La Consejería de Educación de Andalucía está ultimando un proyecto piloto de formación del profesorado, que permitirá a los docentes disfrutar de estancias de tres días de aprendizaje en un colegio distinto al suyo. El Gobierno andaluz pretende que las escuelas con mejores resultados, las que aplican una metodología más innovadora o las que se han especializado en algún plan educativo concreto sirvan como centros de orientación y formación a profesores de otros colegios. Hasta ahora esto se hacía reclutando a los docentes de esas escuelas seleccionadas y enviándoles a los CEP (Centros del Profesorado) a impartir cursos específicos para sus compañeros. El problema era la paradoja: la formación continua de los maestros adoptaba un formato monótono: profesores que enseñaban a profesores usando clases magistrales, transparencias, powertpoint…
La nueva consejera de Educación, Sonia Gaya, buscaba un formato más dinámico, más práctico que teórico. Una fórmula similar al que usan los colegios e institutos donde hacen sus primeras prácticas los alumnos de Ciencias de la Educación y los profesores noveles: aprender enseñando. Gaya encontró el modelo que buscaba en el sistema educativo de Aragón y, con algunas variaciones, tratará de importarlo a la escuela andaluza a mediados del presente curso.
El plan permitirá que el docente de un colegio realice estancias de “al menos tres días” en otra escuela para conocer de primera mano cómo trabajan sus compañeros y cuáles de sus ideas y métodos son exportables a su centro. La Consejería de Educación quiere tutelar esos permisos, para que los profesores visitantes acudan a colegios situados en barrios con un índice socioeconómico y cultural similar a su propia escuela. Se trata de que las metodologías sean exportables. “De nada sirve enviar a un docente a un instituto que destaca por un programa brillante en bilingüismo, si los déficit de su alumnado están en Matemáticas y Lengua”, explican desde la Consejería.
Para poner esto en marcha, Educación tiene que articular un reglamento que permita a la escuela visitante prescindir de uno de sus profesores durante tres días -sus compañeros tendrían cubrir su horario lectivo y garantizar el seguimiento de sus alumnos-. Además tendría que autorizar a la escuela receptora para meter a docentes foráneos dentro de sus aulas mientras los docentes nativos imparten sus clases. “En la actualidad el profesor de un colegio no puede entrar en el aula de otro maestro así como así”, advierten desde la consejería.
En teoría, el docente que visite el aula de un compañero sólo lo hará en calidad de “observador”, no podrá interactuar con el alumnado, pero la experiencia le ayudará a actualizar sus conocimientos científicos y pedagógicos, mejorar sus habilidades metodológicas y conocer de primera mano los recursos y proyectos que desarrollan otros centros educativos para afrontar problemas similares al suyo. En el modelo aragonés las estancias se realizan en dos periodos de tiempos distintos, tres días un mes, y otros tres días el siguiente, para así evaluar diferentes ritmos del curso. Los docentes observadores conocerán el trabajo dentro del aula y la organización interna del centro, y tras la estancia, tendrán que realizar una memoria sobre la experiencia y plantear una propuesta para desarrollarla en su propio colegio.
Aparentemente el proyecto es sencillo, pero hay que normativizarlo. En Aragón lo han hecho a través de una resolución dictada por la dirección general de Formación del Profesorado de la consejería, no ha sido necesaria una norma de rango superior (como una orden o un decreto). De momento, Gaya baraja ponerlo en marcha este curso como proyecto piloto, y en caso de que sea bien recibido por el profesorado andaluz, se planteará una planificación más ambiciosa de cara al año que viene. En Andalucía cuentan, además, con una ventaja normativa que puede facilizar su implantación: los ROC o Reglamentos Orgánicos de Centros de Secundaria, un marco legal que dota a las escuelas andaluzas de un alto grado de autonomía pedagógica y organizativa.
La participación en el proyecto será voluntaria tanto para los profesores visitantes como para las escuelas receptoras. Una vez se generalice su implantación, ambos tendrán que inscribirse en una convocatoria pública, que saldría en el mes de marzo. Habrá una comisión que evalúe las solicitudes y las autorice. En el caso de los centros, estos ofertarán formación en programas o asignaturas concretas: buenas prácticas en convivencia escolar, integración del alumnado inmigrante, competencias básicas en Matemáticas y Lengua… La Consejería de Educación también estudia ofrecer a los participantes algún incentivo administrativo, como el certificado de 15 horas de formación, que luego les dará puntos para la bolsa.
Aragón ha puesto en marcha este año el programa experimental de formación docente llamado Mira y actúa, que se ha estrenado con 16 escuelas seleccionadas entre las 57 que se ofrecieron para ser “observados”. La Consejería de Educación aragonesa ha elegido centros de diferentes etapas obligatorias: Infantil y Primaria, Secundaria, bilingües, de Educación Especial, Escuelas de Arte y colegios rurales. El planteamiento de Andalucía es el mismo: explotar el efecto multiplicador y difundir las buenas prácticas educativas que se están desarrollando en los centros que serán observados, para generalizar su ejemplo y mejorar la calidad del sistema escolar andaluz. El handicap aquí son las enormes dimensiones de dicho sistema, que prácticamente quintuplican al aragonés: más de 98.000 profesores y 1,8 millones de alumnos.