No es ningún secreto que los jóvenes con un nivel social y económico bajo sacan peores notas que los de clase alta. Es una constante en todos los estudios, entre ellos el último informe PISA, de 2015, que evalúa las competencias de matemáticas, lengua y ciencias. Este martes la OCDE ha sacado un nuevo capítulo de su macroestudio, que pone el foco en las competencias de los alumnos para resolver problemas colaborando entre ellos. También aquí el factor socioeconómico influye, pero bastante menos. La diferencia de resultados en función del origen social se reduce cuando se evalúa la capacidad de cada uno de trabajar en grupo.
De este modo, según arroja el Volúmen V de PISA 2015, el origen socioeconómico de los alumnos españoles explica el 7,5% de la variación que hay en los resultados de resolución colaborativa de problemas en función de las condiciones sociales, mientras que este porcentaje oscila entre el 13% y el 15%, más o menos el doble, en las competencias de ciencia, lengua y matemáticas. Y la brecha no es exclusivamente española: de media, en los países de la OCDE el origen social explica el 15% de la variación de resultados en trabajo colaborativo, y más del 20% en el resto.
PISA define la competencia de resolución de problemas de forma colaborativa como “la capacidad de uno de participar de forma efectiva en un proceso a través del cual dos o más agentes tratan de solucionar un problema compartiendo el conocimiento y el esfuerzo requerido para llegar a una solución”. Detalla el informe que, pese a que el contexto es de colaboración, la competencia analizada es individual, puesto que la prueba no la realizan varios estudiantes conjuntamente, sino un solo alumno con una computadora que simula varios agentes más con los que colabora.
En países punteros como Finlandia o Hong Kong –aunque con modelos educativos diferentes–, las desigualdades sociales son menos condicionantes que en España, pero siguen siendo más importantes en las competencias habituales que en la resolución de problemas en grupo. En países como Francia, Bélgica o Holanda, la variación por origen social ronda el 25% en lo primero y el 35% en los segundos.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué los jóvenes de origen popular rinden mejor cuando resuelven problemas en equipo que cuando hacen exámenes de matemáticas o lengua? Una razón puede ser el “efecto compañero”, según Xavier Bonal, profesor de Sociología en la UAB y analista experto en PISA. “Si te mezclan con alguien que puede rendir más, tu probabilidad de mejorar aumenta”, sostiene Bonal, que añade que estos resultados lanzan un mensaje claro: “El trabajo colaborativo tiene un potencial de hacer menores las desigualdades”.
La mitad de los alumnos de peor situación socioeconómica (aproximadamente el 52%) y también los de mejor situación (alrededor del 47%) obtienen en la resolución colaborativa de problemas mejores resultados que los que cabría esperar teniendo en cuenta su puntuación en las otras materias de PISA.
«Encuentro que el trabajo en equipo aumenta mi eficiencia», «prefiero trabajar como parte de un equipo que solo», «encuentro que los equipos toman mejores decisiones que los individuos» y «disfruto cooperando con otros»… Son algunos de los testimonios que recoge el informe sobre el alumnado más desaventajado.
Para el profesor de Sociología de la UB Xavier Martínez Celorrio, «a la espera de ver cómo se ha hecho la prueba», que el alumnado en peor situación socioeconómica saque más ventaja de la colaboración entre iguales «es un dato importante» y supone un acicate para que los docentes implementen pedagogías más activas en sus asignaturas. «Puede ser un punto de inflexión para el sistema educativo», asegura. Los datos de este nuevo informe de la OCDE, dice, hacen que «tengamos que debatir el cambio de pedagogías y estrategias pedagógicas de cara a los proyectos de escuelas en entornos vulnerables, y no solo vulnerables».
Roser Batlle, una de las promotoras de la metodología de aprendizaje-servicio en España –un modelo en que los alumnos hacen un servicio a la comunidad como proyecto educativo–, asegura que lo que arroja PISA ya lo vienen confirmando estudios a nivel más local. Pone el caso de l’Hospitalet de Llobregat, a cuyo ayuntamiento asesora para implementar prácticas de aprendizaje-servicio, donde el porcentaje de graduados ha aumentado del 70% al 79% en los últimos años.
A nivel general, España se encuentra en la media de la OCDE por lo que respecta a la competencia de resolución de problemas en grupo. Con 496 puntos, está sólo 4 puntos por debajo de la media, algo que no supone una distancia significativa en lo estadístico. Sí hay más diferencias entre comunidades autónomas. Castilla y León (517) o Madrid (519) quedan sustancialmente por encima de otras como Extremadura (474) o Andalucía (483). Estas distancias son parecidas a las ya detectadas en las competencias de lengua, matemáticas y ciencia.
Las chicas colaboran mejor
Los resultados de este nuevo informe alrededor de PISA 2015 no marcan grandes diferencias en otros apartados. Lo más reseñable es la diferencia de los resultados entre chicas y chicos. En todos los países y economías analizados por la OCDE, las chicas tienen mejores resultados en la resolución colaborativa de problemas.
En España la diferencia es pequeña, algo menor que la media de la OCDE, 22 puntos frente a los 29 de la media. Eso sí, cuanto mejores son los resultados de un país, peores son los resultados de los chicos y mejores los de las chicas. Es decir, ellas tiran de la mejora de los datos.
Finlandia, a la cabeza de toda la OCDE en este informe arrastra una diferencia de puntos entre chicos y chicas cercana a los 50 puntos, mientras que países como Túnez o Perú, en la parte más baja de la cola, prácticamente no presentan diferencias entre chicos y chicas.
Para Martínez Celorrio este hecho tiene una explicación razonable. En países como Perú o Túnez los estilos educativos son más jerárquicos, verticales, más tradicionales, lo que supone una estandarización que se muestra indiferente al género. En países como Finlandia, con otro tipo de metodologías, «las chicas multiplican su rendimiento». Para el sociólogo este tipo de estrategias colaborativas «encaja bien con su estilo de relación más simétrico y colaborativo entre ellas».