Como todos los años la Fundación CyD (Conocimiento y Desarrollo), dependiente de la Fundación Santander, ha publicado su informe sobre el estado de la universidad española. Algunos de los indicadores apuntan a la necesidad de cambios en el gobierno de la universidad para que tenga una mayor flexibilidad y autnonmía a la hora de enfrentar situaciones complejas.
El primero de los asuntos que habría que abordar es el de la recuperación de financiación derivada de las administraciones públicas, principalmente de las comunidades autónomas. A pesar de que durante los últimos cinco años la economía española ha crecido de manera consecutiva, no ha habido un intento de revertir los importantes recortes económicos que se han venido produciendo desde el año 2012. A pesar de esta falta de financiación, las instituciones han conseguido salvar la situación gracias a los incrementos de tasas y otros precios públicos. Pero no igualan las pérdidas económicas, que han sido altas.
Por delante, según Francesc Soler y Martí Parellada, encargados de presentar los resultados del informe, retos importantes derivados de los cambios que se están produciendo en la matriculación en los diferentes campus.
“Si bien la crisis demostró que la universidad podía resistir recortes enormes y además la prohibición de contratación de funcionarios”, aseguraba Francesc Soler, “estas dos cosas han de afectar”. Y esto se han notado, claro, al punto de dejar a la universidad española en un estado de latencia que le hace perder posiciones con respecto a las de otros países que han pasado estos años haciendo inversiones y transformaciones importantes.
Y es que las universidades han ido perdiendo un importante número de personas que se matriculan en los estudios de grado. En los últimos años, desde 2009, han dejado de matricularse 153.000 personas. Eso sí, en el mismo periodo ha habido un aumento sustancial en los estudiantes de máster, que han crecido, aunque no tanto como para equilibrar este descenso de estudiantes de grado.
Entre las causas que esgrimen los expertos se encuentran la disminución de la cohorte de personas en edad de entrar en la universidad por primera vez (entre 18 y 21 años) además de otros factores como el aumento de la matrícula en los grados superiores de Formación Profesional.
Ante algunos de estos retos, como de otros relacionados con la financiación, así como la transferencia de conocimiento a la sociedad o la rendición de cuentas que la institución debe hacer para justificar sus decisiones, los expertos apuestan por cambiar el marco normativo. “Debería pensarse en reformar el marco, dar libertad a las universidades, que se diferencien entre sí y que tengan más autonomía en la toma de decisiones”. Todo ello “ha de acompañarse por una rendición de cuentas muy estricta, posterior. Dejar libertad y ver si han respondido a la confianza.”, ha asegurado Soler.
En todo caso, los responsables de este informe han señalado cuatro grandes retos, en los que se centra el informe, y que van más allá de la situación coyuntural que pueda vivir hoy la institución universitaria.
Retos
El primero sería el del cambio de tendencia en el perfil de quienes se matriculan: disminución en los estudios de grado y aumento en otros como los máster o los doctorados. “Debería mirarse qué tipo de producto ofrece la universidad viendo este cambio del perfil del ‘cliente’”, ha dicho Martí Parellada en su intervención, en la que ha desgranado estos cuatro puntos de atención.
Otro de ellos, ya un clásico del que se habla desde hace años, es la “sobrecualificación” de las personas trabajadoras. Y es que el 35% de los trabajos que adquieren chicas y chicos que han pasado por la universidad corresponden a puestos inferiores a los de su cualificación. Algo en lo que deberían incidir no solo las universidades, sino el propio mercado de trabajo, que no genera los puestos cualificados suficientes para la demanda existente.
Otro de los puntos importantes, el tercero, es el relativo ala investigación y la transferencia a la sociedad. El informe constata que el número de publicaciones que genera la universidad no para de crecer, entre otras cosas porque las publicaciones se han convertido en uno de los requisitos imprescindible para casi cualquier cosa dentro de la universidad. Pero estos papers, al mismo tiempo, están perdiendo impacto. Tienen cada vez menos calidad, atendiendo a factores como que estén liderados por investigadores españoles, que se hayan hecho en colaboración con personas de universidades extranjeras o el número de veces que son citados. Entre las causas, entienden, está también la escasez de inversión de los estos años, la falta de autonomía o el hecho de que las oficinas de transferencia de investigación, que debeían centrarse en asuntos relacionados con la creación de spin-offs (empresas que surgen dentro de los marcos de la universidad), o en las licencias de investigación, están más dedicadas a labores de consultoría de los docentes.
Y, por último, otro de los asuntos recurrentes, la falta de presencia de las universidades en la escena internacional. Punto en el que se reclama especial atención porque, a pesar de que la crisis se ha saldado con el gran esfuerzo de las universidades en mantener la calidad, no se ha podido aprovechar, como en otras instituciones en el extranjero, para hacer inversión y generar flexibilidad.
En España se ha podido mantener el tipo este tiempo, “pero está afectando a los resultados”, según ha dicho Martí Parellada. Y a insistido en la necesidad de “cambios en la organización y flexibilidad” de las instituciones.
Ha concluido Parellada insistiendo en que “la reforma universitaria (ya anunciada por otra parte por el ministro Pedro Duque) es necesaria”. Sobre todo para crear un círculo virtuoso dando más financiación a la universidad para generar confianza en su transferencia de conocimiento e investigacón y que, así, se genere más interés en invertir más dinero. “ A la confianza se llega afrontando la reforma de su sistema de gobierno. Tarea abierta que debiera hacerse tan pronto como sea posible”.