Las imágenes impresionantes del domingo las ha visto todo el mundo. También los niños y adolescentes que ayer entraban en las aulas. Hablan por sí mismas pero no sobran los calificativos para denunciarlas con más precisión y contundencia: vergüenza, indignación, asco, dolor, tristeza, brutalidad, impotencia, violencia desmedida…
Me han recordado mis tiempos de estudiante, durante el franquismo, cuando la policía entraba en la universidad, mientras estábamos reunidos tranquilamente en asambleas ilegales, para desalojarnos a porrazos. Ante nuestras reivindicaciones de derechos democráticos siempre encontrábamos la misma respuesta: la represión. Nada de diálogo ni negociación: sólo se conocía, como canta Raimon, el lenguaje de las pistolas. Hechos que, obviamente eran silenciados en los medios de comunicación.
Ahora, cincuenta años después, la policía nacional entra en las escuelas e institutos, ocupados pacíficamente por la ciudadanía, para confiscar las urnas de una consulta ilegal, rompiendo puertas, provocando numerosos destrozos y causando más de ochocientos heridos en toda Cataluña, sin respetar ni a los niños ni a las personas mayores. Numerosas voces pedían previamente diálogo y soluciones políticas, y también esta vez la única respuesta ha sido la represión. Y a pesar del poder y la amplia difusión de numerosas imágenes aterradoras, los portavoces del PP, instalados en la miopía y la mentira más burda, lo niegan. Que esto ocurra el siglo XXI, en plena democracia, dice muy poco a favor de la estima por los «palacios de los niños», tal como se llamaban las escuelas públicas construidas en la II República, como el Ramon Llull, uno de los centros más afectados. Y es una muestra de que el franquismo se vive todavía en un Estado cada vez más contestado por sus formas autoritarias y por la defensa de una legalidad inamovible que hace aguas por todos lados.
El 2 de octubre es el Día Internacional de la No Violencia, en que se conmemora el nacimiento de Mahatma Gandhi, pionero de la filosofía de la no violencia para defender los derechos civiles y varias causas relacionadas con la justicia social. En Cataluña, en cierto modo, se empezó a celebrar un día antes, de forma festiva y pacífica, con concentraciones y ocupaciones para defender la causa legítima del derecho a decidir que, en una democracia real, también debería ser legal. Padres y madres, docentes, alumnos y vecinos de diversas edades y condiciones social se movilizaron para dar una gran lección de paz y civismo, en consonancia con la convivencia, la libertad, el respeto, la tolerancia y otros valores educativos que se cultivan en la institución escolar. En esta jornada histórica todos y todas eran Gandhi.
Ayer la celebración continuó en muchos centros. Algunos, desde buena mañana, aparecieron embellecidos con flores para facilitar una acogida amorosa a los alumnos más afectados. Y, en el transcurso de la jornada, se acompañó a los niños y adolescentes para responder a preguntas que, por complejas y dolorosas que sean, no pueden nunca dejar de responder. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué? ¿Cómo es que la policía ha golpeado a la gente y ha destrozado nuestra escuela? Han hablado, han gestionado cuidadosamente la conversación en torno a la paz y la violencia, aclarando las dudas hasta donde sea posible, respetando los silencios, insistiendo en la necesidad del diálogo y la mediación para la resolución de los conflictos, dejándolos expresarse de diferentes maneras para que liberen el llanto y saquen la rabia, pero siempre evitando el odio y otras manifestaciones ajenas a la cultura de la paz.
Se dice a menudo que la escuela no es una isla y que debe adaptarse a la sociedad que la rodea. Pero, al mismo tiempo, cuando el espejo del entorno le devuelve imágenes oscuras, desdibujadas y miserables -como es el caso, por ejemplo, de toda violencia verbal y físicamente-, hay que nadar a contracorriente para construir un relato alternativo más digno, humanizado y democrático. Para que estas semillas fructifiquen en una ciudadanía del futuro más libre, crítica y responsable. La huelga general de hoy va de eso: de la defensa de la libertad y la dignidad democrática.