Vaya por delante que, desde mi punto de vista, la inmigración extranjera ha creado muy pocos problemas nuevos al sistema educativo español; más bien ha puesto el foco sobre algunos de sus problemas endémicos. Además, en términos generales, lo acontecido en este ámbito en estos últimos veinticinco años tiene bastantes más luces que sombras, en algún caso más por lo evitado que por lo conseguido. Y, en otro orden de cosas, debemos tener claro que la llegada intensa y extensa de alumnado de origen extranjero se ha dado en un momento histórico de un verdadero cambio de época, de crisis de la modernidad y de sus instituciones clave, entre ellas la escuela de forma que, de ningún modo, los problemas y las incertidumbres son atribuibles a la llegada de alumnado extranjero.
Dicho esto, en este balance pasaremos revista a cinco aspectos: la segregación escolar, las aulas lingüísticas, los resultados escolares, el currículum y el profesorado.
La segregación escolar (la concentración artificial de alumnado de unas determinadas características en algunos centros) se ha consolidado y, en algunos casos, se ha incrementado. No solo debido a la segmentación urbana, sino también por el tipo de políticas educativas aplicadas (especialmente la primacía otorgada a la libertad de elección de centro por parte de las familias, sin más) y por las prácticas de algunos centros, públicos y privados.
El aprendizaje de la lengua de la escuela es una necesidad urgente para el alumnado que la desconoce: nada extraño, en este sentido, que la mayor parte de las comunidades autónomas hayan puesto en marcha dispositivos específicos para tratar de resolverla. Hoy sabemos a ciencia cierta que el lugar más adecuado para el aprendizaje de la lengua vehicular de la escuela es el aula ordinaria y que las aulas lingüísticas son un buen recurso para acelerar los usos conversacionales de dicha lengua (por lo que deben ser internas a los centros, transitorias, abiertas y flexibles). Sabemos también que la adquisición de una nueva lengua para usos académicos es un proceso largo y complejo por lo que el apoyo lingüístico debería prolongarse más allá de la estricta adquisición de la competencia conversacional. Desde la academia -debemos reconocerlo- a menudo se han mandado mensajes contradictorios tanto al profesorado como a las administraciones a este respecto.
Según todos los datos disponibles, el alumnado español obtiene mejores resultados escolares que el de origen extranjero y, además, el de origen africano y latinoamericano está subrepresentado en los niveles educativos postobligatorios (singularmente en bachillerato y ciclos formativos de grado superior), mientras que está sobrerrepresentado en los centros de Educación Especial y en los programas para jóvenes que no han obtenido el graduado en educación secundaria. Todo lo cual pone de manifiesto que los medios que se han puesto hasta hoy al servicio del éxito escolar de todo el alumnado han sido manifiestamente insuficientes.
En cuanto al currículum, hemos asistido a una creciente problematización y crítica del currículum oficial, que ha corregido algunas de sus ausencias más significativas y de sus sesgos más claramente clasistas, sexistas, racistas y homófobos. Han visto la luz numerosos materiales y recursos didácticos, elaborados desde distintas agencias (editoriales, ONG, etc.), que han ofrecido al profesorado la oportunidad de incorporar nuevos temas y perspectivas. No obstante, el currículum es el núcleo duro de la vida escolar y no debería extrañarnos que siga siendo todavía profundamente occidentalocéntrico (lo que dificulta la comprensión de lo que ocurre hoy en el mundo), escasamente funcional (sirve poco para hacer que el conocimiento experiencial sea cada día más científico), injusto con todas las minorías y con las visiones contrahegemónicas y poco eficaz para garantizar la capacidad de seguir aprendiendo a lo largo de la vida.
La investigación realizada sobre los discursos, creencias percepciones y actitudes del profesorado han evidenciado un hiato significativo según se hayan realizado mediante cuestionario y encuestas o mediante aproximaciones más cualitativas. Mientras las del primer tipo suelen dar resultados amables y poco problemáticos, los del segundo concluyen que una parte muy significativa del profesorado considera que el alumnado de origen extranjero constituye un problema o un peligro en sí mismo; que una mayoría estructura su visión del otro desde una matriz de raíz igualitaria, atravesada claramente por una lógica modernizadora, con un toque de nacionalismo tolerante y circunscribe sus necesidades formativas a las dificultades de comunicación y al conocimiento de las “culturas de origen”. Por otra parte, ni en la formación inicial del profesorado, ni en la formación permanente, la mirada intercultural tiene una presencia significativa.
Foto: Sandra Lázaro