La cifra de mujeres jóvenes, adolescentes, entre 15 y 19 años, que han tenido hijos o hijas no es elevada, algo menos de 8 por cada 1.000. Una cifra, eso sí, estable a lo largo de las décadas. Una cifra, además y sobre todo, que esconde detrás las historias de vida de miles de jóvenes que ven transformada su vida, dificultada la transición a la vida adulta, con unos estudios a medio terminar, la responsabilidad de la maternidad prácticamente asumida en solitario y, además, estigmatizadas casi de por vida.
El Centro de Estudios Reina Sofía, dependiente de la FAD, ha publicado un estudio cualitativo, con entrevistas en profundidad a 32 de estas mujeres, de la mano de investigadores de la Universidad de Zaragoza. El objetivo, precisamente, era analizar la heterogeneidad de esas voces. Lo que se han encontrado, de paso, es un hilo conductor entre todas esas historias, de una manera un tanto inesperada.
«Creemos que el factor más común, la falta de una educación afectivo sexual, y sobre todo una gran desigualdad de género». Anna Sanmartín es la subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. «Las chicas conocen los anticonceptivos, no es que no sepan, es como si no supieran manejar su afectividad y sexualidad».
Por esto apuestan desde el Centro por la formación afectivo-sexual con visión de género. Porque en la mayoría de los relatos de las jóvenes se encuentran con que ellas no utilizan anticonceptivos, en buena parte de los casos, «porque sus parejas les piden que no y como están enamoradas deciden que por amor no los usan». Anna Sanmartín, además, destaca que varias de las jóvenes que han entrevistado, durante las conversaciones, se dan cuenta de que han vivido situaciones de violencia y han tenido embarazos porque no pudieron afrontar que sus parejas no quisieran usar anticonceptivos. Con una relación clara «con la idea de amor romántico mal entendido». «Este factor atraviesa mucho más todas las historias», insiste la socióloga.
Una formación que «va más por atacar esta idea infame de amor romántico en la adolescencia y que abarca muchos ámbitos, entre ellos la sexualidad». Esto, frente a una asignatura que puede facilitarte mucha información «pero que luego, a la hora de tener una relación con tu pareja no eres capaz de exigir» que sea con protección.
Una formación afectivo-sexual que no pasa tanto, entiende Sanmartín, por la creación de una asignatura específica dentro del currículo formal, y sí más por «la creación de espacios donde sea posible hablar». «Imagínate una clase de educación sexual: todos muertos de la risa… a ver quién se atreve a levantar la mano y hablar de sus casos concretos».
Espacios de confianza en los que chicas y chicos pudieran expresar sus dudas, «que serán infinitas». Pero ¿espacios mixtos o no mixtos? «Lo ideal sería combinar las dos cosas: generar espacios de confianza donde ellos y entre ellos puedan sincerarse y ellas lo mismo, pero luego intercambiar visiones, porque eso es fundamental».
Doble y triple estigma
Las historias de estas chicas hablan de varios niveles de estigmatización, relacionada con su condición de adolescentes, de madres y, además de irresponsables.
Situaciones muy complicadas en las que las chicas han de hacer frente a la responsabilidad de criar a una niña o un niño cuando siquiera están en la adolescencia, con familias que no siempre lo ponen fácil y, desde luego, sin la compañía del padre.
Ellos, los adolescentes que en muchos casos insisten en la no utilización de preservativo para sus relaciones, desaparecen en cuanto aparece el test de embarazo. Aunque no siempre. los hay que quieren hacerse cargo de sus hijos, pero con las dificultaedes, por una parte, de no tener una vida independiente con sus parejas por falta de trabajo y dinero, con sus famlias muy encima de ambos y forzando una relación de pareja que, como explica Sanmartín, muchas veces acaba en ruptura.
De esta manera, en la mayor parte de los casos, ellas tendrán que hacer frente a la crianza solas.
A esto se le suma que tendrán que hacer frente al hecho de ser vistas como unas irresponsables por el hecho de haberse quedado embarazadas tan jóvenes. Un estigma que intentarán eliminar a base de volcarse en la crianza, para demostrar que son más que capaces de hacerlo, «por eso reivindican esta identidad maternal, como respuesta», asegura Sanmartín.
La socióloga, además, insiste en que, efectivamente, chicas y chicos «cometieron un error y fueron imprudentes, pero no se puede cargar esto sobre sus hombros. Como sociedad tenemos mucho que hacer». Y ya no solo en relación a la educación afectivo.sexual.
Hay que tener en cuenta que esta chicasn en no pocas ocasiones son atendias por sus pediatras, médicos que atienden a menores hasta los 16 años. Pediatras que atienden a «niñas embarazadas y que tienen que dar respuesta a temas de sexualidad que normalmente no afronta un pediatra».