Por primera vez, Amnistía Internacional (AI) se ha metido en el siempre espinoso asunto del acoso escolar en España. Y lo ha hecho de la mano de Koldo Casla, investigador de la Universidad de Newcastle y autor del informe. Hacer la vista… ¡gorda! Casla explica en esta entrevista que España tiene un problema con los datos porque no hay estadísticas oficiales adecuadas, cree que es necesaria una formación obligatoria y de más contenido para profesores y maestros como primera línea de defensa contra el acoso y pide que se escuche a los chicos: los programas de mediación o ayudas entre iguales funcionan donde se han llevado a cabo, asegura, sería bueno implementarlos.
Como si quisiera subrayar el carácter práctico del informe y de su aproximación al tema, cada vez que durante la entrevista aparece nombrado el teléfono de atención puesto en marcha por el Ministerio, Casla repite el número como un mantra: 900 018 018. Ahí queda.
¿Cómo lo está haciendo España con el acoso?
Lo que trasladamos con el informe es que a pesar de que se habla mucho del acoso y hay políticas públicas en todas las comunidades es un problema en general invisibilizado: no sabemos cuántos chicos y chicas están sufriendo acoso escolar en España. Si miras los datos de las inspecciones educativas de algunas comunidades es un problema serio, pero esporádico, que afecta a un 0,02% o 0,03%. Sin embargo, si miramos datos de los defensores del Pueblo o del Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar hablaríamos del 4% o el 5%. Por cada caso de la inspección, hay 200 casos contabilizados por otros métodos. El salto es lo suficientemente grande como para que tengamos que mirar a las causas.
¿Cuáles son esas causas?
Consideramos en AI que hay cuatro áreas de preocupación en derechos humanos que contribuirían a reducir la brecha entre los datos de la inspección y los de los estudios cuantitativos más reconocidos. La primera cuestión es de rendición de cuentas. Existen protocolos en todas las comunidades y colegios, pero no siempre son conocidos y promovidos para su conocimiento entre padres y madres. Y los protocolos fallan, según hemos podido observar de las entrevistas, a la hora de identificar ese acoso más cotidiano, menos físico, menos visibles en los medios de comunicación. Las formas del bullying que son la manifestación del racismo, sexismo o clasismo de la sociedad. Esas formas están siendo totalmente invisibilizadas en este iceberg del acoso escolar. Solo vemos lo más serio, que aparece en los medios de comunicación.
También tienen que ver con la rendición de cuentas. El teléfono del Ministerio (900 018 018) la mayor parte de los casos que son identificados a través de este mecanismo no son reportados a la inspección educativa. La segunda es una cuestión de datos, de falta de datos. Además no están desglosados. No sabemos cuántos niños que sufren acoso lo sufren por su orientación sexual, por su identidad de género, estatus socioeconómico o por su etnicidad. Esa información no existe. Como mucho, la inspección suele consignar datos como la edad y el sexo, pero no se están documentando datos sobre perfiles de riesgo.
La tercera es una cuestión de formación. Los protocolos parten de la idea de que los profesores van a ser protagonistas en la identificación de este fenómenos por estar en primera línea. Pero luego no les proporcionan la formación necesaria y cuando lo hacen no siempre es obligatoria, en horario laboral y no siempre es relevante. Una de las denuncias que más escuchábamos de los profesores que acuden a estos cursos o, incluso de instructores en el máster de Secundaria, es que fallaban las herramientas necesarias para identificar en la práctica estos casos. Y no hay formación en perspectiva de género, multiculturalismo o nuevas tecnologías.
La cuarta es más propositiva, es una recomendación de buena práctica. Si uno escucha a los chicos se pueden aprender muchas cosas. Existen mecanismos para devolver el protagonismo en la educación a los chicos y chicas. Programas como la medicación y los de ayuda y apoyo entre iguales sirven, no para resolver casos pero sí para prevenirlos. Sería muy bueno que estos programas, que están dando muy buenos resultados, se implementen de manera progresiva y obligatoria en todos los centros de España.
¿Para qué sirve el teléfono entonces?
Los mecanismos que existen son buenos. Está bien que existan protocolos, que exista el teléfono. El año pasado se identificaron 5.500 casos como posibles de acoso escolar. Creemos que 5.500 es la punta del iceberg. Si de esos 5.500 casos el 96% no es reportado a la inspección educativa, ¿qué tipo de medidas se están adoptando para asegurar que tienen el seguimiento debido? Un mecanismo como el del teléfono del Ministerio es una buena práctica, pero debe reportar todos los casos a la inspección educativa. Sería muy bueno que exisiteran mecanismos complementarios a través de Telegram o redes sociales complementarias. Porque muy poquitas llamadas son realizadas por los chicos y chicas, y creemos que tiene que ver con que un teléfono 900 es poco accesible para ellos.
Has mencionado la formación de profesores y maestros. ¿Cómo está la formación inicial? ¿Se aborda lo suficiente el tema en los planes de estudio?
Están contemplados en los planes de estudio temas que tienen que ver con la convivencia escolar y el acoso, tanto en los másteres de Secundaria como en la formación de los maestros. Y lo celebramos. Pero en la práctica, según hemos sabido por profesores que han pasado por esos cursos, incluso formadores, los contenidos dejan que desear en la parte más práctica. En concreto con contenidos relacionados con esos factores que están por debajo y que tienen que ver con el clasismo, el sexismo, el racismo que están detrás de las razones por las que los niños realizan y sufren acoso escolar. Porque el acoso no es una cosa de niños. Es una cosa de mayores, como son cosas de mayores el racismo, el sexismo y el clasismo, que se manifiesta en las aulas. Faltan herramientas para ser capaces de identificar y celebrar la diversidad en las aulas.
¿Tendemos a minimizar los casos que tienen menos consecuencias visibles físicamente, un acoso más psicológico, por ejemplo?
Muchas veces es una cuestión de prueba. Cuando hay una herida, un suicidio, unas lesiones, la prueba es evidente. Pero el protocolo y la definición del acoso escolar (“una forma de agresión deliberada y sostenida en el tiempo, que puede tener carácter físico, relacional o psicológico”) lo reconoce así. Pero si luego no hay la formación suficiente para identificar esas otras formas de acoso y las secuelas que tiene, algo está fallando en el sistema. Pero no creo que sea una cuestión solo de formación. Creo que tiene también que ver con el hecho de que partimos de la idea de que la tasa normal de acoso escolar debería ser cero. De que lo normal es que haya una tasa cero. Pero yo creo que lo raro es que sea cero. Lo normal es que haya acoso. Como decían algunos profesores: “Si el director dice que no hay acoso en su centro, os está engañando o se está engañando a sí mismo”. Es necesario normalizar que esto es un fenómeno que está sucediendo para no taparse los ojos y tomar las medidas necesarias. Desconfíemos de los centros que reportan que no tienen acoso.
Interesante afirmación. Uno diría que los centros sí tienden a pensar que están en acoso cero.
Lo deseable es que no lo haya, pero lo normal es que lo haya. Se puede hacer un paralelismo con la violencia de género. Imaginemos que hay una consejería que dijera que hubo cero casos de violencia de género en su comunidad el año pasado. Todos nos escandalizaríamos porque algo estaría fallando en sus estadísticas. ¿Por qué con el acoso creemos, fingimos, que la tasa es cero?
¿Ponemos mucha presión en los profesores como primeros encargados de tener que detectar esto?
Es posible. Nuestro foco de atención no son los profesores, es la Administración. El punto de partida de AI es que esto es una cuestión de derechos humanos. Todos los niños tienen derecho a recibir educación en libertad y seguridad. Es responsabildiad de los poderes públicos asegurarse de que no vayan con miedo a clase. En el curso de esta investigación hemos conocido un montón de profesores maravillosos, inspiradores y muy concienciados. Pero no debería depender de la bondad de una persona u otra. Si es una cuestión de derechos humanos, los poderes públicos deben tomar medidas.
¿Cómo vamos de normativa en España?
La normativa no es el principal problema. Tenemos principios generales en la Constitución y en las leyes orgánicas de Educación que imponen una serie de obligaciones en los centros públicos y los poderes públicos. No es tanto una cuestión de normativa como de políticas públicas, aplicación de los protocolos, sensibilidad, funcionamiento de administraciones como el teléfono del Ministerio, de funcionamiento de las inspecciones educativas, de implementación progresiva de las medidas de apoyo entre iguales. Implementar los programas de ayudas entre iguales no requiere un cambio de ley: requiere una voluntad decidida de las consejerías de Educación.
¿Cómo de importante es que el Observatorio no se reúna desde 2011?
Es un escándalo y es una infracción de la ley, que dice que debe reunirse cada seis meses. Además, es una ocasión perdida. El Observatorio podría desempeñar un papel fundamental identificando casos y factores de riesgo. Esa falta de datos fiables sobre cuántos niños están sufriendo acoso escolar lo podría resolver el Observatorio con estudios rigurosos en las comundiades autónomas. En cierto modo contribuyó mucho con su estudio de 2010, aunque se basaba en extrapolaciones estadísticas. Necesitamos un análisis más sofisticado, y aquí el Observatorio tiene un papel central que jugar.
Se ven casos en los que la familia afectada lamenta que el colegio no se tomó un caso de acoso en serio. ¿A qué suele deberse?
Creo que tiene que ver con algunas de las cosas que hemos hablado ya, como que la formación no es obligatoria y no siempre es relevante, con la ficción de que lo normal es que no haya acoso escolar, cuando es lo anormal y ahí es donde deberían saltar las alarmas. Pero si los profesores, inspección educativa, etc. siguen creyendo que cero es el número mágico que buscar o mantener, seguiremos siendo incapaces de ser valientes y tomar las medidas necesarias e identificar esos casos de acoso no físico. Porque el físico es innegable, pero si es psicológico o relacional o tiene que ver con manifestaciones de racismo o machismo que vemos a diario en la sociedad y se manifiesta en el aula, los profesores a veces no tienen las herramientas necesarias para identificarlo. Tiene que ver con esto y también con las buenas prácticas que hablábamos antes. Si hay programas de apoyo entre iguales o de medicación, ayudan a identificar casos que podrían saltar en un meses.
¿Existe un perfil de víctima del acoso escolar?
No. Este es otro de los mensajes clave. No hay un perfil definido. Una de las recomendaciones de una madre de una persona que sufrió acoso escolar es que sería muy bueno que todos los padres aceptaran que sus hijos pueden ser víctimas de acoso del mismo modo que pueden ser agresores. Sería muy sano aceptar esta posibilidad, igual que lo sería también, decían muchos padres de víctimas, que les gustaría haber recibido una llamada de apoyo de otros padres para mostrar solidaridad, empatía. No hay un perfil definido, pero sí determinados colectivos que lo pueden sufrir de manera especial. El tipo de acoso que se puede ejercer sobre una persona que pertenece a una minoría sexual es distinto que el que puede sufrir una persona por su estatus socioeconómico, por ejemplo. Pero, por lo demás, no podemos afirmar que haya un grupo más victimizado que otro.