El psicólogo, educador y periodista Jaume Funes ha dedicado buena parte de su vida a trabajar con adolescentes. Comenzó en 1973, cuando “la adolescencia todavía no existía y le llamábamos pubertad”, recuerda. Su experiencia en una etapa compleja de la vida -tanto, que a veces asegura que preferiría ser “especialista en pequeña infancia” -le ha llevado a agotar en menos de 10 días la primera edición de su libro Quiéreme cuando menos lo merezca … porque es cuando más lo necesito.
Y es que hablar de adolescencia es hablar de la infancia pero también de la edad adulta. De contradicciones y de descubrimientos, de rebeldía y del amor. Así, hablamos de sexo y drogas, de nuevas tecnologías, influencers e, incluso, de adoctrinamiento, en la misma conversación. Todo ello, con un único hilo conductor: la adolescencia.
Es hablar de adolescencia y mucha gente se estresa: ¿por qué es una etapa tan convulsa, tanto para los propios jóvenes, como para los adultos que les rodean?
Hace más de cuarenta años que trabajo esta etapa vital: empecé en el año 73 del siglo pasado. He visto muchas adolescencias, incluso cuando éstas no existían como concepto universal, hasta las adolescencias online que tenemos hoy. En estos años ha habido muchos cambios sociales pero siempre se ha mantenido una constante: adultos desconcertados. La primera reacción siempre es convertir el cambio en problema y tendemos a construir el control. Pero no se puede intentar poner barreras ni leyes a lo que es incontrolable.
Mi batalla como profesional siempre ha sido intentar que los adultos aprendan a mirar a los adolescentes. No puedo decir que no generen problemas: yo mismo he vivido intensamente la época de la heroína y muchos de los chavales con los que he trabajado ahora están muertos. Pero no aportamos nada si enfocamos esta etapa vital desde el conflicto: debemos aprender a ayudar a unas personas que piden ayuda, pero no de la manera que nosotros quisiéramos o entenderíamos. No son drogatas ni delincuentes; antes que nada son adolescentes que se complican, o no, la vida de una determinada manera y que nos la complican, o no, a nosotros.
Habla de una época en la que no existía la adolescencia como concepto universal, pero jóvenes en transición los ha habido siempre
Cualquier profesional de la educación y la salud ha estudiado la pubertad y el cambio biológico y fisiológico que de ella se deriva. Pero no es sólo físico, sino que está tremendamente relacionado con las condiciones sociales. La manera cómo vivimos la primera menstruación o el despertar sexual tiene que ver con el contexto. Piensa en estos cambios en los años sesenta y setenta, cuando muchos chicos no tenían tiempo de observar y reflexionar, sino que debían ocuparse de la casa, ponerse a trabajar … La contemplación de estos cambios y , con ellos, la posibilidad de vivir la adolescencia, sólo era posible para los jóvenes con dinero y recursos.
¿La adolescencia no puede ser sin ocio?
Es una etapa que va ligada al tiempo para ser adolescente, un tiempo no dedicado a ser un sujeto productivo explotado por el trabajo. Además, también se caracteriza por unas dosis mínimas de consumo porque, aparte de contemplar la adolescencia, también debes consumir como tal. La lógica psicológica de la adolescencia pasa por sentirse diferente, no querer ser un niño ni tampoco un adulto, y uno de los mecanismos para salir de estas incertidumbres es identificar a los que son como tú y compartir esa vivencia en comunidad.
Esta conformación de grupo se basa en comuniones de estilo de vida que van desde las tribus urbanas a los lenguajes, pasando por las maneras de vestir o la música. Las construcciones sociales se hacen a través del ocio, que no debemos confundir con tiempo de diversión: son espacios que no están destinados al trabajo. Y es que buena parte de los mecanismos que los adultos interpretamos como diversión, son simplemente cuestiones de relación. Uno de los más tópicos es el botellón: los adolescentes no se juntan para beber, sino para relacionarse en un espacio en el que no hay adultos.
Siempre que abordamos esta práctica desde la perspectiva del alcohol olvidamos que es un mecanismo de relación. Así como el consumo no es lo más importante de estos encuentros, tampoco debemos olvidar que nos encontramos en una sociedad, precisamente, de consumo que aspira a fidelizar adolescentes. Al igual que los partidos políticos y las iglesias, el capitalismo intenta que los jóvenes comulguen con su manera de consumir y entender el mundo. Porque el consumo relacionado a determinados estilos de vida que se hacen fuertes a partir de la adolescencia luego se hacen muy difíciles de cambiar. Tu consumo acaba definiéndote así que, de alguna manera, los adolescentes acaban siendo las grandes víctimas del mercado.
¿Los adultos tendemos a magnificar los conflictos resultantes de la adolescencia?
A veces me veo como un digestólogo, que ayuda a digerir adolescencias difíciles a familias desconcertadas. Es vivir con una persona que te cuestiona continuamente, pero es que los adultos tampoco asumimos que la mayor parte de nuestras certezas son incertidumbres con seguridades artificiales. Y en el fondo nos consolamos pensando que quien nos está cuestionando es una criatura que no sabe lo que dice que sabe y que se la pegará seguro.
Pero asumir esto no significa dejar de estar a su lado. Al contrario, quiere decir estar dispuesto a enseñar a una persona que dice que lo sabe todo -y que nunca reconocerá que no sabe algo- y conseguir que aprenda -aunque no lo reconozca- para que cuando aprenda nunca te den las gracias. La función del adulto debe estar detrás de las bambalinas: debe ser quien le ayude a construir preguntas para buscar las respuestas. Pero quien quiera dirigir la vida de un adolescente deberá asumir demasiados conflictos.
Quienes educan de manera sensata olvidan el poder o la autoridad, que sería el equivalente al “te aguantas, la vida es dura”, “mientras vivas en mi casa mando yo”, etcétera. El poder no es una herramienta, es un desastre: debemos asumir que nosotros y nuestros conocimientos, valores y criterios, dejan de ser un referente cuando los niños tienen 10 años. A partir de entonces, usar la autoridad significa imponer, adoctrinar.
Más allá de las manipulaciones que pueda haber de las informaciones, debemos saber que todos los poderes aspiran a adoctrinar a las nuevas generaciones para que piensen de una determinada manera. No deben cerrarse la puerta a estas informaciones, al contrario, lo que tenemos que hacer es incentivar que las escuchen y guiarlos para que entiendan que ellos mismos han de discernir y descubrir su criterio. Es un proceso larguísimo que no se puede imponer.
Y esto ocurre en todos los ámbitos de la educación: tenemos un power point que deben aprender. Tú te lo empollas, yo te evalúo, tú lo olvidas, yo te doy un certificado y ya, partir de ahí, eres un buen ciudadano porque vas asumiendo una serie de conocimientos. Pero si queremos que se interroguen por lo que sucede a su alrededor, no podemos obligarlos a aprender lo que creemos que se debe aprender, sino que debemos cultivar sus propios intereses. Los adolescentes no son el proyecto de nadie.
¿Tendemos a infantilizar a los jóvenes cada vez que hablamos de adoctrinamiento?
Puedes montar un cirio hablando sobre que el día 1 de octubre pasaron un montón de bestialidades pero tienes ante ti personas a las que, si no has estado presente en su vida, si no te has preocupado de ellos y si no les hablas continuamente sobre lo que ocurre a su alrededor, ya les puedes meter el mitin que quieras, que será inútil. Sólo convencerás al convencido. Quienes hablan de adoctrinamiento están dando poder a un profe que, fíjate qué casualidad, hasta ayer era un inútil y hoy es un adoctrinador.
Los maestros deben respetar pero explicar la desigualdad social: que ha cerrado una fábrica echando a no sé cuántas personas, que los Mossos han ido a no sé dónde y han hecho no sé qué, que el banco ha desahuciado a una familia … con eso les dices a los chavales: vigilad, que hay algo que se llama intereses económicos que afectan diferente a todos. Quien explica esto de esta manera no adoctrina, sino que ayuda a leer la actualidad de manera crítica.
¿Hoy deberíamos hablar de los palestinos masacrados por Israel? Claro, y las escuelas que hablen de lo que pasa en la vida lo harán. Y seguro que saldrá un filo-israelí diciendo que se adoctrina en el antisemitismo. Pero el drama no es ese, el drama es que la mayoría de chavales pasen de escuchar cuando se habla sobre chicos de su edad que han sido asesinados. No debemos focalizar en si eres propalestino, proisraelí, independentista o unionista. Tienes que ser pro-pensamiento, porque las irracionalidades las encontramos partes.
Hablemos de los grandes tabúes de la adolescencia: por mucho que cambien los tiempos, el sexo y las drogas siguen estando ahí. Y continuamos afrontándolas mal. ¿Por qué?
El sexo siempre ha sido pecado mortal, enfocado desde la moralidad. Siempre he tenido que hacer educación sexual y, así como en los años 70 no podía hacerlo sin saber qué fotos de señoras del Interviú se pasaban bajo el pupitre, ni sin conocer los consultorios sentimentales del Pronto, hoy no puedes hacer educación sexual sin conocer las nuevas tecnologías ni la pornografía.
Estos elementos para descubrir y gestionar el despertar sexual siempre estarán y el papel de los adultos siempre debe ser el mismo: ayudar a construir una sexualidad feliz, atractiva y equilibrada para que durante el resto de su vida una fuente significativa de placer y felicidad venga de la sexualidad. Pero para que con cincuenta años todavía disfruten follando, abrazándose y acariciándose, antes deben haberse equivocado, preguntado …
Y para ello necesitamos adultos que no se escandalicen y que tengan una vida equilibrada, porque la especialidad de los adolescentes es desequilibrar al adulto. Si no se afronta esta etapa de manera serena, ya les puedes decir lo que quieras, esto es como el adoctrinamiento: les podemos decir que el sexo es malo, que deben mantenerse vírgenes … pero ellos ya descubrirán qué piensan, nos guste o no. Y si los queremos ayudar a construirse, debemos estar a su lado cuando descubran. Para que te crean cuando les digas que el sexo no es sólo penetración, sino que te lo puedes pasar bien acariciándo, no les puedes ir diciendo “pobre de ti que folles”, porque entonces no confiarán en ti.
Prohibir lo que los adultos hacen o consumen nunca ha sido una buena táctica
Las drogas y el sexo estarán siempre y parte del proceso de maduración de los jóvenes pasa por ir descubriendo cómo relacionarse con los riesgos. Los chavales tienen que ir descubriendo que hay una gran diferencia entre un kalimocho Don Simón y un Gran Reserva. Pero, aunque yo sepa que no vale la pena agarrarse un pedo monumental con vino de un euro, no seré yo quién les diga que no lo hagan. Porque es un pedo que se debe agarrar antes de llegar a la conclusión de que no compensa.
¿Que el alcohol es malo? Desde el punto de vista neurológico es una droga muy potente. Tú mismo, destroza tus neuronas como quieras, pero debes saber que el alcohol también sirve para pasarlo bien. Yo disfruto mucho con un buen whisky, pero no diré nunca que para pasarlo bien necesito beber.
No podemos pensar que los adolescentes pasarán de la inocencia de la infancia a la estabilidad de la edad adulta sin trasiegos. Esta etapa de transición, al contrario, debe ser bastante entretenida y la deben vivir intensamente, porque si no, los problemas vendrán luego. Hay que tener en cuenta, eso sí, que es un proceso de aprendizaje terrible si no se encuentra ningún adulto que ayude a hacerlo.