Sin duda alguna Alfredo Pérez Rubalcaba presenta una importante y admirable hoja de servicios a la democracia y, muy especialmente, a la educación, la universidad y la ciencia. Su adiós ha conmocionado a la sociedad española y los ciudadanos, las instituciones, los partidos políticos y el periodismo le han dado un sentido homenaje a su figura y lo que representa, la altura de Estado. Querido y admirado por compañeros y adversarios políticos, eternamente recordado y reconocido por su gran labor al frente de diversos cargos en gobiernos socialistas. Su vida ha representado una dedicación a la política, a la res pública, al Estado. Por eso, su pérdida no es sólo para su familia, para la familia socialista, sino una pérdida para nuestra España por todo lo que le dio y por todo lo que ayudó a construir.
Quizás su mayor y más reconocida hazaña sea el haber logrado el fin de ETA, alcanzando la paz, y lograr una tranquilidad tan merecida y buscada en España y en el País Vasco. Sin embargo, su pasión, traducida en un legado de dedicación, visión y contribución, fue la educación. Con ella comenzó su vida política, y con ella finalizó su vida profesional. Todo un ejemplo de que la educación se siente, se vive y supone entrega.
Rubalcaba sólo fue ministro de Educación durante un año (1992-93) pero su trayectoria en lo que ahora llamamos políticas educativas y del conocimiento fue de 11 años en los que también fue nombrado secretario de Estado. Su vínculo con la educación llegó hasta el final de sus días. Dejó la política y decidió regresar a las aulas, reciclándose y poniendo en práctica sus convicciones, experiencia acumulada y su pasión por la educación.
Su paso por la política educativa se remonta a aquellos años del primer gobierno socialista de Felipe González. Eran momentos de incipiente democracia y con grandes retos sociales que abordar en España. Nada más y nada menos que construir un modelo educativo, universitario y de política científica a partir de la herencia recibida del franquismo. España todavía tenía en aquella época altas cifras de analfabetismo, enormes desigualdades de acceso a la secundaria y la universidad y un gran desnivel educativo entre comunidades autónomas. Una herencia terrible de la dictadura franquista que nunca tuvo como prioridad la igualdad de oportunidades a través de la educación ni el desarrollo de la ciencia, las artes y la cultura.
Se contaba con el consenso alcanzado en el artículo 27 de la Constitución que reconocía el derecho a la Educación, pero se necesitaban plazas escolares por toda España para poder escolarizar y lograr que la educación pudiese ser un derecho efectivo de la ciudadanía.
En aquellos momentos la educación en España era de plena competencia del Ministerio de Educación. Había que afrontar una reforma integral del sistema educativo y pensar ya en el futuro de las transferencias a las comunidades autónomas. España debía avanzar y asumir el reto de alcanzar los niveles educativos de los países de nuestro entorno europeo, y había que hacerlo rápido y bien. Todo un reto que requería toda una revolución en las aulas, contar con la complicidad de los docentes y una gran inversión educativa. Y todo esto partiendo de los niveles educativos en los que se encontraba España tras la dictadura. Rubalcaba, junto a otras personas y equipos que supieron anteponer y priorizar la educación, lo logró. Este fue uno de los grandes éxitos de Alfredo en su trayectoria política.
Su carácter innovador y valiente fueron claves para participar en los equipos que diseñaron la LOGSE (1990). Primera reforma educativa de la democracia que ponía fin al modelo desarrollista de la LGE (1970) y modernizaba el sistema en todas sus dimensiones: alargaba la escolarización gratuita y obligatoria de los 6 a los 16 años, reconocía la heterogeneidad de los alumnos y alumnas, planteaba una respuesta educativa desde la diversidad, introducía la autonomía de los centros y el trabajo de los equipos interdisciplinares para desarrollar proyectos educativos. También se creó la red de formación del profesorado, se impulsó la participación de la comunidad educativa, se modernizó y prestigió la formación profesional, pasando a ser modular y cobrando un papel decisivo las prácticas en las empresas durante todo el proceso de formación. En definitiva, se introdujo un nuevo vocabulario en los centros educativos que se tradujo en un nuevo hacer educativo.
Como director general de Universidades, desarrolló la Ley de Reforma Universitaria (1983), que supuso una modificación del modelo franquista de universidad y una transformación para la sociedad española. Los hijos de la clase trabajadora pudieron acceder a la universidad a través de un potente sistema de becas. También cabe destacar la influencia de Alfredo en la negociación de la Ley de Ciencia de 1986 que ponía en pie un modelo de política científica hasta entonces casi inexistente. Fue pionera en coordinar, programar y evaluar la ciencia y su vigencia llegó hasta 2011 dada la solidez con que se diseñó.
Rubalcaba dejó la política para volver a las aulas en la Universidad Complutense de Madrid como profesor de Química Orgánica. Su retorno a la docencia fue un ejemplo más de lo que ha sido Alfredo: un servidor público, ilustrado y resolutivo, de una gran inteligencia social y política, siempre implicado en ordenar y dar una salida coherente y justa a todos los temas de Estado que le encargaron.
Nuestro mejor homenaje a Rubalcaba es lograr que nuestra educación y las políticas de conocimiento continúen la senda de la innovación, de la equidad y de la calidad, convirtiéndolas en una prioridad de Estado. Se lo debemos a personas como Rubalcaba que fueron visionarios de la educación, y de lo que España necesitaba.
Hoy también, debemos afrontar una transformación y renovación del modelo educativo acorde con los numerosos retos que tenemos como sociedad, como economía y como democracia. Una transformación del qué, el cómo y el para qué educamos con la mirada larga y los recursos necesarios para alcanzar los objetivos 2030, y que al igual que antaño se produjo una necesaria reforma educativa, hoy la volvamos a afrontar.
Finalizo destacando el emotivo adiós intergeneracional que hemos compartido este fin de semana en el que multitud de personas de todas las edades hemos querido despedirnos de un gran político, de una gran persona, de un gran maestro. Conmovedora fue la despedida de sus alumnos en la capilla ardiente. Una despedida al profesor, al educador, a la persona, al maestro. Llantos que nos transmitieron el sentimiento, el respeto y la admiración que Alfredo ejerció hasta sus últimos días en las aulas.
Mª Luz Martínez Seijo Secretaria de Educación y Universidades del PSOE