Profesor de Literatura en Secundaria, escritor de novelas y dramaturgo, Fernando J. López (Barcelona, 1977) se ha convertido en una referencia del mundo adolescente. El éxito editorial le ha llevado a tomarse una excedencia, pero asegura que volverá al aula. En realidad no se ha desconectado del todo: acude a institutos a dar charlas dos o tres veces por semana, en las que habla entre otras cosas de violencia, homofobia o suicidio adolescente, algunas de las temáticas que recorren sus libros. Entre unas y otras escribe sus novelas y pelea -a través de sus obras- porque el mundo adolescente, que los adultos vemos con “condescendencia”, dice, gane en visibilidad y participación social.
Es profesor, escritor, dramaturgo. ¿Cómo se define?
La verdad es que no lo sé. Me siento muy bien en los tres campos, no puedo prescindir de ninguno. Para mí la enseñanza es mi vida. Y cuando escribo teatro o novela, como en la clase, puedo contar lo que me preocupa. Si tuviera que elegir una palabra sería comunicador. Las tres cosas aúnan eso. Yo comunico, en clase, en una novela o en una obra de teatro. Comunicador y agitador, porque siempre planteo temas polémicos en mis novelas. Los Nombres de Fuego habla del machismo en el s. XXI y la adolescencia; La Edad de la Ira de la adolescencia y homofobia; Malditos 16, del suicidio adolescente. No son temas complacientes, pero me parece que la adolescencia como receptor es el momento para plantearlo. Si queremos una sociedad que no sea machista, homófoba, etc. hay que trabajarlo ahí, no esperar a que tengan 20 años y todos sus prejuicios montados.
Habla de violencia en las aulas, homofobia, machismo… ¿Cree que esto ha ido a peor en los últimos años o solo estamos más informados?
Creo que los medios no ayudan porque destacan sobre todo cuando hay sangre. Hay iniciativas que no había antes, como los alumnos ayudantes, muy interesantes. En muchos centros son los propios alumnos los que resuelven conflictos o ayudan a resolverlos. Creo que hay un problema social. Las aulas son un reflejo de la sociedad y culpamos a los adolescentes de lo que no funciona fuera. Es cierto que ahora hay un repunte de machismo, homofobia y racismo, pero como reflejo. Hay un elemento que para mí es clave: estos contenidos son siempre transversales. No se tratan, al menos en Secundaria y Bachillerato, de una manera vehicular, protagonista. Y siempre es a costa del tiempo de tu materia, que el profesor de Matemáticas o la de Biología saque tiempo para hablar de interculturalidad, igualdad, diversidad. Pero el profesor puede elegir no hacerlo, y yo quiero que eso se tenga que tratar sí o sí en las aulas. Las tutorías son anecdóticas, en la ESO no da tiempo a nada. No se trabaja y es básico en la educación.
También hay confusión con la labor de los profesores. Se oye mucho este discurso de ‘los profesores deben enseñar, no educar’. Los profesores deben educar. No todas las familias tienen la misma suerte ni el mismo entorno y los valores de igualdad, respeto y diversidad hay que darlos no solo en la familia, también en el aula.
¿Escribe sobre adolescentes porque lo ha buscado ex profeso o ha salido así?
Las dos cosas. Hay un interés porque soy un novelista juvenil, y eso también me llevó a preguntarme por qué no hay un teatro juvenil. Existen novelas juveniles, pero no un teatro que hable de los adolescentes, por lo menos en España. Quiero hacer un teatro que atraiga a los adolescentes por un lado y, por el otro, que a los adultos les haga pensar sobre el mundo adolescente. Creo que les miramos con condescendencia y minimizamos sus problemas.
¿Deberíamos escuchar más a los adolescentes?
Tienen mucho que decir, y tienen que decirlo desde su realidad. Me enfurece cuando oigo decirle a alguien a un adolescente ‘tranquilo, ya se te pasará, ya lo verás diferente con el tiempo’. Es que precisamente su tiempo es ahora, es lo que ocurre con el suicidio adolescente. Malditos 16 viene de ahí, de adolescentes que han hecho una llamada de atención, no han tenido respuesta y han acabado ahí. La adolescencia es una edad en la que no existe el término medio, todo es absoluto y no se valora la consecuencia. Si no les atiendes no sabes dónde puede llevar su acción. A mí me escriben muchos adolescentes, me han mandado correos interesantísimos, mucho más que los de muchos adultos. Les decimos: ‘Queremos que habléis’, pero no les damos el hueco. Pasa en clase también, queremos clases participativas pero luego las llenamos de lecciones magistrales en las que no tienen nada que decir.
¿Los estamos perdiendo por ahí a nivel educativo?
Yo creo que sí. Los estamos perdiendo en parte porque el sistema está muy alejado de su realidad y muchos profesores hacemos malabares para no perderlos. Hay una generación de profesores que se esfuerza mucho en comunicarse, haciendo esfuerzos por sacar tiempo donde el currículo no les deja. Hay muchas pruebas externas, selectividad sí o no, la reválida… están muy condicionados y las aulas no se han adaptado -desde el sistema- a la realidad del siglo XXI. Hemos puesto pizarras digitales pero no hemos dado ni contenidos ni métodos contemporáneos.
¿Tienen los profesores herramientas para afrontar esto? Un profesor de Secundaria hace su grado, luego el máster, pero no sé si se le explica mucho cómo lidiar con un chaval de 15 años.
Eso te lo da la experiencia. Hay una parte psicológica en el máster, pero creo que deberían ampliarla. A los profesores nos exigen cursos de formación, pero la mayor parte de los cursos no tienen ningún interés en el aula. No tiene sentido que para sumar créditos hagamos cursos de introducción a Word como a veces te ofrecen. Queremos cursos sobre cómo tratar a adolescentes, cómo educas a un chico que es Asperger, cómo lo integras. Cómo tratas a alguien con alguna discapacidad. Deberíamos tener más herramientas concretas. Esa formación falta. Sí hay muchos profesores formándose, pero de manera voluntaria y fuera de su tiempo.
Decía que en las aulas no se fomenta esta participación de los alumnos. ¿Acomete la LOMCE este problema?
Al revés. Creo que la LOMCE es la mayor involución educativa que hemos vivido. Es muy peligrosa y va a crear muchos problemas en el futuro. Es una ley que arruina cualquier foco de creatividad y de aporte por parte del alumno, encorseta al profesorado, lo mide todo desde presupuestos mecanicistas y orientado a las pruebas externas. Es una ley que va a hacer que muchos chicos y chicas abandonen el sistema, y sobre todo los más desfavorecidos, los que tengan menos apoyo fuera. Es una ley injusta en muchos aspectos, que relega las humanidades, convierte la Filosofía en algo accesorio, la Plástica y la Música en meras anécdotas… vamos hacia una educación fragmentaria, mecanicista y paupérrima.
Sin entrar al detalle o aspectos puntuales, ¿qué le falla al sistema educativo?
Básicamente que no se escucha a los que estamos en las aulas, profesores y alumnos. No se atiende a las necesidades de ninguno de los dos. Los profesores nos sentimos muy poco valorados, a veces vapuleados, y los alumnos se sienten invisibles. Esa no escucha es un grave problema en las aulas. No hay una mirada real. ¿Cómo son los adolescentes del s. XXI? Creemos que estamos en los 80 y no es así. Es otra sociedad y la educación no se hace 2.0 porque pongas pizarras digitales, será 2.0 porque se integre esa realidad en el aula y ahora no está.
Igual es una pregunta muy grande pero, ¿cómo se hace esto?
Una de las cosas que habría que hacer es revisar los currículos. ¿Qué se está enseñando en cada materia? ¿Qué criterios se siguen? En mi especialidad, que es Literatura, ¿por qué mantenemos el criterio cronológico? Hay otras maneras de conseguir adolescentes lectores. Vamos a revisar qué estamos exigiendo, qué tipo de pruebas pedimos, qué tipos de destrezas trabajamos en las aulas, por qué no se fomenta la expresión oral, la creatividad, el trabajo cooperativo, por proyectos. Y una vez hagamos eso, veamos las condiciones que tenemos. No podemos trabajar con 40 alumnos en clase. También veamos qué tipo de profesionales necesitamos en un centro educativo. Yo escribí hace años que necesitamos no más profesores sino más psicólogos. Cada vez estoy más convencido, no solo que atiendan a los chavales sino también a los profesores. Eso está fallando. Está fallando el número de personas que trabajan en los centros, el número de alumnos que tenemos por aula y los contenidos que tenemos que impartirles y el tipo de prueba. Les evaluamos con pruebas que siguen modelos muy parecidos a los que yo tuve cuando hice Selectividad hace 20 años. No creo que eso sea pertinente. Cuando revisas un libro de texto actual -y yo soy autor de libros de texto también- te sorprendes de que los contenidos que exigen por ley son prácticamente los mismos que cuando yo hacía COU.
Le he leído criticar que los currículos no incluyan por ejemplo libros editados después del año 2000.
Apenas. En 4º de la ESO hay algo, pero es tarde y ya les hemos perdido por el camino. La LOMCE propone estudiar literatura medieval en 2º de la ESO, hablamos de chicos de 13 años. Es muy difícil hacer lectores así. Tenemos un problema muy gordo en ese sentido frente a muchos países, como Francia o Inglaterra, donde se apoya mucho la literatura juvenil. Aquí se ve como una literatura de segunda. Eso no favorece crear nuevos lectores, es a esa edad -a los 8, 10, 12 años- cuando se hace. Y no lo van a hacer con La Celestina, por mucho que a mí me parezca una obra maravillosa. Antes hay que pasar por Michael Ende, por Roal Dahl. Y aquí no se valora lo juvenil y los autores contemporáneos de juvenil aún menos. Una de las frases que más me repiten en mis charlas es: ‘No sabía que esto era literatura también’. Y les preguntas: ‘¿Por qué no lo sabías?’ ‘Porque habla de mí y yo creía que literatura es un soneto de Garcilaso’. Y Garcilaso es maravilloso, pero quizá con 12 años no es la mejor manera de entrar en la literatura, igual es una canción de Marwan, por decir algo. Luego ya les llevaremos a Garcilaso y Byron, pero creo que hay muchas formas de hacerles amar la ciencia o la literatura que no estamos encontrando.
¿Es un tópico que los jóvenes no tienen interés por leer?
Es un tópico terrible, sobre todo en un país donde se lee tan poco en general. Decimos que los jóvenes no leen y, sin embargo, los fenómenos editoriales en España son mucho más adolescentes que adultos. El problema es llegar a ellos, conseguir que les interese lo que les vas a contar. Pero que hay muchos lectores adolescentes es cierto. Booktubers, por ejemplo. La mayor parte de ellos están entre los 15 y los 20 años. Y de repente comentar libros, compartir libros, se está poniendo de moda. Presumen de leer libros. Comparten fotos de sus libros.
¿Recomendaría a su hijo ser profesor?
Sin duda, y es duro lo que se va a encontrar en muchos niveles. Pero es lo mejor que me ha pasado en la vida, casi todo lo que escribo viene de ahí. Volveré, tengo mono de tiza, pizarra y mis alumnos. Es un trabajo en el que tienes clara la función social que haces, aunque la ves muchos años después. El afecto de los adolescentes es tan sincero y da tanto… la sensación de poder hacer algo es maravillosa.
FOTO: Javier Naval