Chicas y chicos de 4º de Secundaria Obligatoria enfrentan este año, por primera vez, los exámenes de evaluación marcados por la Lomce y que tanta polémica han provocado. Reunimos a un grupo de ellos para charlar sobre estas reválidas, pero no solo. También sobre el sistema educativo y sobre los docentes.
Nos esperan en la biblioteca del IES María Guerrero, de Collado Villalba (Madrid). Son un grupo heterogéneo en el que abundan, por aplastante mayoría, las chicas: Tariany, Sara, Jorge, Sofía, Carlota, Roque, Lara, Lidia, Marina y Cristina.
La primera pregunta es obligada, sobre todo porque es la excusa con la que se ha organizado esta conversación. ¿Qué os parecen las reválidas? Injustas. Lo tienen claro, jugarte el título de la ESO a que te salga bien o mal un examen (siete en realidad) es injusto. Lo es porque, entienden, habría que hacer más caso de la evaluación contínua. Han estado cuatro años estudiando y esforzándose, pasando pruebas, exámenes y deberes, y esta reválida, finalmente, decidirá su vida.
«Es innecesario», aseguran.»Es innecesario porque es de algo de lo que ya te has evaluado. Evaluarte otra vez de los mismo… lo veo innecesario».
«Si al menos pudieras repetir 4º», dicen… Es otro de los graves problemas, el callejón sin salida que significa que, aunque tengas todo aprobado, si algo no sale bien, acabas en FP Básica, dando un paso atrás que te devuelve a la educación obligatoria y que no te permite más salida. «Para mí es quitarle las oportunidades a una persona».
Pero no solo es injusto por la posibilidad de que acabes en una vía muerta, o que sea innecesario puesto que te examinan de cosas de las que ya te han evaluado antes tus profesores. Además se añade el hecho, cuentan, de que la calificación puede marcar la media a la hora de llegar al Bachillerato, puede disminuir tus posibilidades de futuro de cara a la universidad.
Les preocupa mucho qué pasaría después. Todo el grupo, en la rama académica, parece tener claro que la elección a la que se ven obligados en 3º de ESO por la vía profesional o su elección, es demasiado adelantada. «Son niños, son unos críos» como para saber a qué querrán dedicarse, dicen, o qué asignaturas les gustarán más. «Me parece muy mal que anticipen la elección de itinerarios porque te estás cerrando muchas puertas».
«Aprender» para el examen
Si hace años que se criticaba a la selectividad por convertir el COU en su momento y el Bachillerato ahora, en cursos preparatorios de la prueba, en 4º de ESO acaba por ocurrir lo mismo. Durante la conversación, además del alumnado, está Guadalupe Jover, tutora del grupo. «Yo dejé Bachillerato hace muchos años porque acaba reducido a preparar un examen; un examen que se deja muchas cosas fuera». Si la prueba de ESO continúa «no sé si volveré a coger 4º».
«Hay profesores, comenta una de ellas, que va avanzando muy deprisa la materia porque le preocupa qué entrará en la reválida. Avanzamos tan rápido que no tenemos tiempo para estudiarnos tantas cosas. Y lo veo obsesivo». «Lo que quiere es que aprendamos rápido, pero al final acabamos no aprendiendo nada», asegura uno de los chicos.
Jóvenes de 15 años ya empiezan a aprender, a marchas forzadas, que es el learn to test, aprender para el examen. Es el auténtico antiaprendizaje.
¿Y por qué han puesto estas reválidas? «Creo que es para empezar a quitarse gente de encima» responde una de ellas mientras el resto asiente. «Pretenden es subir el nivel académico, sentencia una compañera, pero así no lo consiguen».
Estos chicos y chicas llevan 9 años en el sistema educativo. Tienen opiniones muy claras sobre muchas cosas, a pesar de lo cual, habitualmente, el mundo adulto no les toma en serio. Pero después de casi una década en las aulas hay cosas evidentes para ellas y ellos.
¿Os gusta el sistema educativo? ¿Qué opinión os merece? «A mí personalmente no me gusta porque no se trata de enseñar si no de aprobar exámenes«. Esta es la primera respuesta. Han aprendido, claro, que lo que se les pide no tanto es aprender sino aprobar el examen que se les ponga por delante.
«Nos están enseñando a que te estudias todo el libro para el examen, dice una compañera, y a los dos meses se te ha olvidado todo». También se aprende, continúa «con otras formas, que no sea todo leer, hacer resúmenes, esquemas y un examen».
«Todos guardamos memoria de qué tipo de actividades y de situaciones han provocado aprendizajes en nosotros, de qué tipo y cuáles no», afirma Guadalupe. «Ahora hay evidencias de que así, sentados durante 6 horas, no se aprende».
Quieren tener más protagonismo no solo en los métodos de aprendizaje, más activos, «entretenidos», si no también en lo que se refiere a todo el sistema. Creen que las leyes de educación deberían escribirlas personas, docentes, «que entiendan cómo se sienten los alumnos». «Una persona ajena a cómo se sienten ahora los alumnos no puede decidir poner el sistema educativo así porque piense que va a ser mejor. Tampoco nos han pedido opinión a nosotros. ¿Nosotros decidimos sobre cómo tienen que hacer su trabajo, sobre lo que se tienen que jugar? Es que no tiene sentido».
¿Hasta qué punto os tendrían que escuchar quienes hacen las leyes? ¿En todo? «No, no, no…». Varias voces al mismo tiempo contestan. «Seguramente dijésemos: ‘No exámenes, no clases…’ y no es eso. Pero podemos dar ideas de cómo hacer. Nuestra propia vivencia nos dice: ‘De esta forma he aprendido, de esta forma no se aprende'».
Y lo tienen claro, han aprendido más haciendo, experimentando, viendo las cosas ocurrir, no «cuando te lo dan, te van dictando y tú lo memorizas, lo escribes y ya está». Uno de ellos dice: «El problema de estar escribiéndolo y tal como hacemos ahora es que no aprendemos, estamos memorizando. La cuestión es que haciendo cosas más didácticas es cuando aprendemos».
Pero no solo.
Estar 6 horas sentados «con el culo pegao» no parece que les guste mucho tampoco. «Al final del día, después de estar todo el día sentado en una silla, pasa una mosca y te despistas con la mosca porque estás ya harta». La enseñanza (miran con envidia a los países nórdicos de los que tanto han oído contar) debería ser «más dinámica, ya no más divertida, pero sí más entretenida, que no te suelten todo el rollo. Que llego al examen, te lo escribo y ya está, pero no aprendo».
«Creo que también depende mucho del profesor», «sí, porque hay profesores que se limitan a hacer ejercicio, libro, ejercicio, libro y luego el exámen, la nota y ya está».
Los docentes… y los deberes…
Y tanto depende del profesor que creen que estaría bien que también se les evaluase, y no solo al alumnado.
«Obviamente no todos los profes son iguales. Hay algunos que enseñan muy bien pero su carácter es fatal, y acaba repercutiendo».
«Creo que deberían empezar a evaluar y enseñar sobre formas de enseñar porque es que es verdad que hay muchos profes que por más veces que se lo digamos: ‘Profe, así no, así no (risas)’, no salen de ahí. Si se evaluase su forma de enseñar mejoraría mucho el sistema educativo«.
Y a esto se suman, cómo no, los deberes. «Es que tenemos 12 asignaturas… y no doy abasto». «Estamos sentados seis horas y luego pretenden mandarnos deberes de 12 asignaturas, todos los días… Y nuestro tiempo libre también es necesario«. «Tenemos vida social».
¿Qué os parece la huelga de deberes? «Que se la va a saltar todo el profesorado». «Bueno, es que la huelga la tenéis que hacer vosotros y vuestras familias»… «Ya… nosotros no hacemos los deberes y nos ponen los negativos».
Entienden que con la edad que ellos tienen tengan que hacer deberes «porque tienes más contenidos y tienes que aprender más». Lo que no tienen nada claro es lo que ocurre en cursos anteriores, o en Primaria. «Los padres no pueden descansar porque tienen que estar detrás del niño porque tiene 300 ejercicios». Creen que «no puedes exigirle a un niño de primaria que haga tantos deberes, incluso como los de la gente de nuestra edad».
«Es lo típico que el profesor te dice: ‘Bueno, si es un poquito, esto en media hora lo hacéis y ya’… pero claro, es media hora de esta asignatura, media de la otra… y estudiar para los exámenes». Hay cosas que parece que no cambian en este sentido. Como esa de llevar las materias al día «para no empollar el último día», como se dice en la conversación. «Sí, claro, pero ¿cómo llevas 12 asignaturas al día?». Buena pregunta.
Para Guadalupe está claro que no deberían invertir más de dos horas diarias en casa a estudiar y hacer deberes. «Ya sé que lamentablemente muchas veces no tenéis suficientemente». El día de estas chicas y chicos, muchas veces «excede la jornada laboral de un adulto», afirma. «Pero, se pregunta, ¿qué estamos formando? Nos lo deberíamos plantear los profesores. Estamos formando futuros trabajadores que el día de mañana no chisten cuando tengan joradas laborales de 12 horas… eso es currículum tambiény somos todos cómplices».
¿Y la religión?
El tema aparece de forma natural, hablando de asignaturas que faltan (a algunas les faltan horas de Filosofía, a otras de Historia…) y que les sobran. Y entonces aparece la materia de Valores, alternativa de la Lomce a la Religión. «A mí me parece que Valores éticos, con estas edades, es una tontería muy grande«. «Valores, dice otra, si te lo dan bien, puede ser interesante», pero no le gusta tanto el que sea evaluable «una asignatura que todo es dar tu opinión».
«A mí no me parece coherente que ni Religión ni Valores éticos tenga nota y que tenga importancia en tu media al final de curso», dice otra, que opina que antes, cuando no contaban para nota y había tiempo de estudio como alternativa, era más productivo.
Una compañera asegura que «si tú quieres aprender una religión, después del instituto te tendrías que apuntar a clases particulares o algo. La religión me parece una creencia, no una enseñanza«.