Cada vez que estrenamos año nos encanta imaginar y proyectar qué nos deparan los próximos 12 meses. Así que para estrenar el 2017, traigo una de tecnología y tendencias educativas. Para ello os propongo breve un viaje al futuro desde el pasado -de la mano de Asimov-, y una mirada a la escuela del futuro a través de los robots sociales. Abróchense los cinturones que nos vamos.
El hoy desde el ayer
Isaac Asimov fue un gran referente en ciencia ficción y tenía visiones futuras de una lucidez asombrosa. Tras visitar la Feria Mundial de Nueva York en 1964 hizo una predicción del mundo a 50 años vista. Justo en el aniversario, en 2014, constatamos que la mayoría de sus predicciones estaban bien encaminadas y que la mitad se han cumplido. Aunque su especialidad era la bioquímica, escribió mucho sobre robótica y se le atribuyen frases célebres relacionadas con la educación. Me gusta especialmente un relato corto titulado “The Fun they Had” (Lo bien que se lo pasaban). El argumento es simple: un niño del año 2157 encuentra un libro de papel. Se lo enseña a otra niña, su vecina, y hablan de cómo era la escuela que conocieron sus abuelos y bisabuelos.
Dejando su visión nostálgica de la escuela como lugar donde relacionarse, ese cuento nos da pistas sobre cómo imaginaba la educación en pleno siglo XXII. Asimov vaticinaba que la escuela ya no sería un edificio donde van todos los niños, sino que el proceso educativo y de aprendizaje se haría en casa, en una habitación específica y reinada por el Profesor Mecánico. Este “profesor” lo describía como un robot de forma humanoide, programado para encenderse de lunes a viernes a una hora determinada, dando contenidos personalizados cada día y con una ranura a medio tronco para introducir los deberes del día anterior.
A fecha de hoy podemos decir que el olfato de Asimov afinó relativamente en cuanto a los contenidos individualizados y el uso de robots. En cambio, las escuelas tienen todavía un largo recorrido como centros educativos, los profesores siguen siendo humanos y el aprendizaje solitario y a domicilio es una rara avis. En cuanto al Profesor Mecánico, algunos avances hacen pensar que de momento no veremos profesores robot y que cuando los veamos, no serán mecánicos sino reactivos.
El mañana desde hoy
Hace un par de meses, Barcelona acogió una conferencia internacional sobre robots sociales, con el foco puesto en las finalidades terapéuticas y educativas. Lo revolucionario de los robots sociales es que, además de contar con Inteligencia Artificial (que les permite aprender de cada acción), son capaces de identificar emociones cuando se relacionan con humanos. En las charlas se enfatizaba que los robots sociales deben servir para estimular el aprendizaje, así como adquirir nuevas habilidades y competencias. El asistente más conocido probablemente sea Pepper, un robot japonés que ha comenzado a ir a una escuela de Fukushima para ayudar a los compañeros con menos don de palabra. Lo que diferencia estos robots sociales de los demás, e incluso de un tutorial cualquiera, es que interpretan emociones descodificando la entonación y los gestos. Por eso los niños pueden interactuar con ellos espontáneamente (lo que se llama “con lenguaje natural”), estando más cerca de la manera de relacionarse con un humano que con una máquina.
El desarrollo y la investigación están todavía en fases muy tempranas. Los robots sociales se están probando de momento como asistentes educativos, tanto para el aprendizaje general como para dar apoyo a los casos con dificultades en el desarrollo cognitivo. Se me ocurren muchas ventajas, comenzando por una atención personalizada o la detección precoz de algunos trastornos. Seguramente lo ideal sería que los robots fueran un complemento para que los y las docentes puedan dedicarse a esos aspectos intrínsecamente humanos de la tarea educativa.
No jugaré a ser Asimov porque hacer predicciones de ese calibre sólo está al alcance de los grandes visionarios, aunque dudo mucho que al terminar el 2017 los robots sociales sean uno más de la clase. Lo que sí puedo decir es que la innovación tecnológica no es buena sólo por ser nueva, sino que es buena cuando aporta mejores soluciones. En educación, me atrevería a decir, mejor no significa más rápido o más caro, sino más bien algo efectivo y que además llega a todas las aulas. De lo contrario, por muy sociales que sean los robots, el derecho a tener un futuro digno seguirá mal repartido.
Desabróchense los cinturones y bienvenidos de nuevo al presente. Permanezcan atentos, pues es el momento adecuado para debatir, imaginar y construir colectivamente el mañana. Empecemos a pensar cómo queremos que esos robots sociales nos asistan, cuándo y de qué manera. Porque como dijo Alan Kay, “la mejor manera de predecir el futuro, es inventándolo”.