiones docentes. Estas, eso sí, están mediadas por el contexto de la situación y, especialmente, por las características del grupo de alumnado del que se esté hablando.
Los sesgos están presentes en sus claustros, en mayor o menor medida. Esto engancha con lo que comenta Henar Rodríguez y el objetivo de que antes de que se tomen decisiones en un aula, quien ha de tomarlas tenga presente la existencia de estos sesgos. Un primer paso para evitarlos e intentar tomar las decisiones más informadas y racionales posibles. Para la investigadora, el reto está en «escuchar y pensar para actuar de forma más atinada a las necesidades del alumnado».
Uno de estos sesgos que destaca la investigadora es el de anclaje. Un ejemplo podría ser el momento en el que un docente recibe a un nuevo curso de estudiantes y con ellos, sus notas del curso anterior. En ese momento se genera un sesgo, una imagen de lo que pasará a partir de ese momento con cada persona del aula. Rodríguez habla de «efecto Pigmalión», según el cual las creencias que alguien tiene sobre una persona pueden influir en su rendimiento académico. Si lo prefieren, aquello que los estudios llaman «expectativas». Ser consciente de esto puede ser importante a la hora de enfrentar, de manera positiva, las clases.
Abundando en esta cuestión, Henar Rodríguez insiste en la «importancia de revisar cómo [las y los docentes] toman decisiones que impactarán en el alumnado». La investigación, además de esto, quiere llevar, de alguna manera, a las ciencias de la educación a un lugar más destacado en el sentido de dar importancia a la investigación y a su uso en la práctica cotidiana del profesorado en las aulas de todo el país.
Conclusiones
En todas las situaciones planteadas salvo una, la respuesta A era la que estaba sesgada. De las 60 respuestas (seis situaciones y 10 hipotéticos docentes que conforman el claustro), entre 30 y 40 eran A, de lo que la investigación deduce que la mayoría de la gente piensa que sus compañeros tienen sesgos.
El equipo que ha realizado la investigación organizó a las y los participantes por edad, años de experiencia, etapa educativa en la que trabajan, sexo, titularidad del centro y puntuación en el Test de Reflexión Cognitiva que pasaron y que ofrece datos sobre su grado de reflexión.
Una vez analizadas las respuestas se constatan cosas como que el profesorado de mayor edad cree que los claustros funcionan con menos sesgos que los docentes de menor edad. Algo que también ocurre con las maestras y maestros de primaria, que, dice el informe, «son menos proclives a pensar que sus compañeros tomarán decisiones sesgadas».
Si se baja a cada una de las situaciones planteadas por el estudio, se detecta, por ejemplo, que el profesorado joven percibe más problemas entre sus compañeros para utilizar diferentes métodos de evaluación, como pudieran ser las rúbricas. También son quienes opinan que sus compañeros tienen más problemas para incorporar dispositivos electrónicos entre los materiales que utilizan. Finalmente, el profesorado más joven opina que sus compañeros «tomarían la decisión sobre la repetición a partir de la información ya disponible, sin realizar pruebas complementarias».
Otra de las conclusiones es que el profesorado de primaria, en mayor medida que el de secundaria, opina que sus compañeros tienden a tomar decisiones metodológicas más basadas en modas que en datos o, según otra de las situaciones, a incluir a todo el alumnado (sin tener en cuenta su desempeño escolar, su comportamiento o «la fama que tenga el grupo-clase») en actividades en las que chicas y chicas son la imagen del centro ante otras entidades.
También, maestras y maestros piensan que sus colegas incluyen a todos sus alumnos en proyectos escolares con independencia de su desempeño y comportamiento.