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Dirigido por Daniel Martínez Lara y Rafa Cano Méndez, este trabajo ganó un premio Goya en 2016 al mejor cortometraje de animación. Desde entonces, puede verse de manera libre en Internet, en los canales de Vimeo y Youtube, donde acumula más de 5 millones de reproducciones. Una popularidad que es del todo merecida: esta pequeña joya de la animación desprende genialidad y belleza. Aúna varios ingredientes que la convierten en una obra brillante: destreza en su ejecución, sensibilidad en la presentación de los personajes y lucidez en su mirada crítica al sistema educativo.
La actualidad educativa está marca da por un debate continuo sobre el concepto de innovación. Se ha puesto sobre la mesa que la escuela actual adolece de creatividad y que los cambios educativos que actualmente se están gestando deben encaminarse hacia un modelo de aula que deje más espacio a la libre creación e imaginación del niño. A través de la historia de Copi, un oficinista que vive en una ciudad gris poblada de anodinos habitantes, y su hijo Paste, un niño alegre y sensible a la música y al arte, se expone de manera clara y comprensible para todos los públicos, en tan sólo ocho minutos, por qué es fundamental y urgente el cambio en esta dirección en los currículos escolares.
Para Martínez Lara “la educación infantil para niños menores de 7 años está excesivamente centrada en el currículum (lectura, escritura e inglés); esos conocimientos son muy importantes, pero quizá a esa edad deberían estar aprendiendo a ser creativos, cómo vivir en grupo y otros valores más necesarios que saber los números en inglés”. El realizador plantea una “reflexión sin querer adoctrinar” no sólo sobre el papel de la escuela, sino también sobre la tarea de los progenitores. “Cuando te conviertes en padre, te planteas si deberías atreverte a no hacer lo que la sociedad impone. Para tu hijo lo realmente necesario es saber que hay alguien al otro lado que le entiende”.
El cazo de Lorenzo
Ser diferente no tiene por qué significar algo negativo. Al contrario, puede ser una fuente de ventajas y oportunidades para crecer. Este mensaje tan positivo se desprende del corto El cazo de Lorenzo (La petite casserole d’Anatole) dirigido en 2014 por el realizador francés Éric Montchaud y basado en el popular libro de Isabelle Carrier del mismo nombre, que ha cosechado premios en festivales internacionales y una nominación a los premios César.
La historia se construye a partir de una metáfora: el pequeño protagonista, Lorenzo, tiene una peculiaridad, siempre carga con un cazo que un día le cayó del cielo sin motivo aparente. Debido a esta característica, Lorenzo tiene que esforzarse mucho más para poder hacer lo que los demás realizan de manera habitual, y además suele ser motivo de burla, lo que le provoca un fuerte malestar. Un día opta por esconderse de todos, pero consigue superar su dolor gracias a la presencia de una persona amiga, que le ayudará a potenciar sus cualidades y le mostrará la manera de vivir con el cazo sin que ello le resulte una gran molestia. Una obra que puede dar pie a debates muy interesantes con los alumnos en los que hablar de cuestiones como la inclusión o la diferencia.
Espace
«A la hora del recreo los niños de los cursos de Primaria juegan a fútbol en la pista grande y las niñas, a quienes les encanta jugar con los críos pequeños, se quedan en la zona de juegos de Infantil». Escuché esta afirmación en unas recientes jornadas de puertas abiertas de una escuela de Barcelona. Fue pronunciada de manera inocente, como una jovial anécdota, por una maestra que enseñaba su escuela a las familias de los futuros alumnos de P3, pero podía haber sido pronunciada por cualquier otra maestra o maestro en cualquier otro lugar.
Muchos querríamos que educar en la igualdad en la escuela actual significase que afirmaciones como estas, pronunciadas una y otra vez, no nos resultasen inocentes. Querríamos que nos chirriasen. Porque el espacio de juego también educa. Y esto es algo que muchos niños y niñas ya saben. Una de ellas es la protagonista del cortometraje documental Espace (espacio), dirigido por la realizadora francesa Eléonor Gilbert en 2014. La pequeña tiene muy claro que hay un aspecto que en su colegio merece ser mejorado. Con la ayuda de un croquis, nos explica cómo se reparten el espacio y los juegos entre niños y niñas en el patio de recreo, y de qué manera todo ello le va a suponer un problema a diario. A pesar de haberlo intentado varias veces, la niña no va a encontrar solución alguna a este problema, que pasa totalmente desapercibido para los demás; ni los niños ni los adultos parecen sentirse concernidos.
El viaje de Said
Coke Riobóo, el autor de este corto, trabajaba como músico y técnico teatral hasta que descubrió la animación con una cámara de vídeo Súper 8 que le habían prestado, tras verse obligado, a los treinta años, a permanecer todo un verano en casa encerrado sin dinero porque se había quedado en paro. Empezó grabando bolas de plastilina que perseguían cigarros, y el espíritu gamberro que ya afloraba en esos primeros experimentos le ha acompañado a lo largo de su obra. El viaje de Said, rodado con plastilina sirviéndose de la técnica del stop motion, le hizo merecedor de un Goya en 2007 al mejor cortometraje de animación.
Cuando se aborda el visionado de este cortometraje es importante no perder de vista el sentido del humor que subyace en la obra de Riobóo. Nos habla de inmigración, de historias muy duras que ocurren cada día a ambos lados del Estrecho, de sueños truncados, de vidas jóvenes que caen en la trampa y el engaño, pero lo hace desde una perspectiva muy personal, sacando a relucir un componente kitsch, colorido y un pelín canalla. En aulas tan multiculturales como las actuales, este corto puede ser un buen punto de partida para que los alumnos y alumnas hablen sobre sus propias experiencias migratorias, y si las expectativas que tenían antes de venir se corresponden con las vivencias que luego han experimentado.
El ciervo y la conejita
¿Qué ocurre cuando nuestros mejores amigos cambian de intereses o inquietudes? ¿Podemos seguir siendo amigos aunque se parezcan menos a nosotros? ¿Una amistad se puede ver enriquecida por la diversidad de puntos de vista y enfoques ante la vida? Cuestiones como estas se plantean en La conejita y el ciervo (Rabbit and deer/ Nyuszi és Öz), un cortometraje que aborda la complejidad de las relaciones humanas de una manera sofisticada, al combinar diversas técnicas de animación como el 2D, el 3D y el stop motion, lo que genera un original envoltorio visual.
El corto relata la historia de una conejita y un ciervo de papel que pasan muy buenos momentos juntos hasta que el ciervo consigue un cuerpo de tres dimensiones, lo que les enfrenta a nuevos dilemas. El autor de este trabajo realizado en 2013 y premiado en festivales de medio mundo, el joven cineasta húngaro Péter Vácz, ha explicado que la obra se inspira en su propia experiencia personal y en concreto en una vieja relación de amistad y pareja que pasó por diversas fases, ya que ambos evolucionaron de maneras distintas.
Mónica Bergós. Periodista y gestora cultural. Actualmente trabaja en los Servicios Educativos de la Filmoteca de Catalunya