Quienes formamos parte de la comunidad educativa –alumnado, familias, profesorado y otras personas que, desde entidades públicas o privadas, trabajan cada día para lograr que los centros educativos sean espacios seguros– necesitamos unirnos para aplicar medidas que están eliminando la violencia y logrando, al mismo tiempo, la inclusión educativa y el éxito escolar para todos y todas.
El actual plan estratégico supone un gran avance para la convivencia en nuestro país porque acerca a los centros educativos aquellas actuaciones avaladas científicamente que están mejorando la convivencia, al mismo tiempo que recoge las voces y actuaciones que se están haciendo en muchos centros educativos, administraciones y entidades sociales de la diversidad de comunidades autónomas y que están tratando de avanzar por hacer de los entornos educativos espacios en los que reine la amistad, la solidaridad, la igualdad y la libertad.
Actuaciones educativas de éxito y prácticas basadas en evidencias científicas para la mejora de la convivencia escolar
Las Actuaciones Educativas de Éxito (AEE), fueron identificadas en el Proyecto Integrado INCLUD-ED -Strategies for inclusion and social cohesion from education in Europe (2006-2011), que fue financiado por la Comisión Europea y destacado como uno de los 10 proyectos de éxito –el único en Ciencias Sociales y Humanidades– de los Programas Marco de Investigación. Se definen como acciones universales que consiguen los mejores resultados educativos y en convivencia, transferibles en diferentes contextos. Los grupos interactivos, la participación educativa de la familia y la comunidad, la formación de familiares o las tertulias literarias dialógicas, la ampliación del tiempo de aprendizaje son AEE que conducen a la eficiencia y equidad y que se fundamentan en datos contrastados y un sólido fundamento teórico.
Además de las AEE, existen prácticas basadas en evidencias científicas que también están contribuyendo a la mejora de la convivencia escolar, entre las que destacan la tutoría entre iguales, el aprendizaje servicio o los programas de alumnos de acogida y alumnos mediadores.
Un plan estatal de convivencia escolar no debe ser una recopilación de buenas prácticas. No se trata solo de recoger lo que ya se hace, sino de orientar sobre lo que se debe hacer en concordancia con los planteamientos científicos y teóricos más relevantes. En este sentido, la perspectiva comunitaria supone un avance respecto a lo que se ha hecho hasta el momento en los centros educativos.
El Plan Estratégico de Convivencia Escolar opta por este enfoque comunitario y diferencia entre AEE y prácticas basadas en evidencias científicas. En ambos casos se constata una mejora de la convivencia escolar, pero es importante diferenciarlas y acercar el conocimiento a la comunidad educativa para hacerla partícipe del debate social. Lo que no debe tener cabida en un plan de ámbito estatal son experiencias más o menos innovadoras que no han demostrado efectividad en la diversidad de contextos, ni que todo aparezca mezclado al mismo nivel porque esto crea confusión y dificulta la toma de decisiones libre y democrática de las comunidades educativas.
Participación para la acción
Cuando existe un compromiso sincero con la mejora de la educación y cuando está en juego algo tan importante como la convivencia pacífica y la seguridad de la infancia y la juventud, lo mejor es trabajar juntos con rigor para lograr el consenso al margen de vaivenes políticos e ideologías, tal como se hace en otros ámbitos de las Ciencias Sociales, aplicando lo que mejor funciona, sin otro interés que la excelencia y el éxito sin exclusiones. Hay que ponerse manos a la obra sin esperar, sin excusas, porque somos responsables de que los y las estudiantes quieran ir a la escuela cada día para disfrutar aprendiendo en interacción.
El espíritu del equipo técnico responsable del Plan en sus orígenes era aprovechar sinergias, aprender unos de otros y tener un marco y unos objetivos comunes a nivel estatal; se abrió un proceso de sumar esfuerzos para abordar más efectivamente la problemática, no restar o duplicar. Personas que trabajan en entidades públicas y privadas para la prevención del racismo, la violencia y la discriminación, que representan a todos los colectivos de la comunidad educativa y en especial a los grupos considerados en riesgo de ser víctimas de violencia o acoso; docentes, técnicos e investigadores fueron capaces de consensuar en muy poco tiempo los ejes fundamentales, las líneas de actuación y las medidas necesarias para mejorar la convivencia escolar, teniendo como principal referencia el aval de la Comunidad Científica Internacional (CCI) que lejos de ser una condición excluyente, resulta la manera más democrática de asegurar las medidas más inclusivas y efectivas publicadas en la literatura científica y en las recomendaciones de los organismos internacionales que trabajan en este ámbito. Además de las AEE, se incluyeron todas aquellas prácticas que aportaban evidencias de su eficiencia y así quedan recogidas en las referencias a pie de página.
Las claves del éxito en la mejora de la convivencia escolar
Entre las líneas de investigación internacional respecto a la convivencia escolar, así como las intervenciones que han demostrado resultados positivos para la prevención, se avanza hacia modelos que introducen una perspectiva comunitaria, en la que es responsabilidad de toda la comunidad educativa, no tan sólo de los profesionales sino también de los y las estudiantes, las familias y otros agentes socializadores prevenir, actuar e intervenir en casos de violencia. Así, cuando se crea en los centros educativos una figura de referencia responsable de la convivencia, siendo la persona a la que cualquier miembro de la comunidad puede dirigirse para canalizar cualquier incidente, es fundamental que esta figura esté apoyada por una comisión mixta compuesta de profesorado, otros profesionales del centro, alumnado y familias. Esta persona puede ayudar a dinamizar y asegurar la implicación de toda la comunidad en la implantación de un modelo comunitario en el centro para el desarrollo de la convivencia.
También son aspectos fundamentales la inclusión educativa, vincular aprendizaje y convivencia, y la educación en los sentimientos y en la amistad, siendo la prevención desde la primera infancia una de las claves para una socialización libre de todo tipo de violencia.
Los centros educativos que trabajan con este enfoque, rechazando cualquier tipo de violencia sin justificarla nunca, que rompen la ley del silencio, apoyan a la víctima y potencian la intervención de los testigos, están consiguiendo transformarse en escuelas seguras, solidarias, libres, democráticas e inclusivas. Están en diferentes comunidades autónomas, con administraciones educativas distintas y en distintos contextos socioeconómicos pero tienen en común el compromiso de acercar a las comunidades educativas aquello que se ha contrastado que funciona para la mejora de la convivencia.
Pasar de la queja al compromiso, la ciencia y la ilusión
El pasado 1 de abril, la recién creada Red de Comunidades de Aprendizaje y AEE de Madrid soñó con escuelas libres de violencia, inclusivas, en las que las familias se sientan partícipes y el profesorado reciba la mejor formación, vinculando los centros educativos con las universidades para incorporar las bases científicas y las AEE. Otras redes como estas ya están funcionando hace tiempo en otras comunidades autónomas, con más o menos apoyo institucional, en torno a seminarios donde el profesorado y otros agentes de la comunidad debaten textos de la literatura científica para construir conocimiento compartido, conectar teoría y práctica y actuar para transformar las escuelas y los barrios.
La comunidad educativa estamos de enhorabuena, por fin el profesorado y las familias exigimos formación basada en evidencias y queremos aplicar lo que funciona, al margen de otros intereses distintos a la mejor educación y la mejor convivencia. Aún hay quienes se extrañan e incluso se molestan, pero acabaremos por acostumbrarnos porque es algo que cada vez se extiende más en el panorama educativo internacional; se trata de un derecho al que cada vez más personas queremos acceder.
Igual que no queremos que el médico se base en su experiencia, sino en la experiencia de millones de médicos y médicas de todo el mundo, también en educación y en convivencia escolar necesitamos aplicar lo que la CCI ha demostrado a partir de la experiencia de miles de escuelas en todo el mundo. Cuando las y los docentes hablamos de esto con las familias, nunca dicen que prefieren que nos basemos en nuestra experiencia o en algo divertido y original sin garantías de éxito.
Lo que quieren los niños y las niñas, las familias y el profesorado es un ambiente seguro para todos y todas porque así trabajamos mejor y aprendemos más. No podemos esperar a que se den las condiciones idóneas, ni a tener las definiciones y diagnósticos que satisfagan a quienes prefieren seguir esperando. Los datos más recientes sitúan a las mujeres de 18-30 años entre el porcentaje de víctimas de feminicidios más importante. Esta situación se agrava cuando muchas de estas mujeres y niñas se ven obligadas a interrumpir sus trayectorias académicas debido a este motivo. Los chicos y chicas con algún tipo de discapacidad tienen casi cuatro veces más probabilidad de ser víctimas que sus compañeros y compañeras; y cuatro de cada diez casos se producen por la orientación sexual de la víctima. Un 5,1% de las víctimas de acoso y un 5% de las que han sufrido ciberacoso declaran que el motivo fue su color de piel, cultura o religión. El ciberacoso afecta a cerca de uno de cada cuatro jóvenes de 8 a 17 años, considerando la muestra de 25 países de todo el mundo. La violencia y la conflictividad en el ámbito escolar han pasado a ser una prioridad que ha de ser abordada con rigurosidad y garantías de éxito.
Las profesoras y profesores queremos poder mirar a las familias y decirles que sus hijas e hijos están seguros en la escuela que han elegido para su educación. Tenemos los datos, las bases científicas y las medidas más efectivas a nuestro alcance. No podemos poner excusas ni esperar para aplicar las AEE como el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos y las prácticas basadas en evidencias como el club de los y las valientes. Si podemos aplicar actuaciones universales y transferibles, ¿por qué emplear tiempo y recursos en probar experiencias nuevas sin garantías, o insistir en lo que ya sabemos que no funciona?
Es importante abrir espacios de diálogo para abordar cada vez mejor estos temas y este Plan tendría que servir para ello. Necesitamos que se hable a fondo de qué es lo que mejora la vida de las niñas y de los niños y dejemos de lado otros intereses corporativos o individuales.
Aunque de momento se hayan hecho más visibles las críticas que las celebraciones, también se están empezando a escuchar muchas voces que se han alegrado del Plan. Al dialogar con docentes vemos que muchos compañeros y compañeras que se esfuerzan día a día por la mejora de la convivencia celebran un plan que acerca a su trabajo actuaciones contrastadas científicamente en estudios que incorporan y recogen las voces de las comunidades educativas.
Rosa Garvín Fernández, Licenciada en Psicopedagogía. En la actualidad ejerce como maestra de Educación Infantil. Miembro de la Red de Centros CdA y AEE de Madrid, ha trabajado en la coordinación del proceso de elaboración del Plan Estratégico de Convivencia Escolar y del Grupo de Trabajo de Educación del Consejo Estatal del Pueblo Gitano, fue miembro del Grupo de Género del Consejo de Cooperación al Desarrollo y de la Red de Coordinadores del Consejo de Europa para la Educación en ciudadanía democrática y DDHH, codirectora de los dos últimos cursos de convivencia escolar MECD-UIMP y miembro del equipo organizador de las jornadas anuales de la Red Intercambia para la igualdad de género en educación