¿Por qué hablamos tanto hoy de educar niños y niñas que sean creativos? ¿Por qué valoramos que las escuelas o las instituciones sean creativas? ¿Qué es ser creativo? En nuestra escuela, que desde su fundación hemos querido que sea creativa -y así nos reconocen los antiguos alumnos-, definimos la creatividad como la capacidad de ver la realidad con una mirada abierta y saberle dar respuestas de manera diferente.
Educar en la creatividad debe ser hoy mucho más que una moda. En un entorno y ante un futuro lleno de incertidumbres, necesitamos educar hombres y mujeres que se cuestionen la realidad para darle nuevas respuestas, puesto que ya no hay respuestas correctas ni apuestas formativas que valgan para toda la vida; necesitamos personas con competencias sólidas que les permitan aprender y desaprender para volver a aprender, necesitamos educar hombres y mujeres que desde su fortaleza interior sepan adaptarse a un entorno cambiante; necesitamos, pues, personas creativas.
Hemos escuchado muchas veces la charla del Ken Robinson sobre la escuela que mata la creatividad. La escuela puede matar la creatividad, sí, cuando se plantea una función de formar personas clónicas que den respuesta a los requerimientos de la sociedad industrial, pero esta ya sabemos que no es la función de la escuela hoy. Ahora bien, tampoco nos engañemos yendo a otro extremo: educar la creatividad no es sólo dejar fluir la imaginación de los niños en la escuela (que también …): educar la creatividad requiere un proyecto compartido. Si no, si nos planteamos la creatividad en plan happy, dejando hacer a los niños sin intervenir, también la matamos. Es necesario que la escuela trabaje y eduque la creatividad.
Y qué hace que una escuela sea creativa? Como en todo, requiere pasar del sueño al plan, sin desvirtuar el sueño pero sin dejar que se haga humo. Y aquí entran los protagonistas que lo podemos hacer posible: los educadores! Profesores que somos creativos para que nos replanteemos nuestro rol, porque compartimos el sueño y el plan y nos encontramos en un entorno que favorece el trabajo en equipo. Esta educación requiere coherencia de todo el equipo. De entrada, debemos ser modelo para nuestros alumnos, educarlos por contagio. Y a partir de aquí, enseñarles a ver y escuchar, con rigurosidad y con esfuerzo. Hay que aprender a analizar la realidad, desde una visión poliédrica, y esto requiere entrenamiento: se debe aprender y reaprender.
También cuestionar la realidad: aprender a hacer preguntas, a formular los retos… Y esto no es una tarea fácil: requiere dos palabras mágicas: reflexión y tiempo, conceptos imprescindibles de trabajo en el aula y aún más en los tiempos actuales de inmediatez. Educar en la creatividad es también educar en el esfuerzo, en la perseverancia. Un esfuerzo que compensa, que motiva, que ilusiona porque te abre puertas.
Todavía nos falta, sin embargo, un elemento clave que trabajamos muy poco a la escuela y que, de hecho, escondemos en nuestra cultura: el error y el fracaso. El error es una herramienta de aprendizaje. Si queremos educar personas creativas, debemos educar personas sin temor a equivocarse: personas que actúan no desde el activismo irreflexivo sino desde la sistemática que nos hace probar diferentes soluciones, evaluarlas, aprender del error para volver a plantear una nueva respuesta o una nueva pregunta … ¿Cómo Edison con el filamento de las bombillas. Esta es la línea de trabajo que educa la creatividad y -aún más importante- refuerza interiormente la persona, otro aspecto clave para educar en el presente.
Para educar la creatividad también necesitamos hacerlo de manera transversal y coherente. Muchas veces vinculamos la creatividad con la expresión, y no es eso (o no es siquiera eso). Necesitamos educar en todos los lenguajes plásticos, musicales, orales, escritos … -, necesitamos potenciar todos los talentos de los alumnos, para que todos suman y todos son imprescindibles para educar de manera integral. Y, a la vez, no podemos dudar de la importancia de la creatividad para la ciencia, las matemáticas… Aprender del error en ciencias o matemáticas es una herramienta potentísima de aprendizaje significativo y relevante.
Necesitamos valorar el progreso de la creatividad de cada niño desde una perspectiva holística y poliédrica, darle pautas y imputs para avanzar, para ser más creativo: para observar mejor, para hacerse mejores preguntas, para perseverar en la búsqueda de la mejor respuesta… Porque, ya lo hemos dejado entrever, ser creativos no es una cualidad innata y fija. Podemos y debemos educar niños y niñas más creativos porque serán personas más felices y podrán ayudar a construir un entorno y una sociedad mejor y diferente. En un aprendizaje global es necesario más que nunca la continuidad, y aprovechar todas las oportunidades. Se aprende en el patio, en casa, jugando, leyendo … Se aprende cuando favorecemos la observación creativa de la realidad, cuando provocamos las buenas preguntas, cuando no cortamos ideas … Cuando dejamos tiempo, cuando valoramos el error, cuando favorecemos los ¿por qué? por encima de los que sí! Y aquí el papel de las familias es capital. Si estamos hablando de un aprendizaje holístico, la continuidad de los aprendizajes fuera de la escuela es la muy importante.
La educación nunca -pero ahora aún menos- no puede dar respuestas encorsetadas, limitadas por lo que dicen las leyes educativas, los currículos, los libros de texto, los horarios… Necesitamos creatividad como instituciones y como sistema educativo para ser capaces de cuestionarnos nuestro trabajo. En el entorno actual no sirve se ha hecho siempre así o es lo que marca la ley. En la educación de la creatividad debemos ir por delante de la ley, porque las leyes, en general, y en educación -lo sé ciertamente-, regulan lo que ya se hace… Lo que necesitamos es autonomía para hacer y, evidentemente, las estrategias de supervisión que nos confirmen que se hace el trabajo bien hecho.
Se trata, pues, que poco a poco la creatividad, el cuestionarnos los hechos y dar respuestas nuevas, impregne el día a día de la escuela, se haga cultura de centro: necesitamos educar personas creativas por parte educadores creativos y en escuelas creativas.
Coral Regí. Directora de la escuela Virolai