Prácticamente no existe investigación sobre la influencia de la convivencia positiva dentro de los claustros en relación con la convivencia en general en los centros educativos. O en los resultados escolares. Ni siquiera en su relación con el bienestar de cada cual a la hora de enfrentar su trabajo.
A pesar de ello, aparecen, hablando con personas dentro de colegios e institutos, algunos puntos comunes que dan las claves, al menos, para que las relaciones interpersonales entre el personal no supongan un problema para todo el resto.
El primero de ellos, la profesionalidad. «Con una buena dosis de profesionalidad podría evitarse que lo negativo afectara a los centros, que son inocentes». Esto es lo que opina, al menos, María (nombre ficticio), maestra de primaria y directora del colegio.
Con ella, recordando un reportaje que publicamos hace algún tiempo, también están de acuerdo quienes desarrollan en educación infantil, proyectos de pareja pedagógica. Como nos comentaba entonces Rocío Galindo, directora de pedagógica en Sant Pol de Mar: “Se trata de generar la cultura del debate pedagógico. Hay que ir aquí, porque si hay un desencuentro entre dos personas, es porque en algún momento nos hemos desenfocado del objetivo primordial que es acompañar el niño o la niña y a la familia en sus procesos en la escuela”.
Cuestiones como esta han de tenerse muy en cuenta, sobre todo en centros públicos, dado el porcentaje de personal interino que cambia con bastante asiduidad y que, en la mayor parte de los casos, no lo hace por cuestiones relacionadas con sus intereses pedagógicos concretos, sino por el destino asignado en un momento dado por las administraciones educativas.
Según el estudio La visión del profesorado de Educación Infantil y Primaria de Cantabria sobre la participación y las relaciones interpersonales entre los miembros de la comunidad escolar (2013) elaborado por Ana Castro Zubizarreta y Rosa García-Ruiz, ambas de la Universidad de Cantabria, existen cuatro factores principales que influyen en el clima dentro del claustro: el caracter de cada cual y la participación en el claustro; la burocratización de la labor docente; el liderazgo pobre desde la dirección, y la escasez de tiempos y espacios para la relación entre compañeros.
La falta de tiempos y espacios es algo que para Guadalupe Jover, profesora del IES María Guerrero, en Villalba (Madrid) es uno de los problemas principales hoy por hoy. «Desde los recortes de 2011, coexistimos, más que convivimos. A pesar de una jornada presencial de 30 horas en el centro, apenas tenemos ni espacios ni tiempos para encontrarnos. Ni siquiera en los claustros, donde cada vez se debate menos, lamentablemente», asegura. Eso sí, «me atrevería a decir que el clima de convivencia entre el profesorado es notablemente mejor al de la mayor parte de los entornos laborales que conozco».
Aunque las autoras admiten que el estudio puede no ser representativo por el tamaño de la muestra (165 entrevistas) y por no haberla escogida de forma aleatoria, opinan que en él asoman elementos importantes que tener en cuenta a la hora de plantear mejoras en la convivencia y la participación del personal docente y, así, incidir también en la convivencia con el resto de la comunidad educativa y, por ende, en los resultados escolares.
El papel de la dirección
Entre los pocos documentos de investigación relacionados con el bienestar laboral docente y las relaciones interpersonales, encontramos el trabajo Clima de trabajo y eficacia de los centros docentes: percepciones y resultados (2003). Un estudio que intentó valorar y relacionar el bienestar que sienten maestras y maestros con el tipo de relaciones que se desarrollan, ya sea con el alumnado, las familias, la dirección y el resto del claustro.
El estudio afirma que aunque hay una relación entre el bienestar y las buenas relaciones dentro del claustros, en realidad no tienen un gran impacto. En las diferentes entrevistas que se realizaron a docentes y equipos directivos, aparece en algunas ocasiones el papel de la dirección en su intento de mediación para evitar conflictos complicados entre docentes.
En este sentido, María defiende que hay una idea equivocada sobre el papel de la dirección escolar y que tiene que ver con tener contentos a los docentes. «Obviamente, el bienestar anima a trabajar y a hacerlo bien, pero no es el factor decisivo. En muchas ocasiones la dirección se excede en estos mimos y el resultado es igual de nefasto porque no depende de una sola persona, sino del conjunto del claustro».
La cuestión no queda solo aquí. Tanto María como Toni Solano, director de un IES Bovalar de Castelló de la Plana, indican las diferencias a la hora de gestionar estos temas cuando el centro es público que cuando no lo es. Para Solano, en los públicos, la dirección la conforman «‘jefes’ con escaso poder de maniobra», entre otras cosas, porque salen del claustro y al claustro volverán cuando dejen su cargo en la dirección.
En cualquier caso, ambos coinciden en diferenciar entre los conflictos de carácter personal y los profesionales. Estos últimos se resuelven tirando de la normativa. Si es personal, asegura Solano, «suele optarse por la mediación y el diálogo». Y aunque asegura que no suele pasar de cuestiones concretas, «no es extraño ver que haya espacios comunes en los que unos se juntan y otros se evitan». Para María «siempre se intenta mediar para que (el conflicto) no afecte al alumnado, el gran olvidado en estos temas».
Las relaciones entre la dirección y el resto del claustro son, para unos y otros, un punto de inflexión. Solano admite que «una de las batallas más arduas» para la dirección es que haya «un profesional que no cumple con su tarea y que, además, genera problemas de convivencia». «Es un tarea compleja acabar con ello porque, al menos en la escuela pública, los procedimientos de sanción son largos y complicados, con el fin de garantizar el derecho a la objetividad». María, algo más desencantada asegura que en casos de conflicto con la dirección «la inquina común suele hacer amigos a quienes antes eran enemigos».
Desde el punto de vista del claustro, el estudio de Ana Castro y Rosa García-Ruiz, recoge la necesidad de que lo equipos directivos realicen una labor de liderazgo pero teniendo en cuenta las opiniones del personal. Una de las personas entrevistadas para su realización lo resume así: “Es básico contar con un buen equipo directivo, que marque pautas pero que sepa escuchar y no sea dictatorial”.
Aunque la mayor parte están de acuerdo en que los conflictos dentro del claustro no son especialmente habituales, al menos no los más complejos de tratar. Parece que el diálogo entre compañeros, así como con la dirección del centro, son elementos muy importantes. También, en el caso de los centros públicos, lo es que los claustros sean estables, de manera que el equipo docente pueda realizar mejor una labor de equipo a lo largo del tiempo.
Como dice una maestra del estudio de Castro y García-Ruiz, “Este año solo un 15% de la plantilla de mi colegio era fija y se verá las caras el año que viene con seguridad, mientras que el 85% será plantilla interina nueva que tendrá que empezar desde cero con las dinámicas que ha estado llevando el claustro este curso”.
En esta cuestión abunda María, quien opina que los cambios de centro de buena parte de la plantilla en centros públicos «marca una diferencia enorme, para bien y para mal». Desde su punto de vista, la llegada de docentes no por «afinidad (a priori) con el proyecto del centro» puede suponer complicaciones por la concepción de que cada una crea que puede»hacer lo que quiera». «Decir ‘esto no va así’ acarrea multitul de problemas», asegura.