Antes de que nuestros hijos cumplan cinco años, tendremos colgado casi 1.500 fotos suyas en Facebook, Instagram y Twitter. ¿Sorprendido? Empieza a repasar las del primer aniversario, los encuentros familiares, los viajes… Cualquier excusa es buena para compartir las imágenes de los hijos en las redes sociales, hasta el punto que, en promedio, los padres y madres usuarios de redes sociales publican 300 cada año, según un estudio de Nominet, que ha encuestado 2.000 familias del Reino Unido. Pero ¿ya tenemos claros los riesgos de publicar la vida de los niños en internet? Y, si es que sí, ¿son lo suficientemente graves como para evitar que unos progenitores orgullosos compartan con el mundo el primer carnaval de su hijo o el vídeo donde recita el poema de Navidad?
«Las familias ponen a los hijos en un escaparate, el de las redes sociales, sin ser demasiado conscientes de sus dimensiones», sostiene la investigadora de la UB y analista sobre nuevas tecnologías Liliana Arroyo. No le falta razón. La encuesta somete a los padres y madres a un test sobre su conocimiento de las herramientas de privacidad de estas redes, y sólo un 10% se muestra seguro en su uso. Por ejemplo, el 80% cree erróneamente que cuando etiqueta varios amigos en una foto, sólo ellos y nadie más la podrá ver, cuando en realidad los amigos de los amigos también tienen acceso.
Nos falta conocimiento. «Todavía estamos aprendiendo a vivir en un entorno digital en el que no fuimos educados y, por tanto, no tenemos la experiencia vivida de tener fotografías en la red de nuestra infancia», considera Jordi Jubany, antropólogo autor de La familia en digital. «A mí me gustaría tener más imágenes de cuando era pequeño, pero no tengo claro que me gustara que estén al alcance de los vecinos de mi pueblo o compañeros de trabajo», opina.
En un mundo, el digital, «que todo lo ve y nada olvida», en palabras de Arroyo, colgar fotos de los hijos puede contribuir a crear una identidad digital con la que, cuando se hagan mayores, se pueden sentir incómodos . Desde el adolescente que no podrá esconder de sus amigos fotos suyas semidesnudo -las que antes quedaban enterradas en el álbum familiar- hasta vídeos como el de la caída de Edgar, que se convirtió en uno de los primeros virales de internet y que le costó burlas durante años.
«¿Pero no forma parte lo del paquete de decisiones que toman los padres y madres por sus hijos mientras son menores de edad?», se pregunta Nati Cabrera, profesora de educación de la UOC. Decisiones que marcarán su futuro, como la escuela a la que los llevan, o un carné de socio del Club Super 3 o del Barça, no las cuestiona nadie. Con la particularidad de que hacer públicas cosas en internet tiene consecuencias más irreversibles, así que el símil podría ser más bien el del bautismo -una identificación a la que no es fácil renunciar- o los agujeros en las orejas de las niñas -una marca de por vida-. «Al final debemos pensar que no sólo los estamos exponiendo, sino que los estamos condicionando», concluye Arroyo.
A la pregunta de si esto, al final, es cosa de cada familia, la respuesta desde el ámbito del derecho es clara. «Ante cualquier imagen o intromisión al honor de los menores, deben ser sus padres o tutores los que lo autoricen, tanto con las redes sociales como si tiene que salir en televisión», detalla Jorge Campanillas, abogado especialista en derecho de las tecnologías de la información, que recuerda que esto está regulado desde el año 1982 a la ley de protección civil del derecho al honor, la intimidad personal y la propia imagen. Incluso en el caso de los padres separados, ambos deberían dar su visto bueno antes de publicar las instantáneas.
Pero ¿ñquién se para a pedir permiso a todos los padres y madres antes de colgar en Facebook las fotos de la última fiesta de cumpleaños? Según el informe de Nominet, si bien el 33% de familias espera que se les pida consentimiento antes de publicar fotos de sus hijos, dentro de este grupo sólo uno de cada tres termina avisando al resto de padres antes de hacerlo. Así, en total sólo el 16% de padres y madres termina solicitando autorización. No es un problema, por tanto, de que la ley sea demasiado laxa, sino de que no se respete. «Es una cuestión de desconocimiento de las acciones que llevamos a cabo y de sus repercusiones», resume Campanillas, que cree que una posible solución pasaría por exigir a las redes sociales que «lo pongan más difícil a la hora de publicar en abierto información de los usuarios «. Es decir, que cuando te creas una cuenta en Facebook o Instagram, por defecto te ofreciera la opción de mayor privacidad.
Jubany añade que, «como ciudadanos críticos», sería necesario «pedir que las normativas sean más transparentes y fáciles de entender», teniendo en cuenta que las condiciones de uso de muchos servicios en internet «son ilegibles por su lenguaje y su extensión «.
Los riesgos: bullying, malos usos … y persecuciones judiciales
Ninguno de los expertos consultados sostiene una opinión categórica sobre si las familias deberían colgar o no fotos en las redes. De entrada, porque cada red ofrece diferentes grados de privacidad y restricción de acceso, pero también porque, como dice Arroyo, «debemos entender que es muy difícil decirle a unos padres noveles que no compartan con el mundo el momento de alegría que puede ser un momento como el nacimiento «. Aceptado esto, lo que sí es necesario es tener en cuenta los riesgos.
Antes de colgar cualquier foto, Arroyo recomienda tener en cuenta «las tres reglas de oro», que ella utiliza a la hora de aconsejar a los adolescentes sobre su uso de las redes. Primero, la regla de la euforia: «No cuelgues ninguna foto que no colgarías al cabo de unas horas». Segundo, la de la vergüenza: «No cuelgues ninguna que te dé vergüenza que vea la familia, por ejemplo». Tercero, la del bad guy: «No publiques ninguna que pueda ser utilizada por alguien con malas intenciones». Se han dado casos de webs de pedófilos que consiguen sus fotos de redes como Facebook.
Otro riesgo es que el perjuicio al honor del menor sea tan grave que, una vez mayor de edad, decida perseguir por la vía judicial a sus progenitores precisamente por atentado contra su honor. En Austria se ha dado el caso de que una joven de 18 años ha denunciado a sus padres por las fotos que colgaron en Facebook cuando ella era pequeña. En Francia, las autoridades han avisado a las familias que violar la intimidad de los hijos o ponerlos en peligro poniendo sus fotos en internet podría conllevar penas de prisión y multas de hasta 45.000 euros.
¿Y en España? «Aquí todavía no ha pasado, pero quizás estamos a punto. Podría pasar, habría que ver qué responden los jueces», opina Campanillas. A su juicio, si el hijo demuestra que su honor ha quedado afectado, que han colgado una foto que le ha hecho mucho daño, o que ha sufrido una intromisión «flagrante» de su intimidad -«al estilo El Show de Truman», exemplifica- su denuncia podría prosperar.
Más hábitos de los padres y madres en las redes
El informe analiza diversos hábitos de uso de redes de unos adultos, en este caso del Reino Unido, que a menudo son más estrictos con sus hijos que con ellos mismos a la hora de gestionar las herramientas de privacidad. Las tres redes sociales donde más fotos cuelgan de sus hijos son las ya citadas: Facebook (54%), Instagram (16%) y Twitter (12%). En promedio, tienen unos 300 amigos en Facebook, aunque sólo el 10% admite que estos son realmente amigos. De hecho, aceptan que la mitad no son «amigos de verdad».
Entre las políticas de privacidad más básicas, el 45% restringe el acceso a sus publicaciones sólo a los amigos, mientras que sólo el 8% lo tiene abierto a todos. «Entender, configurar y actualizar regularmente la privacidad es crucial para proteger estos recuerdos valiosos [en referencia a las fotos que se cuelgan] y asegurarnos de que sólo los compartimos con quienes conocemos y confiamos», sostiene el director de Nominet, Russell Haworth.