Un “marcado europeísmo” llevó a Javier M. Valle (Santa Cruz de la Palma, Santa Cruz de Tenerife, 1965) a especializarse en políticas educativas supranacionales, conocimientos que imparte desde su plaza de profesor titular en la Universidad Autónoma de Madrid. Con más de 20 años de experiencia en sus espaldas, Valle se ha convertido en un referente en el análisis de las acciones educativas y de formación que realizan organismos como la UNESCO, la OCDE o la UE. Políticas que, en un mundo globalizado, tienen cada vez más peso en las prácticas que se llevan a cabo en los países. Su sentido de un mundo global le lleva a pensar que cada vez más sobran los Estados-Nación en favor de los organismos internacionales y las administraciones locales y regionales.
Las competencias clave son uno de los principales elementos que nos han llegado desde Europa, hasta el punto de que ya articulan (o deberían) la política educativa. Hace años y, al menos, un par de leyes que se trabaja con este concepto. ¿Cómo está yendo? ¿Hemos entendido el concepto?
El paradigma del aprendizaje permanente y las competencias clave son una revolución pedagógica. Ahora está de moda la crítica a las competencias y creo que en gran parte tiene su origen en un desconocimiento de lo que significan. Normalmente, vienen asociadas a concepciones del mercado laboral y del neoliberalismo, pero están más ligadas a una educación personalizada, a una educación que considera que cada persona aprende como una persona única, miembro de una especie y por tanto comparte unas capacidades comunes, pero que tiene una diversidad personal que hay que atender, y la mejor manera es mediante las competencias, pero bien entendidas. Las competencias no son unas destrezas ni una capacidad profesional, es una combinación de conocimientos, actitudes, destrezas, que se despliegan en una persona en concreto y que le permiten resolver los problemas de una manera peculiar y exitosa. No educar hoy en el siglo XXI por competencias es un fraude. La crítica parte y se origina en el desconocimiento de lo que son.
¿A qué se debe este desconocimiento del que habla?
Fundamentalmente, a que la implantación de un paradigma pedagógico nuevo requiere primero una gran voluntad política de apostar por él, y esta voluntad ha existido solo a medias. Si hubiera existido, se habría diseñado un plan nacional de formación del profesorado para que no tuvieran dificultades en implementarlas. Lo que más me reclaman los centros y los claustros son cursos de competencias para poder diseñarlas, programar por competencias y evaluarlas. Hay un enorme desconocimiento de este paradigma y eso es una responsabilidad política. Ocurre que la política educativa no está en manos de los que tienen una trayectoria bien formativa, bien profesional en el mundo educativo.
Escribió en un estudio que en la LOE no se plasmó bien el concepto. ¿Cómo las ha desarrollado la LOMCE?
El concepto arranca en los años 70. No se trata de conocer ni de desenvolverse como trabajador -error de muchos, que creen que pretenden formar trabajadores para un mercado liberal–. Lo que se trata en las competencias es de ser persona, antes que trabajador o ciudadano. La LOE lo incorpora, pero ya con algunos errores, como denominar a las competencias clave como básicas. Algo básico no es lo mismo que algo clave. Algo básico es fundamentante y suficiente. Algo clave es algo instrumental, fundamentales para moverse en la sociedad.
Hay personas que, desde el desconocimiento, piensan que el debate es competencias sí o no frente a contenidos sí o no. Piensan que hablar de implementar una educación por competencias es desterrar los contenidos. No es eso. No hay competencias sin contenido.Las competencias vienen a poner a los contenidos en juego en cada uno de los individuos según sus aptitudes personales para que esos contenidos se desplieguen de manera eficaz ante problemas de la vida real. A eso debería dedicarse la educación hoy, no a una mera enseñanza de contenidos. La LOE habló de competencias básicas y la LOMCE sí que denomina correctamente el concepto como competencias clave; pero, sin embargo, con los estándares de aprendizaje y las pruebas que diseña para su medición realmente no está muy acertada en su definición. En cualquier caso, ni LOE ni LOMCE se han preocupado de un plan serio en la formación del profesorado.
¿Ni siquiera a los nuevos profesores con los nuevos planes?
Es a estos a quienes hay que formar. Por eso este desastre conceptual y esta dificultad práctica de ponerlas en marcha en la escuela, este desconcierto del profesorado frente a las competencias y este recelo de los claustros. Porque se desconocen, porque no se les ha explicado ni ayudado. ¿Se imagina que Boeing lanza un nuevo equipo de simuladores y no informa a los trabajadores que tienen que manejar ese nuevo aparato de cómo funciona, cuáles son sus características? Pues esto ha pasado con las competencias. Se ha hecho la ley, se han metido, pero no se ha explicado para qué ni cuáles son sus características. Pero, eso sí, se les evalúa a ver si lo hacen bien. La administración educativa debe formar a los profesores y a los que forman a los profesores, porque en las facultades de Magisterio tampoco está muy implantado este paradigma.
Han pasado ya más de diez años desde que se implementaron en 2006. ¿Tocaría revisarlas?
Justamente este año la Comisión está revisando su formulación. Partiendo de la concepción fundamental, que permanece de momento inalterable, la UE está trabajando en darle una vuelta a la definición concreta de cada una de las ocho. Parece que se va a matizar conceptualmente una explicación mejor de cada una; definirlas de manera más sencilla para aplicarlas en el aula. Pero es evidente que la lengua materna, una lengua extranjera, aprender a pensar o una educación cívica son elementos instrumentales fundamentales para el aprendizaje contemporáneo.
Este es el elemento clave para entender qué son las competencias: unos aprendizajes necesarios como instrumento para acceder a la enorme panoplia de conocimientos que son imprescindibles en el mundo de hoy y que no lo eran hace 50 años. Hace 50 años no había todo el conocimiento que hay hoy. Y no nos damos cuenta de que todo no cabe. El día sigue teniendo 24 horas hoy y hace 50 años, pero el número de libros para estudiar, por ejemplo en la literatura universal, se ha multiplicado de manera exponencial. Si alguien pretende que todo el contenido entre en el currículo no tiene ni idea. Hay que ofrecer unas claves de contenido que, aplicadas de una manera competencial, permitan acceder en el futuro a más contenido.
Pero parece que alguien sí ha intentado meter todo en el currículo, que cada vez es más amplio y no hay manera de abarcarlo…
La concepción academicista, enciclopedista, de la Ilustración francesa se rompe en el momento en el que el conocimiento no para de crecer de manera exponencial. En los últimos 20 años han pasado un montón de cosas. Si metemos en el currículum la era Obama, por ejemplo, habrá que quitar algo. ¿Qué quitamos? ¿A los faraones? No cabe todo y menos con profundidad. Entonces, metemos todo, pero de manera superficial, de manera que el alumno acaba no teniendo clara ni una línea del tiempo de eventos. Una competencia histórica lo que hace es ayudar a entender e interpretar el devenir de la especie humana, le permite ir asimilando conocimiento nuevo, y eso es mucho más sensato que intentar meter cada vez más hechos históricos en clase. Hay que seleccionar un contenido que de manera interpretativa, crítica y competencial pueda ser asumido y permita al sujeto seguir asumiendo nuevos contenidos cuando salga de la escuela.
Las competencias están articulando, o deberían, todo el sistema de enseñanza. Y vienen de Europa, las hemos aceptado porque nos ha parecido apropiado. Pero, ¿hasta qué punto es legítimo que nos hayan impuesto esto desde arriba, desde fuera del país? Pregunto por las competencias, pero es aplicable a cualquier otro elemento en similares circunstancias.
Sí, vienen de la UE, pero la UE no se las saca del bolsillo porque sí. La mayoría de los organismos internacionales están interconectados. Los países que están en la UE están en la OCDE, en la ONU, en la UNESCO. Viene de una reflexión provocada por expertos de estos organismos, que no son unos marcianos, son gente normal y corriente, con experiencia en el mundo educativo y que por la interacción de equipos de trabajo multidisciplinares alumbran ideas que tienen capacidad de penetrar y un sentido global. Si tenemos a 200 personas de culturas distintas es muy probable que el acuerdo al que lleguen tenga un sentido refinado en términos de especie humana. La UE, en materia de política educativa, no tiene competencias vinculantes. Podíamos no haberlas asumido. Pero sería como si cuando se descubre la aviación optas por quedarte con los trenes de carbón. Puedes hacerlo. Pero cuando toda una comunidad internacional apuesta por un paradigma y un país se descuelga es un suicida educativo. Lo hacemos porque es sensato hacerlo, porque no es una conspiración internacional de los mercados y el capitalismo. Los organismos internacionales no funcionan así, están formados por funcionarios de los Estados (democráticos) que debaten mucho, que dialogan mucho para ofrecer una posible solución que parte de una diversidad cultural enorme y una riqueza de experiencias enorme.
Habrá oído la expresión de que la OCDE como “ministerio de Educación mundial”. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Absurda y promovida por gente que no siempre tiene el conocimiento adecuado de cómo funcionan estos organismos, porque no tiene competencias educativas. Cuando un Estado asume una política de un organismo internacional al que pertenece y lo hace libre, voluntaria y democráticamente no puede hablarse de manipulación ni de carencias democráticas. La OCDE no manda nada en materia educativa. Hace propuestas. Ocurre que lo más sensato es oírlas en una sociedad del SXXI. Pero podemos elegir volver a las murallas y seguir pretendiendo que los modos de gobierno sean ajenos a este fenómeno de la internacionalización.
Pero sí está de acuerdo en que la OCDE se ha convertido en referente.
Hay una diferencia clara entre decir que un organismo es el ministerio de educación mundial y decir que es un grupo de expertos con bastante conocimiento que hace propuestas en un mundo globalizado. Lo que no podemos es pensar que el mundo está globalizado y sigamos pretendiendo que los modos de gobierno sean ajenos a este fenómeno. Hay una expresión del Club de Roma que me gusta mucho, que es “lo glocal”. Pensar globalmente y actuar localmente. No se puede pensar en un mundo global sin pensar globalmente. Eso hacen estos organismos. Luego hay que asumir estas propuestas, adaptarlas a tu contexto, llevarlas a la realidad según tu tradición histórica y educativa. Esto es lo que ocurre. Incluso, yo diría que el que el que sufre más tensiones es el Estado-Nación. Por eso está tan convulso; parece estar agonizando, igual que en su día las Ciudades-Estado ante la aparición del Estado-Nación. Este está agonizante ahora ante la nueva realidad, que son los organismos internacionales, que son más propios para gobernar el mundo globalizado. Pero esas estrategias deben adaptarse a lo local, regional, a lo nacional -en el sentido cultural-. ¿Quién sobra ahí? Más me sobraría el Estado-Nación que ninguna otra estructura. Con una buena administración local o regional que adapte la política supranacional a las escuelas de su territorio, me sobra la política nacional.